La Red Puentes tiene a nivel nacional más de sesenta Casas de Acompañamiento y Atención Comunitaria. En Rosario la Casa está en barrio Tablada y trabaja con un abordaje integral y comunitario de diversas situaciones en relación con consumo problemático de sustancias, personas en situación de calle, jóvenes que transitan procesos penales o que egresaron de alguna unidad penitenciaria. Ciento cuarenta personas transitan semanalmente por la organización. Talleres, capacitación en oficios, acompañamiento terapéutico, espacios productivos y otras acciones que proponen puentes y tejen redes.
Fotos: Red Puentes Rosario
La Red Puentes es un proyecto que se desprende a nivel nacional del Movimiento Popular Nuestramérica. En 2012 vecinos y vecinas de la villa 21-24 de Buenos Aires empezaron a organizarse para activar frente a los consumos problemáticos de sus hijxs, familiares y vecinxs. Desde ese momento a esta parte la organización se multiplicó exponencialmente: hoy son 66 Casas de Acompañamiento y Atención Comunitaria a lo largo y a lo ancho del país que sostienen un trabajo interdisciplinario para el abordaje de la salud mental y el consumo problemático de sustancias. Una de esas Casas está en la zona sur de Rosario en el barrio Tablada.
La casona de calle Esmeralda 2921 -anteriormente fue un hogar de ancianas- tiene una estructura antigua con una galería central y veinte salones, cinco baños, cocina, comedor, patio y espacio de huerta. En esta casa funciona el Centro de Día de la Red Puentes Rosario. Desde el año pasado se conformó un nuevo equipo de trabajo cuyos integrantes ya venían desde hacía seis años trabajando en las distintas unidades penitenciarias de la zona sur de la provincia de Santa Fe en una articulación entre la Fundación Tercer Tiempo y la Asociación civil Uniendo Caminos.
Paula Bartolomeo es trabajadora social e integra el equipo de trabajo de la Red Puentes en Rosario. Hace referencia al cruce entre el abordaje desde la salud y el trabajo en territorio. Cuenta que la motivación de la propuesta que sostienen está en relación con la complejidad de las situaciones de consumo en estos territorios de alta vulnerabilidad social en los cuales se viven cotidianamente muchas situaciones de violencia y dinámicas de exclusión. Frente a esa complejidad proponen un abordaje integral. “Pensamos que la persona tiene una historia, tiene vínculos, un contexto. No es solamente responsable de su situación de salud y de consumo, sino que hay que abordarlo de una manera integral y comunitaria”.
La Casa funciona con la modalidad de Centro de Día y está abierta de lunes a viernes de 9 a 17 horas. En los veinte salones se despliegan múltiples actividades. Entre el desayuno, el almuerzo y la merienda se va sucediendo una grilla que incluye diferentes instancias de tratamiento terapéutico, talleres y capacitación en oficios. “Hacemos un abordaje que tenga en cuenta aspectos que puedan sostener a la persona en la comunidad, en lo comunitario”, explica Bartolomeo. Entre los talleres se cuentan el de reparación de bicicletas, peluquería, barbería, estética de uñas, panificación, espacio deportivo con un gimnasio donde trabajan el deporte y el cuidado del cuerpo. También tienen un espacio de cosmética natural con el cual avanzaron en el armado de un emprendimiento, articulando con la feria de la municipalidad y haciendo feria en el barrio. “Este año estamos abriendo un espacio de cuidados a la primera infancia para que las pibas puedan dejar a sus hijos en el mismo lugar donde están ellas”, anuncia Paula.
Otros talleres que ocurren en la casona tienen que ver con el abordaje de los consumos problemáticos de sustancias, taller de expresividad y creatividad y taller de huerta. El espacio de producción textil devino en una unidad productiva, ´Caminando Textil´, en la que trabajan diez jóvenes y funciona en dos salones de la Casa – uno para corte y moldería y el otro para producción y terminaciones-. Esta unidad productiva articula con un espacio de capacitación que se desarrolla dentro de la Unidad 6 y a su vez están planificando una segunda etapa en la que trabajarían con jóvenes que estén cumpliendo condena con arresto domiciliario.
En los veinte salones se despliegan múltiples actividades. Entre el desayuno, el almuerzo y la merienda se va sucediendo una grilla que incluye diferentes instancias de tratamiento terapéutico, talleres y capacitación en oficios.
La Red Puentes forma parte de las Casas de Acompañamiento y Atención Comunitaria, un programa de SEDRONAR. Y a nivel provincial tiene convenio con APRECOD (Agencia de Prevención del Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones). Esos convenios les permiten sostener al equipo de trabajo y la grilla de actividades. El equipo está formado por talleristas y profesionales –psicólogxs, trabajadora social, abogadxs-. En total son cerca de veinte personas que sostienen el espacio. “Acompañamos las diferentes instancias que atraviesan las personas privadas de su libertad en los procesos judiciales. Articulamos con todas las instancias de salud municipal, provincial y juzgados si hay que acompañar situaciones en relación a temas de familia o violencia de género”, describe Paula Bartolomeo.
Guillermo Theotocas -psicólogo especializado en psicología forense-forma parte del equipo de la Red. Su trabajo específico tiene que ver con las primeras entrevistas que realizan cuando reciben a las personas en el dispositivo con el objetivo de ir diagramando la llegada de esa persona o de la familia que pide algún tipo de asistencia. “La idea es ir determinando algunas condiciones y características que le permitan participar en los diferentes dispositivos que funcionan en la Red, ya sea terapia individual, participación en talleres, espacios de índole grupal o algún otro tipo de acompañamiento”, enumera Guillermo, mientras explica que lo forense tiene que ver con el trabajo con personas que tienen algún tipo de conflicto con la ley. Se refiere a los casos de aquellas personas que transitan por los diferentes dispositivos y que en algún momento tuvieron algún conflicto con la ley, lo están atravesando o terminaron de cumplir alguna condena. “La población con la que trabajamos tiene una vulneración de derechos, no solamente vinculados con la cuestión de salud mental sino con otros aspectos de la vida en su generalidad”. Guillermo se refiere a los aspectos económicos, sociales, educativos, laborales. “Estas poblaciones son las que mayores problemas tienen con la policía en los barrios, con el prejuicio y con la formación de un supuesto perfil”.
Son 140 jóvenes vinculadas a la institución que la transitan semanalmente, ya sea con la modalidad de jornada completa o una vez a la semana. Si bien la mayoría son del barrio -explican que la prioridad de trabajar con el territorio facilita el sostenimiento de las intervenciones- también hay alrededor de cuarenta jóvenes que no son de Tablada y que integran la rama de liberadxs con egresos de unidades penitenciarias o con salidas transitorias. “También articulamos con Justicia Penal Juvenil en propuestas para jóvenes que están atravesando un proceso penal. Poder pensar en su libertad”, plantea Paula. “Apostamos a la continuidad de un trabajo ya por fuera del sistema penitenciario”, agrega Guillermo.
Derechos torcidos
¿Cómo desentrañar el problema de los consumos? ¿Se puede invertir la carga de la prueba y afirmar que el consumo problemático de sustancias no es el principal problema sino una consecuencia que expone grandes inequidades? ¿Cuáles son los problemas pre-existentes que muchas veces conducen a estos consumos? ¿No será acaso una posible derivación en vidas de jóvenes que no conocen muchos de los derechos que figuran en la Constitución? El tema del consumo de drogas se coló recientemente en la agenda mediática a partir del hecho de la presunta cocaína adulterada. Sin embargo, las múltiples violencias en relación con los derechos vulnerados es cosa de todos los días en las barriadas populares.
El abordaje integral implica todo el tiempo poner a la persona en su contexto. En esto hacen hincapié desde la Red Puentes: en el entramado relacional, territorial y familiar. Trabajan en esa tensión entre lo particular y lo general. Abordan la problemática del consumo de sustancias entendiendo que no responde solamente a cuestiones singulares sino que ocurre en un contexto barrial en “una ciudad atravesada por la violencia con estructuras delictivas relacionadas al narcotráfico y con estructuras de alta vulnerabilidad en todos los barrios populares”. Desde esta óptica plantean que el consumo no es el principal problema de los pibes sino la desigualdad socioeconómica y la falta de acceso a derechos como salud, educación, trabajo y vivienda. “Proponemos pensar a los pibes en su día a día, en su contexto, en cómo se proyectan, en poder generar acciones para poder recuperar esos derechos”, dice Paula.
La mirada compleja es la que suele estar ausente en los discursos mediáticos que circulan públicamente y que generan sentido de forma masiva. El poder mediático concentrado es un eslabón fundamental en la cadena generadora de estigmas sociales y en la amplificación de discursos que pueden enmarcarse en las políticas punitivistas y persecutorias impulsadas por la lógica de la llamada guerra contra las drogas. “Los pibes son constantemente estigmatizados por portación de rostro, por vivir en determinado territorio, por haber atravesado algún proceso penal”, dice Paula con conocimiento de causa. “Lo vemos todo el tiempo en los barrios, el hecho de que no puedan pensarse por todo este contexto que vienen trayendo desde muy temprana edad en relación a la constante acción de las agencias de seguridad a través de la criminalización”. En los discursos que circulan socialmente de forma recurrente se habla de la pobreza estructural pero en pocas ocasiones se focaliza en la estructura del narcotráfico. A esto también se refiere Paula Bartolomeo. “Terminan persiguiendo a los pibes más rotos y a quienes tienen un problema más relacionado con la salud, lo vincular y la falta de acceso a derechos. El problema del narcotráfico tiene que ver con estructuras que van mucho más allá. No es un problema que se resuelva con allanamientos”.
El consumo no es el principal problema de los pibes sino la desigualdad socioeconómica y la falta de acceso a derechos como salud, educación, trabajo y vivienda.
Guillermo también se dispone a reflexionar sobre el tratamiento que habitualmente se le da al consumo problemático que no se plantea como una cuestión de salud sino desde una óptica vinculada a la seguridad y la judicialización. “Lo que se ofrece políticamente es un dispositivo que tiende a la privación de la libertad, a la judicialización y a la culpabilizarían del consumo de sustancias”. Explica que ese consumo implica un sufrimiento subjetivo ampliado que excede el padecimiento interno del sujeto y que se vincula con la vulneración de los derechos. Según sus cálculos, en tanto y en cuanto las políticas se mantengan en la dirección actual, “nos vamos a encontrar con políticas que tiendan al encierro y al aumento de la población que termina siendo encarcelada”.
La noticia de la cocaína supuestamente adulterada por cuyo consumo murieron veinticuatro personas en la provincia de Buenos Aires lógicamente ocupó horas de noticieros y tapas de diarios y portales a nivel nacional e incluso internacional. Guillermo repara en el tratamiento periodístico del tema para pensar en el rol central que cumplen los medios de comunicación. “Hoy aparece esto de la droga adulterada pero son muchos los chicos y chicas que terminan en las guardias de los hospitales por crisis que tienen que ver con el consumo de sustancias”, advierte. En este sentido, apunta al consumo cotidiano de los jóvenes de las poblaciones con las que trabajan. “Droga adulterada existe desde hace mucho tiempo porque la droga termina siendo un objeto de consumo más y tiene que ser vendida. El consumo de las personas con las que trabajamos nunca es la cocaína de mejor calidad. Siempre terminan comprando la resaca de la resaca porque es lo que pueden alcanzar a comprar”.
“Los medios están jugando mucho con el tema de la cocaína adulterada para poner el tema en agenda por el lado que quieren llevarlo. Continúan con la criminalización y estigmatización a los pibes de los barrios y no se preguntan el problema de fondo”. La lectura que hace Paula tiene un lado b y tiene que ver con poder capitalizar que el tema esté en agenda. “El tema en agenda está bueno para que se empiece a charlar en todas las organizaciones y espacios en los barrios. A nosotros nos sirve para poner en agenda la necesidad de poder trabajar con mayor presupuesto, articulando con las organizaciones sociales, profundizando las políticas de cuidado y de prevención”. También aprovecharon la circulación pública de la noticia para abordarla en los talleres que hacen sobre prevención de recaídas. “A partir de esto nos hemos reunido con SEDRONAR y con APRECOD para charlar cómo se viene trabajando y cómo se va a dar una respuesta desde salud provincial y municipal para atender estas situaciones. Y continuar militando que se empiece a articular un trabajo con mayor presupuesto y fortalecimiento a todas las organizaciones de salud y barriales que trabajamos la problemática”.