El aumento en el precio de los alimentos es uno de los temas que más se siente en el bolsillo de la gente, y las ferias de la economía popular ya plantearon la discusión hace rato: la única forma es intervenir como un actor más. Con la lógica “del productor a la feria” logran eliminar los intermediarios y ofrecer productos sanos a precios populares. Dos experiencias exitosas que dan cuenta de que existe otra forma de comercializar.
Fotos: Feria de la Economía Popular Plaza San Martín
[dropcap]E[/dropcap]n la casa de Ariel Coronel el despertador suena todos los días un rato antes de las cinco y media de la mañana para envasar distintos productos de panificación: medialunas, bizcochos, galletitas, pan lactal, pizzetas. Para poder hacer eso, la jornada anterior cerca del mediodía se comienza con la elaboración de la masa, que queda leudando hasta la noche donde finalmente se cocina y decora. Y todo ese proceso es para que a las ocho de la mañana esté la mercadería a punto en la feria popular de la plaza San Martín. Y el proceso se repite al día siguiente. Y al día siguiente.
“Nos lleva muchísimo tiempo el tema de panificación”, dice Ariel que comienza su jornada laboral de madrugada y termina entrada la noche. A la par van apareciendo otras tareas: armar los gazebos, repartir pedidos, buscar mercaderías, trasladar las verduras desde la quinta a la feria. Todos realizan un poco de cada tarea. Todo con el objetivo inmediato de ofrecer una serie de productos a un precio popular. Pero también con un objetivo de fondo: mostrar que existe otra forma de comercializar alimentos.
En el lugar se ofrecen panificaciones, frutas y verduras, quesos, embutidos y elaboraciones regionales con una lógica sencilla: del productor a la feria eliminando intermediarios en la cadena de comercialización. De esa manera puede venderse el kilo de pan a 70 pesos mientras que en los supermercados el valor ronda entre 140 y 160 pesos. Los feriantes dicen que gran parte de los productos están un 50% menos que en los mercados de la ciudad, y en algunos casos la diferencia llega al 70%. Por día están vendiendo unos 50 kilos de pan y recuerdan que en los momentos de mayor circulación llegaron a vender 90 docenas de medialunas diarias.
“La idea nuestra es demostrar que los alimentos pueden comercializarse de una forma distinta, que la cuestión pasa por vender más cantidad y no por incrementar los márgenes de ganancia. Nosotros vendemos mínimo 300 panes lactales por día. Si eso vos lo ponés en un negocio de barrio, capaz que los venden en un año. Pero eso depende a lo que apuntes: si a vender en cantidad o a vender poco pero llevarte tanta guita”, explica el referente de los feriantes.
La feria de plaza San Martín está compuesta por más de 30 trabajadores entre feriantes y productores y huerteros, que forman parte del Plan Federal de Ferias. Hoy están pensando en crecer con dos metas puestas hacia adelante. Una es poder avanzar en agregar valor a las mercaderías, es decir, tener un lugar de elaboración donde las frutas y verduras puedan ser transformadas en otros productos o envasadas al vacío, para que las materias primas no se echen a perder. El otro desafío es poder avanzar hacia la comercialización de productos agroecológicos: “Nosotros hoy en día estamos trabajando verduras de quinta convencional. Y sería fundamental que demos ese salto”.
“La idea nuestra es demostrar que los alimentos pueden comercializarse de una forma distinta, que la cuestión pasa por vender más cantidad y no por incrementar los márgenes de ganancia»
Pero Ariel reconoce que en este tipo de espacios el crecimiento se da con transiciones paulatinas y ese es uno de los aspectos que buscan transmitirles a los trabajadores que buscan sumarse. “Hay mucha gente que se acerca a la feria y lo único que ve es un negocio. Entonces todos quieren participar y cuando se les explica todo el laburo que hay detrás no quieren saber nada. Acá no tenemos demasiadas condiciones para sumarse a trabajar, pedimos tener conciencia social, saber cuál es la búsqueda nuestra y que trabajemos en conjunto”, resume.
Alimentos sanos y en red
La misma mirada manejan desde el Almacén de las Tres Ecologías, que funciona desde 2015 sobre la costa central rosarina. En ese espacio trabajan de forma mancomunada distintas organizaciones sociales y cooperativas, pero con una particularidad: forman parte de la Red de Comercio Justo del Litoral. Y eso les permite poder comercializar productos de distintos puntos del país.
“Nosotros trabajamos con producciones de alimentos soberanos, fundamentalmente agroecológicos, que no han pasado por ninguna cadena de intermediación sino que vienen directamente de los productores”, explica Valeria Luchini, referente de la cooperativa Mercado Solidario. De esta manera logran ofrecer en las góndolas del Almacén desde yerbas provenientes de Misiones hasta condimentos y legumbres que llegan desde Salta, pasando por vinos mendocinos o frutas y verduras del cordón frutihortícola de la región.
El almacén funciona en un galpón cubierto de 200 metros cuadrados, que antiguamente formó parte de la estructura de la estación de tren Rosario Central. Hoy, en manos de la municipalidad, los integrantes de la red tienen la posibilidad de gestionar su uso no solo para la venta de sus producciones, sino que es un espacio abierto a las demandas del conjunto de las organizaciones sociales de la ciudad: “Entendemos a la economía solidaria como una de las tantas trincheras de lucha”.
Para Valeria se hace difícil hacer la comparación de precios entre los productos que se ofrecen en el almacén con los de un supermercado, porque las lógicas de elaboración son distintas: no es lo mismo un producto elaborado de forma artesanal que se vende en la feria, que un alimento procesado que se pueda encontrar en un súper.
Aun así hay algunos parámetros que se prestan a la comparación: “Nosotros tenemos un vino tinto proveniente de San Rafael, Mendoza, cien por ciento agroecológico, que vale 200 pesos la botella, como para que tengas una idea. Las yerbas agroecológicas están a 390 pesos el kilo. Nosotros respetamos el precio que pone el productor y cuando el producto llega a un precio por debajo del promedio, queda a ese precio”.
Un actor económico
A principios de octubre, el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) compartió un informe donde se comparan los precios de los productos de la canasta básica de alimentos en los supermercados con los valores de los distintos espacios comercializadores de la economía social, solidaria y popular. Los resultados son contundentes: quienes compraron estos productos en las ferias de la economía popular ahorraron 628 pesos durante el período julio-agosto, mientras que el acumulado de ahorro en los últimos 14 meses asciende a 20.688 pesos.
En un contexto donde el gobierno nacional dispuso un congelamiento de precios como medida para frenar la inflación, y se anticipa una pelea con las empresas concentradas de la economía por el cumplimiento de la medida, la variación de precios en las comercializadoras de la economía popular durante agosto fue del 5,81%, mientras que en los supermercados el aumento de precios fue del 15,44%.
“Nosotros trabajamos con producciones de alimentos soberanos, fundamentalmente agroecológicos, que no han pasado por ninguna cadena de intermediación sino que vienen directamente de los productores”
Lorena Putero, economista del CESO, sostiene que a pesar de los números que muestra el informe y de la experiencia exitosa demostradas en muchas ferias y comercios de la economía popular, no se termina de impulsar al rubro como un actor económico: “Todavía se piensa que es un sector momentáneo, que no hay que investigar ni profesionalizar, cosas que sí se hacen con una empresa tradicional”.
Para la especialista, en el diseño de políticas públicas no se tiene en cuenta que estos espacios, además de generar puestos de trabajo, brindan mejores condiciones tanto para el productor como para el consumidor. “No se los mira como un actor económico, sino como un espacio de asistencia. Y me parece que lo que necesitamos es un salto ya. Nosotros tenemos experiencias cooperativas de distinta índoles, Argentina es muy rica en ese aspecto. Pero esos espacios nunca están en la mesa sentados discutiendo cómo pueden aportar a bajar la inflación. Y eso está faltando”, señala.
Por último, desde el CESO sostienen que se deben consensuar políticas que apunten a que los productores puedan mejorar su situación, al mismo tiempo que se baje el precio de los alimentos: “En nuestro país se ha dado la locura de tener precios altos de los alimentos y productores pobres. Entonces por un lado estás asistiendo al productor porque no llega a fin de mes, pero a la vez pagás carísimos los alimentos. No tiene sentido”.
Intervenir y multiplicar
Mientras acomoda cajones de verduras en la chata de una camioneta como si fuera un tetris, Ariel hace memoria. Dice que comenzó con la panificación hace nueve años, recuerda que alquiló una cuadra, y explica que una cuadra es la parte donde se realiza el trabajo de elaboración de una panadería. “En el mostrador se vende, en la cuadra se hace”, resume.
Desde su inicio en la profesión estaba en su cabeza la idea de comercializar sus productos en la feria, de trabajar y crecer en conjunto. Y señala que así como de a poco pudo ir comprando materiales para elaborar los panes en su casa, también se fundió. “Es cuestión de paciencia, lleva tiempo”, aclara y rememora miles de historias, desde disputas con la Municipalidad por el uso del espacio público, hasta experiencias exitosas que mantienen presente para seguir en la lucha diaria.
Una de las que más recuerda lo remonta a sus inicios como panadero en la feria, en un momento en donde el pan pasó de 10 a 20 pesos el kilo de un día para el otro. Un 100% de aumento en pocas horas. Bajo la premisa de mostrar que el precio podía mantenerse siguieron vendiendo el kilo a 10 pesos en todas las ferias, pero además salieron a ofrecerlo a los comercios de barrio incluso más barato: se lo dejaban a 8 pesos con la condición de que no lo vendan a más de 12.
La variación de precios en las comercializadoras de la economía popular durante agosto fue del 5,81%, mientras que en los supermercados el aumento de precios fue del 15,44%
Esas pequeñas acciones, comercio por comercio, lograron que al poco tiempo, los comercios del lugar que estaban vendiendo el pan a 20 terminaran bajando los precios. “Cuando la meta se lograba nosotros nos íbamos del barrio, porque nuestra intención no es quitarle clientela al comercio de barrio. Nuestro objetivo ya estaba cumplido”, resalta Ariel.
Por eso, para quienes sostienen la feria la discusión por los precios de los alimentos ya está dada desde hace tiempo: “La única forma es si vos intervenís y sos un jugador más. Si vos lo dejas librado a que Coto y Carrefour bajen los precios, obviamente no va a pasar. Los empresarios buscan rentabilidad, suman y restan, no están viendo si la gente puede o no puede comprar”.
Pero para eso falta la decisión política de apoyar e “inundar el país” de ferias y almacenes populares. En ese aspecto, los integrantes de la feria son autores de un proyecto para que los edificios del Estado que se encuentran en desuso puedan constituirse en comercios de la economía popular. Pero también elaboraron un proyecto de ordenanza integral de ferias populares que ya se presentó en tres oportunidades en el Concejo de la ciudad, pero no logra nunca discutirse en el recinto.
La iniciativa busca que los feriantes sean reconocidos como trabajadores y no como “usurpadores del espacio público”. Pero también dejar en claro el rol social que cumplen este tipo de espacios, donde día a día, cerca de 10 mil personas se ganan el mango: “Hay ferias populares que están constituidas desde el 2001, que comenzaron como un lugar de trueque y que pasaron a ser una feria popular. No hay empresa en Rosario que pueda demostrar que tiene tanta gente trabajando en un espacio, que tenga tantos trabajadores como las ferias populares”.