Tres profesionales de la salud analizan su rol como trabajadoras de la salud pública en esta pandemia. Emociones, motivaciones y desafíos. El cuidado de la salud mental. La importancia de lo público. Los afectos, los vínculos, la salud como derecho.
Por Andrea Peruzzi
Colaboración: María Cruz Ciarniello
[dropcap]S[/dropcap]i algo está claro desde el jueves 19 de marzo, día en que se decretó el “Aislamiento, Social, Preventivo y Obligatorio” es que además de incorporar las medidas sanitarias a la vida cotidiana, comenzaríamos a vivir en una nueva atmósfera, inúmerica, desordenada, y también, un poco más solidaria.
Como quien arma las valijas de un viaje relámpago, así, obedientemente confinamos nuestras rutinas. Pero mientras algunxs intentabamos adquirir un nuevo salvapantallas para protegernos, en una cocina cualquiera alguien se planchaba el ambo para, temprano, comenzar a recorrer pasillos de hospitales y hacer frente a una pandemia sin antecedentes.
Las trabajadorxs de la salud pública son quienes todos los días ponen el cuerpo en cada efector, llevando adelante una tarea que siempre fue esencial. Tres profesionales médicas de la salud pública del país reflexionan con enREDando, y comparten sus experiencias y sentires en el marco de esta pandemia.
Mariana Ferrari Porta vive en Tucumán, es psicóloga clínica y forma parte del Personal de servicio de Prevención y Asistencia de las Adicciones del Hospital de clínicas Dr. Nicolás Avellaneda, también es Subdirectora de la Residencia de Drogadependencias del Sistema Provincial de Salud. Y reflexiona: “se generó un escenario algo más que dinámico, caótico, podríamos decir en algunos momentos. Fue entonces, cuando tuvimos que preguntarnos ¿Cómo seguir en estas condiciones?, ¿Cómo cuidarlos? y ¿cómo garantizar la especificidad de la práctica? ¿Cómo afrontar una pandemia, sin precedentes, en un país con escasos recursos? Cuando ubicamos estas preguntas logramos salir del estado de perplejidad, angustia y shock en el que estábamos. Y aquí comenzaré a hablar en plural porque todo esto no hubiera sido posible sin el trabajo “codo a codo” literal, con los compañeros”.
Nerina Azpeitia es una médica que trabaja en el Hospital Provincial de Rosario, en el área de coordinación de consultorios externos, coordinación de las guardias y equipos de ILE (interrupción legal del embarazo). “Quienes sostenemos nuestras funciones y espacios de laburo no tenemos miedo al virus. Sí nos preocupa no saber actuar, no estar a la altura. Es muy personal pero hay una mayoría de quienes estamos trabajando que tenemos asumido que nos infectaremos y esperamos que no sea grave o darnos cuenta inmediatamente para no contagiar”, reflexiona en diálogo con enREDando.
Para Mariana Ferrari Porta poder contar con un servicio de salud mental para profesionales médicxs “puede marcar la contundente diferencia entre una organizada y eficaz atención a pacientes con covid-19 y un caos regido por el miedo y la incertidumbre. Las personas que trabajan en el sector salud están sometidas, durante un período prolongado, a un estrés constante. La capacidad de respuesta de cada unx frente a esta situación será diferente, dependiendo de los recursos psíquicos con que cuente para poder afrontarlo, por ende es fundamental pensarlo en el caso a caso”.
Y dice que las mayores preocupaciones de lxs médicxs, detectada hasta ahora, tienen que ver con la falta de equipamiento de bioseguridad, con la posibilidad de transmitir el virus a los familiares y a ellxs mismxs, pero sobretodo con el temor por no poder responder en el acto médico ante los pacientes.
Uno de los discursos más instalados en relación a la pandemia tiene que ver con aquel que utiliza a la guerra como una metáfora para explicar el contexto. “Combate”, “primera línea”, “enemigo invisible” son algunos de los términos más escuchados. Mariana dice que “fuimos entrando en la jerga que se utiliza en la guerra como ser: “cierre de fronteras”, “reclutamiento de personal para colaborar”, “máscaras”, entre otros. De a poco fuimos afinando la puntería, hasta armamos una artillería de dispositivos para atacar a este “enemigo invisible”, como le dicen. Nos armamos en nuestra trinchera, esa que los psicoanalistas sabemos que funciona: una trinchera en la palabra y allí fuimos”.
A los espacios de intervención en salud mental para profesionales se los invita mediante flyers, cartelería o de manera personal, con frases que plantean: “está bien pedir ayuda”, “a vos también podemos escucharte” y “estamos para acompañarte a vos también”. Son “slogans que apuntan a habilitar que la dimensión del sujeto emerja y a abrir paso a la palabra. Se hace fundamental propiciar el despliegue del discurso de cada individuo para trabajar con la angustia”, sostiene la profesional. El objetivo de estos dispositivos es “propiciar una pausa, escuchar, acompañar y alojar el sufrimiento o malestar, posibilitando que los trabajadores del hospital puedan continuar con su labor en mejores condiciones”.
Hace unas semanas, Nerina escribió en sus redes sociales una reflexión en relación a la pandemia: “No es una guerra. Es un telescopio que magnifica y agiganta todo lo que siempre estuvo ahí, y te lo estampa en la frente de una manera descarnada. Desde la manera en que vivimos a la manera que nos pensamos, trabajamos, enfermamos y morimos”, decía. A su vez, siente que una de las mayores angustias de quienes están trabajando en el ámbito de la salud tiene que ver sobretodo con la incertidumbre. “Esta espera y continua preparación a la crisis se está haciendo muy larga y nos afecta el ánimo. Creo que es momento hoy de pensar en los recursos en cuanto a nuestros cuidados de salud mental”, más allá de los recursos materiales con los que cuentan, dice. Y cree además que la pandemia vino a potenciar todo lo que ya existe, miserias y capacidades. Todo está expuesto y magnificado. Las falencias de siempre hoy se arrastran y son baches imposibles de sortear. “Nos preocupa el estallido de una crisis social antes que por el coronavirus. Y por supuesto una encuentra mucho más compromiso, predisposición y creatividad en quienes siempre pusieron el cuerpo”.
Los vínculos que sostienen
“Los vínculos nos contienen y sostienen” dice Nerina. “Por mi trabajo y mi maternidad, la cuarentena no ha cambiado mi vida. Al contrario, creo que por fin muchos pueden entender lo difícil que resulta alternar exclusivamente entre maternidad y trabajo sin posibilidad de tiempo y esparcimiento para una misma. Pero por otro lado todos tenemos una vida afuera del hospital. Y las organizaciones que nos hemos tenido que dar a nivel familiar son sumamente difíciles y dolorosas. Cómo cuidar a nuestras familias de nosotros mismos que podemos ser vías de contagio. Eso nos aísla realmente. Pero sin embargo lo elegimos. Elegimos salir a trabajar y nos gusta ser parte de esto. Congeniarlo con el resto de nuestras elecciones es complejo”.
Mariana, en esta pandemia, dice que se aferra a la organización con sus colegas en torno al trabajo avalado por la política pública. Es decir: “un plan de contingencia clínico, sólido, acerca del apoyo de salud mental al personal del hospital y a pacientes que permite llevar adelante nuestra especificidad. El apoyo de los colegas, compañeros, residentes, jefes de servicio, dirección del hospital, dirección de salud mental y adicciones, nuestros referentes y el resto de los mandos públicos apoyaron y acompañaron un mismo y único objetivo clínico, común: “el cuidado de todxs”. Desde la cuarentena que acompaña hasta la redistribución de trabajadores en el sistema de salud hablan de un proyecto serio, con coherencia. Tengo la firme convicción de que los especialistas no podríamos trabajar sin esas medidas, de otra manera estaríamos condenados al fracaso”.
Nerina tiene dos hijas de diferentes padres. Cuenta que pudo contar con ellos para que estén más presentes con las niñas “y yo estar donde siento que soy más necesaria. Esto significó que mi hija mayor se fuera a otra provincia a estar con su papá. Está bien y segura pero no sabemos cuándo nos volveremos a ver y abrazar. Tiene 11 años. Y se me estruja el corazón cada vez que la pienso siempre. Me sostiene saber que está mejor allá. Pero pocos saben esos esfuerzos que hacemos lxs trabajadorxs de la salud. Me sostienen mis hijas y sus aplausos cada noche”. Al mismo tiempo, sostiene que la pandemia la mantiene alerta. “Es una experiencia única de trabajo en salud pública que tanto me apasiona”.
Lucia Sarti es cirujana general y cirujana vascular periférica y trabaja como cirujana de guardia en el Hospital Balestrini, en Ciudad Evita, provincia de Buenos Aires. Nació en una familia de médicos, es decir, que estuvo siempre próxima al oficio. Comparte con enREDando que sus vínculos, sus afectos más cercanos la sostienen, a pesar de que van mutando transitoriamente.
Lucía expresa: “lo particular, con lo colectivo se entrelaza, y en mi caso personal intento muchas veces aferrarme a objetivos singulares es decir, en medio de la desgracia, qué cosas son las que me gustaría desarrollar, en que cosas me gustaría crecer, en que aspecto desdibujo este mal trago hasta que pase. Otro punto es acompañar este movimiento, e ir adaptándome.”
Y como citaba Nerina anteriormente, Lucía también comparte que el caos aflora las miserias y las virtudes, y con énfasis describe que la mirada social está muy polarizada. “O estas endemoniado o sos un salvador super héroe, pero no es real ninguna de las dos”, y ante este escenario opina implacablemente que en el caos debe haber personas que ordenen para disminuirlo. Comenta también que la gente no termina de comprender lo que atraviesan, la exposición, la falta de recursos. Por eso “la situación de angustia, solamente la puede sentir otrx medicx que este en tu lugar”, finaliza.
Los equipos que conforman el sistema de salud pública de nuestro país seguirán ahí, pisando irremisiblemente los límites de esta pandemia que vino a interpelarnos a todxs. Con lucidez tendrán que administrar por tiempo indeterminado recursos profesionales, sociales y por sobre todo, recursos cargados de sentido. Al escribir esto, recapitulo y recuerdo a la Dra Débora Ferrandini, ex secretaria de salud de la provincia de Santa Fe. No sabemos que observación haría hoy ante semejante escenario, sin embargo se puede compartir su mirada, esa que incitaba a que lxs medicxs se piensen imprescindiblemente como artesanos del cuidado, del acompañamiento de la salud, entendiendo a los pacientes como sujetos concretos y haciendo un fuerte llamado a revisar el concepto de salud en términos de poder.
Con la simpleza humana que la caracterizaba decía: “no hay oficio que pueda prescindir de la búsqueda de sentido. Cada práctica, de cada día, de cada segundo de nuestro trabajo es el debate si vamos a reproducir esta lógica o la vamos a interpelar”. ¿Y cómo se hace? , quizás, como sostenía ella, generando “vínculos que creen amor por la vida, que es esencialmente un logro colectivo. Transformar nuestros vínculos nos constituye en sujetos de cambio, capaces de estirar el límite de lo posible”.