La violencia absurda se cobró la vida del Trinche Carlovich, a quien mataron para robarle la bicicleta. En su despedida en el estadio Gabino Sosa se reunieron charrúas, leprosos y canallas en la misma tribuna. Otra vez, como en el 74.
[dropcap]L[/dropcap]a noticia pegó durísimo ni bien se supo que habían asaltado a Tomás Felipe Carlovich, el Trinche, en la tarde del miércoles pasado. El ex futbolista, de 74 años, iba en su bicicleta, una nueva que había estrenado hacía poco, cuando lo sorprendieron para robársela en la zona de Paraná y Eva Perón, cerca de su casa. Después de la caída intentó forcejear, pero volvió a caer y ahí quedó con un golpe muy fuerte en la cabeza, aunque resta conocerse si fue por el impacto con el suelo o con un objeto. La ambulancia tardó varios minutos en llegar y una vez en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez quedó internado en estado de coma. Su salud se complicó en la mañana del viernes y falleció después de una operación de urgencia. Este domingo la fiscal Georgina Pairola, de Homicidios Dolosos, imputó a Juan Ariel M. de 32 años por robo seguido de muerte y le dictó prisión preventiva.
Se abrió una herida en el sentir popular rosarino. No solo del ambiente del fútbol en el que el Trinche se convirtió en leyenda. Una leyenda que fue creciendo al punto de que en los últimos años se editara un documental español y un libro sobre su figura. Aunque este mito venía alimentándose desde los años setenta en los rincones futboleros de Rosario y el país, con anécdotas de las más variadas que hasta el propio Trinche llegó a desmentir. El cariño que había cosechado en vida reflotó con la noticia de su muerte en homenajes muy sentidos de figuras del fútbol y de su pueblo rosarino. Fue la confirmación certera de que su paso por la historia del fútbol argentino será indeleble.
Pero la muerte -el asesinato- del Trinche Carlovich ocurrió en Rosario. Y hace tiempo que nada de lo que ocurre en la ciudad, en términos de violencia, es un hecho aislado. Al Trinche lo asaltaron en cierto sector de la ciudad, jurisdicción de cierta comisaría, dependiente de cierta unidad regional, bajo la órbita de cierto ministerio. Todo en un contexto histórico, la década más violenta de la historia de la ciudad. Por ese motivo los homenajes al crack, al ejemplo de humildad y amor por el fútbol, quedarán acompañados de la impotencia y la congoja por una muerte evitable. Una más.
“Lo que vino a mostrar de una manera trágica este asesinato es que la violencia social que venimos padeciendo hace tantos años en Rosario está ahí. Que esta cuarentena solamente produjo una especie de paréntesis de una serie de dinámicas muy violentas y sangrientas que habían asolado a la ciudad en los primeros dos meses del año. Y que ahora en vías de cierta normalización de la vida social vuelve a ser una amenaza. Los índices de asesinatos pasaron de ser muy altos en enero, febrero y parte de marzo, a casi cero. Peso eso solamente ocurrió porque la población fue obligada a permanecer puertas adentro. El lanzamiento de nuevas medidas que permitan circular a la gente, que abran los negocios, vuelve a instalar este problema previo de los robos y asesinatos”. El análisis es de Juan Pablo Hudson, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, quien en contacto con Enredando también destacó su preocupación por la forma en que se trató públicamente el hecho: “En general se habla de muerte y no de asesinato. Hay una operación muy extraña de ocultamiento de un hecho espantoso, como es que una persona grande, en este caso una figura conocida de la ciudad, muera con un golpe en la cabeza por una bicicleta”.
En ese sentido Hudson se refirió a las declaraciones del ministro de Seguridad de la provincia, Marcelo Sain, que en su cuenta de Twitter habló de “la partida” del Trinche y cosechó varias críticas como respuesta. “Me parecieron muy desafortunadas las palabras de Sain, tratan de borrar la verdadera razón de esa muerte, que es el ataque artero de un grupo de personas que quiere robar algo tan poco redituable como una bicicleta. En ese sentido el análisis que me provoca es que en realidad la vida puertas adentro que ahora se intensificó de manera tan fuerte por el avance de la pandemia y el Covid 19 es algo que ya venía ocurriendo, porque la gente tiene miedo de circular por el espacio público y tiene desconfianza en los otros. Este miedo de ahora a que nos contagien ya estaba presente de otra manera, quizás no tan fuerte como ahora pero sí estaba avanzando hace años esa mirada de precaución con los otros”, explicó Hudson.
Es que la Rosario que desde mediados de la década del 2000 apostó al crecimiento de los espacios públicos y su vida social, como parte de su plan estratégico de desarrollo como metrópolis, lo hizo de forma paralela a una desigualdad social evidenciada en sus contrastes. Un fenómeno que transformó las formas de relación de la población a fuerza de una violencia que también creció con distintos actores, transversales a los sectores sociales. Violencia que tiene parte de sus causas, pero también de sus efectos, en las formas de gestionar la seguridad pública.
El ministro Marcelo Sain encaró su gestión promoviendo una “revisión de la institución policial”, reconociéndola como una parte del problema a atender con urgencia si se es que se espera un cambio profundo. Un análisis lógico, seguido por decisiones políticas que van en ese sentido pero que quedan cada vez más relegadas ante el impacto negativo de sus declaraciones públicas, que parecen ir en contra de la estabilidad política que necesita y a favor de quienes especulan con su fracaso. En la práctica, además de pasar a retiro a decenas de comisarios y policías, en el inicio de su gestión la PDI se convirtió en Agencia de Investigación Criminal y se creó la Subsecretaría de Seguridad y Control Urbano. En ese marco, en una rueda de prensa, el ministro declaró: “Trabajar el tema del control criminal es algo de sentido común. Lo que hay que saber es dónde se producen los delitos y de qué manera, y desplegar a la policía dentro de esos focos. No sirve el patrullamiento aleatorio”.
Y al Trinche lo atacaron en mayo de 2020 en la esquina de Paraná y Eva Perón. A menos de trescientos metros de donde el 31 de diciembre de 2019, en un hecho similar, asaltaron y golpearon a Nicolás Bonamico, un muchacho de treinta años. En esa ocasión, en Santa Fe al 5100, a Nicolás lo sorprendieron cuatro hombres que lo tiraron a palazos de su bicicleta. Estuvo internado varios días y pudo salir adelante aunque todavía padece consecuencias muy graves del ataque. Alrededor del hecho aparecieron los rumores. Que los atacantes fueron del grupo apodado “los largos”, que viven en un asentamiento por esa zona. Y que la seguidilla de robos en ese sector había apurado a la hipótesis de que se trataría de una zona liberada por la policía.
Los detalles hacen al contexto. La familia de Nicolás denunció que las pertenencias del chico -la bicicleta, el dinero, un par de lentes y otras cosas- habían desaparecido de la Comisaría 12. El imputado por el homicidio del Trinche es uno de “los largos”, fue identificado apenas ocurrió el asalto y luego liberado por falta de evidencias, para después volver a ser detenido, lo que puede sugerir que se trata un grupo conocido, fácil de ubicar. Fabio Bonamico, padre de Nicolás, confirmó a Enredando que, si bien no se inició una investigación judicial por el asalto a su hijo, los vecinos del barrio le aseguraron que los atacantes habían sido personas de la misma banda. El hombre explicó que, por temor a represalias sustentadas en la fama de la Comisaría 12, no hicieron denuncia. Y contó que en su momento fue criticado por haber considerado a los agresores como “víctimas de un sistema”. Cómo podía pensar eso él, a quien casi le mataron un hijo.
Es un punto de vista que, en estos contextos de angustia, genera polémica: el sistema penal podrá castigar al culpable de un hecho puntual, sin que eso implique que se atienda a las responsabilidades que posibilitan que estos hechos se repitan. No es el caso particular el que escribe a la historia colectiva y le marca su devenir.
Hace poco más de ocho años el periodista y diputado provincial Carlos del Frade habló de “La parábola del Trinche” para graficar el cambio drástico que había vivido Rosario en sus últimas décadas. Sobre todo el barrio Tablada: de aquel sector de la ciudad abocado al trabajo en el puerto, en donde el Club Central Córdoba disfrutaba de la magia del Trinche, a ser una referencia de la violencia urbana. “La vida y la muerte del Trinche forma parte de la síntesis del barrio y la ciudad. Largo y doloroso viaje desde los años setenta al presente. Cancha chica del fútbol, cancha grande de la realidad. En aquella ciudad obrera, portuaria, ferroviaria e industrial y capital nacional del fútbol, el Trinche brillaba de una manera fenomenal. La planificada desindustrialización y desocupación cambió la piel de la ciudad. Piantó la ciudad obrera. Piantó la magia y también la pierna fuerte, si hacía falta, del Trinche. Y acá estamos. Mordiendo la bronca por el asesinato del Trinche, en una ciudad que debe, indefectiblemente, recuperar aquello que le fue robado para que el presente sea distinto”, escribió del Frade ahora.
Juan Pablo Hudson, en su análisis, también hizo foco en lo social: “Lo que veo con este tan triste episodio que se llevó la vida del Trinche Carlovich es una predisposición a matar cada vez más extendida. Es muy difícil aceptar que una persona no mida las consecuencias de pegarle un fierrazo en la cabeza a otro para sacarle la bicicleta. Eso habla de que hay predisposición a matar, y esto no va solamente con los narcos sino que es una tendencia social, al menos en las periferias”. Así, y en línea con las sospechas que dejan los hechos delictivos ocurridos en la zona en la que atacaron al Trinche, sostuvo: “Lo que delata esto es una falta de respuesta del Estado. Porque si en cuarentena, con poca presencia de la gente en los barrios, siguen los robos y la violencia, es porque realmente el control de la policía por parte de las autoridades es muy frágil”.
“Que en su propio barrio haya estado circulando tranquilamente con su bicicleta y que alguien lo ataque, es que los lazos comunitarios y los lazos vecinales están en crisis. Y no es una crisis de este año, lleva ya mucho tiempo y marca que la vieja idea de barrio hace tiempo está agotada”, indicó Hudson.
Los lazos del Trinche
El sábado a la mañana el sol pleno entibió la angustia que se vivió en el estadio Gabino Sosa, del Club Atlético Central Córdoba, en barrio Tablada. Por ahí pasó el cortejo fúnebre en donde cientos de personas le dieron la última despedida al Trinche Carlovich. Una de las tribunas del estadio fue copada por banderas y personas que, con sus barbijos, trataron de mantener las medidas de prevención aconsejadas en el marco de la pandemia del Covid 19. Aunque se tratara de un incumplimiento masivo de la cuarentena. Niños y niñas, hombres y mujeres jóvenes, y también muy mayores, no quisieron perderse la posibilidad de despedir al ídolo entrañable. Todos y todas con el corazón hecho pelota.
Fueron, sobre todo, hinchas de Central Córdoba. Pero no faltaron gorritos o buzos de Rosario Central y Newell´s. No solo porque el Trinche es un ídolo sin distinción de clubes, como en Rosario no pasa ni pasó nunca con ningún otro jugador, sino también porque su pasión por el fútbol lo llevó a rondar por los tres clubes. En Central Córdoba como ídolo indiscutido, figura con la cinco estampada en la espalda. En Rosario Central por haber jugado uno o dos partidos y por la relación que quedó desde entonces. En Newell´s por haber ido a la cancha a ver fútbol. Esa fue una marca registrada del Trinche: el fútbol por sobre todas las cosas.
Podría ser histórico el 9 de mayo de 2020, día en que leprosos, canallas y charrúas -cada uno con sus colores- compartieron tribuna en esta Rosario de violencia absurda. Como en aquel partido de 1974 en el que un combinado rosarino le ganó a la selección argentina que se preparaba para el mundial de Alemania. Cinco jugadores de Rosario Central, cinco de Newell’s y el Trinche por el charrúa. Un baile admitido por vencedores y vencidos.
La pelota fue el mensaje. Lo hizo el Trinche, lo hizo el fútbol. Tan mimetizados siempre.