Un grupo de once mujeres integran un taller de reciclado de plásticos especiales vinculados a impresoras y cartuchos de toner, que dicta Nodo Tau junto a Cedeifam y la empresa Veneta Rosario, en el marco del programa Santa Fe Más. La experiencia es novedosa ya que supone el aprendizaje de un oficio siempre dominado por varones, además de fortalecer lo vincular desde una perspectiva de género y una mirada socioambiental. El horizonte a futuro es que a través del conocimiento técnico puedan alcanzar una salida laboral.
“Lo que más me entusiasma es que en algún momento vamos a trabajar con nuestras manos. Esta experiencia en lo personal para mí es muy buena porque así puedo demostrar de lo que soy capaz”, dice María Estela, 27 años y una de las once mujeres que integra el taller de materiales reciclados que dictan dos organizaciones sociales -Cedeifam y Nodo Tau- y la empresa Veneta, en el marco del programa provincial Santa Fe Más.
Lo que inicialmente comenzó siendo una articulación entre la Asociación Civil Nodo Tau y Veneta para impulsar iniciativas vinculadas a los residuos generados por el uso de Aparatos Electrónicos, desde la visión de la economía circular, se transformó luego en un taller de capacitación destinado fundamentalmente a mujeres: de esta manera se suma una organización con extensa inserción territorial en la zona norte de Rosario: Cedeifam.
La perspectiva de género atraviesa el espacio así como también, la necesidad de conformar un grupo que tenga como horizonte la autonomía económica y el acceso a un conocimiento específico que posibilite -a futuro- la inserción laboral.
Además, se suma el abordaje de la ecología y la importancia del reciclado en la reutilización de materiales contaminantes como los plásticos de las impresoras y los cartuchos de toner. El taller comenzó en abril con mini burbujas y protocolos sanitarios pero debido al aumento de casos en la ciudad, debió modificar su metodología de dictado a un formato virtual.
Ludmila tiene 22 años y siente que esta experiencia sirve para demostrar que “no solo los hombres son capaces de hacer ese trabajo”. Reciclar un toner, desarmar una impresora, manejar herramientas, adquirir una técnica, imaginar la posibilidad de una fuente de trabajo. El entusiasmo es lo que hoy sostiene al grupo de 11 mujeres con distintas realidades y trayectorias de vida. Angelina Pagani, de Nodo Tau, es una de las acompañantes del taller y dice: “la idea es poder armar grupalidad, esas pequeñas redes para poder sobrevivir a estos momentos. Que ellas se puedan conocer, algunas están muy referenciadas con la organización, Cedeifam que tiene un lugar muy importante en el barrio. Desde mi mirada, el objetivo es fortalecer lo vincular, que puedan sentir que están acompañadas en el contexto sanitario y familiar que estén atravesando”.
María Claudia integra Veneta, una empresa con más de 20 años de trayectoria en Rosario fundada por dos mujeres y dedicada a brindar soluciones integrales en materia de impresión que “lleva en su ADN el triple impacto social-medioambiente y financiero”, dice. Ella es una de las capacitadoras encargadas de explicar el proceso de reciclado desde un aspecto tanto teórico como práctico. Claudia explica que uno de los objetivos es que las chicas puedan empoderarse “y hacer una práctica de desarme de piezas de impresoras (cartuchos, fusores) con recuperación de plásticos y piezas metálicas para volverlas a la economía, es decir llevar el reciclado a una economía formal”. A largo plazo, el deseo es poder conformar una unidad de trabajo productiva para una salida laboral, algo sumamente novedoso ya que es un mercado dominado exclusivamente por varones. “Es un aprendizaje más técnico que les permite a las mujeres ocupar lugares de trabajo que hoy ocupan los hombres por decantación nada más. Por costumbre siempre lo hacían los hombres, ya que en las escuelas técnicas siempre fueron pocas las mujeres que van”.
Cedeifam tiene su sede en la zona norte. Es una organización que trabaja desde 1997 con muchas mujeres del barrio y jóvenes que atraviesan distintas situaciones de violencias machistas. A través de un acompañamiento social y psicológico, la institución también genera espacios vinculados a la capacitación en oficios. Dora Saucedo es una de las referentas de Cedeifam y destaca el vínculo con Nodo Tau y la originalidad de la propuesta: “Acá es un barrio con muchas vulneraciones. Nosotras convocamos a las chicas y nos pareció muy novedoso el taller. Nunca habíamos trabajado con el reciclado de materiales. Además no es solo aprender un oficio, intentamos que ellas puedan terminar la escuela, que puedan pensar en un proyecto, tener posibilidades, más allá de hacer un curso. Que puedan tener autonomía económica”. Dora se entusiasma porque siente que no es imposible poder conformar una unidad productiva o una cooperativa. De hecho, desde el año pasado otro grupo viene haciendo ese camino, a partir del taller de promoción de cuidado al que incluso se están sumando varones.
Mónica también es acompañante, psicóloga social y desde hace cinco años que forma parte de Cedeifam. Comparte el mismo entusiasmo que Dora y fue de las primeras en querer sumarse para acompañar a las chicas en el taller. “Ellas están muy contentas a pesar de las dificultades que trajo la pandemia. El otro día conversamos sobre medio ambiente y pudieron verlo en lo cotidiano, con el tema de la basura, del uso de los plásticos. Están entusiasmadas porque sienten que pueden aprender el trabajo y un conocimiento que es totalmente nuevo”.
Sostener el espacio en medio de la pandemia
“El taller de reciclado me llamó mucho la atención y entusiasmo por aprender algo nuevo, algo que nunca escuché y darle la oportunidad a mujeres en aprender, sobre reciclado y el cuidado del medio ambiente”, dice Natalí con sus 28 años. Mariana tiene 26 y se sumó al grupo no solo motivada por las ganas de aprender un oficio nuevo, también la entusiasma poder saber cómo cuidar el medio ambiente a partir del reciclado de distintos materiales.
Es que el taller aborda un aspecto fundamental sobre el cual viene trabajando con mucha potencia Nodo Tau a través de su Planta de Gestión de Residuos Informáticos que se ubica en Fisherton Industrial. Claudia, desde Veneta, dice que el trabajo está muy vinculado al cuidado ambiental ya que el reciclado de estos materiales disminuye la emisión de CO2 que se ahorra “al llevar estos residuos a rellenos sanitarios o a disposición final donde terminan quemados”.
A esta perspectiva socioambiental se suma lo vincular. Para Angelina es otro aspecto fundamental del taller: acompañar un proceso que no solo implique un conocimiento técnico sino el fortalecimiento de un grupo en un contexto de crisis sanitaria y económica. Pero la pandemia trastocó la normalidad hasta ahora conocida y también el desarrollo de estos espacios donde se hace tan necesaria la presencialidad y la instancia de compartir dos horas de espacio colectivo. Además, cuenta Angie, no todas tienen fácil acceso a internet o a dispositivos electrónicos por lo cual las clases virtuales se transforman en videos que se distribuyen por WhatsApp o en cuadernillos impresos que desde Cedeifam se ocupan de repartirles a cada una.
Las tareas de cuidado, la sobrecarga doméstica, la crianza muchas veces en soledad, repercute en la cotidianeidad de las integrantes del grupo quienes no siempre pueden conectarse para seguir el taller que-hasta ahora- se encuentra en una instancia teórica.
“A las chicas se les presentan los límites de lo doméstico” dice Angelina. Pero a pesar de todas las dificultades, valora el esfuerzo por sostener la virtualidad y diseñar estrategias para que ellas empiecen a tener un contacto más físico con los materiales como, por ejemplo, el armado de kits con herramientas y carcasas de impresoras. “Venimos haciendo un trabajo muy artesanal, un seguimiento con cada una, porque algunas han transitado el covid, otras están aisladas. Tenemos el desafío de que sigan entusiasmadas porque esperamos más adelante volver a tener encuentros prácticos”.
Las expectativas se potencian con el deseo de poder recuperar el formato presencial con los cuidados necesarios y comenzar la instancia práctica en la propia empresa de Veneta. Por ahora, cuadernillos, clases teóricas y videos son los pilares de un taller que se proyecta a largo plazo. “Es difícil transmitir qué significa el taller porque no es palpable en lo cotidiano como por ejemplo, puede ser un taller de panificación. Esto es bastante inusual porque pareciera que no se sabe muy bien para qué sirve. Por eso es muy desafiante poder sostener este grupo”, dice Angelina. Claudia, desde Veneta, destaca la importancia de transmitir un conocimiento que además sirva para el cuidado del medio ambiente. También comparte la misma mirada en relación a las dificultades que genera la pandemia pero se anima a soñar a futuro con la posibilidad de conformar una unidad productiva.
Por ahora, el camino es lento pero necesario. En los encuentros se instalan preguntas vinculadas al uso de plásticos, a su degradación, a los componentes de un toner o de una impresora y se imaginan posibles nombres para el grupo. Rocy Rock tiene 32 años y cuenta que se sumó al taller para ampliar sus conocimientos. Que estudia en grupo y también por su cuenta y su deseo es que al finalizar el curso pueda tener un “título” para alcanzar una salida laboral, conseguir un empleo. Es un deseo colectivo, un horizonte posible.
Mientras tanto, fortalecer los vínculos en el barrio y entre ellas, en este contexto de pandemia, resulta tan vital como aprender un oficio.