Avanza el juicio por la desaparición y muerte de Franco Casco. En las últimas audiencias declararon las personas que estuvieron detenidas en la comisaría séptima en el mismo momento que el joven y sus testimonios pueden ser claves para el desenlace de la historia. Testigos que escucharon y describieron las golpizas que ocurrían en “la jaulita”, testigos que no vieron nada, testigos que denunciaron aprietes. Se espera que para agosto pueda estar la sentencia.
Fotos: Fernando Der Megerditchian
– Escuchamos que pedía agua, que entraban y lo golpeaban. Lo escuchábamos porque estábamos ahí nomás.
– Nunca lo llegamos a ver, nos enteramos por el tele y todo el quilombo que hubo.
– Te dabas cuenta que no era una persona de nuestro palo. No usaba nuestro lenguaje.
– Yo no dije eso que usted está leyendo…
Las declaraciones, variadas y distintas entre sí, son algunas de las que se escucharon en las audiencias del 26 y 27 de mayo en los Tribunales Federales de Rosario, correspondientes al juicio por la desaparición y muerte de Franco Casco. Las dos jornadas generaron mucha expectativa en la previa porque pueden ser claves para el desenlace de la historia: allí declararon diez personas que estuvieron detenidas en la comisaría séptima en el mismo momento que el joven. Algunos testigos ratificaron haber escuchado golpes y gritos durante esa madrugada, algo que describieron como una práctica rutinaria en esa dependencia, mientras que otros declararon no recordar demasiado, incluso contrariando parte de lo dicho en la etapa de instrucción.
Los hechos se sitúan en los primeros días de octubre de 2014 cuando Franco se disponía a emprender su viaje de regreso a Florencia Varela tras visitar a familiares en Rosario. El joven de 20 años salió de la casa de su tía en Empalme Graneros en dirección a la estación Rosario Norte, pero no se sabe por qué nunca llegó a subirse al tren. Sí se sabe que hubo un llamado de un vecino alertando por “movimientos sospechosos” en esa zona y sí se sabe que efectivamente estuvo en la comisará séptima de Rosario, en Cafferata al 300. De Franco no hubo novedades por veinticuatro días, hasta que su cuerpo apareció flotando sin vida en el río Paraná.
Las versiones discrepan sobre qué pasó en el medio. La hipótesis de Fiscalía, en sintonía con lo que plantea la familia de la víctima y las querellas que acompañan, sostiene que Franco fue detenido el 6 de octubre por la noche y trasladado a la dependencia policial, donde fue golpeado y torturado en un cuarto conocido como “la jaulita”. Y que su aparición en el río tuvo que ver con un intento de desaparecer el cuerpo una vez fallecido el joven.
Por su parte, los abogados de los 19 policías imputados en la causa sostienen que Casco fue detenido el día 7 de octubre a partir de la denuncia realizada por el vecino. Y que después de las averiguaciones de antecedentes y actuaciones de rutina fue liberado de la comisaría, sin saber qué ocurrió después ni cómo Franco terminó en el río Paraná.
Las audiencias también se vivieron de forma particular en las calles. Como es costumbre desde el inicio del juicio diversas organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos acompañando a los familiares de Franco Casco, con una serie de actividades que incluyeron pintadas sobre calle Oroño con una premisa que se volvió lema: “Todxs sabemos, a Franco lo mató la policía”.
Pero también estuvieron presentes familiares y amigos de los acusados en la causa, acompañando su reclamo de inocencia. Durante la jornada del viernes los allegados colocaron un pasacalle con la consigna “30 mil razones para no volver a repetir jamás persecuciones políticas y de clase” que generó el repudio de los organismos de derechos humanos de la ciudad. Por medio de un comunicado señalaron que el golpe de Estado que desapareció a 30 mil personas involucró a “las mismas fuerzas de seguridad de la que son parte los policías que torturaron, asesinaron y desaparecieron a Franco Casco con los mismos métodos que en la dictadura”.
Testimonios
Para Santiago Bererciatua, abogado querellante de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, las audiencias echan luz sobre tres aspectos claves: que algunos testigos hablaron de Franco Casco, que otros declararon haber recibido intimidaciones por su vinculación con la causa, y que en la comisaría séptima se golpeaba y torturaba como modus operandi. “Estos testimonios vienen a robustecer la líneas acusadoras, la hipótesis que nosotros barajamos de cómo fue la desaparición y muerte de Franco Casco”, aseguró.
Entre las declaraciones que respaldan la hipótesis de Fiscalía aparecen las de Darío quien recordó haber escuchado golpizas contra un joven que en algún momento se referenció como Franco Casco. También indicó que entre los presos se dieron cuenta rápidamente que se trataba de una persona que no era “del palo” carcelario. “Manejaba otros códigos. Por cómo lloraba, cómo pedía que no le peguen. Se notaba que nunca había caído en cana”, señaló.
Asimismo recordó haber escuchado “gritos de dolor” y que varios de los detenidos intervinieron pidiendo desde sus celdas para que dejen de golpearlo. “Eran como un grito de auxilio y socorro”, expresó y agregó: “Nos daba impotencia entre nosotros”. Declaraciones similares fueron aportadas por Diego, otro de los testigos, que dijo recordar una madrugada donde se escucharon gritos provenientes de “la jaulita” y que, cuando cesaba el ruido de los golpes, intentaban contactarse con él de celda a celda.
“Creo que la punta fuerte es que hay testigos que hablaron de Franco, que estaba ahí y que escucharon su nombre”, manifestó Bererciatua. Pero también puso el foco en la descripción de varios de los testigos sobre las prácticas de amedrentamiento en el lugar: “La mayoría dio cuenta de que en la comisaría séptima se torturaba frecuentemente y se golpeaba no solo a quienes estaban con causas penales, sino también a los que entraban por averiguación de antecedentes. Y que había un lugar llamado la jaulita que era como un amasandero donde los molían a palos, los mojaban, los engrillaban a barrotes altos y eso fue un denominador común de las audiencias”.
Desde la defensa respaldan su hipótesis en el hecho de que los testigos no vieron a Franco, sino que refieren haberlo identificado una vez que la noticia se hizo pública en televisión, y que algunos de los detenidos no lograron precisar las fechas del paso del joven por la comisaría séptima. Pero el propio abogado querellante coincidió en que los testigos no pudieron haber visto a Franco por la disposición de las celdas que están en la misma línea y del mismo lado que “la jaulita”.
“Es una cuestión obvia. La verdad es que si se van a parar en eso para defender su postura nos están haciendo un favor, porque en ningún momento nosotros dijimos que lo habían visto a Franco. Pero si lo escucharon y les dijo el nombre”, explicó. Respecto al segundo punto sostuvo que las confusiones temporales son comprensibles por el paso de los años, y mucho más cuando se trata de una persona detenida: “Cualquiera de nosotros puede olvidarse de las fechas exactas de un evento ocurrido en 2014, es propio de ocho años de distancia con lo sucedido. Pero lo que sí dijeron claramente es que escucharon el nombre de Franco Casco y que hablaron con él. Y eso es más difícil de olvidarse”.
“La cana aprieta”
Varios de los testigos pasaron por las audiencias sin recordar el paso de Franco por la comisaría. Muchas de las declaraciones aportaron a la descripción sobre el funcionamiento general de la dependencia policial y las propias dinámicas del lugar, pero sin brindar detalles que permitan profundizar sobre qué pasó con Franco. Incluso uno de los detenidos dijo no recordar nada sobre el caso y manifestó su malestar por tener que volver a declarar, comentando las repercusiones que le había generado su testimonio en la etapa de instrucción: “No quiero que me pase lo de la otra vez, que cuando volví a la cárcel, me pasaron a alto perfil”.
Otro de los testigos dijo que se escuchaban gritos con frecuencia pero vinculados a “personas borrachas” que solían ser demoradas, algo relativamente común en una zona de boliches. También declaró no recordar nada sobre el caso de Franco Casco, pero la sorpresa entre los presentes se dio cuando el tribunal leyó parte del expediente donde constaban declaraciones suyas contando sobre su paso por la jaulita y mencionando lo que sabía sobre Casco.“Nada de lo que usted está leyendo lo dije yo”, negó con contundencia.
Sobre este punto Bererciatua se mostró convencido: “Fue muy explícito que la mayoría de ellos sufrió algún tipo de presión para que no declare o alguna reprimenda por eso. Otros directamente dijeron no recordar nada y teníamos que leerles las testimoniales anteriores cerca del hecho en donde se acordaban perfectamente de todo, en donde hablaban de Franco, de los golpes, y en ese momento los testigos decían que estaban incomodos y no querían seguir declarando porque tenían miedo de lo que les podía pasar. Eso da cuenta de que la cana aprieta para que no se ventile lo que ocurrió el 6 de octubre del 2014”.
Uno de los testimonios fue aún más allá denunciando recibir amenazas por parte de un policía, en una de las salidas que tuvo de la cárcel. “Básicamente le dijo que le debía una por lo que había declarado en el tema Casco y lo amenazó diciendo que le podía pegar un tiro y dejarlo en la cuneta”, reconstruyó el abogado. “Él lo pudo decir porque es una persona valiente. Ese agente se va a identificar porque lo recuerda perfectamente, pero nosotros ya tenemos la idea de quién es; fue imputado en esta causa”, añadió.
El abogado de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación también recordó que todas las declaraciones de la etapa de instrucción – que fueron cercanas a la fecha del hecho donde se presume que los recuerdos están más presentes – están firmadas por los mismos testigos. “También hay que entender que estas personas están detenidas y que después de declarar tienen que volver a la cárcel. Evidentemente el servicio penitenciario tiene una ligación importante con la policía y queda clara la vinculación en los aprietes. Algunos se animan y otros no. Y es entendible”, indicó.
Cómo sigue
Las audiencias continuarán en las próximas semanas porque aún quedan testigos que estuvieron en la comisaría séptima esa noche que deben prestar declaración. Si bien no hay fechas confirmadas, se estima que los alegatos podrían estar para el mes de julio y la sentencia en agosto, después de la feria judicial de invierno.
En total son 19 los policías sentados en el banquillo de los acusados durante el juicio. La acusación más grave pesa sobre el comisario Diego Álvarez y los agentes Cecilia Contino, Walter Benítez y Fernando Blanco, quienes están imputados por desaparición forzada de persona agravada por la muerte de la víctima y aplicación de torturas.
En tanto, César Acosta, Guillermo Gysel, Cintia Greiner, Rocío Hernández, Marcelo Guerrero, Enrique Gianola Rocha y Esteban Silvason acusados como coautores del delito de desaparición forzada de personas agravado por la muerte de la víctima. Mientras que Franco Zorzoli, Rodolfo Murúa, Walter Ortiz, Romina Díaz, Ramón José Juárez y Elisabeth Belkis están imputados como partícipes secundarios. Todos son agentes pertenecientes a la comisaría séptima de Rosario.
Además, los agentes de asuntos internos Pablo Andrés Síscaro y Daniel Augusto Escobar, son juzgados por encubrir los delitos en calidad de funcionarios públicos. Según la investigación fueron los encargados de realizar las entrevistas a las personas que se encontraban detenidas en la comisaría durante los días en que sucedieron los hechos y se les adjudica haber realizado los interrogatorios en un marco intimidatorio.
Según el análisis de Bererciatua las audiencias terminan siendo positivas para las partes acusadoras porque a las “declaraciones contundentes” en la etapa de instrucción se les suman testimonios que las ratifican, pero también otros que ponen de manifiesto “las presiones y los miedos” de los testigos a la hora de declarar: “Los jueces lo tienen que valorar porque se dan cuenta que no están hablando porque están con miedo. En cuanto a memoria vale más lo que declararon cerca de la fecha del hecho que lo que se dijo ocho años más tarde. Y que cuando te lean tu declaración no recuerdes nada ya es producto del miedo, no de un olvido pasajero. En eso me parece que no nos juega en contra. Están apretados y los jueces no son tontos, saben que esto puede pasar”.