¿Cómo se sostiene el servicio de recolección de residuos en tiempos de pandemia? ¿Cuáles son los riesgos a los que se exponen trabajadores considerados esenciales? El reclamo del gremio frente al aumento de casos y la necesidad del cuidado colectivo.
[dropcap]E[/dropcap]l camión avanza por una calle estrecha de la zona sur a baja velocidad. Ocupa casi todo el ancho de la calle y dos autos aguardan detrás para seguir camino mientras esperan que caigan los residuos por el costado lateral del camión. Alrededor del contenedor hay bolsas, botellas y cajas que los vecinos fueron dejando desordenadamente. En la jerga, a esos residuos que quedan por fuera se los llama “el contorno”. Con manotazos precisos dos trabajadores juntan todo rápidamente para volver a colgarse en la parte trasera del camión tras un trote corto, instantes después de que el vehículo retoma la marcha.
“Trabajar con barbijos si tenés que correr algunas cuadras es medio complicado, pero uno trata de tomar todas las precauciones que sean necesarias”, dice Lucas Cella. Tiene 28 años y trabaja como recolector de la empresa Lime desde el 2013. Al barbijo se le suma el doble guante, uno de látex sobre la piel y uno de tela por encima, alcohol en gel a disposición y una distancia considerable entre compañeros, pese a formar parte de la misma burbuja. “Ya no se toma la gaseosa como se tomaba antes”, recuerda añorando el momento de distracción que servía para cortar la jornada de laburo.
Actualmente son 95 los trabajadores de la recolección afectados por el Covid, dos de ellos atravesando cuadros críticos. Las bajas en el día a día se incrementan si se contabilizan a los aislados por compartir burbujas y a la preocupación sanitaria se le suma una operativa: ¿cómo sostener el servicio?
Por eso, desde el Sindicato de Recolectores y Barrido de Rosario vienen impulsando un pedido para que todos los trabajadores afectados a la recolección, barrido y limpieza de la ciudad puedan acceder a la vacuna. El reclamo concreto se hizo en los distintos niveles del Estado, pero la respuesta fue que los trabajadores debían inscribirse en forma individual, según lo dispuesto por el Plan Estratégico de Vacunación.
Marcelo Andrada, secretario general, explica que los trabajadores del gremio conforman una población joven y por eso creen que la vacuna “no va a llegar nunca”. Pero además considera que es una contradicción que durante el confinamiento más duro el sector haya sido calificado como esencial, y que ahora no se tome el mismo criterio para incluirlos dentro del personal prioritario a ser vacunado.
Para el gremialista, la gran cantidad de casos dentro del rubro de la recolección no debería ser un tema que se reduzca solamente a los empleados del sector: “Nosotros tenemos un montón de contagiados e internados que están graves y esa es nuestra preocupación. Pero es una preocupación que tendría que tener las autoridades. Si nosotros decimos que los médicos son los que están presentes para enfrentar esta enfermedad, bueno hay que ver quiénes están detrás de los médicos. Está el que te lleva el oxígeno, está el camillero, y también está el que te saca la basura. La basura de los hospitales que tienen covid la sacamos nosotros”.
Adaptar el trabajo a la nueva normalidad
La jornada laboral de Lucas arranca a las 7 de la mañana durante el invierno. Abajo del mameluco oficial hay varias capas de abrigo para suplir las temperaturas bajas, algo que se irá contrarrestando con los primeros trotes que acompañan los primeros rayos del sol. El lugar de encuentro es la sede de la empresa Lime, en el cruce de las avenidas Presidente Perón y Las Palmeras, cayéndose del mapa de Rosario por el lado oeste.
De ahí parten los camiones, con burbujas de tres personas para cubrir todo el sur de Rosario con la Avenida Pellegrini como referencia. Por día, el camión en que trabaja Lucas, junto a un chofer y otro recolector, recorre entre 200 y 220 cuadras, donde se encargan de vaciar contenedores, tachos y los contornos que van quedando.
Si la pandemia modificó las formas de trabajo en muchos sectores de la sociedad, el oficio de la recolección no está exento a eso. “Somos tres personas y cualquiera que tenga algún síntoma se aísla automáticamente a toda la burbuja”, explica Lucas a quien ya le tocó transitar la enfermedad: “Gracias a dios fue muy leve. No tuve prácticamente síntomas pero me contagié”.
En este contexto peligroso la decisión fue multiplicar los cuidados desde que se ficha el ingreso que da inicio a la jornada laboral hasta la hora de salida. Pero las precauciones se incrementan en el contacto con la basura: “La gente no toma conciencia de los residuos que tira. Con tema de jeringas, vidrios y todo eso. Me ha pasado personalmente y es muy complicado. Y ahora que estamos en pandemia hay que tratar de cuidarse más y pedir que la gente nos cuide un poco a nosotros también”.
La otra pata del sistema de higiene de la ciudad la componen los barrenderos. Ramón Galarza tiene 44 años y trabaja desde los 25 en el rubro. Sus hijos componen la cuarta generación de la familia trabajando en la recolección, continuidad del legado que comenzó su abuelo hace ya varias décadas atrás. La experiencia acumulada le da autoridad para decir que el invierno es la peor etapa del año porque a la hojas que fue tirando el otoño se le suman semanas enteras de lloviznas y humedad.
Ramón pertenece a la empresa Limpar que tiene la concesión de limpieza desde Avenida Pellegrini hacia el norte de la ciudad. Desde las diversas sedes que tiene la firma en la ciudad parten trafics que depositan a los barrenderos en los distintos puntos de inicio de los circuitos de limpieza establecidos. Cada cuadrilla recorre alrededor de 20 cuadras que se realizan ida y vuelta, una vez por cada tramo de la vereda.
Si bien permanece “invicto” en cuanto al covid, cuenta que en muchas ocasiones no alcanzan los trabajadores para completar los recorridos: “En este sector se complicó porque se redujo el personal. Tenemos compañeros que están con covid, muchos que se tuvieron que aislar, y tenemos mayores de 60 años que están guardados por precaución. Entonces muchas veces tenemos que hacer dos recorridos, o un recorrido y medio, y terminás con el lomo roto para tratar de cumplir”.
Pero la limpieza no solo se compone de barrido y recolección. Agustín Galarza es mecánico, tiene 44 años y desde 2005 forma parte del sector mantenimiento de la empresa Limpar. Fue uno de los que la pasó mal por el covid. “Estuve un mes en mi casa porque quedé con poca respiración. Todo octubre y parte de noviembre sin trabajar. Fue terrible”, describe.
Su jornada de trabajo comienza a las 5 de la mañana y es uno de los encargados de dejar los camiones en óptimas condiciones para que día a día pueda sostenerse el servicio de recolección. Desde rupturas en el sistema hidráulico por el peso de los contenedores hasta una simple pinchadura de goma pasan por las manos de Agustín y su equipo.
Como en todos los espacios de trabajo la dinámica laborar se vio afectada: burbujas, horarios de ingreso diferido, aislamientos. Cuidados que en un taller, explican, son más difíciles de cumplir: “En mantenimiento se comparte mucho el tiempo juntos. Se intenta seguir con el distanciamiento, pero el mecánico con su ayudante necesitan pasarse herramientas”. Desde marzo de 2020, los mates que compartía todo el equipo a las 9 de la mañana se fueron haciendo en distintos horarios y por burbujas. “Casi que convivimos 8 horas con los mismos compañeros pero distanciados y hablando poco. Es muy raro”, señala.
La importancia de su labor se resume en una frase: sin camiones no hay servicio. Y las bajas que fueron teniendo se suplantaron con más sudor propio: “Hay muchos compañeros que se fueron aislando y los tuvimos que ir reemplazando con horas extras. Hubo mucho sacrificio para poder cumplir porque el servicio no paró nunca. Y vos a los camiones los tenés que tener operativos”.
La planta de mantenimiento de Limpar la componen 23 trabajadores y Agustín explica que si se llegara a dar un caso de contagios masivos “como le pasó a River” no va a haber ningún Enzo Pérez que pueda ponerse la capa de héroe. “Se te van dos o tres trabajadores que son importantes y no te va a salir la recolección. ¿Cómo lo vas a suplantar a eso? No es broma”, advierte. Para el trabajador las autoridades no están midiendo la gravedad del asunto: “A veces en un esquina tiene que morir alguien para que pongan un semáforo. Acá está pasando lo mismo, lastimosamente”.
Residuos patológicos
En la ciudad de Rosario hay tres empresas dedicadas a la recolección de residuos que funcionan bajo la órbita de la Dirección General de Higiene Urbana. Cada una tiene una zona asignada para desarrollar su tarea: Limpar, desde la Avenida Pellegrini hacia el Norte; Lime desde la Avenida Pellegrini hacia el Sur; y Sumar que presta sus servicios en el centro de la ciudad, las avenidas y los barrios Fonavi.
Según los datos disponibles en la web del Municipio, en la ciudad hay 8.883 contenedores verdes para residuos domiciliarios, y 1.352 contenedores naranjas para residuos reciclables. Y entre recolectores, barrenderos y choferes son alrededor de mil los trabajadores sindicalizados volcados a la limpieza e higiene de la ciudad.
Pero con la pandemia cobró relevancia la importancia del cuidado de los residuos patológicos que de por sí ya cuentan con un tratamiento especial. Desde los guantes descartables que utiliza un médico hasta las jeringas para extraer sangre se desechan de forma diferente.
Diego Leone, secretario de Ambiente y Espacio Público de Rosario, señala que en cada hospital y centro de salud de la ciudad debe haber dos tachos, uno con una bolsa roja para los residuos especiales, y uno con bolsa gris para los comunes. Con el comienzo de la pandemia, todo lo que haya estado en contacto con pacientes covid, se considera residuo patológico. Una vez llenas las bolsas rojas van a un contenedor vertical de 250 litros a la espera de que un camión haga la recolección en cada institución.
Como se trata de residuos especiales deben ser tratados por una empresa habilitada. En Rosario la encargada de ese proceso es la firma Soma que tiene su planta en Ovidio Lagos al 7.000. Pero además, otras dos empresas se encargan de retirar los tachos en la puerta de cada punto generador de residuos patológicos. Se calcula que son más de 1.300 instituciones en todo Rosario. “Hay toda una trazabilidad. Las bolsas se cierran con un precinto y se anota de qué lugar proviene. Ese residuo nunca sale a la calle”, explica el funcionario.
El próximo paso es en la planta de procesamiento donde se deposita todo en el autoclave: se trata de un tubo cilíndrico metálico que esteriliza los residuos a base de temperatura y presión. “Es como una botella sin pico”, describe Leone y aclara que los materiales no se queman – está prohibida la incineración de residuos – sino que se les quita la carga viral o bacteriológica que pueda existir. Como destino final, los elementos van a un relleno sanitario habilitado en Santa Fe.
Pero la pandemia trajo cambios profundos y por eso no solo los residuos patológicos requieren atención. De tal manera que desde el Municipio difundieron una serie de pautas para que las personas que estén aisladas o contagiadas por covid dispongan sus desechos de una manera especial para prevenir cualquier tipo de contagio y cuidar a quienes se ocupan de esos residuos.
Para las personas aisladas, sea por contacto estrecho o por presentar síntomas, los residuos deben ir a una bolsa cerrada que se debe desinfectar por fuera con alcohol o cloro y dejarla 24 horas dentro del domicilio. Pasado ese tiempo se vuelve a poner dentro de otra bolsa y se renueva la desinfección. Recién ahí se debe sacar al contenedor. Para las personas contagiadas el proceso es el mismo pero durante 48 horas para que los residuos queden en una triple bolsa desinfectada en tres oportunidades.
El dato que analizan con preocupación los trabajadores es que cada vez que el gobierno ordenó un confinamiento estricto desde lo sanitario, aumentaron los volúmenes de residuos domiciliarios que la gente sacó a la calle. La explicación es sencilla: la población está más tiempo en su casa y aprovecha para limpiar. “Eso va a ser un problema”, adelantan los trabajadores que ven venir una demanda mayor de trabajo en un momento donde escasean los operarios.
Ante ese panorama es que Andrada pide tener una mirada “más profunda” de lo que representa la higiene de una ciudad en medio de una pandemia: “Si nos llegamos a quedar sin choferes o sin recolectores se va a profundizar el problema sanitario en Rosario porque va a haber otras enfermedades. La basura trae varias enfermedades y la ciudadanía no tomó conciencia de los cuidados. Hoy la gente saca los residuos así nomás y nosotros los levantamos. Esa es la gran preocupación que nosotros tenemos”.
Un reclamo que busca hacerse oír
Para el dirigente gremial, la única forma de lograr la vacunación de los afiliados es por medio de la unión de sus trabajadores y apuntando a la conquista de derechos como gremio. El mismo horizonte que 14 años atrás lo llevó a romper con el Sindicato Obrero Recolección Barrido y Limpieza Rosario (SORBYL) para fundar un gremio propio.
“Nosotros ganábamos 2 pesos con 50 y no te alcanzaba ni para comprar un kilo de pan”, rememora marcando que la lucha fue intensa: “Eran compañeros que realmente no entendieron el mensaje de los trabajadores y decidimos armar este sindicato”. Según cuenta, ahora están esperando el aval del Ministerio de Trabajo de la Nación para comenzar a trabajar a nivel provincial.
Desde entonces, junto al grupo de miembros fundadores, se apuntan algunos porotos a favor en beneficio de los trabajadores. Uno es la compra de una propiedad que oficia de sede gremial en La Paz y Paraguay, la otra es la fundación de la Mutual 16 de abril. Pero el orgullo más reciente es el camping que está levantando el gremio en la zona sur de la ciudad. Son unas 12 hectáreas que va a contar con parrilleros, un salón de fiestas, y un predio polideportivo que ya funciona para que practiquen los chicos del barrio, a quienes también se le da una merienda diaria.
“Es algo muy hermoso lo que va a quedar, no solo para nosotros sino para toda la zona sur, que estuvo postergada por muchísimos años”, señala Andrada. Si la pandemia lo permite estará finalizado en diciembre.
Al margen de esos avances, el objetivo hoy es el cuidado de los afiliados hasta que se consiga la vacunación. Es más, Andrada sostiene que si aún no se dieron contagios masivos dentro de las empresas es por los protocolos consensuados para el cuidado de los trabajadores: “Se ha planteado que todos estén en burbujas y al mínimo síntoma se aíslan a los tres compañeros para no afectar la totalidad. Si esto no explotó es por las burbujas de a tres y los distintos horarios de ingreso”.
Hoy esperan que haya respuestas ante su pedido. Semanas atrás mantuvieron una reunión con el intendente Pablo Javkin donde quedó un compromiso de elevar el reclamo al gobierno provincial y que se pueda agilizar la vacunación para el sector, no solo en Rosario, sino en todo el territorio santafesino.
– ¿Corrió riesgo el servicio?
– Estuvo ahí. Y estamos queriendo endurecer el reclamo porque no nos están tomando con la seriedad que nos merecemos.
Nos cuidamos entre todxs
Los trabajadores señalan que ellos también están en una “primera línea” pero no lo argumentan desde su labor, sino desde las consecuencias. “Tenemos compañeros en terapia intensiva, compañeros jóvenes”, expresa Galarza y agrega: “Hace poco tuvimos problemas en zona norte. Había partes en donde no se levantaban los residuos porque no había gente para salir. El contagio está adentro. Incluso nuestros supervisores están complicados ahora”.
Pide extremar los cuidados a la hora de sacar los residuos y junto a sus compañeros, recuerda que pequeñas acciones tienen un gran impacto en la salud de los trabajadores. Mientras charlan entre ellos coinciden en que durante la pandemia el contacto con la basura “fue mucho más fuerte” y que los trabajadores quedaron expuestos. “Hubo muchos compañeros que han estado con cortes”.
-¿Qué mensaje le darían a la gente?
-Que tenga cuidado. Hay muchas otras enfermedades y estaría bueno que se empiece a tomar conciencia de que los residuos no se levantan solos, hay trabajadores detrás.