“Y si un día no vuelvo hagan mierda todo”
Lo escribió Ursula en su cuenta de Instragram tras denunciar en reiteradas oportunidades a su agresor y femicida Matías Ezequiel Martínez, oficial de la policía bonaerense.
Ursula había pedido botón antipánico pero no se lo dieron: por negligencia, demora, burocracia, indiferencia. Ursula acudió al Estado y al sistema de administración de justicia para intentar frenar el acoso y las amenazas que sufría por parte de su ex novio. Su grito no se escuchó. Fue asesinada de 15 puñaladas.
Todo lo que podía fallar, falló. Y no es un «caso aislado». La historia de Ursula se repite con dolor en otros femicidios anunciados. Las alertas en muchos casos existen porque hay mujeres que deciden transitar la ruta crítica para denunciar a su agresor. Entonces ¿qué se necesita para que algo empiece a cambiar? El grito Ni Una Menos es un hartazgo de dolor acumulado en miradas y cuerpos de mujeres, trans, travestis, lesbianas que salen a las calles a pedir justicia por cada asesinada: 51 en lo que va del año según el relevamiento del Observatorio Lucía Perez. Las pibas, las familias, las amigas, toda una trama social afectada, también grita con impotencia lo que ya sabemos: la responsabilidad policial. Por acción, por omisión, por complicidad.
Duele. Las movilizaciones a los Tribunales de todo el país hoy volvieron a gritar lo que gritamos siempre: no se aguanta más.
Allí están las familias atravesadas por el femicidio. Las que batallan contra un sistema de justicia tan distante, tan ajeno a las realidades territoriales. Duele ver la misma imagen que, como en un loop, se repite con enorme agonía. Otra piba más asesinada.
Hoy en Rosario se leyó un documento con reclamos concretos:
– Declaración del estado de emergencia nacional, la tramitación urgente de las denuncias sobre violencia, responsabilidad penal para agentes estatales que incumplen sus deberes ante denuncias por violencia de género, protocolos para la prevención y seguimiento de las causas, una reforma judicial feminista, unificación de denuncias existentes, fortalecimiento de dispositivos para trabajar con varones agresores y mayor presupuesto para fortalecer las redes territoriales y promotoras que trabajan en prevención y acompañamiento y una efectiva implementación de la Ley Micaela, entre otros puntos.
Es ahora y es urgente. Lo venimos diciendo desde los medios, desde las redes feministas. Desde los espacios que contienen y acompañan.
Ursula tenía 18 años.
Después de su femicidio, otras tres mujeres fueron asesinadas por la violencia machista.