Los títeres tienen fuerte presencia en Rosario, no sólo por la oferta cultural que representan sino también por la formación en el oficio de titiriterxs. Pasión y compromiso son algunos rasgos que caracterizan a estxs trabajadorxs de la cultura que crean mundos a través de la animación de objetos.
Fotos: Cuentíteres
En la puerta de que lo que supo ser una estación de ferrocarril rosarina sobresale una figura amarilla, de formas rectangulares y acartonadas, nariz circular y gesto sonriente: su presencia en la entrada funciona como un cartel que da mucho más que la bienvenida. Un poco más arriba, en el mismo edificio, un colorido letrero advierte: “Estación de los Títeres de Rosario”.
Ubicada frente a la plaza Ciro Echesortu, la estación –que denota una importante puesta en escena, decorada con coloridas telas y pinturas, retablos, sillas y almohadones – funciona como una real casa de títeres: cuando el clima lo permite, los titiriteros cruzan la calle y desarrollan sus espectáculos en el espacio verde; y cuando las condiciones son adversas, la estación abre sus puertas a todo aquel que quiera prestarse al juego y a la fantasía.
Es un domingo de abril y las señales del otoño se hacen presentes en los últimos rayos de sol que aún le ganan un lugar a las nubes. Ray Cristian, el artista callejero en vigencia más antiguo de la ciudad, llega a la plaza, apoya su bicicleta contra un banco y se descuelga una voluminosa bolsa negra que traslada sobre su hombro. Parado sobre la vereda, con los brazos apoyados en la cintura y su melena sostenida en una cola, comienza a observar detalladamente la plaza y, con la mirada iluminada, comprueba que hay suficientes espectadores para dar inicio al show.
Con la bolsa negra en la mano el artista se acerca hasta el mástil de la plaza, en el camino no deja a ningún niño sin saludar. En el escenario, se coloca por encima de la ropa un mameluco a rayas, un micrófono de oreja y saca de la bolsa negra un par de globos que pronto adquirirían formas de animales. Esa acción fue suficiente para captar la completa atención de los presentes que ya empiezan a sentarse alrededor del artista, en unos almohadones que la Estación de los Títeres prestó para la ocasión.
Una vez finalizado el show de globos, y ante la expectante mirada del público, desde la bolsa negra sale “Perrito”, un títere que –dada su corta edad- presenta algunos problemas para hablar. Perrito quiere decir “perro”, pero le sale “pedo”, una situación que hace pasar momentos de vergüenza y desesperación al titiritero, mientras que los niños se despanzan de risa a pesar de que empiezan a caer las primeras gotas de lluvia obligando a concluir el show de manera anticipada.
Además de lxs niñxs y las familias que se encuentran en la plaza, el espectáculo de Ray Cristian también es seguido de cerca por un grupo de titiriteros que, al finalizar la obra, no pueden disimular un dejo de nostalgia en sus miradas.
Finalizada la función, y corridos por el agua, los artistas salen disparados a refugiarse –quizás por última vez– en la estación de los títeres. Luego procederán a quitar los muebles y desalojar el lugar. Desconocen cuál será su próxima casa pero tienen una certeza: cada domingo, los títeres continuarán jugando en las plazas de la ciudad.
El oficio
El trabajo de titiriterx comprende –entre otras cosas- crear o adaptar obras, diseñar muñecos y construir su identidad, y tener la chispa necesaria para salir y entrar en diferentes personajes en cuestión de segundos, sin perder de vista el cambio de voz, de tonos y de movimientos que permitan animar o “dar vida” a objetos y construir mundos mediante historias que inviten a reflexionar, reír o jugar entre lo que es correcto e incorrecto.
Pasión y comunicación. Esos son los componentes esenciales que hay que tener para ejercer la profesión, cuenta Christian Álvarez, integrante del grupo Los Nadies y miembro de la Cooperativa de Trabajo Artístico Los Titiriteros. “Lo primero que uno tiene que tener es la necesidad de poder relacionarse con los demás y saber que lo que uno está haciendo es para el otro y con el otro, sino no existen los títeres ni el teatro”, reflexionó y agregó: “Soy de la idea de que el titiritero es un actor, es alguien que en escena va construyendo una ficción y generando una identidad, pero lo maravilloso es que lo podes generar por fuera de tu cuerpo, entonces tenés cierta objetividad sobre el objeto o títere”.
En esta línea también se pronuncia la titiritera y docente en la Escuela de Teatro y Títeres de Rosario, Susana Petrelli: “En general quien elige esta profesión tiene un compromiso muy grande con el oficio, porque no es un trabajo en el que te vayas a llenar de dinero, e implica mucha dedicación y pasión”.
“Es ponerte a improvisar y volcar eso a la confección del muñeco, y después animarlo, hacerlo respirar, mirar, ver cómo camina y cómo se vincula con el espacio”
En el rubro están quienes construyen sus propios muñecos y quienes prefieren delegar la confección a otros colegas. Pero no todos los títeres son iguales: están los de guantes, que son de los más utilizados, y que van enfundados en la mano del titiritero; existen los de varilla, que son controlados a través de palitos colocados en sus extremidades; y también los de hilos, como es el caso de las marionetas.
Para Petrelli, la construcción plástica, intelectual y conceptual de los personajes de títeres “van de la mano” en el oficio. “Es ponerte a improvisar y volcar eso a la confección del muñeco, y después animarlo, hacerlo respirar, mirar, ver cómo camina y cómo se vincula con el espacio”, indicó.
Para Ray Cristian “cada muñeco tiene su personalidad”. Él se desempeña con un títere con forma de perro y con otro que se llama Matías que en los shows suele usar un mameluco blanco y negro a rayas, igual al suyo. Cuenta que en sus espectáculos busca generar un “equilibrio entre el serio y el gracioso”, aunque trabaja para que el muñeco logre que el titiritero no sea tan rígido, sino que entre en un estado de histeria al sentirse incomprendido y contradicho por su muñeco.
Dar vida al objeto
Se podría suponer que la relación entre titiriterxs y títeres es casi familiar, pero cada trabajador/a vive este vínculo a su manera y de forma particular: mientras que para algunxs los muñecos se limitan a ser su herramienta de trabajo, para otrxs representan una figura mucho más cercana.
“La relación entre títere y titiritero es apasionante porque te permite transitar otras vidas, desarrollar personajes, potenciar determinadas cuestiones, y a todo eso lo podemos materializar en un objeto, que es el títere. Eso te posiciona en un lugar interesantísimo, donde tenés que desdoblarte y transitar una interpretación con una parte de tu cuerpo, que es la mano o el brazo, sosteniendo un ente que empieza a tener vida propia. Es una buena manera de poder transitar simultáneamente distintas ópticas, sobre todo en lo que tiene que ver con la moral o con la represión”, analiza Álvarez.
Mientras que para Petrelli los títeres funcionan solo como herramienta de trabajo: “Con ellos me expreso, pero cuando termina la función los guardo y no necesito ni tocarlos ni mirarlos mientras no estoy trabajando. Se presta mucho a confundir los títeres con nuestros hijos por esta cuestión que tienen de ser muñecos que se pueden animar, que nos vinculan a un juego de la infancia, pero no hay que confundir”.
“La relación entre títere y titiritero es apasionante porque te permite transitar otras vidas, desarrollar personajes, potenciar determinadas cuestiones, y a todo eso lo podemos materializar en un objeto, que es el títere.
Diferente es la relación y forma de vivir que mantiene Ray Cristian con sus títeres: “Hablo de mis muñecos como si fueran personas”.
Titiriteros rosarinos
La Agrupación Titiriteros Rosarinos se conformó en 2001 y al día de hoy nuclea a cerca de 50 artistas, agrupados en 25 elencos. Desde entonces la agrupación busca un lugar propio para poder desarrollar sus obras y talleres que hasta abril de este año pudieron realizar en el edificio donde antiguamente funcionó la estación de ferrocarril de calle Paraná 1308. El lugar hoy es gestionado por la vecinal La República, pero al no lograr un acuerdo deberán mudarse y encarar la búsqueda de una nueva casa.
La vecinal cedió el espacio durante un lapso de tres años y allí, los titiriteros montaron la “Estación de los títeres”, un espacio apto para brindar funciones y capacitaciones. “Una vez cumplidos los tres años la idea era seguir, pero vino la pandemia y ahora no estamos coincidiendo con la gente de la vecinal, que estableció algunas condiciones de trabajo que no nos sirven en este momento, entonces se decidió cerrar una etapa”, comentó Álvarez.
Para ingresar a la agrupación, el único requisito es que los artistas tengan una obra de títeres estrenada, y que se comprometan cumplir con las presentaciones que asume el conjunto de artistas mediante un convenio con la Municipalidad. En el marco de este acuerdo, los titiriteros ofrecen funciones a la gorra cada domingo en la plaza Ciro Echesortu y en otros espacios públicos de la ciudad. Así gestionan la disponibilidad de lugares y se distribuyen la agenda, mientras el Municipio aporta un refuerzo de ingresos que se suma a las colaboraciones del público.
No es casual el desarrollo y nivel despliegue del oficio del titiritero en la ciudad. Rosario fue pionera en formación. En 1974, el maestro Alcides Moreno fundó en la ciudad la primera institución formadora de docentes de títeres en el país, en un edificio ubicado en Viamonte al 1.993, junto a la escuela de Teatro.
En los cuatro años que dura el profesorado de títeres, los alumnos aprenden lenguaje de animación, manipulación de títeres de guante, de mesa (técnicas directas) y de varillas e hilos (técnicas indirectas), teatro de sombras y objetos, y prácticas docentes. Si bien no es una carrera masiva –por año egresan cerca de seis profesores – la escuela es una suerte de “semillero de titiriteros” que genera un impacto positivo en la actividad y la aparición de nuevos artistas en el sector.
Además, el lenguaje de títeres se adapta a las diferentes edades escolarizadas: mientras que en las infancias los muñecos se relacionan con el mundo fantástico; en los estudiantes secundarios el teatro de sombras o de objetos despierta mucho interés. “Cada estudiante tiene con un objetivo diferente”, señala Petrelli y agrega: “Algunos vienen más enfocados en desarrollarse artísticamente; hay gente que busca formarse en lo docente; y tenemos muchos alumnos que hacen las dos cosas”.
Tanto por su presencia artística como por su formación, el oficio de titiriterx está muy presente en Rosario, listo para hacer respirar a muñecos que cuestionen lo correcto e incorrecto, que jueguen con la moral, que pongan en tensión costumbres asumidas y, por sobre todo, que inviten a reflexionar, fantasear y reír a una sociedad que lo necesita.