¿Cómo están los músculos de los lazos comunitarios? ¿Qué rol juegan las bibliotecas populares en tiempos de aislamiento? ¿Cómo acortar las distancias en las comunidades? En esta nota nos sumergimos en las experiencias de dos bibliotecas populares de la ciudad: la Alberdi y la Cachilo. La promoción de la lectura en tiempos de libros encuarentenados, talleres y propuestas volcadas a la virtualidad y las redes que salvan.
[dropcap]F[/dropcap]lash. Tiempo sin pandemia. Coronavirus no es todavía una palabra repetida al infinito. La gente aún no usa barbijo ni tapaboca. Trescientos niños y niñas de diferentes escuelas visitan la Biblioteca Popular Cachilo semanalmente. Hay circulación comunitaria: de libros, proyectos, eventos, encuentros, comedores y copas de leche. Hay falta de trabajo y hay trabajo precario.
Flash. El presidente Alberto Fernández decreta el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Quedate en casa y las complejidades que emergen en las profundidades de los barrios populares para sostener una cuarentena. La biblioteca no puede abrir al público, no se sabe por cuánto tiempo. De todas maneras, empieza a trabajar junto a la radio Aire Libre para conectar a la comunidad que debe cumplir el aislamiento.
Flash. Se avizora que no serán ni quince ni veinte días y que la presencialidad tendrá que esperar. Ya no hay aplausos a las nueve. Se complica un poco más la falta de trabajo y la plata que nunca es tanta. Algunas familias tienen que empezar a ir a buscar la comida al comedor. Hay circulación comunitaria: de redes y tejidos que se estiran sin romperse. Muchos vecinos se ponen copas de leche y empiezan a cocinar. La Cachilo y Aire Libre multiplican desde la virtualidad sus propuestas educativas y culturales.
Flash. Se habilita la apertura de la biblioteca bajo estrictos protocolos. Pero la quietud continúa y son pocas las personas que se acercan a la Cachilo. La gente trata de salir sólo para lo necesario. Al mismo tiempo se duplica la cantidad de gente vendiendo en la calle. Los negocios que pueden estar abiertos tampoco venden mucho. Se anuncia que nuevamente hay circulación comunitaria del virus.
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Las bibliotecas populares, de la misma manera que los clubes de barrio, las radios comunitarias y las distintas organizaciones territoriales, forman parte, justamente, de un sistema y una dinámica barrial con las particularidades de cada caso. Tal vez lo común entre estas distintas organizaciones es que forman parte de un todo más amplio en el que articulan de manera colectiva entre los diversos actores de la comunidad. La Biblioteca Popular Cachilo –ubicada en Virasoro al 5600- trabaja con varios barrios de la zona oeste de Rosario: Villa Urquiza, Godoy, Moderno, Triángulo, Villa Banana.
Hay desigualdades preexistentes que se volvieron crónicas y que tienen que ver con una sintomatología que duele desde antes del COVID-19. Claudia Martínez –coordina todas las actividades educativas y culturales de la Biblioteca Cachilo- hace una diferenciación entre dos palabras que pueden sonar parecidas: infectar y afectar. La infección inmunológica (cómo el virus ataca al organismo) tiene un carácter “democrático”; en cambio, la forma en que afecta a cada quien varía según sus condiciones habitacionales y socioeconómicas. ´El virus puede infectar a todos pero no afecta a todos igual´, dice Claudia. El que se enferma y tiene obra social y el que no; el hambre y el frío que no son iguales para el que tiene calefacción y para quien no tiene.
Hay dos grandes aspectos que son muy antiguos pero que la pandemia expuso y potenció en distintas geografías. Uno es la desigualdad. Claudia plantea que la pandemia impactó sobre un escenario que arrastraba cuatro años de macrismo donde mucha gente se venía quedando sin trabajo. Y que la cuarentena golpeó de lleno a quienes sí venían trabajando como cuentapropistas y a quienes vendían en la calle. Dice que ahora se duplicó la cantidad de gente que vende en la calle ´lo que se te ocurra´, que el lugar donde compran cartón fue uno de los primeros en volver a abrir en el barrio, que si hay menos plata y menos consumo también hay menos cartón.
Hay desigualdades preexistentes que se volvieron crónicas. Es una sintomatología que duele desde antes del COVID-19.
El otro aspecto que se vio potenciado son los lazos comunitarios. No es casual que en los lugares donde el impacto de la cuarentena es mayor, los resortes populares están más aceitados. Y es que los músculos que se ejercitan tienen mayor capacidad de reacción. Claudia habla del tejido solidario, de las cosas nuevas que surgieron, de las iniciativas de vecinos y vecinas, de los maestros que empezaron a trabajar en las copas de leche. La Biblioteca junto con la radio forma parte de ese tejido. Una de las cosas que empezaron a hacer fue hacer puentes entre las distintas actividades que iban surgiendo para conectar a las personas.
La comunicación está dentro de las actividades esenciales que siguieron trabajando exceptuadas de la cuarentena. En ese contexto, Aire Libre se convirtió en la herramienta principal para seguir tejiendo: con los niños y niñas, con jóvenes, con las escuelas, con otras radios, con otros barrios, con otras ciudades. Uno de los ejes que la biblioteca trabaja fuertemente es la promoción de la lectura. Por eso lo primero que hicieron fue pedirles a lxs talleristas que grabaran cuentos para pasarlos en la radio. Así nacieron ´Los cuentos Cachilos´ que se fueron multiplicando y que hoy ya superan los sesenta editados. Al mismo tiempo se multiplicaron las voces de ninxs y vecinxs que también querían grabar los cuentos que habían escrito. Y esa red llegó a las maestras que agradecían por las redes sociales diciendo que estaban usando los cuentos porque sus libros habían quedado encerrados en los armarios de las escuelas. Pedían que continuaran subiendo materiales. Por eso desde la Biblioteca decidieron usar las redes para publicar cuentos y propuestas.
Habitualmente (sin COVID) funcionan en la biblioteca veinte espacios de talleres de arte, oficios como joyería, tejido, serigrafía y promoción de lectura. Son para todas las edades, desde bebés –el espacio donde se juntan a leer con madres e hijos se llama Bebeteca y se sostiene todos los viernes desde hace cinco años- hasta personas mayores. El desafío que tenían era incluir en las propuestas a toda esa diversidad. También se trataba de buscarle la vuelta para sostener a lxs compañerxs: veinte talleristas y ocho promotorxs de lectura. Había que mantener los equipos. Y agarrarse fuerte para soportar el primer golpe. El mantra: ´No nos derrotemos, no nos derrotemos, avancemos´. Cuando visualizaron que las bibliotecas populares serían de los últimos espacios en retomar la presencialidad, fueron pensando de qué manera trasladar la planificación hecha a principio de año al mundo virtual.
Quedate en casa que está yendo la Cachilo
Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. ´La Cachilo va a tu casa´ fue un ciclo que empezaron a hacer desde la biblioteca en donde lxs talleristas de cine y fotografía editaron videos breves con un texto y una propuesta artística ´como para que los chicos puedan hacer con lo que tienen en sus casas, ya sea desde lo corporal, lo musical, lo plástico´, explica Claudia.
“El secuestro de la bibliotecaria” es una novela inglesa de Margaret Mahy. Uno de sus personajes se llama Ernestina Laburnum. Como homenaje, le pusieron Ernestina al personaje que desde el taller de clown crearon en la Cachilo. Es una payasa que interpreta el papel de una bibliotecaria que se quedó adentro de la biblioteca en cuarentena. El ciclo se llama ´Bibliotecaria en espera´ y en cada video plantean un eje en relación con la campaña por el derecho a la lectura. Qué leer, dónde, con quién. ´ A Ernestina la agarró la cuarentena y está como loca, por eso habla con los ositos y muñequitos de la biblioteca. Ella es acróbata, entonces lee arriba de la tela. Muchos me preguntan si Ernestina sigue en la biblioteca´, cuenta Claudia Martínez.
La dinámica que vienen manejando es la articulación entre quienes se especializan en libros y promoción de la lectura junto con quienes se encargan de las disciplinas artísticas. Muchos de los talleres están destinados a jóvenes. Hay trap y rap. Empezaron a pensar en los mitos urbanos. Y también en la realización de una animación con un policial de Rodolfo Walsh.
De lunes a sábado en la biblioteca funcionaban de manera presencial cuatro o cinco talleres por día. Además de las personas que iban a los talleres se sumaban quienes iban a buscar libros, a hacer la tarea, a sacar fotocopias. Claudia calcula que circulaban por lo menos cincuenta personas por tarde en un día común, al margen de las visitas de escuelas con trecientos chicos por semana, los espectáculos y la kermese de fin de año con ochocientas personas en la calle. Por eso le agarra un nudo en el estómago cuando entra a la biblioteca y la ve vacía. Dice que durante el primer mes de cuarentena hubo un furor en las redes pero que en el último tiempo bajó bastante. ´Como que la gente se saturó. Aunque mandemos mensajes a los socios de que ya está abierta la biblioteca, sentimos que hay un miedito de salir´.
El combustible que alimenta a la construcción colectiva es el disfrute. “Gozar muchísimo con cada una de las cosas que vamos inventando”.
El mismo 26 de junio, cuando habilitaron la apertura con estrictos protocolos, la biblioteca abrió nuevamente sus puertas a la comunidad. De todas maneras, se acercan como máximo tres familias por tarde. ´No es que abrís la puerta y ya está. Hay miedo de salir a hacer otra cosa que no sea lo necesario. Capaz que para agosto podemos empezar los talleres si retoman las clases, pero lo estamos pensando´. Desde el primer momento las fuentes oficiales se encargaron de reforzar el carácter dinámico de la pandemia. Incluso durante el armado de esta nota se anunció que la ciudad de Rosario volvía a tener circulación comunitaria del virus. Por esta cuestión, lo que pensaron desde la Biblioteca hace un mes cuando reabrieron sus puertas también va cambiando con el correr de los días. De todas maneras, desde el inicio de la cuarentena siguieron yendo internamente a la Cachilo para ingresar libros, pintar, hacer un rincón de juegos y otras cosas que tenían pendientes. Como nunca dejaron de ir, fueron sintiendo cómo latía en el proceso la institución y el barrio.
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Una de las primeras cosas que plantea la comunicación popular es pensar a quiénes va dirigido el mensaje para a partir de ahí construirlo. Claudia dice que conocen a la mayoría de las personas que van a biblioteca. Hay un territorio compartido. Pero también se proponen construir comunidad con los y las talleristas que en su mayoría no viven en el barrio. Cuenta a modo anecdótico sobre la tallerista de plástica que trabaja en otros lugares además de la biblioteca y que hace poco les dijo que en ninguno de esos otros lugares le habían preguntado cómo estaba durante la pandemia ni la habían invitado a pensar y a inventar. ´La Cachilo siempre te está preguntando, cómo estás, querés que hagamos algo, querés grabar un cuento´, dice Claudia. Nuevamente son los tejidos los que hacen al cuidado colectivo.
El combustible que alimenta a la construcción colectiva es el disfrute. ´Gozar muchísimo con cada una de las cosas que vamos inventando. Eso involucra y además genera un dinamismo que no te hace perder´, plantea Claudia. Según su mirada, lo importante es que las producciones lleguen a quiénes pensaron como destinatarios primordiales: las maestras, los padres en las casas. Si después llega a Europa mejor, porque no se sabe lo que pasa en las redes. Pero antes, el fuego: ´Las cosas tienen que tener ese fuego que tiene que ver con la comunidad, con el armado, con el amasado. Eso también es parte del producto. Si ese fuego no está, lo demás es técnico´.
De lo que puede generar el silencio y el estar en casa. De eso habla Claudia. Del cruce entre lo no dicho y las ganas de decir. Las redes subterráneas y las visibles. El tejido social que contiene. La red que atrapa. La palabra: la escrita, la leída, la oída. La historia barrial. La idea de un nosotros. La crónica. Y es que se armó un grupo de vecinxs donde la gente empezó a mandar fotos históricas del barrio. Como una forma de memoria colectiva, aparecieron archivos inéditos sobre los territorios que habitan. Empezó a formarse una colección y la idea es montarla en una muestra de fotos itinerante. ´Si para fin de año hay presencialidad, la idea es presentarla. Estamos pudiendo historizar el barrio con fotos de vecinos´, cuenta Claudia, mientras se refiere a las particularidades geográficas de una zona hecha con un pedazo de barrio, un pedazo de villa, un pedazo de fonavi. Salvo barrios que son más viejos como Triángulo o Villa Urquiza que empezaron a armarse desde los cincuentas, hay un hueco histórico que se está componiendo con fotos de la vida familiar de la gente, con lugares como el parque Oeste que era la Quinta Luciani donde había una lagunita a la que iban a cazar ranas.
“Las cosas tienen que tener ese fuego que tiene que ver con la comunidad, con el armado, con el amasado. Si ese fuego no está, lo demás es técnico”.
Este año, el 20 de agosto, la Biblioteca Cachilo cumple veinte años. El festejo claramente no será cómo lo habían pensado. Como también se modificó la modalidad de la Feria del Libro que este año se hizo virtual. Todos los años la CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) les da a todas las bibliotecas un subsidio para la feria. En lugar de mandar los mismos libros para todas, la selección la hace cada biblioteca en la feria donde dispone del cincuenta por ciento en el material bibliográfico disponible. Con la modalidad virtual, les depositaron el subsidio y les pusieron una fecha límite para comprar online en una página donde estaban todas las editoriales. La biblioteca hizo la selección y le llegaron los libros por correo.
La Cachilo resultó seleccionada en una convocatoria, Puntos de Cultura, que se hizo desde la Secretaría de Cultura de la Nación para todo el país. Pero por fuera del subsidio que recibieron de Nación, durante toda la pandemia no tuvieron ningún apoyo, y a la radio le deben un año de pauta. Como funcionan conjuntamente, si no les pagan la pauta de la radio o el subsidio de la biblioteca, no disponen de fondos para pagar nada.
Biblioteca Popular Alberdi: un gran espacio que quedó chico
´Me resulta raro verla vacía a la biblioteca. Vos pensá que acá hay mucho movimiento. El año pasado tuvimos treinta y dos talleres´. Nora Guzardi es la presidenta de la Biblioteca Popular Alberdi. Pero no le gusta presentarse de esa manera. Prefiere nombrarse como colaboradora que trabaja con un grupo de personas. Lo que más le gusta es ver cómo el proyecto va creciendo y cómo la gente se va sumando día a día.
Abajo, la entrada con la recepción. El plástico que separa a Susana, la bibliotecaria, de las personas que llegan es un indicio claro de la pandemia. A un costado se termina de componer el cuadro: los libros que son devueltos por los vecinos y vecinas deben hacer catorce días de cuarentena para poder volver a salir.
A la izquierda de la entrada hay un salón que supo ser secretaría y donde se realizan (realizaban hasta que aterrizó COVID) actividades varias. Cuando los otros espacios empezaban a quedar chicos, este salón se usaba para algunos de los talleres. En esta misma habitación hay dos muebles con una colección de libros de la biblioteca personal de las hermanas Cossettini y de Rubén Naranjo. ´Un rinconcito especial´, dice Nora Guzardi. Unas personas que colaboran con la biblioteca venían haciendo el estudio y mantenimiento de estas colecciones. Venían haciendo hasta que. La frase interrumpida; las acciones suspendidas. ´Me resulta rarísimo hablar con esto´, dice Nora. Esto es la máscara que lleva puesta y que le cubre desde la frente hasta el mentón. Aún estando a una distancia cercana, el sonido de sus palabras se escuchan a lo lejos, suenan como encapsuladas o enlatadas.
Los libros que son devueltos por los vecinos y vecinas deben hacer catorce días de cuarentena para poder volver a salir
´Esto que ves acá es nuestra salita de computación´. Un profesor da clases de scratch, un lenguaje de programación para chicos. Este año tenían pensado retomar las clases de computación para adultos y además la sala se usa los jueves en las clases que tienen lxs alumnxs de la escuela primaria para adultos que también funciona en la biblioteca: el Centro de Alfabetización y Educación Básica para Adultos (CAEBA) Nº 120. Si bien la escuela funciona de lunes a viernes, el único día que cursan en la biblioteca es el jueves para usar las computadoras. El resto de los días –porque les falta espacio- las clases las tienen en el club Sportivo Alberdi que les presta el lugar. También la biblioteca es sede de consulta de un EEMPA virtual. Tres veces por semana las computadoras están disponibles para eso.
La presencia de los cuerpos modifica el sonido de las cosas. El eco es un fenómeno acústico producido cuando una onda se refleja en una superficie y regresa hacia su fuente emisora. En este momento hay solamente tres personas en toda la biblioteca. Por eso el sonido de las pisadas en los escalones retumba en el espacio y choca entre las paredes produciendo el efecto de eco y reverberación. En la planta alta, los dos salones más grandes. Pero el tamaño siempre se evalúa en relación con otra cosa, en este caso con el movimiento habitual y la cantidad de actividades que se desarrollan. Los dos salones grandes le quedan chicos a la biblioteca. ´El problema que tenemos es la falta de espacio´, dice Nora. El problema podría ser un buen síntoma: los espacios quedan chicos cuando se llenan. Pero en este momento, aunque tengan la autorización para abrir, no pueden garantizar el distanciamiento necesario para dar los talleres.
Además de los talleres de idiomas, arte para niñxs, computación y programación, funcionan talleres de costura, bordado, tejido, cerámica, dibujo, pintura, teatro, guitarra, canto, juegos, tai-chí, escritura, fieltro, lenguaje de señas, ajedrez, comic y memoria. Por fuera de los talleres, en estos salones suele haber mucha actividad: un té y un mate bingo al año para juntar fondos, exposiciones, muestras y presentaciones de libros.
En este momento lo único que están ofreciendo de manera presencial es el préstamo de libros. Algunos talleres pasaron a la virtualidad. En algunos casos, bajaron las cantidades de participantes; otros no funcionaron; y hay varios que vienen funcionando muy bien. Por ejemplo, el taller de arte para chicos y los idiomas: portugués, italiano, inglés, francés. ´Los mismos profes fueron sugiriendo y armando los grupos´. El cumpleaños de la biblioteca -25 de mayo- también fue por zoom. ´Se fue resolviendo bastante bien. Nos acomodamos de la mejor manera posible. No teníamos la más mínima experiencia en todo esto´.
Hace años que los viernes reciben grupos de escuelas de la zona. Desde la biblioteca tienen un listado y van haciendo las invitaciones. Hay un grupo de cuentacuentos y hacen espectáculos. El año pasado, por el ciclo “La biblio te cuenta”, pasaron dos mil niños y niñas de veinte escuelas distintas, públicas y privadas de los niveles inicial, primario y profesorado de primaria. Por el contexto pandémico, esta actividad también se mudó a las pantallas.
Un paréntesis silencioso
Recorriendo el espacio más allá de los salones, se pasa por otra salita donde se da el taller de tejido y pasando ese umbral la sensación es como abrir una de las puertas de los armarios de Alicia en el país: un lugar encantado, hipnótico, atiborrado de libros que suben desde el piso hasta el techo. Crecen como enredaderas y se multiplican los setenta mil volúmenes que tienen en la Biblioteca Popular Alberdi. ´El corazón de la biblio´, dice Nora.
La biblioteca se fundó en 1935 por iniciativa de un grupo de vecinxs organizadxs en la Vecinal Alberdi. Al principio estaba en otra calle de la zona. Nora Guzardi nació en el barrio y ésta era su biblioteca de la infancia. Cuando el edificio estaba en la calle Freire ella iba a sacar novelas. De padre y madre lectora, la lectura para Nora fue un hábito desde chica. Desde fines de los setentas la biblioteca funciona en el lugar actual en calle Zelaya 2089. Cuando Nora –que se había mudado a otro barrio- vio el aviso en el diario del festejo del 75º aniversario, sintió que tenía que volver. Se hizo socia nuevamente y empezó a sacar libros. Después llegaría la invitación a una asamblea, después otra y así hasta quedar en la Comisión junto con doce personas más. Además, funciona una sub-comisión de cultura y eventos.
Cobran una cuota con un valor accesible acorde a una biblioteca popular. De la cuota que reciben los talleristas dejan el veinte por ciento en la biblioteca. De esa manera se alimenta la rueda. Los subsidios que reciben de la Municipalidad, Provincia y Nación no son suficientes para hacer andar la cosa. Es mucha la plata necesaria para afrontar los gastos, por ejemplo, del sueldo de la bibliotecaria que está en blanco y trabaja ocho horas por día.
Además de articular con el club, tienen relación con el Hospital Alberdi. El año pasado dos colaboradoras armaron un grupo de lectura con lxs usuarixs de salud mental y lo sostuvieron todo el año yendo dos veces por semana.
Crecen como enredaderas y se multiplican los setenta mil volúmenes que tienen en la Biblioteca Popular Alberdi
En la medida que siga avanzando la apertura y reanudación de las actividades, Nora calcula que los proyectos que tenían pensados retomarán su curso. Por ejemplo, hace unos años coordinaron con una docente de Arquitectura que les propuso a sus alumnos como ejercicio que proyectaran la remodelación de la biblioteca. Ese proyecto ya está terminado y ahora la intención es concretar al menos una parte.
Por las relaciones y experiencias compartidas, conocieron un centro barrial: La tierrita. Todos los fines de año cortan la calle para hacer la muestra anual de los talleres. El año pasado jóvenes del centro barrial, que habían trabajado con fieltro y con cerámica, expusieron sus trabajos.
´La biblioteca brinda al barrio un montón de actividades que la gente quiere y necesita, desde el préstamo de libros hasta el té bingo o las muestras de pintura. Esas actividades sociales la gente las reclama´. Nora vuelve sobre la necesidad de crecer. Algunos talleres no pudieron incorporarse por falta de espacio. Aclara que esa necesidad de crecimiento es en lo edilicio y que en el resto ´crecemos aunque sea amontonados´.
Por fuera del paréntesis que supone la cuarentena, la Alberdi no es una biblioteca silenciosa. Nora es testigo de eso. ´Creo que la biblioteca que conocí, a la que entrábamos en puntitas y estaba todo en silencio, no existe. Hoy no tendría razón de ser, por lo menos en los barrios´. Nora cree que las bibliotecas populares son pequeños centros culturales llenos de vida. Ese ritmo y ese movimiento del que habla Nora seguramente vuelvan cuando se cierre el paréntesis del COVID-19.