Durante los últimos meses, en la ciudad florecieron al menos cinco casas que participan de las competencias organizadas por el Movimiento Kiki Rosario, y que desbordan de público en cada convocatoria. Un fenómeno que encuentra sus raíces en Nueva York, y se reedita en distintas partes del mundo para visibilizar a las disidencias sexuales.
Fotos: Mariana Terrile
“Yo tengo 36 años, y después de 18 de ser trava, siento que encajo”, dice Laly Krupp cuando habla sobre el movimiento ballroom que floreció en Rosario con la formación de casas, competencias y eventos que desbordan la capacidad de público en tiempos pandémicos. “Siempre digo que mis caderas encontraron el lugar”, abunda la joven.
Y es que en los últimos meses – y con restricciones sanitarias de por medio – , la mariconería rosarina no escatimó tiempo ni espacio para organizarse en torno a un fenómeno que terminó de instalarse con la serie “Pose” y que revive a los míticos “balls” neoyorquinos que datan de la década del 60’ y se convirtieron en un espacio de resistencia y liberación para travestis, maricas y tortas frente a la persecución social.
La reposición del documental “Paris Is Burning” en diversas plataformas audiovisuales también contribuyó a redescubrir esa cultura. La cinta original fue estrenada en 1990 y retrata la historia de un grupo de casas legendarias que protagonizaron la escena a mediados de los 80, con entrevistas a miembros destacados del movimiento como Pepper LaBeija, Dorian Corey, Angie Xtravaganza y Willi Ninja.
“Es un lugar de contención para les chiques, porque hay muches que no se adaptan o no florecen dentro de las disidencias. Además porque ven que no son las únicas locas a las que le gusta el taquito y el maquillaje. Vienen, encuentran su lugar y eso es muy lindo”, explica Laly, quien oficia de madre de Casa Mostricia, una de las tantas que surgieron en la ciudad con el auge del movimiento. “Soy la primera Fem Queen a nivel nacional en ser madre de una casa”, agrega.
Pero ¿qué son las casas dentro de la cultura ballroom? En sus comienzos, eran lugares de refugio que se constituían como auténticas familias alternativas para jóvenes de origen afro y latino en Nueva York que eran expulsades de sus hogares a causa de su orientación sexual o identidad de género. Madres y padres se preocupaban por ayudar a sus hijas e hijos en la tarea de supervivencia, además de participar en las competencias.
“Es un lugar de contención para les chiques, porque hay muches que no se adaptan o no florecen dentro de las disidencias. Además porque ven que no son las únicas locas a las que le gusta el taquito y el maquillaje. Vienen, encuentran su lugar y eso es muy lindo”
Hoy el lenguaje inclusivo actualiza esas figuras y se habla de xadres e hijes, pero se sostiene el espíritu de acompañar a las recién llegadas y construir un lugar de pertenencia intergeneracional. “Creo que pasa por una cuestión empática. Soy militante de hace muchos años y es algo que me nace el poder ayudar incluso en las problemáticas personales, y no es por una cuestión de ser madre”, asegura.
Laly cree también que la movida ayudó a derribar algunas rivalidades dentro de los propios grupos LGTBIQ+: “Durante muchos años hubo cierto enfrentamiento entre gays y travas… porque yo soy trava y vos sos gay, yo soy más que vos, porque tengo tetas y vos nunca llegaste a ser lo que querías ser… todas cosas totalmente erróneas. Mamamos esas cosas y crecimos de esa manera, y creo que en el ballroom estamos matando mucho esos tabúes”.
Rosario se destaca por tener una alta participación de identidades travestis, trans y no binaries en el concierto de ciudades donde el ballroom creció de manera exponencial, tal es el caso de Córdoba y Buenos Aires. “Hay compañeras travas que como todas nosotras tuvieron una vida complicada, y que hoy pertenecen a este movimiento y para mí es maravilloso”. Además de Laly, la cantante Ayelén Beker es madre de Casa Kaos, Noelia ocupa el mismo lugar en House Of Ferocity, y Evan hace lo suyo en Disidentra.
Estallido y escándalo
El primer evento de la movida ballroom en Rosario tuvo lugar durante el feriado de semana santa de este año y se desplegó con toda su potencia en la histórica Plaza Libertad de Mitre y Pasco, un espacio cargado de significado para toda la comunidad LGTBIQ+, y especialmente para las travestis y travas. El lugar fue durante muchos años epicentro de organización para las trabajadoras sexuales, y desde el 2014 la marcha del orgullo la utiliza como punto de partida.
Manuela Brommer, una de las organizadoras, cuenta que la idea surgió durante un viaje a Buenos Aires: “Yo estaba como todos los veranos haciendo un tour sexual, caigo en una clase de las chicas de House Of Glorieta, termina y quedé con la mandíbula por el piso, me acerco al profesor y le pregunto, che ¿qué te parece armar algo así en Rosario pensando en esta dinámica de talleres que termine con un ballroom? Las pibas se prendieron al toque, terminaron viniendo las 9 de la casa”, recuerda. La actividad se desarrolló durante jueves y viernes con distintos talleres para aprender las técnicas y reglamentos.
Entre las categorías más populares que podemos encontrar en los balls, se cuentan: Runway, que consiste en desfilar y se evalúa la caminata. Old Way, baile compuesto por movimientos precisos, trazos lineales, y ángulos rectos, como jeroglíficos egipcios. Lipsync, que es una interpretación de canto y baile. Y Vogue Femme, que es una categoría donde se evalúan 5 elementos que la componen: catwalk, duckwalk, spins & dips, floor performance y hands performance. Cuando se le agrega la denominación OTA (open to all), significa que cualquier identidad sexo genérica puede competir en las mismas.
Para Manuela, la noción de ‘casas’ que llegó con la movida permitió que los grupos que ya existían en la ciudad se organicen de otra manera y hasta se animen a mostrarse por fuera de la escena ballroom con sus propuestas. Además, señala que el contexto de pandemia y crisis económica fue determinante para el estallido que sobrevino a la primera convocatoria: “Era principios del 2021, estábamos más secas que nunca, y veníamos con un planteo de shows y de espectáculos autogestivos, entendiendo siempre que la cultura es un trabajo”.
Les jóvenes recuerdan incluso que fue durante el ballroom que se utilizó por primera vez el concepto de ‘emergencia cultural’ para expresar las dificultades que estaban atravesando por las limitaciones que impuso la pandemia. Después, aquella bandera fue retomada por otros colectivos de artistas y trabajadorxs de la cultura local para solicitar mayor asistencia de los gobiernos.
Pero aquella intervención en el espacio público no estuvo desprovista de la resistencia de algunos sectores de la sociedad, y por supuesto, del propio Estado: “Había vecines que estaban ahí como en la lucha de decir… ‘no, no van a tomar de nuevo la plaza, les vamos a bajar las banderas…’ tuvimos una disputa de territorio porque esta plaza tiene una historia, se llama plaza libertad, hay una bandera trans”, comenta La Lucero, quien también participó de la organización y en la actualidad se consagra como la conductora de los eventos por excelencia.
“Después la excusa era que había que cuidar a los niños que estaban en la plaza… arrancaron con los niños, después con el culo de Manuela, después con las tetas de la otra, y después terminaron diciendo que nos estaban parando porque estábamos fumando porro… el problema no es el porro, ni las tetas, ni los niños, el problema somos nosotras”, sentencia la conductora.
Fantasía y realidad
La escena ballroom juega con la fantasía y pega un golpe de realidad. Si en la pasarela cada une puede ser quien quiera y montarse sobre unos enormes zapatos con plataforma, combinar corbatas con pantalones ajustados, mostrar el cuerpo intervenido, bañarse en brillos y glitter o simular modelos de alta costura, la realidad atraviesa de lleno los cuerpos y es allí donde se inscribe el verdadero territorio de disputa. Es una lucha cuerpa a cuerpa, una cachetada a las ideas normalizadoras del régimen heterosexual y binario.
Y así lo viene marcando el Movimiento Kiki Rosario, “un espacio abierto y horizontal”, según se puede leer en sus redes sociales, para la coordinación de actividades y el entrenamiento de categorías de ballroom en donde participa Casa Mostricia, Casa Kaos, House of Ferocity, y Casa Disidentra. Después de la emergencia cultural que marcó el encuentro de abril, el 1 agosto les chiques fueron por la consigna “Dame TraVajo», tras la aprobación de la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans en el congreso nacional.
“No creemos que el trabajo dignifique, pero asegura las condiciones igualitarias en este existir capitalista del que parece no haber salida”, decía la convocatoria para la kiki que se desarrolló en el Galpón de la Música y desbordó de público.
Allí se pudo ver durante largas horas vestuarios alusivos a empleos, oficios y profesiones que históricamente estuvieron vedadas a las disidencias tales como oficinistas, bomberxs, abogades y médicxs. La apuesta no es menor si reparamos en que la mayoría de les participantes son jóvenes atravesades por la precarización laboral y personas sin límite de edad excluidas del mercado de trabajo por razones de género.
En la misma sintonía, el 23 de octubre – en el marco de la semana del Orgullo – la fantasía fue “Facultades Queers” y se desarrolló nada menos que en la mismísima Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, una institución de la que muy probablemente salieron los mismos jueces que durante años sentenciaron a prisión a travestis y maricas por el simple hecho de ser y estar en el mismo espacio público que la familia heterosexual y cristiana. Un verdadero escándalo que rebasó de locas ansiosas por ocupar un lugar en el patio central. Allí también hizo su debut en las competencias locales la flamante Casa Concha.
Muchas entraron por primera vez al edificio. Otras, las que usan saco y corbata para ir a tribunales durante la semana, se animaron a unos cómodos shorcitos con camisas coloridas y se aprontaron en el césped con sus amigues procurando un buen sitio para ver. La actividad fue impulsada por el Área de Géneros y Sexualidades de la UNR desafiando el canon patriarcal que todavía opera en algunos sectores. Las críticas fueron contrarrestadas con una sentencia de Lohana Berkins: “Cuando una trava entra a la universidad no le cambia la vida solo a esa trava, le cambia la vida a toda la universidad”.
No somos tu show
Si hay algo en lo que coinciden Laly, Manuela y La Lucero es que el ballroom no es un show, sino más bien un acontecimiento social, cultural y también político en donde lo que sucede en el escenario o la pasarela, no es más importante que todo lo que transcurre en sus alrededores. “No es un espectáculo, rompe con esta lógica de que hay algo para ver y algo que es visto. Primero y principal, porque la disposición misma del evento conlleva una circularidad. Todo sucede alrededor de algo que está pasando en el medio de esa situación”, señala la Brommer.
Cada teje que sucede entre una categoría y otra, cada encuentro que propone la escena ballroom por encima de lo estrictamente técnico, también hace a la potencia de un movimiento multipolar y heterogéneo que logra reunir a diferentes sectores sociales y políticos de la comunidad disidente. “Mi planteo, mi sueño, mi idea es siempre: maricas agrupadas en grupos de acción en donde puedan proponer algo desde lo cultural, desde lo artístico, desde lo político. Para mí ahí es donde está la potencialidad fuerte”, destaca la joven integrante del Movimiento Kiki Rosario.
“No es un espectáculo, rompe con esta lógica de que hay algo para ver y algo que es visto. Primero y principal, porque la disposición misma del evento conlleva una circularidad. Todo sucede alrededor de algo que está pasando en el medio de esa situación”
Laly Krupp remarca que en su experiencia se trata de “una manera más de militar nuestras disidencias” y pone el foco en la participación de les más jóvenes: “Rosario creció muchísimo. Además hay mucho talento entre les chiques y muchas ganas de seguir. Se trata de habitar espacios que siempre nos fueron negados”, exclama.
A esto, se suma un desafío mayúsculo y es la necesidad de comprender que se trata de un espacio que impone una convivencia – no siempre pacífica – entre diversas formas de pensar y operar en el mundo. “Hay compañeres del movimiento que militan en el peronismo, o que están con el socialismo, o distintas grupas, pero desde un principio se planteó esto: sabemos chicas que cada una milita en un espacio distinto al otro, pero estaría bueno que esto lo tomemos como un movimiento horizontal”, explica La Lucero.
En efecto, evitar la “cooptación” política y habitar esas diferencias es parte de la cotidianeidad en el movimiento rosarino. Manuela incluso considera que pretender la eliminación de los chispazos internos es “deshumanizar” a las personas y a los grupos en detrimento de concepción idílica de comunidad. “Lo importante es destrabar esas lógicas donde esto pueda ser cooptado por alguna parte. Eso para mí es lo que lo hace particularmente fuerte porque es realmente una grupalidad muy heterogénea, muy diversa, muy entretenida, donde tenés todo tipo de reclamos, posturas, y hasta que no pasan esos encuentros, esas instancias no suceden”, indica.
El futuro ya llegó y es una categoría de ballroom
Cuando les participantes ingresan a la pasarela tienen que acaparar la atención del jurado a como dé lugar. Para eso hay diferentes estrategias de pose con el objetivo de sobresalir y superar la primera instancia; solo si obtienen los 10 de todas las evaluadoras pueden seguir en competencia. Pero atención, el “chop” de una sola, significa la inmediata eliminación sin derecho a replicas ni quejas.
“Una de las grandes técnicas que hay es dejarla pasar, que ella se presente primero frente al jurado. Yo voy atrás y te tapo con la capa para decir: acá estoy yo. Eso se puntúa mejor, siempre cuando sea con la perfo de venderme toda la imagen carísima y demás”, explica Laly, a propósito de los ‘truques’ que se aprenden en el oficio.
Pero las juradas deberán evaluarlo todo: caminata, vestuario, maquillaje. ¡Y ojo de tener una media rota o tirar las prendas al suelo en una categoría que no corresponde! Para la madre de Casa Mostricia, – quien habitualmente se despeña como jurada-, el público tiene una alta influencia en esas decisiones: “Yo creo que un 50%”, arriesga.
Por lo demás, avisa: “Yo soy muy estricta, por ejemplo, si vos me estás vendiendo una ropa carísima más allá de que valga dos pesos, pero si tu actitud es vendérmela, no me podés venir a traer una media rota. O un saco roto. Y no te juzgo ahí por cómo te ves, si caminas bien o caminas mal, si me estás desfilando o estás bailando, dentro de todo te hago una crítica constructiva, paralela a lo que vos me estás presentando”.
Para concursar, tampoco es necesario ser integrante de una casa. A quienes se presentan de esa manera se las conoce con el nombre de 007.
Otro aspecto importantísimo de los ballrooms es la conducción. En Rosario, La Lucero se consagró como conductora total, con un sello único que logra mantener el timing y la atención de quienes forman parte de la escena: “Me gusta mucho la conducción, siento que es un rol con mucha responsabilidad, estoy muy atenta a la situación de todo lo que sucede. Se trata de poder ver y conectar con cada persona y con lo que esté pasando en el momento”, detalla la joven, quien adelantó a Enredando que quiere anotarse en la carrera de periodismo para el año próximo.
Sobre el futuro del ballroom en la ciudad, las chicas son optimistas: “Sostener esto que se creó, que es increíble, y que nos depare lo que nos tenga que deparar el futuro…”, apunta La Lucero.
Manuela, va por más: “Que mejor herramienta para una mujer del espectáculo que un ballroom… tenés pasarela, baile, un montón de perspectivas que para las personas que quieren dedicarse a lo escénico son sumamente importantes. Además, se rompe con esa lógica institucional, académica, de que tenés que dar este paso de esta forma… es una cuestión más de experimentación… lo que tiene que suceder es que la posta la puedan ir tomando las casas para organizar los ballrooms, porque eso es lo que permite realmente anclarse en la cultura de un lugar”.