¿De qué manera golpeó la cuarentena a quienes viven del arte? ¿Qué pasa en la danza y el teatro cuando se suspende el contacto? ¿Dónde quedan los cuerpos? ¿Existe el arte pandémico? Distanciamiento y recitales por streaming. La presencialidad como elemento constitutivo, la variable del tiempo y el impacto del aislamiento. La precarización pre pandémica y el mientras tanto que se hace largo. La organización como respuesta colectiva y el arte como resistencia. El fin del pogo.
Foto de portada: Método Kairos
[dropcap]C[/dropcap]OVID-19, popularmente conocido como coronavirus, es la palabra más escuchada en los últimos meses. En el ámbito público y privado, en los medios y en las charlas cotidianas: en las más diversas geografías a nivel mundial. Su aparición y posterior globalización alteró el estado de las cosas y obligó a reactualizar las distopías. Las disciplinas del mundo artístico, donde el contacto entre los cuerpos, la construcción colectiva y el encuentro con otrxs es condición indispensable para su desarrollo, se pausaron. Se con-ge-la-ron.
Tres palabras absolutas –nunca, nada, jamás- son las primeras en salir de la boca de Romina Mazzadi Arro, directora teatral y dramaturga que hace veinticinco años trabaja en relación al teatro en Rosario. “La cuarentena nos paró la actividad como nunca nada jamás. No sólo porque no están abiertos los espacios sino porque nos paró los ensayos e incluso cierta productividad”. Cuando la cuarentena recién se anunciaba, muchos eran los imperativos que circulaban, entre otros: aprovechá el encierro para producir. En el terreno difuso entre el meme y la realidad, circuló que Shakespeare escribió ´Rey Lear´ en cuarentena. Para Romina la palabra que más se ajusta al caso –y que más se aleja al espíritu productivista- es parálisis.
La última obra de ´Espacio Bravo´ -la sala de teatro de la que Romina es dueña junto a otras dos personas- fue el 14 de marzo. Lo que pasó después es historia conocida. Desde entonces se fueron acumulando las telarañas en las butacas. Romina dice que la figura del enemigo invisible pareciera ´una pauta para improvisar´. Habla de la ficcionalización del virus. Sin embargo, se hace carne aquella frase de que la realidad supera a la ficción. Cuando Romina salió a la calle el primer día en que en Rosario el aislamiento le daba paso al distanciamiento, sintió como si le estuviesen sacando un yeso: la pata flaquita y temblorosa.
Cuando la cuarentena recién se anunciaba, muchos eran los imperativos que circulaban, entre otros: aprovechá el encierro para producir
La ´nueva normalidad´ incluye el distanciamiento. Por eso el temor es fundado cuando la única certeza es la incertidumbre. “No sabemos cuándo vamos a volver a trabajar porque nuestra actividad necesita amuchamiento y aglomeración”. La recomendación municipal de no gritar en las reuniones afectivas –como una forma de reducir la posibilidad del contagio- choca de frente con la lógica del teatro en donde se debe gritar para que se escuche en la última fila. Por eso, para Romina, lo que está pasando es como la pesadilla del teatro. De todas maneras, entiende que la misma suerte corre para el resto de las actividades (como los recitales y los talleres de danza) donde hay gente cerca y transpirando. El fin del pogo.
Era en abril
Los primeros días de abril, con la cuarentena en curso, se formó el Comité de Crisis Musical en el cual convergen la Asociación Civil El Qubil, Músicos Independientes de Rosario , Astros Argentinos (Productora de Músicxs Independientes), Músicxs Unidos de Rosario (MUR), Asociación Civil de Músicos Independientes, Músicxs Tanguerxs Rosarinxs (Mutar), Sindicato de Músicos de Rosario, Colectivo Mujeres Músicas Rosario, Colectivo Canción Urgente , Frente Cultura en Movimiento, Encuentro Nacional de Músicos y la Agrupación Interdisciplinaria Núcleo.
Las más de diez organizaciones de músicxs independientes que lo componen, junto con el Sindicato de Músicos y productoras independientes, ya venían articulando acciones conjuntas desde hace cinco años y el evento más visible que venían co-organizando era el Día del Músicx que se celebra en enero. Este año el festejo se organizó en el Centro Cultural Atlas y después de esa fecha la intención era continuar el vínculo para visibilizar al sector bajo la consigna “Por más música en vivo”. Esa consigna hoy es la distopía. Sin embargo, empezaron a reunirse de manera virtual para ver cómo estaban atravesando la cuarentena las personas de los distintos colectivos.
Al igual que en el teatro, en el mundo de la música no sólo se paralizó ´el vivo´ sino también los ensayos y las clases. Victoria Durand Mansilla es cantante, hace música del litoral (chamamé) y también es Licenciada en Comunicación Social. Forma parte desde sus inicios del colectivo Mujeres Músicas de Rosario. “Empezamos a ver qué podíamos hacer en el transcurso de la cuarentena y a posterior, porque entendíamos que hay instancias de urgencia que tienen que ver con la asistencia alimentaria, una instancia de mediano plazo en relación con poder retornar a los escenarios y a las clases y una de largo plazo que es conocer lo más posible la realidad del sector”. Cuando hablan del sector se refieren no sólo a quienes están arriba del escenario sino a todas las personas que trabajan en la parte técnica, en la fotografía, en la prensa y en el resto del ecosistema musical.
Para operativizar el trabajo en los distintos niveles se dividieron en comisiones. Con respecto a la asistencia alimentaria, se propusieron continuar la articulación que ya venían teniendo con el Estado para pedir que esa asistencia continúe cuando se retomen las actividades. “Somos el primer sector que deja de laburar y vamos a ser uno de los últimos en volver, y una vez que retomemos no quiere decir que nuestra situación cambie de la noche a la mañana”, aclara Victoria.
COBAI (Coreógrafos, Bailarines e Investigadores del Movimiento de Expresión Corporal Independiente) es un colectivo que lleva más de veinte años trabajando en la difusión de los lenguajes contemporáneos de la danza. Es un grupo que se dedica a la gestión de la danza independiente en Rosario. La idea es que todos los grupos de la ciudad que hacen obras puedan tener espacios para difundir su material. Además, COBAI organiza el Festival Internacional del Cruce y tiene una publicación escrita que se llama Inquieta.
Verónica Rodríguez -bailarina, profesora de Expresión Corporal en el nivel terciario- forma parte de COBAI. Dice que frente a la histórica falta de promoción y políticas para el sector, vienen generando festivales, encuentros, capacitación y formación. Que se vienen reuniendo con otros colectivos de teatro y danza, delineando las cuestiones en común.
Por un lado, la situación de las personas que viven de lo que producen y que al suspenderse las actuaciones en vivo, deben recurrir a ayudas especiales (estatales y autogestivas) para sobrevivir. En una situación similar están las docentes del ámbito privado. Por otro lado, el golpe que acusan quienes son dueñxs o alquilan los espacios. “La situación de los estudios es crítica. Eran espacios que de por si vivían con lo justo porque estábamos en crisis”, dice Verónica. Cuenta la complejidad de los estudios y academias de barrio. Dice que muchas no están declaradas o inscriptas. Que la precariedad es tal que de hacer todo como debiera ser el estudio no sobrevive. Y eso refiriéndose a una época sin pandemia. En la emergencia son justamente esos estudios más inestables los que no pueden recibir ayudas por no están inscriptos. Un círculo vicioso que se muerde la cola.
En el caso del teatro y la danza el movimiento define la acción. Sin acción no hay desplazamiento. El tiempo y el espacio, las dos variables constitutivas, quedan detenidas.
Verónica dice que además de acompañar a los proyectos que se van cayendo, también están pensando algunas modalidades que permitan repensar contenidos y producir artísticamente en estos tiempos. Los grupos con mayor estructura hicieron materiales virtuales gratuitos con alguna pauta de danza, con bailarinxs bailando en sus casas. “La danza es muy de producir con otrx, muy difícil hacerlo solx. Se han hecho estos materiales para sostenernos anímicamente”.
El tiempo de las pantallas y lo que queda fuera del cuadro
Victoria Durand Mansilla habla de las respuestas conocidas que a veces se aplican frente a fenómenos novedosos. Como ejemplo cita la gorra virtual. Trabajar a la gorra ya era conocido, algo generalmente poco fructífero. Para Victoria es una respuesta posible pero al mismo tiempo una precarización de sus trabajos. Se refiere a que hay mucha gente tocando o cantando sin proponer ninguna remuneración a cambio. Menciona los casos de músicos como Kevin Johansen, Fito Páez o Lisandro Aristimuño que hacen muchos recitales virtuales en vivo. Ahí se abre otra complejidad. Si bien en tiempos pre-pandémicos había superposición de recitales, cada persona debía elegir uno solo al cual ir. La virtualidad desdibuja esta cuestión y habilita el zapping musical. “En las redes miro dos segundos tu vivo, dos segundos el de al lado y después el otro”, explica Victoria.
La tecnología es una herramienta y como tal tiene usos múltiples. La acelerada digitalización puede ser vista como un hecho auspicioso que permite acercar producciones de diversas geografías. Pero en el caso de las disciplinas con un marcado rasgo presencial, todo eso puede volverse en contra. Para Victoria “es muy raro estar cantando y que la gente te escriba por un mensaje”. Dice que aunque llegue en el momento, es imposible leerlo por la concentración que requiere el canto. Eso complica el diálogo que sí se produce en el vivo. Por eso compara la situación con el consumo de un videoclip que se hace en un tiempo distinto al de la producción. “Cuando subís un videoclip a las redes sociales la gente lo comenta en otro tiempo. Tal vez la situación sea más parecida a eso”.
La premisa principal del aislamiento social fue limitar el movimiento. En el caso del teatro y la danza el movimiento define la acción. Sin acción no hay desplazamiento. El tiempo y el espacio, las dos variables constitutivas, quedan detenidas. Por eso para Verónica les resulta muy complejo dejar de moverse a las bailarinas, o hacerlo en lugares demasiado acotados como la cocina. Dice que en las redes se puede ver cómo las casas se usan de mil maneras para bailar, pero que al ser el cuerpo y el tiempo los elementos principales de la danza, esta situación es del orden de lo traumático. “La variable del tiempo en la producción de un bailarín es muy importante. Es como que te roban un año”, dice. Habla de la dificultad para enseñar la danza de manera virtual y de la complejidad de producir a distancia siendo tan necesario el contacto. “Es un punto a tener en cuenta el sostén emocional. Como no perdernos los cuerpos, todo lo que implica la corporeidad, el encuentro con el otro”.
Romina ve con mucha preocupación la instalación del streaming como forma. Dice que si hay algo realmente contradictorio con el teatro es justamente la virtualidad. Si bien reconoce que el recurso permite dar clases, detecta como una amenaza la digitalización de una actividad tan analógica. “El teatro es juntar gente en un momento a hacer algo”. La advertencia vino en forma de un comentario que le hicieron unos alumnos que destacaban el beneficio de ver teatro online porque no tenían que moverse. “Yo espero que no se acostumbren a esto, porque tras que eran pocos los que iban al teatro ahora se coparon en ver por streaming”.
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Es necesario dimensionar la cantidad aproximada de personas implicadas en cada una de las disciplinas artísticas para entender la magnitud del impacto. En relación con la danza, Verónica dice que hasta el momento había un gran vacío de los datos porque los gobiernos nunca se interesaron en hacer ese relevamiento. Sin embargo, desde hace un tiempo iniciaron desde el Movimiento Federal de Danza un Registro Nacional de aquellas personas que se autoperciben como trabajadorxs de la danza. Si bien es un censo en desarrollo, los números hasta el momento indican que en la Región NOA son 1.140, en el NEA 501, en Cuyo 742, en Buenos Aires 565, en el AMBA 2.093, en la Patagonia Norte 445, en la Patagonia Sur 215 y en la Región Centro 1.462.
Al interior de la Región Centro, Santa Fe representa el 43%, Córdoba el 37% y Entre Ríos el 20%. Dentro de las principales ciudades de la provincia de Santa Fe, Rosario lidera con 273 bailarinxs, ciudad de Santa Fe le sigue con 134 y luego Reconquista con 40 y Venado Tuerto con 15.
La Asociación de Teatros Independientes de Rosario (ATIR) existe hace más deveinte años y nuclea a las salas de teatro independientes registradas en el Instituto Nacional del Teatro. Son entre quince y veinte salas y una de ellas es Espacio Bravo. En cada una hay talleristas que viven de lo que ganan con las clases. Romina calcula rápidamente que hay más de ciento cincuenta personas -entre técnicos, personal de limpieza y talleristas- cuyo trabajo se vio interrumpido literalmente de la noche a la mañana.
En los últimos días se sumaron a las actividades permitidas en el marco del COVID-19 las escuelas artísticas y las salas de ensayo, funcionando con un máximo de diez personas y bajo los protocolos correspondientes.
En el colectivo de Mujeres Músicas son cuarenta personas activas, de las cuales muchas tienen proyectos con otras personas que no forman parte de esta organización. Ese número, dice Victoria, hay que multiplicarlo por la gran cantidad de colectivos vinculados al mundo de la música. Además, aclara que en el quehacer musical no solamente cuentan a quienes están arriba de un escenario, lxs fotográfxs y lxs técnicxs, sino a toda la gente que toma clases de música de forma particular y en las escuelas municipal, provincial y en la Facultad. “Nuestra premisa es que Rosario es una comunidad artística. Si pensamos en términos de la música, es mucha gente la que se mueve en Rosario. Y muches nos manejamos en el ámbito de la informalidad”.
Para poder pensar políticas públicas destinadas al sector, desde las organizaciones están planteando la necesidad de realizar un censo o un relevamiento exhaustivo (están articulando con la UNR para llevarlo a cabo). La idea es saber qué cantidad de personas se dedican a la música y cómo eso se vincula con el desarrollo económico de la ciudad. “Somos trabajadorxs, es re importante que podamos pensar esa categoría. Muchas veces pareciera que a lxs músicxs, actores y actrices hay que ayudarlos. No se trata de una colaboración, es nuestro trabajo”. Victoria entiende que ese sentido instalado es funcional al sistema porque si la actividad se hace por vocación no sería necesario cobrar. En esta línea aclara que en los distintos ámbitos el amor es trabajo no remunerado.
El Estado de las cosas
Desde Mujeres Músicas entienden que el Estado tiene un rol fundamental, no sólo debiendo garantizar el acceso de la población a los bienes culturales sino también acompañando y regulando las condiciones de trabajo de los y las músicas, y lxs artistas en general. Por eso valoran haber tenido una reunión con los distintos estamentos gubernamentales en la que los colectivos que conforman el Comité de Crisis Musical estuvieron reunidos con funcionarios del Ministerio de Cultura de la Provincia, de la Cámara de Diputados, del concejo Municipal, de la secretaría de Cultura de la Municipalidad y la representación regional del INAMU (Instituto Nacional de la Música).
En esa reunión desde el Comité pudieron preguntarles a las autoridades qué políticas culturales venían pensando, cuáles estaban llevando adelante y también aprovecharon para contarles sus propuestas. “Como colectivo queremos estar en las mesas de discusión para pensar las políticas públicas en relación con la cultura”, dice Victoria, al tiempo que aclara que esa primera reunión fue una instancia de acercamiento en la que los funcionarios pudieron saber quiénes eran, qué trabajo vienen haciendo y qué perspectivas tienen en términos generales estos colectivos organizados.
Verónica Rodríguez enumera las distintas líneas de asistencia del gobierno nacional frente a la emergencia. El Instituto Nacional del Teatro (INT) lanzó el Plan Podestá, que tuvo tres etapas. Primero se asistió a las salas de teatro que ya venían recibiendo subsidios del Instituto. En la segunda etapa se agregaron más salas y se subsidió también a las obras que tenían que estrenar o que iban a estar en cartel durante abril y mayo. Esas funciones de teatro y danza que no se pudieron hacer recibieron un apoyo del gobierno nacional. En una tercera etapa del Plan se consiguió que en Rosario se subsidiaran obras que no habían tenido ningún tipo de apoyo el año pasado y también se logró incluir a algunas personas que no tenían ninguna obra. “Estamos hablando de montos que no resuelven la vida de una persona pero son ingresos que aportan en este momento de emergencia”, dice Verónica.
Por otro lado, el Fondo Nacional de las Artes lanzó la Beca Sostener Cultura, dirigida a integrantes de la comunidad artística con el objetivo de mitigar los efectos sociales y económicos ante la emergencia sanitaria. Además, el Ministerio de Cultura de Nación lanzó el Fondo Desarrollar.
Verónica cuenta que al margen de la IFE, se pensaron algunas colectas con el sindicato de actores y con AATDA (Asociación Argentina de Trabajadorxs de la Danza) para complementar las canastas de alimentos que entrega la municipalidad. Desde Artistas en Red también están trabajando con donaciones.
La Ley Nº 24800 está vigente desde 1997 y dio origen al Instituto Nacional del Teatro. Romina Mazzadi dice que si las salas independientes subsisten es por la existencia del INT que provee equipamiento y subsidios a la actividad. Dice que cuando arrancó la cuarentena el gobierno nacional lanzó rápidamente la ayuda económica, y que por eso el reclamo más fuerte está sobre el Estado provincial y municipal quienes según cuenta Romina aclararon que todos los fondos estaban destinados a salud y desarrollo social y que por lo tanto lo único que ofrecieron son bolsones alimentarios.
Desde ATIR se reúnen de manera virtual cada quince días para generar algunos consensos. “Hay una cantidad de organizaciones impresionante. Estamos tratando de conseguir que algunas actividades se empiecen a mover. No somos anticuarentena, simplemente que cuando se flexibilizó la cuestión sanitaria nos pareció que nos tenían que incluir”, dice Romina.
Precarización pre-pandémica
Para Romina la entrega de bolsones alimentarios da cuenta del carácter inédito de la situación, del golpe que acusan lxs artistas en general. En sus cuarenta y siete años nunca había visto una situación que paralizara la cotidianeidad de esta manera. Un rasgo a tener en cuenta al evaluar el impacto es que la mayoría de lxs artistas en Rosario trabajan de manera independiente. En muy pocos casos cobran un sueldo. En la gran mayoría son monotributistas que facturan lo que hacen y que llegado el momento se jubilarán en la categoría de autónomos. Como los espacios no están funcionando, hay muchas salas al borde del cierre. En Espacio Bravo hace unos años compraron el lugar y lo que pagan mensualmente es un crédito. Romina dice que aquellos lugares que pagan un alquiler están más complicados.
«Si hay algo contradictorio con el teatro es la virtualidad. Romina detecta como una amenaza la digitalización de una actividad tan analógica»
Espacio Bravo tiene capacidad para sesenta personas. Romina aclara que las salas independientes no dejan un sueldo, que se sostienen porque son lugares de fomento y lo que hacen es generar trabajo y actividad a partir de los talleres. Ella sostiene que esta emergencia sanitaria y económica, por la duración del impacto, es peor que el 2001.
Parte de la precarización pre-pandémica tiene que ver con la naturalización de hacer un trabajo en relación con la municipalidad y cobrarlo entre ocho y doce meses después. Para Romina ese hecho da la pauta de la falta de valorización del trabajo como artistas. Dice que aún no están saldadas todas las deudas del año pasado y que eso generó un gran malestar en la comunidad artística. Si bien hace mucho que saben que no comen de aplausos, al principio les costaba hablar de dinero porque parecía ir contra las musas. Luego ese pudor se fue descomprimiendo.
En el caso de la música la situación de precariedad también es anterior al coronavirus. En todo caso lo que generó la pandemia fue una profundización de las complejidades. Al hecho de que las condiciones para tocar en muchos lugares no son las óptimas, se suman los cierres de muchos centros culturales. Victoria Durand Mansilla estaba en La Bartolina, lugar que momentáneamente está cerrado. También va a cerrar Bracco y Le Bal. “Cada vez hay menos espacios y esta situación de crisis va a profundizar eso”, dice Victoria a título personal.
Cuando se promulgó la Ley Nacional de Teatro surgieron distintas asociaciones y colectivos con el objetivo de empezar a trabajar de forma más organizada. Pero en el mundo de la danza eso no ocurrió con la magnitud que pasó en teatro. Al día de la fecha la danza no tiene una ley propia y por lo tanto tampoco tiene un Instituto Nacional que disponga de un presupuesto exclusivo para esta disciplina. Verónica trae a colación la frase que dice que la danza es la hermanita pobre de las artes. Dice que es muy difícil sostenerse únicamente con las producciones propias y que la actividad si o si necesita soporte para existir. Como agravante se suma el hecho de que por las características propias de la actividad las participaciones son muy numerosas.
La Ley Nacional de Teatro contempla a la danza únicamente en el sentido escénico. Pero el mundo de la danza es mucho más amplio. Según el Registro Nacional, en la ciudad de Rosario la rama escénica abarca a 243 de las personas censadas hasta el momento, pero hay otros desarrollos de la profesión que incluye a la Docencia (163 personas), Creación (133), Coordinación de Espacios (92) y Gestión/Producción (71). La actividad que sucede en los clubes, academias y en las prácticas más sociales que tiene la danza actualmente no está contemplada.
El 12 de Noviembre de 2019, en una Asamblea, nacía el Movimiento Federal de Danza (MFD) en el que las 23 provincias argentinas se dividieron en 8 regiones. El MFD trabaja sobre los ejes de legislación, circuitos laborales, redes de trabajo, fomento, creación, formación e investigación. En Santa Fe se armó un espacio con representaciones de Rafaela, de la ciudad de Santa Fe y de pueblos que nunca habían tenido ningún contacto en términos de redes. Desde COBAI empezaron a promover los primeros espacios en Rosario en conexión con otros colectivos y representantes de otras regiones del país.
Uno de los objetivos principales del Movimiento es la sanción de la postergada Ley. En 2015, antes de que asumiera el gobierno de Macri, se presentó varias veces el proyecto pero sistemáticamente perdía estado parlamentario. Verónica cuenta que este año, a partir del cambio de gobierno, se habría nuevamente la posibilidad de volver a poner sobre la mesa (legislativa) el proyecto de ley. Dice que lo más importante del proyecto es reconocer al bailarín/a como trabajador/a. “Parece una obviedad pero no lo es. En danza el trabajo es sumamente precario”. Verónica remarca que dentro de las artes escénicas la danza es la menos regulada y que además hay ciertas características que tienen que ver con la vida útil que tienen quienes bailan.
Bailando con el patriarcado
Como parte del proceso de organización colectiva surge la conformación de un sindicato. En Rosario se crea la delegación local de AATDa (Asociación Argentina de Trabajadores de la Danza). Si bien aún no tiene su personería jurídica, está en proceso de constituirse como sindicato que va a nuclear a los y las trabajadoras de la danza. Hasta ahora no había habido experiencia de sindicalización en esta disciplina artística y por eso lxs bailarinxs están nucleadxs en la Asociación Argentina de Actores (AAA). Para Verónica está muy naturalizada la falta de reconocimiento como trabajadoras. Dice que eso sucede incluso al interior del mundo de la danza y que la autopercepción como trabajadoras es indispensable para que la cosa cambie.
Otra arista de la precarización es la jubilación, que en danza no existe excepto para quienes forman parte del ballet del Teatro Colón. Verónica refiere a la cuestión física y técnica para decir que si bien se podría bailar hasta los sesenta y cinco años el nivel de producción y el requerimiento profesional es muy diferente. Dice que éste es uno de los motivos por el cual históricamente muchxs bailarinxs eligen continuar el camino de la docencia como para vivir. Pero que esa opción no incluye a todo el mundo y que hay historias tristes. Y que hay mucho éxodo cuando se alcanza cierto nivel. La expectativa pasa por desarrollarse afuera del país con la perspectiva de entrar en compañías internacionales que permitan vivir del trabajo con el baile.
“Es un punto a tener en cuenta el sostén emocional. Como no perdernos los cuerpos, todo lo que implica la corporeidad, el encuentro con el otro”
Desde COBAI están revisando su propia historia con la mirada de los feminismos. Para Verónica es un punto clave para pensar la autopercepción como trabajadoras y para problematizar el sentido del empoderamiento, la pelea por los lugares y el hecho de que muchas veces se conciba a la danza como una actividad supletoria. “La misma realidad patriarcal que vivimos se reproduce en el mundo de la danza”, dice. Este mundo está compuesto mayoritariamente por mujeres, pero las personas generalmente más conocidas son bailarines varones. “El lugar instalado del coreógrafo, del que dirige, aún en un mundo de mujeres, es el de los varones. Los que aparecen y se visibilizan siguen siendo varones”, completa Verónica.
Otra cara del prisma relacionada con la anterior tiene que ver con el posicionamiento político del cuerpo. Verónica se refiere a las corrientes de la danza donde se corre al cuerpo como lugar de objeto de consumo para encontrar probablemente otro motivo de la falta histórica de promoción de la disciplina. “En una sociedad donde el cuerpo tiende a ser normalizado, objetualizado, cosificado, algunas danzas proponen otras búsquedas, otra ética del el cuerpo, el contacto y las relaciones con lxs otrxs”.
La salida colectiva
Victoria destaca la importancia de que la cuarentena haya encontrado organizados a los colectivos vinculados con la música. Resalta que ante una situación histórica se están juntando de manera regular para discutir, para mover algunas estructuras, para transformar cosas. “La salida es colectiva. Creemos que hay otra manera de construir una cultura viva que sea abierta, dinámica, diversa y para todes”.
Verónica piensa la vuelta de la cuarentena de forma positiva. Habla de la huella que deja el paso de los cuerpos por la virtualidad, no sólo en términos traumáticos sino también en la posibilidad de llegar a otros públicos que hasta la cuarentena no iban a las salas independientes. También invita a pensar a la danza como una resistencia a cierto modo de vida. Cuenta que hay mucha expectativa sobre la posibilidad de que a partir de la anhelada ley haya danza en la educación. “Ahí hay un lugar fuerte de resistencia sobre políticas del cuerpo que nos empoderen como sociedad. Hay un gran aporte que la danza puede hacer”.
“Es una cucaracha que no muere nunca”, dice Romina en relación al teatro. Cuenta que algunos de sus compañeros se deprimían preguntándose si era el fin del teatro pero ella asegura que si volvió a haber teatro en Europa después de la segunda guerra va a haber teatro siempre. “La característica del teatro siempre ha sido resistir, por una cosa o por la otra, porque está proscripto, porque no hay un mango o porque hay pandemia”.