Después de tres años hubo condena por el femicidio de Rosalía Jara. Tenía 19 años cuando desapareció en el 2017 en Fortín Olmos, norte profundo de la provincia de Santa Fe. Su cuerpo fue hallado por dos cazadores un año y dos meses después. Juan Valdez fue condenado a prisión perpetua y la querella habló de «feminicidio» por abandono estatal. Hubo justicia pero el dolor no cesa frente a otro nuevo asesinato: el de Rocío Vera en Reconquista.
Foto: Paula Sarkissian
Primera Parte
“Tenemos la alegría de haber logrado la cadena perpetua pero la tristeza de saber que nadie nos va a devolver a Rosalía”.
Son cerca de las ocho de la noche de un día largo. Aidé Jara tiene la voz agotada. Estuvo todo el día en la localidad de Vera donde se llevó a cabo el juicio por el femicidio de su prima Rosalía Jara. Cerca de las 13 se conoció el veredicto: el único imputado en la causa, Juan Valdez, fue condenado a prisión perpetua, tal como lo había solicitado la fiscalía a cargo de Gustavo Latorre y la querella representada por Carolina Walker y Matias Pautasso.
Fueron tres años, dice Aidé, tres largos años reclamando justicia. Rosalía desapareció el 1 de julio del 2017. Su familia la buscó durante un año y dos meses. También marchó por las calles del pueblo, replicó su imagen por las redes sociales, recorrió los 500 kilómetros que separa Fortín Olmos de Rosario para amplificar su búsqueda, se reunió con diputadxs y concejales. Exigió su aparición con vida y nunca clamó venganza. “A Valdez no lo conocíamos. La investigación y las pruebas nos fueron llevando a él”, dice Aidé. Recordaron a Rosalía en murales y se ocuparon de cuidar de Alma, la pequeña hija que la joven tenía con el único detenido que siempre tuvo la causa.
Durante todo ese derrotero, las irregularidades en la investigación fueron demasiadas: escasos recursos estatales para dotar de herramientas a la fiscalía, demora en la búsqueda, complicidad policial y una excesiva tardanza en la recolección de pruebas y en el avance de pericias fundamentales para saber qué le hicieron y dónde estaba Rosalía Jara. Porque como en tantos otros casos, no fue el Estado quien encontró sus restos. Dos baqueanos informaron del hallazgo de un cuerpo y pertenencias en el paraje conocido como El Bonete. Su mamá, Liliana Jara, reconoció la ropa. Y otra vez la demora en las pruebas de ADN. ¿Cuánto más debía soportar la familia? Finalmente fue el Equipo Argentino de Antropología Forense quien confirmó la identidad. Era Rosalía, la joven de 19 años que creció y vivió en un pequeño pueblo del norte santafesino, Fortín Olmos, allí donde todavía quedan marcadas las huellas profundas del saqueo que dejó La Forestal, donde escasean las políticas sociales que promuevan proyectos de vida para lxs jóvenes. Donde operan fuertes poderes económicos, políticos, eclesiásticos que penetran las fibras más íntimas del entramado social acentuando la inequidad y naturalizando relaciones desiguales de poder que abusan y se apropian de los cuerpos de las pibas, y que incluso los desechan como si fuesen basura.
Era Rosalía, la que solía ir al kiosko de su tía a comprar tutucas, pañales y jugo para Alma y si alcanzaba, algún cigarrillo suelto. La que soñaba un presente, tan simple, tan necesario como eso.
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El juicio contra Juan Valdez comenzó el 7 de julio, tres años después de la desaparición de Rosalía. La querella y la fiscalía fueron contundentes en sus alegatos finales, exponiendo cada una de las pruebas directas e indiciarias que dieron cuenta de la responsabilidad penal de Valdez en el crimen. En primer lugar, se pudo comprobar el vínculo que mantenían desde que Rosalía era apenas una niña, con solo 11 años y él, su profesor de Educación Física, lo cual evidencia un delito de abuso sexual infantil que no fue considerado en este proceso, a pesar del pedido de la abogada en ampliar la acusación. “Independientemente del abuso sexual de Rosalía también hay varias líneas que se han denunciado. E incluso hay un expediente que se sigue por grooming. Pero también tiene que haber una investigación por los abusos sexuales, que son mucho más graves”. Los resultados de ADN determinaron, con el tiempo, su paternidad sobre Alma, la beba que Rosalía tuvo cuando tenía 15 años.
Otras pruebas fueron claves: el reconocimiento de la brigada canina que señaló la presencia de Rosalía en la parte delantera del auto de Valdez; las 14 llamadas realizadas entre ambos la noche en que ella desapareció, el registro a las 22,17 hs de la última comunicación que hace Valdez a su teléfono, hora que coincide con la salida de Rosalía del bar de Vázquez rumbo a la garita ubicada sobre la ruta, el último lugar donde fue vista con vida. “Luego de esta última llamada el celular de Rosalía pierde señal o sale del área de cobertura, ya que todos los llamados ingresaban al buzón”, señaló Walker en su alegato. Desde ese momento Valdez nunca más la volvió a llamar.
Hubo además dos testigos que ubicaron su auto Toyota Corolla blanco en la zona de la garita alrededor de las 22 horas y otros que indicaron que Valdez se retiró de su casa entre las nueve y diez de la noche para regresar a Fortín Olmos, cuatro horas y media después. “Fue un tiempo suficiente para asesinar y desaparecer el cuerpo de Rosalía depositándolo en el kilómetro 34,2 de la ruta 98 en el campo de Braida. Hemos llegado a esta conclusión a partir de las múltiples testimoniales”, señaló la querella.
Otra prueba es la pericia de geolocalización que ubica a Valdez y a Rosalía en la misma área geográfica. A esto se suma la complicidad policial. Archivos claves del celular de Juan Valdez fueron eliminados el 4 de julio, un día antes de que se secuestrara su teléfono y su auto para ser peritados. La policía le avisó 24 horas antes e incluso le recomendó que borrara información que pudiera comprometerlo, según alegó la querella. “Voy a solicitar que se corra vista al Ministerio de la Acusación por los delitos de falso testimonio de los policías que estuvieron aquí y por inclumplimiento de los deberes de funcionario público”, solicitó Carolina Walker durante la audiencia.
Rosalía fue asesinada y aunque no esté determinada la causa, se pudo comprobar a partir de las pericias realizadas por el EAAF que sufrió una muerte violenta producto de un golpe en el hueso malar izquierdo provocándole una lesión peri mórtem. Walker describió que su cuerpo fue depositado en un campo que Valdez ya conocía por ser de la zona, en posición sentada, con la espalda apoyada a un árbol, a 150 metros de la ruta.
Para el Tribunal no hubo duda. El fallo fue unánime: prisión perpetua por el delito de homicidio doblemente calificado por ser cometido por un hombre contra una mujer, mediando violencia de género, tal como lo establece el Código Penal. Aunque la abogada es clara cuando habla de “feminicidio” estableciendo una diferencia fundamental con el femicidio: la responsabilidad estatal en los crímenes contra jóvenes y mujeres por el solo hecho de serlo. En esto hizo hincapié Carolina Walker durante el juicio, detallando un contexto de emergencia en violencia machista que solo en la provincia de Santa Fe ya se llevó la vida de 18 mujeres en lo que va del año según el registro que lleva Mumalá.
Pasaron 23 días del arranque del juicio, y en la provincia ya habían ocurrido 3 femicidios: el de Rocío, Gisela y Julieta. “Todo está relacionado”, dijo Walker ante el Tribunal y describió el horror: “seis días habían pasado cuando hablé de Rosalía descartada como una animal en un campo que Valdez conocía y sabía que posiblemente se iba a inundar y que posiblemente iba a ser atacada por animales, igual la dejó ahí, 6 días habían pasado cuando les hablaba del desprecio de nuestros cuerpos aún muertos como elemento fundamental de los crímenes de género, cuando a Rocío Vera de solo 14 años y embarazada de dos meses, la violaron salvajemente y en manada 7 hombres, la golpeaban, la nockeaban de un palazo en la cabeza, la descartaban en un campo contiguo, la seguían violando y la dejaron agonizar durante seis horas hasta su muerte. Once días habían pasado cuando asesinaron a Gisela Fiamaca en Santa Fe de una puñalada en el corazón. 19 días pasaron cuando aparecía enterrada, cubierta en cal, golpeada y estrangulada Julieta Delpino en Berabebú. Esto es cuestión de una matriz cultural en la que el cuerpo de las mujeres es objeto desechable. Sin voz, sin libertad, goce ni vida. Femicidio es un término que se utiliza para describir un homicidio cometido por un varón contra una mujer mediando violencia de género. Pero feminicidio va mucho más allá: se acuña para referirnos a la responsabilidad estatal en este tipo de crímenes”.
Por eso Walker habla de feminicidio, citando a Marcela Lagarde, cuando se refiere a los crímenes de mujeres por violencia machista, considerándolos también, crímenes de Estado. ¿Cuál es esa responsabilidad desatendida en el caso de Rosalía o en el caso de Rocío?. Una de ellas, es la demora en buscar a las pibas que desaparecen. “El Estado no encontró a Rosalía. Comenzaron a buscarla varios días después de su desaparición. Rocío Vera sobrevive 6 horas aproximadamente después de ser tirada por sus asesinos. El Estado en este caso también la buscó defectuosamente”. Hartazgo es la palabra que escogió la abogada para cerrar su alegato en el juicio. “Necesitamos al menos que haya justicia”. «No hay una búsqueda clara de personas porque tampoco hay una política», señala la referenta del Plenario de Trabajadoras en Reconquista, Eliana Ibarra.
La otra falla del Estado es la ausencia de mecanismos estatales que puedan llegar a tiempo para dar respuesta a las múltiples situaciones de vulnerabilidad en la que viven las pibas jóvenes del norte santafesino. Y en esto coinciden las militantes feministas que viven en Reconquista. “El municipio tiene 6 trabajadores sociales para más de 100 mil habitantes ¿que pueden hacer?”, se pregunta con impotencia Mariana Gomez Sandrigo del colectivo Savia. Y habla de las falencias: burocracia estatal, falta de recursos, falta de capacitación en género, denuncias que no se toman. Desde el colectivo Mumalá, Mariana Meza agrega: “acá no solo nos distancia lo territorial en términos de desigualdad. sino también en estas cuestiones de abandono, pobreza, desidia. Necesitamos políticas reales, presupuesto destinado al financiamiento para cortar con la desigualdad de les pibes, trabajo digno, viviendas dignas, cuestiones estructurales para la restitución de derechos. No podemos descontextualizar ni desconocer la realidad social, son condicionantes históricos, la perspectiva de género es necesaria para que los funcionarios tomen a tiempo las situaciones que se plantean, cuando se hacen las denuncias. Un estado más presente”. Eliana dice: «la explotación sexual es una situación a ojos vista en el norte, muchas veces se habla del turismo en la cuña boscosa, muchas veces se habla del turismo sexual en la costa, en las fiestas más importantes de nuestra región, y eso fue como un primer cimbronazo cuando la buscábamos a Rosalia, por un lado se planteaba esa línea para evidenciar lo que estaba pasando, y también porque exponíamos la situación de mucha juventud que sin las oportunidades, sin el acceso a una educación digna, a un trabajo, se encuentran vulnerables y a merced de personas que en estas asimetrías de poder dadas por la edad, terminan siendo parte de todo este mecanismo de opresión». Por eso, la desaparición y asesinato de Rosalía fue emblemática. «Si no hubiera sido por este caso, la estructura patriarcal acá no se interpelaba».
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El lunes 3 de agosto, Juan Valdez, con la mirada fija hacia el piso, el mismo que sonreía durante los primeros días del juicio, escuchó el fallo del Tribunal. Fue condenado a la pena de prisión perpetua.
Afuera, las agrupaciones que siempre acompañaron, y las pibas más jóvenes que tienen la misma edad que tenía Rosalía, celebraban la sentencia. El acompañamiento siempre fue vital. “Alma hoy solo tiene a su abuela. Esta sentencia es un hecho histórico que tiene que marcar un antes y un después, ojalá sirva para tomar conciencia del abandono de las jóvenes, y que debemos actuar a tiempo. Logramos que se haga justicia, pero yo me siento con el compromiso de seguir luchando por esas otras niñas que pasan situaciones similares. La clave para llegar hasta acá fue el acompañamiento que tuvimos”, dice Aide y destaca la labor de la querella que se hizo cargo del caso hace poco tiempo, cuando la causa parecía quedar estancada en una trama de impunidad y olvido. “Posibilitaron que incluso nos restituyeran los restos de Rosalía y pudiéramos darle sepultura. Hasta eso nos demoraron”.
Aide y Mónica fueron las dos mujeres de la familia que le pusieron el cuerpo a esta lucha titánica por encontrar, primero a Rosalía con vida, y después, por hacer justicia. La otra mujer es la mamá de Rosalía, Liliana, la que cuida de Alma, la que está sumida en un dolor profundo y sin ningún tipo de asistencia estatal. Javier Barbona, concejal de Vera, escribió en su muro de Facebook: «Ahí donde Liliana muestra una identidad, hay una dolorosa ausencia. Una profunda herida que por más de 3 años estuvo abierta. Supongo que en ella no cicatrizará nunca, pero al menos hay un bálsamo que se llama Justicia. Nadie elige de pronto salir de su casa y no volver nunca más. A Rosalia la desaparecieron, la asesinaron y la ocultaron, un derrotero terrible, que ella no eligió transitar«
El reciente y brutal crimen de Rocío en Reconquista revive el dolor de aquellos días de julio de 2017 cuando Liliana se comunicaba por última vez con su hija. Esta vez, el rostro que empezó a compartirse en un grupo de Facebook no era el de Rosalía, sino el de Rocío Vera. Esta vez era su hermana la que pedía que por favor la busquen. Rocío estuvo desaparecida 24 horas. No la encontró el Estado sino su hermano que fue a buscarla al lugar tantas veces denunciado por lxs vecinxs. Su cuerpo, brutalmente violentado, estaba oculto en un descampado lindero a la casa donde se sabía a viva voz todo lo que allí ocurría. Pero la policía nunca accionó para cerrar ese lugar. Ahora sí, ahora esta clausurado después de que allí, 7 varones violaran en patota y golpearan hasta matarla a esta joven de 14 años. «Rosalía y Rocío eran jóvenes que estaban en una situación de vulnerabilidad y terminan de forma trágica», señala Eliana.
La impotencia de Mariana Gomez Sandrigo se nota en su voz, la misma que se siente al escuchar a la otra Mariana militante, la integrante de Mumalá o a Eliana cuando enumera la falta de contención y respuesta estatal. Es que todas dicen algo que duele hasta el hueso: el femicidio de Rocío podría haberse evitado.