Hubo elecciones presidenciales en Bolivia. El Movimiento al Socialismo ganó en primera vuelta y representa la restitución del proceso democrático tras el golpe de Estado contra Evo Morales
Fotos: Mariano Basavilbaso
10 de noviembre de 2019. El odio racial, el fascismo y el revanchismo están servidos en la mesa. Por eso la imagen de Camacho entrando al Palacio Quemado y rezando arrodillado sobre una Biblia y una bandera de Bolivia. Por eso los miembros de los comités cívicos quemaron la whipala en lugares públicos. Por eso algunos militares se filmaron cortando la insignia de la whipala de sus uniformes. La violencia radica en el carácter pornográfico de la escena. No hay lugar para lo figurado. La literalidad del odio está en primer plano, no busca ocultarse. Esa impunidad manifiesta es el rasgo: hago lo que quiero.
Esos días posteriores al golpe, residentes bolivianxs en Rosario veían con dolor las noticias que llegaban de su país. Allí estaban sus familias, resistiendo a la violencia política desatada por el gobierno de facto. Edwin Inturias se enteró del golpe por las redes sociales. Lo primero que hizo fue llamar a su hermana y a su mamá para ver cómo estaban y preguntarles qué estaba ocurriendo. Le contaron sobre la desesperación, los saqueos, la discriminación callejera a ´la gente de pollera´. A los cruceños los llaman cambas, aquellas personas que siempre discriminaron a los collas de La Paz, Oruro, Cochabamba. Edwin recuerda que esa discriminación estaba naturalizada y que eso cambió con la llegada de Evo. Cuando Patricia Mamani, integrante de la Agrupación Las Bartolinas, habla de Evo se quiebra, inevitablemente. De todas maneras sigue hablando. “Lo que le pasa a él es como si nos pasara a nosotros”. Recuerda que antes no se podía ver a una mujer de pollera sentada en una oficina. También se acuerda de un día en el que fue con su mamá a sacar un certificado y que cuando llegó una mujer blanca la hicieron pasar primero. Enumera algunos programas que Evo lanzó para las personas de la tercera edad, para los más chicos, para las mujeres solteras. “Antes no podíamos conseguir harina y no había estabilidad económica. Con Evo llegó el agua a los campos, el gas a domicilio, la luz”.
Mariano Basavilbaso es fotógrafo y llegó a Bolivia los primeros días de enero del 2020. La Paz fue su destino, y lo primero que vió al llegar a La Plaza San Francisco fueron los grafittis: “había por todos lados con mensajes sobre lo que había pasado apenas unos meses antes: «paz a que costo» «policia traidor» «fuera Mesa y Camacho vende patrias» «Sacaba no se olvida». Sacaba se encuentra a pocos kilómetros del Alto: allí y en Senkata el gobierno de facto a cargo de Jeanine Añez desató una de las masacres tristemente recordadas en la historia de Bolivia, con cientos de heridos y decenas de trabajadores asesinados.
En las plazas de La Paz, esta era la imagen, cuenta Mariano: “por primera vez, en cuatro veranos consecutivos que viajo a Bolivia, veía eso. Pastores evangélicos con micrófonos diciendo por ejemplo, en varias plazas de La Paz que «las señoras de polleras traen al diablo con sus yuyos», que «los amautas con sus prácticas no dejan ver nuestra realidad, que» la homosexualidad es el fin», entre otras barbaridades, algo que durante el gobierno de Evo era impensado siendo un país plurinacional (salvo las zonas de Santa Cruz (Camacho) o el Beni (Añez)”.
Mariano conoció a una de las caseras del Mercado de Lanza. Allí desayunaba y almorzaba todos los días. “Ella me contaba que su barrio siempre se inundaba hasta que un día la situación fue irremontable, y gracias a Evo se pudo mudar a una casita en el Alto. Allá, le dieron el gas, y no tenia que pagar un alquiler, cuando me contaba esto se ponía a llorar porque entendía que lo que estaba pasando con Añez podria hacer perder todo lo ganado”.
Durante esos días, recuerda que “las calles estaban llenas de militares, pacos, pacos como los de Chile. Hubo varias protestas, por ejemplo una en el Ministerio de trabajo donde se juntaron varios trabajadores recolectores de basura para pedir paritarias, y apenas llegaron ya les pusieron gas lacrimógeno. También estuve en una colecta para ayudar a las victimas y familiares de la masacre en Sacaba, hubo varias organizaciones, y se respiraba un aire combativo y con necesidad de hacerse escuchar, la situación ya no daba para más. Se hizo la fiesta de Alacitas, su característica principal es la venta de miniaturas con la finalidad ritual de que las mismas se conviertan en realidad, fortuna) en La Paz estuvo Añez justo con el intendente de la ciudad. A ella le regalaron un ekeko que simbolizaba el poder, apenas se lo dieron vi que se lo entregó a uno de las fuerzas armadas que estaba a su lado, toda una metáfora. Días después fui a Coripata, zona cocalera en las yungas, a unos kilómetros antes de llegar a Coroico (zona turistica). Coripata es una zona de cultivo de coca. Durante la semana se levantan a las 5 de la mañana para extraer las hojas, son 12 horas por día de trabajo aproximadamente, es muy arduo, y se les paga 4 bolivianos la libra (50 pesos, 450 gr aprox). Pasados unos días los milicos fueron a estos campos y machetearon todos los cultivos porque la coca para el gobierno de facto ya no era legal”.
19 de octubre de 2020. Luis Arce, candidato del MAS, acaba de ganar las elecciones presidenciales en primera vuelta con un 52 por ciento de votos. La victoria del Movimiento al Socialismo representa la restitución del proceso democrático en Bolivia. Con un Evo Morales exiliado en Argentina, el pueblo boliviano acaba de recuperar mucho más que la presidencia.
“Ganó nuestra Wiphala, nuestras madres, abuelas y ancestras de pollera. Ganó Tupak Katari y Bartolina Sisa y los ancestrxs de estos territorios sobre Pizarro, Colón y los criollos que quieren la república colonial para hacer desaparecer la pluralidad de nuestros pueblos y cuerpos. Ganamos jilatas, ganamos las kullakas que luchamos contra el fascismo, racismo y el clasismo todos los días ….Venció la vida, la esperanza, ganaron nuestras wawitas”, dicen las feministas comunitarias antirracistas y anticoloniales de Bolivia.
La victoria es contundente. Hoy se festeja en América Latina porque el odio racial que aquella imagen dolorosa de una Whipala incendiada nos devolvía hace un año atrás, encontró un límite. Es la resistencia de un pueblo que no olvida, que está de pie. La Whipala se respeta, las polleras se respetan. La identidad indígena, los cuerpos masacrados en la lucha, la memoria ancestral.
El Buen Vivir ha regresado.