Cinco mujeres se sumarán a la cooperativa de maleteros de la terminal, luego de que lograran un acuerdo para formalizar la tarea. Tras más de 70 años de reclamos, un sector históricamente precarizado y reservado para hombres no solamente pasará a contar con derechos laborales, sino que también abrirá las puertas para que se vayan sumando mujeres a la profesión.
[dropcap]L[/dropcap]uciana agarra una valija con la mano derecha y hace fuerza hacia arriba, mientras se empuja con la mano izquierda para acomodarla en la bodega de un colectivo línea “El Pulqui”. Antes le preguntó el destino al dueño, ese paso es clave: los bolsos de los pasajeros que se bajen último van al fondo, mientras que el de los destinos más cercanos tienen que quedar a mano, listos para retirarse con facilidad. Previo a eso, también, adosó un ticket a la manija de la valija con un número identificatorio, que se corresponde con otro papel numerado que recibe el pasajero, y por el cual deja una propina.
– ¡Gracias!
-¡Gracias, que tenga buen viaje!
El procedimiento es supervisado por Federico, maletero con 14 años de trayectoria en la Terminal de Ómnibus “Mariano Moreno” de Rosario. Junto a él, siguen de cerca la tarea Priscila y Fiorella de 18 y 26 años respectivamente. Luciana tiene 18 y no solo es su primer trabajo, sino que forma parte de la primera camada de mujeres maleteras en todo Sudamérica.
“Ya estuvimos practicando en colectivos de media distancia, pero también turísticos. Aprendimos lo de los tickets y a etiquetar las maletas. Es una linda experiencia”, cuenta la joven. “Es más que nada práctica”, agrega Fiorella, que celebra la posibilidad de contar con un trabajo que le permita tener alguna certeza económica, después de tener pasos fugaces por distintos trabajos durante la pandemia: “Lo que se viene es un laburo estable. Y sumar experiencia siempre sirve”.
En total van a ser cinco mujeres que se sumarán a la cooperativa de maleteros de la terminal, luego de que lograran un acuerdo para formalizar esta tarea. Tras más de 70 años de reclamos, un sector históricamente precarizado y reservado para hombres no solamente pasará a contar con derechos laborales, sino que también abrirá las puertas para que se vayan sumando mujeres a la profesión.
“Nunca se vio una mujer por acá, siempre fueron todos hombres. Nuestros compañeros están contentos y cuando practicamos nos tuvieron mucha paciencia”, dice Priscila mientras sonríe. Las chicas se turnan para hablar con los medios: hay radios, hay cámaras de televisión, hay diarios. Las preguntas son muchas, las respuestas giran alrededor de como las mujeres, de a poquito, van ganando terrenos en distintos espacios donde antes no tenían lugar. Incluso, en el de la carga y descarga de equipajes.
Vigilia en el Concejo
La sesión del jueves 2 de diciembre se extendió hasta la madrugada. Ese día el Concejo debatió el Presupuesto para el año 2022 y los acuerdos entre los diversos espacios políticos demoraron el inicio de la jornada legislativa hasta la medianoche. Cuando se logró dar inicio, el concejal del Partido Justicialista, Eduardo Toniolli, pidió adelantar el tratamiento del expediente 258642. El motivo era comprensible: los maleteros y sus familiares llevaban horas de espera para presenciar lo que entendían iba a ser una jornada histórica. Y lo fue.
El expediente en cuestión abordaba un proyecto que proponía formalizar y regular la actividad de los maleteros de la ciudad. Esto significa una serie de beneficios para los trabajadores que van desde cuestiones menores, como contar con un uniforme que los identifique, hasta cambios de fondo, como la posibilidad de pasar a tener un salario que reemplace a la siempre escasa propina.
Durante su exposición, Toniolli recordó que los trabajadores realizan una labor que, según lo establece la resolución 47 del año 1995 de la Secretaria de Transporte de la Nación, debe ser brindado por las empresas de transporte automotor de forma gratuita para los pasajeros. “Queda claro que los maleteros prestan un servicio que otros usufructúan”, cuestionó Tonioli y agregó: “Ni cuando el gran andamiaje de seguridad social y reconocimiento de derechos laborales y sociales estaba en plena expansión, los trabajadores maleteros de la terminal fueron reconocido como tales, ni por el Estado Municipal ni por las empresas del sector”.
Cuando la presidenta del Concejo puso a votación la ordenanza, el tablero se tiñó de verde: por unanimidad los ediles aprobaron el proyecto. Y las gradas explotaron de emoción, aplausos y abrazos, pese a la hora de la noche en que se dio la votación.
En lo que siguió de la sesión también se introdujeron algunas modificaciones a la Ordenanza General Impositiva, entre ellas, la actualización del tributo que abonan las empresas de transporte en concepto de derecho de uso de plataformas, que va a ser clave para los fondos que reciban los maleteros. “Con esto empezamos a reparar décadas de injusticias, brindando un marco de seguridad social a más de 60 trabajadores que con su esfuerzo sostienen parte del funcionamiento cotidiano de la puerta de entrada a nuestra ciudad”, destacó el dirigente peronista.
Unidxs y organizadxs
El trabajo de los maleteros tiene tres turnos: de 5 de la mañana a 13 horas, de 13 a 21 y de 21 a 5 nuevamente. Históricamente la distribución del trabajo se dio según la antigüedad, es decir, los maleteros más antiguos ocupaban los mejores lugares dentro de la terminal, mientras que los principiantes la tenían un poco más difícil. Pero llegó la pandemia y soplaron vientos distintos.
“Un día reuní a los compañeros y les dije que no es momento para hacer dinero, sino para ayudarnos entre nosotros”, cuenta José Luis Donato, abogado, maletero y presidente de la cooperativa que los agrupa. El planteo fue bien recibido y la decisión fue empezar a volcar lo recaudado en un solo pozo, para distribuir en partes iguales. “Los compañeros se dieron cuenta que estar juntos se logra un montón de cosas como lo estamos haciendo”, agregó.
Ese primer intento de organización fue la piedra base de la cooperativa, que el 19 de noviembre del año pasado presentó todos los papeles para conformarse como tal. Todavía faltan algunas firmas para que se termine de legalizar pero tienen la esperanza de que para las fiestas van a contar con su matrícula correspondiente.
Donato recuerda estar trabajando en su casa con los papeles del acta constitutiva y del estatuto cuando una de sus hijas planteó un interrogante:
-¿Por qué no hay maleteras, papá?
Desde el living de su casa José Luis intentó esbozar algunas respuesta para su hija: que es una tarea pesada, que viene de años de ser manejada por hombres, que el esfuerzo, que las horas, que el cansancio. Pero la respuesta no terminó de convencer.
-Tenés una oportunidad para mostrar que todos podemos hacerlo – sentenció la joven.
“Eso me tocó”, reconoce José Luis recordando la escena en que, por primera vez, quedó dando vueltas la idea en la cabeza. Lo que vino después fue el asesoramiento, charlas con concejales, el diálogo con los propios maleteros y la decisión de poner la propuesta en marcha. “Creo que es importante empezar a establecer la igualdad de género. En una actividad que viene siendo realizada solamente por hombres vamos a tener una oportunidad de abrir las posibilidades para todos y todas”, celebró.
Profesionalizar al maletero
La ordenanza aprobada habla de un convenio entre las autoridades de la Terminal de Ómnibus “Mariano Moreno” y la cooperativa de maleteros para comenzar a realizar su función de manera formal. Si bien restan definir detalles de ambas partes, un 20% de la masa de dinero que ingresa por derecho de uso de plataforma va a ser destinado a la cooperativa de maleteros, que a su vez lo va a distribuir entre sus asociados. Con ese dinero los trabajadores pasarán a tener un salario mínimo vital y móvil, obra social y los aportes correspondientes de un trabajador en blanco.
“Todavía nos falta aceitar algunas cosas porque es muy pronto y nosotros también tenemos que organizarnos y tener nuestro propio reglamento interno. Así que nos va a llevar un tiempito regularizar esto. Pero lo que queremos terminar de instalar, y que la ciudadanía y los funcionarios tienen que saber, es que somos la vidriera de Rosario, lo primero que los pasajeros ven cuando llegan. Y hay que apuntar a que la ciudad mejore”, resumió Donato.
En ese sentido, el referente de los maleteros explicó que la labor no se limita solo a la carga y descarga de equipajes, sino que también hay un trabajo de orientación a los pasajeros que llegan a la ciudad para que tengan información correspondiente al transporte y el turismo de Rosario. Pero también aparecen otras problemáticas a las que los maleteros deben estar atentos, como situaciones de violencia y trata de personas.
Respecto a eso, José Luis cuenta que con los años de trabajo en el lugar uno va aprendiendo a identificar situaciones sospechosas: “Vemos cuando viene una criatura, con un bolsito, que mira para todos lados y están esperando 15 o 20 minutos, desconociendo el lugar. Después suele aparecer alguien, generalmente una mujer, que la viene a buscar y se va. Nosotros nos damos cuenta cuando baja solita y se queda esperando en la plataforma, generalmente son mujeres del norte que vienen engañadas por trabajo o porque hay hombres que las enamoran. Tienen esas estrategias”.
Lo mismo, explica Donato, sucede con el tema violencia, donde muchas mujeres llegan a la terminal escapando de alguna situación problemática en sus hogares. Por eso, en la ordenanza que contempla la formalización, también se establecen capacitaciones relacionadas a idiomas, género, primeros auxilios y cómo responder ante posibles casos de trata.
“Nosotros venimos insistiendo con este tema porque esto es un foco importante, lo vemos a menudo y queremos colaborar para que no pase más. Y para eso necesitamos hacer cursos para saber cómo manejarnos ante estas situaciones. Creemos que a partir de marzo vamos a empezar con las capacitaciones y vamos a exigirle a todos los maleteros que las realicen”, aseguró.
Un asunto de familia
José Luis viene de familia de maleteros. Su padre trabajó por muchos años en la terminal y una de las cuentas pendientes que le quedó fue la formalización de sus compañeros: “Él tenía el deseo de que todos estuviéramos en blanco. Los años se lo llevaron y no le reconocieron nada. Hoy puedo decir que gracias a que él me bancó los estudios soy abogado y pudimos cumplir este sueño, para nosotros y para mi viejo”.
Una historia similar a la de José Luis vivió Federico, un joven de 30 años que comenzó a maletear desde los 16. También hijo de maleteros, desde hace varios años viene junto a José Luis moldeando la idea de constituir una cooperativa y formalizar la tarea. El motor, nuevamente, aparece viendo las consecuencias del trabajo informal:
“Hace 6 años que venimos molestando para ver como regularizamos nuestra tarea. Por esos años falleció mi papá y caí en la cuenta de que no tenemos nada, no nos reconocen en ningún lado. Me sentí dejado, abandonado”.
Para Federico, además de los beneficios que trae la formalización, también va a mejorar la relación con lxs pasajerxs que, si bien no considera que sea mala, entiende que el trabajador debe quedarse al margen. Hoy la propina sugerida es de 50 pesos por pasajerx, sin embargo no es obligatoria: “Pedimos que se aporte lo que se pueda, siempre trabajamos así. Con lo que conseguimos ahora vamos a tener una mejora, pero sabemos que todo sube y no alcanza. Por eso también vamos a seguir necesitando la colaboración del pasajero”.
El trabajo informal tiene la particularidad que en muchos casos se hereda: pasa con los cartoneros, pasa con lxs cadetxs, pasa con muchos trabajadores de la construcción, y también pasa con los maleteros. Abuelos, padres y nietos que fueron viviendo de las propinas que conseguían con los equipajes.
Hoy, a la espera del primer sueldo formal, también hay primas, hijas y sobrinas que suman al equipo y staff de trabajo. “Estas fiestas alzamos las copas con una sonrisa”, dice Donato. Y los trabajadores – y trabajadoras – asienten sonriendo.