Línea Materna es el primer libro de relatos de Lila Paolucci que acaba de salir a la preventa con Editorial Brumana. Inaugura la colección Cyborg, un espacio para los géneros inclasificables. Relatos híbridos que anidan ensayo, narrativa y abordan lo cotidiano en clave poética. El café en un bar, un viaje en taxi o colectivo, un pañal que hay cambiar o limpiar la casa, actos ordinarios que al hacerse lenguaje nos hablan al oído de esos espacios íntimos, pero a la vez colectivos, que atraviesan la vida de las mujeres.
“¿Cómo renombrar el pasado, restituir la ausencia, reponer lo perdido?” dice la escritora y piscóloga Mariana Travacio en la contratapa del libro. “Recorremos sus páginas como quien repasa un álbum: una sucesión de escenas en las que nos detenemos como si cada postal fuera la invocación de un pasado que necesita ser renombrado, rememorado, recordado. Así funciona la construcción de Línea materna: nos quedan las ruinas, los fragmentos, las palabras: esas esquirlas”.
Los relatos de Línea Materna fueron escritos entre 2013 y 2020. Hay un lenguaje común, un trabajo de edición posterior que los hilvana y conecta dos momentos vitales y potenciadores de la experiencia de la escritura de la autora: el fallecimiento de su madre y el nacimiento de su hija Rita. Si bien los relatos de Línea materna fueron escritos en diferentes momentos, expresan una unidad de sentido.
“El componente autobiográfico es insoslayable”, explica Lila Paolucci, su autora. Sin embargo, se trata de ficción. “Soy yo como hija y como madre, pero transfigurada en una Lila de papel”, dice. Ese paso de la escritura que repara, que restituye la ausencia pasa por los filtros de un lenguaje donde no todo está dicho. Con esa atención en el lenguaje nos hace cómplices y nos lleva de la mano hasta la última línea.
La pulsión catártica de lo autobiográfico aparece como pulsión inicial en los relatos de Lila. Sin embargo, en la búsqueda por encontrar la forma construye en la ficción una mirada poética de lo real. “Encuentro que ese es el modo en que puedo decir ese tipo de cosas para traspasar lo biográfico. En el trabajo sobre el lenguaje se desprende la cuestión biográfica”, comenta Paolucci.
En Línea materna, el narrador se traslada, observa como por primera vez la ciudad, reflexiona y se da permiso para conectar con otras lecturas. La hibridez anida, enhebra y sorprende.
Va rápido el colectivo. Va arrancando las doradas hojas de los plátanos colosales. Pero, en las otras copas, el verano aún se queda.
Voy en el amarillo, sentada en la fila de los individuales. Por avenida San Martín, dos cuadras antes del hospital, miro hacia la izquierda y hay una calle que hiende la lejanía.
Las palabras son elegidas y puestas a jugar para construir una mirada singular y poética.
La lluvia limpió la calle, y es lunes: papel en blanco. Por encima de un resplandor grisáceo, la noche titubea, irresoluta.
Caminaría esa calle hasta el final para impregnarme del olor que sueltan las hojas caídas. Quisiera hundir mis pies en los cúmulos amarronados. Pisarlas y escuchar el ruido seco. Tanta infancia.
Las anécdotas, los recuerdos hacen guiños al lector/a. Generan risa o involucra en la historia a quien lee, al combinarse lo propio con lo colectivo.
Una porquería de jardín. Una vez mi papá me fue a visitar y me encontró durmiendo la siesta mientras las maestras miraban el programa de Roberto Galán. El veinticuatro de mayo de mil nueve ochenta y algo, después del acto por el veinticinco, le pedí a mi mamá que no me mandara más, y ya no fui a la escuela por ese año.
La maternidad como motor
“La muerte de mi mamá y el nacimiento de mi hija son ventanas que me marcaron mucho, muy vinculados al ejercicio de la escritura”, cuenta Lila quien estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario y tiene una especialización en Lectura, escritura y educación por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Además publicó textos en revistas literarias y actualmente lleva adelante el blog Meresunda (www.meresunda.tumblr.com). La escritura fue algo muy presente siempre, pero fue sólo a partir de la muerte de su madre que la autora comenzó a pensar en la escritura para compartir, o para “darla a leer”.
“Hubo una cuestión simbólica muy grande y el primer lugar fue un blog. Empecé a escribir más asiduamente y, con ello, se retroalimentó el deseo, las ganas”, dice. A partir de su blog “La meresunda” encontró en la escritura una forma de transitar el duelo. “Fue mi escuela de escritura, en el sentido de animarse a mostrar”, explica.
“La maternidad me conectó con la escritura y con otros temas. Si bien me considero una persona que mira la vida a través del feminismo, ser madre me potenció también en ese sentido”. Uno de los relatos de Línea materna habla de la siempre ingrata labor de limpiar la casa. Una tarea llena de subtareas que fatigan y que no siempre queremos delegar, pero consumen el tiempo. Durante la limpieza del baño surgen las ideas para una novela. Algo que solemos hacer las mujeres: viajar en zigzag de la tarea automática al nivel del pensamiento abstracto, todo en simultáneo. Ese acto de dar existencia a través del texto a aquello que hacemos sin pensar, transforma lo ordinario en materia literaria.
Lo importante, repito, es no alterar el orden ni tomar atajos. Plumerear, pasar el Blem, barrer o aspirar y,al final, si el piso resiste el contacto con el agua, pasar el trapo. Y el trapo se enjuaga, bajo el chorro de la canilla, entre pasada y pasada.
Con el patio limpio, el piso secándose al aire y al sol, enfrento el baño. Confieso que en el baño puedo no ser tan metódica. Como dije, los hedores me irritan las mucosas y el ánimo, por lo que lo limpio con más prisa. Sin embargo, es por lo general en el baño donde brota una idea, un pensamiento, que desovillo durante el tiempo que duran los trabajos de la casa.
En pocas palabras
“Me siento más cómoda escribiendo corto”, cuenta Lila. Si bien reconoce que como lectora su género favorito es la novela dice, parafraseando a Martín Kohan, que no tiene largo aliento para la escritura. “Puedo pasar muchas horas escribiendo, pero corto”. En los relatos de Lila Paolucci hay una exploración por la palabra precisa, una búsqueda que procura no saturar el sentido del texto o de la historia.
Toda escritura conversa con aquellos textos que leímos o leemos. Entre sus referentes aparecen Lucía Berlin, J. D. Salinger y un autor que elige la hibridez de géneros como W.G. Sebald, al utilizar de manera ecléctica elementos de las crónicas de viajes, la narrativa, las memorias, el reportaje o el ensayo. “Para mí, el maestro del lenguaje es Borges. También hay algo de esto en Salinger, en el trabajo del lenguaje o en la idea de cómo con poco transmitir mucho. Me gustaría poder hacer eso, llegar a ese lugar en algún momento”, confiesa.
Lila da clases de literatura en nivel medio y coordina los talleres de lectura y conversación literaria de El club de lectura de la señora Hawkins. Al hablar de las experiencias de la escritura, la lectura y la enseñanza de la literatura, reconoce que como lectora se siente más libre que como escritora.
“También es diferente lo que una lee libremente respecto de la propuesta de lectura en la escuela, que está mediada por un montón de factores que exceden al propio gusto”. Sin embargo, cree que incluso en los textos obligatorios en la currícula escolar es posible encontrar el placer por la lectura y dice: “enseñar a leer es facilitar estrategias para poder abordar diferentes tipos de textos y allí hay un trabajo intelectual que es muy placentero”.
1 comentario
Me hiciste entusiasmar, Bárbara. Qué linda nota!
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