La vigilia en la Plaza 25 de Mayo, llena de pañuelos, amores y dolores. El homenaje a un imprescindible de esta lucha por Memoria, Verdad y Justicia, Juane Basso. Su ausencia que tanto nos duele, y el grito presente: será hasta la victoria, siempre.
Fotos: Eduardo Mujica
Cerca de las 21 de la noche, la plaza 25 de mayo luce en forma de pañuelo. Hay uno más grande que lleva bordado el nombre de las Madres de esta plaza. Y otros, muchos otros, recordando a lxs desaparecidos de la provincia de Santa Fe, entre ellos, el de Emilio Osvaldo Feresin.
La ronda gira alrededor de esos pañuelos. Es una noche húmeda y silenciosa. La vigilia convocada por el Espacio de Juicio y Castigo carga con un dolor enorme. Acaso la reciente muerte de Juan Emilio Basso Feresin, referente del espacio y militante de HIJOS ROSARIO, nos tenga todavía y por mucho tiempo más, carentes de palabras que colmen su profunda ausencia o, al menos, que intenten explicar lo inenarrable. Acaso sean las miradas, alguna palmada en el hombro y un abrazo apretado lo que hasta ahora nos permita encontrarnos en ese vacío tan presente, tan Juane.
Pero también, y más allá de las lágrimas, la ronda está llena de amores. Y a pesar de la pandemia que nos obliga a la distancia física, la plaza es en sí misma un abrazo que repara la angustia y la rabia por la muerte injusta. Alguna vez, Juane dijo: «esta plaza es la memoria». La memoria, volvió a subrayar para que no quede duda que así fue, así es, así será.
Es 23 de marzo y en esta plaza-memoria hay pibes y pibas garabateando sueños colectivos, algunos guitarrean canciones en homenaje al Che. Otros simplemente conversan mientras transcurren los minutos, y cada vez hay más pañuelos colgados y cada vez hay más noche y más gente que se acerca. Quedan pocas horas para que un nuevo 24 de marzo nos convoque. Las Abuelas propusieron plantar memoria. Y entonces la memoria se planta en un montón de rincones, porque allí donde hay tierra hay semilla que brota y hay vida. Y hay amores, y ausencias. Porque eso es el 24: recordar la ausencia en sonrisas, en una foto, en un poema. En textos y cartas, en la búsqueda del hermanx apropiado. Recordar la ausencia en canciones, en monumentos, en placas recordatorias. En árboles que crecen, en nietxs que recuerdan a sus abuelxs. En banderas partidarias, en militancia política.
Son cerca de las 10 de la noche y el micrófono se enciende. Manolo Robles es periodista e integra la Cooperativa de Prensa la Masa que edita el Semanario El Eslabón y Redacción Rosario, los dos espacios periodísticos de los cuales Juane era su referente, su fundador.
En un intento de homenaje, las palabras de Manolo rescatan al Juane militante, al Juane periodista, al Juane comprometido políticamente con las ideas peronistas de un pueblo más soberano y más justo. Rescatan al Juane que muchxs conocimos, el que defendía la palabra como arma desde un periodismo que ejercía, autogestivo, cooperativo, querellante, militante. El que se calzaba la remera de Juicio y Castigo para arengar en los actos y en las marchas, y en los juicios y en las calles. En las batallas más ásperas, en cada debate. Pucha, qué inagotable era el «Juane». “No podemos negar la dimensión política de Juane”, dice Manolo. “El mejor homenaje que podemos hacerle es seguir la pelea que el compartía con nosotros, siendo un referente. Memoria, Verdad y Justicia y hasta la victoria siempre”.
Aplausos y silencio. La garganta llena de nudos, los ojos llenos de lágrimas. La noche de la vigilia guarda tantos recuerdos y voces. Es que pareciera que su voz está ahí, saliendo por el parlante para convocar a los y las compañeras a esa lucha a la que siempre invitaba a sumarse, como cuando nos convocó aquellos días en los que empezaba asomar la política del olvido que pretendió instalar el macrismo. Porque Juane abría puertas, siempre, con paciencia, con tenacidad, con generosidad.
La noche va transcurriendo lenta, como si el tiempo se detuviera entre pañuelos y dolores. El homenaje es para Juane y así se siente.
Las Madres abrazan, desde algún lugar. Sentimos que abrazan el desamparo de esta plaza tan contradictoria en sentires y emociones. Ana María Moro, sobreviviente del Terrorismo de Estado, querellante en juicios de lesa humanidad, familiar de desaparecidxs, y una histórica de la Plaza, dice que a Juane lo conoció allí, hace muchos años, y que sin él no “hubieran podido hacer casi nada”. Ella también comparte un relato, más bien una anécdota que describe la humanidad de un imprescindible, del tipo al que no queremos despedir porque lo sabemos, Juan Emilio Basso Feresin siempre estará presente.
“Cuando las madres nos iban dejando, y nos pedían que siguiéramos en la Ronda, vos me dijiste que si decidíamos seguir nos ibas a ayudar. Y fue así, estuviste en todas las convocatorias que hicimos en la plaza. A menudo te escribía para consultarte sobre actividades, o sobre algo que había pasado y que era de nuestro interés, por lo menos del mío, no sé si del tuyo. Pero me escuchabas, y te reías de mi forma de expresarme. Un día le dije a Nadia: el Juane se va a cansar y me va a bloquear. Ella me contestó que eso no iba a suceder. Las Madres entregaban su pañuelo a las personas que consideraban que lo merecían, que lo honraban, y aunque ellas no están, desde Ronda de Madres decidimos dártelo, porque ellas lo hubiesen querido. Lamentamos que no te hayas enterado. Pero le quedó para Nadia, Juanita y Pedro. No hace mucho te pedí, a las 9 de la noche, que me ayudaras a propagandizar una actividad que realizábamos a la mañana siguiente, en la que ni siquiera participaba Hijos, y lo hiciste.
Y yo te escribí: Gracias mil Juane por ayudarme. Te quiero mucho, pero todavía tenés que hacer mérito para que te quiera como a Nadia, y el ja ja de risa.
Y vos, Juane querido, me contestaste: quereme como te salga… con eso me alcanza.”