La Comparsa Herederos está integrada por 160 jóvenes de barrios populares de Rosario, en su mayoría de Molino Blanco donde funciona el taller, la escuela de música y arte, la escuela popular de género, el centro comunitario y el bachillerato popular del Movimiento Libertador San Martín. Nació hace más de diez años a partir de un impulso de Patom, uno de los tres pibes asesinados en Villa Moreno. Conciencia política, alegría y compañerismo, las claves de una comparsa que resiste en el extremo sur de la ciudad.
-Esta es mi familia. Es lo único que nunca cambiaría. Antes ni gritaba y ahora sí. Acá soy yo misma, bailando, tocando.
Jésica tiene 21 años y un embarazo de 4 meses. Una sonrisa tímida y un tono de voz suave y pausado. Es una de las 160 herederxs de la comparsa que tiene su taller en el barrio Molino Blanco de Rosario. Aprendió a tocar yocalo, bailar y a coser sus propios trajes hace tres años, cuando decidió ser parte de la comparsa junto a su novio Daniel que participa desde los inicios. Estuvo un año “mirándola de afuera”, cuenta, sin poder entender cuál era la magia que tenía aquel grupo de pibes que reían y cantaban. “Creía que estaban todos locos”. No lo entendía hasta que se sumó a esa locura hermosa que despierta el carnaval. Ahora, dice Jesi, la comparsa es su familia.
-Lo único que no cambiaría por nada del mundo.
Jésica también forma parte de la unidad productiva de textil y serigrafía que impulsa el Movimiento Popular Libertador San Martín. Y cuando ríe dice que tiene “pesadillas” con agujas e hilos, que a veces se pone nerviosa cuando se acerca la fecha y no llega a terminar su traje pero lo que más le preocupa es ayudar a que sus compañeras terminen los suyos. Que cuando está en el desfile, los 40 minutos que dura el recorrido “se pasan volando”. Que lo disfruta y se siente libre.
Daniel es su pareja y el que la motivó a sumarse a Herederos en el 2017. Hace once años que integra la comparsa y ya dirige el grupo de los siete chicos que tocan el tamboril. Tiene apenas 21 años y toda una vida en barrio Molino Blanco.
– Yo vivo con emoción el carnaval, cuando toco se me eriza la piel,- dice. Además de tocar, estudia en el Bachillerato Popular que tiene la organización, una experiencia de educación popular que busca sumar a pibes y pibas del barrio, siguiendo los lineamientos del programa virtual “Vuelvo a estudiar”.
A unos pocos metros, un grupo de chicos forran alambres mientras otrxs cosen lentejuelas y algunos cortan goma espuma y telas de distintos colores. El taller de la comparsa está desbordado. Adentro y afuera del galpón, en la calle Guillermo Tell al 300, a tres cuadras de Ayacucho a la altura del 6600 y del Parque Huerta Molino Blanco, en el extremo sur de la ciudad, cerca de 160 chicxs de distintas edades y de distintos barrios se preparan para el carnaval. Algunos llevan la remera con la estampa y el color naranja que caracteriza a la comparsa. En una tarde calurosa de febrero se sientan en los bancos de la plaza cuyas pintadas con aerosol hablan de los sueños. También hay dolor. Es que en esa misma cuadra donde Jésica y Daniel sueñan despiertos con una comparsa que los aferra a la vida, hace dos años acribillaron a tiros a Rodrigo, un pibe del barrio que tenía tan solo 17 años.
-En lo que va del 2020, en esta tira de Circunvalación entre San Martín, 17 de agosto, Molino blanco y la Carne hubo ya seis muertos, tres de los cuales tenían vínculo con la organización,- enumera Claudia Fleitas, la directora de la Comparsa. Y cuando vé que la única respuesta que tiene el Estado es llenar de gendarmes las calles de su barrio, habla con enojo.
-Intentamos hacer algo pero solos no podemos.
Claudia, una de las referentas del Movimiento Popular Libertador San Martín, critica la militarización, el estigma que pesa sobre algunos barrios de la zona sur de Rosario y el verdugueo por “portación de cara”. Su marido tuvo que soportar “tres requisas” antes de entrar a su casa, comenta la militante barrial.
Se enoja, también, cada vez que se habla del “hambre” sin saber lo que significa tener la panza vacía y querer dormir y no poder “porque lo único que tenés es hambre. Es tan corporal y tan propio que merece respeto. Todo el mundo habla del hambre y no se transforma nada. Esa sensación de no poder dormir solo muy pocos la entienden. Hablan de “choriplaneros”, de vagos, les molestan los cartoneros. A nosotros nos juntó el hambre y sacó lo mejor que tenemos, y eso nadie lo muestra”, dice Claudia, a quien la bronca la impulsó a escribir un artículo en el diario El Ciudadano.
Los cuatro años del gobierno de Cambiemos fueron devastadores y Claudia describe en números lo que eso significó: “Acá, en el comedor comunitario se cocinaba para 100 personas y hoy son 350. Dábamos 100 bolsones y ahora 200 porque no podemos dar más. Una rifa nos dejaba 30 mil pesos de ganancia. Después nos dió 12 mil y ahora 6 mil”.
Se enoja cuando vuelve a reflexionar sobre la realidad de los jóvenes en los barrios, y cuando observa que no hay demasiadas propuestas ni proyectos de vida para quienes más sufren las inseguridades porque “son nuestros pibes los que se mueren”. Entonces Claudia insiste en hablar de los sueños. “ A los chicos hay que enamorarlos con la posibilidad de soñar cosas locas. Esta comparsa es una burbuja de energía en medio de una realidad durísima. La gran mayoría proviene de barrios muy pobres, de familias numerosas donde no existe la privacidad, donde las familias juveniles tienen que ver con el escape de eso, de poder inventar una realidad distinta”.
Claudia mastica bronca y dolor pero también sonríe cuando mira con orgullo a esos 160 pibxs que todos los años cosen sus propios trajes, aprenden a bailar y tocar instrumentos, se suman a la consejería juvenil de sexualidad, estudian en el bachillerato popular o trabajan en las unidades productivas de la organización. Y cuando llega el carnaval, ese orgullo desborda en pasión y locura: “para nosotros el carnaval es una herramienta más de organización”, dice Claudia. “Y eso lo ves, se juntan para forrar espaldares que luego le dan vida, y ese cariño se nota cuando ves la actuación de la Comparsa. Se te pone la piel de gallina”.
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-¿Y por qué no usamos los instrumentos de los piquetes para otras cosas?
Era el año 2004 cuando Adrián Rodriguez, el Patom le propuso a Claudia, quien en ese entonces era parte de Barrios de Pie, la idea de hacer una murga. “Así empezamos pero nos dimos cuenta que la palabra cantada para nosotros era muy difícil y entonces nos transformamos en una comparsa”, recuerda Claudia. “Al principio se iba a llamar los Herederos del tambor pero después le dimos una connotación más política, y le expliqué a los chicos, que en ese momento eran el grupo “jóvenes en la mira”, lo que significaba la lucha de las Madres, de los 30 mil desaparecidos. Somos los herederos de esas luchas. La idea era poder mostrarle a la sociedad las cosas buenas que pueden hacer los pibes”.
La comparsa Herederos hizo su primera presentación en los carnavales de Rosario en el año 2007. “Lo hicimos descalzos y con nuestro primer tema propio”. Ya en ese entonces Patom formaba parte de la organización 26 de junio de barrio Moreno. Cinco años después era asesinado junto a sus compañeros Mono y Jere, la madrugada del primero de enero del 2012 en lo que se conoce como el Triple crimen de Villa Moreno, una masacre que se llevó la vida de tres pibes que soñaban con hacer cosas locas en su barrio; tan locas como la de creer que otro mundo era posible. Claudia recuerda los últimos mensajes por chats que unos meses antes intercambió con Patom. “Él me escribió para saber cómo andaba. Patom se destacaba como un pibe solidario”, dice y otra vez aparece el enojo, el dolor. Las historias truncas de los pibes que crecen y viven y mueren en los barrios populares de Rosario.
Generar espacios de participación con conciencia política, para Claudia, es fundamental. Eso intenta la comparsa Herederos, uno de los tantos proyectos que tiene el Movimiento Popular Libertador San Martín. En Molino Blanco no solo funciona el taller; allí también hay una escuela de música y arte donde participan estudiantes de la facultad de Humanidades de la UNR y, desde fines del año pasado, el Bachillerato Popular que todavía no tiene nombre. “Creo que se va a llamar “Los algunos”, eso salió de los propios chicos, porque en la primera clase siempre dicen que vienen para conseguir un título y ser alguien en la vida. Nosotros le repreguntamos “¿y no eres alguien, quien sos?. Así ponemos en segundo plano el título y hablamos de otras cosas, de las redes por ejemplo, qué son, cuáles son sus redes y así aparece el centro comunitario, el centro de salud, la comparsa. Salen cosas hermosas”.
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Se acerca el feriado de Carnaval y Herederos ya está casi lista, ultimando detalles para lo que será su presentación en el Corsódromo oficial del Parque Scalabrini Ortiz. Febrero es un mes intenso pero esa “intensidad” no desaparece durante el transcurso del año. En octubre, la comparsa participa desde hace tres años del Encuentro Nacional de Batería y Batucada de Gualeguay donde estrenan trajes y temática nueva. 60 comparsas de todo el país participan de este evento en el que Herederos compartió el primer puesto en el 2019.
La comparsa es una de las más premiadas de Rosario. Sus trajes, realizados de forma totalmente artesanal y autogestiva y sus canciones y ritmos buscan generar un mensaje, dejar una “reflexión en el público que nos mira”. Y Claudia cuenta: “durante 4 años representamos el Bicentenario de la Patria con los colores celeste y blanco. Ahora sí nos reconocemos como productores de cultura, y queremos dejar un mensaje reflexivo, que nos deje pensando como sociedad, que el publico pueda pensar qué están diciendo éstos que tocan, que bailan. Ahora tenemos temas más reflexivos. El primer año de competencia, en el 2014 nuestro tema era Herederos de nuestra historia e hicimos toda la evolución musical de Argentina, recuperando toda la cuestión indígena, el candombe, el chamamé, la zamba, el tango. Fue hermoso”. Otras temáticas “tuvieron que ver con el reciclaje, de cómo la ambición del ser humano contamina la tierra y cómo la cuidaban los ancestros. También trabajamos el mensaje de que nada grande se hace con tristeza, resaltando las características de los jóvenes”. Hace dos años empezaron a componer letras propias. En este 2020, la temática es un “viaje a la tierra soñada. Maravillas Argentinas”. El año pasado se llamó Herederos de la Revolución. “Jugamos con la primera parte de la comparsa todo el simbolismo patrio y después pusimos en tenor qué valores no deberían faltar en una revolución actual: el ni una menos, la diversidad sexual, el rol de los trabajadores en el poder y logramos ganar”.
La comparsa está integrada por 75 ritmistas y se toca un instrumento por cada diez chicos: zurdos, bongó, yocalos, caixas, cuicas. Después están las escuadras con sus bailarinas. “Este año incorporamos muchas baianas que sintetizan lo que va a mostrar la escuadra, que en este caso, van a ser las provincias”. Dos integrantes de la comparsa dibujan los trajes que van tomando color y forma en las manos de pibes y pibas guiados por mujeres adultas, en su mayoría madres solteras. “Cada 10 pibxs hay un responsable adulto qué les va indicando cómo coser, y le entrega los materiales”.
Lucas es el hijo de Claudia y es quien conduce a los 75 ritmistas de Herederos. No está solo en esa tarea: hay lazos creados y pibes, como Daniel, que desde hace 11 años son parte de la comparsa y también dirigen algunos instrumentos. “Ellos se comunican con los toques”, cuenta Claudia. En la comparsa hay gente de todas las edades pero en su mayoría son jóvenes: mujeres, varones, trans, gays, lesbianas. Cada año, el número de participantes va creciendo y hasta llegan de otras zonas de la ciudad. ¿Cuál es la clave de este crecimiento?. “Poder escucharlos. Tener ganas y mucho compromiso, porque acá hacemos hincapié en eso: hay criterios comunes que tienen que ver con la solidaridad, ayudar al compañerx si todavía no terminó su traje, poder aprender del otrx”, señala su directora, Claudia Fleitas. Como Jésica que aprendió a bailar con Diana, la reina de la batería, o como Daniel que le enseña a los más chicos a tocar tamboril, o como Lucas que también se apoya en los estudiantes de la facultad para ultimar los ensayos técnicos, o como Claudia que ayuda a las principiantes a dar sus primeros pasos en el baile.
Herederos es mucho más que una comparsa de barrio. Es una trinchera llena de vida que resiste en uno de los extremos más postergados que tiene Rosario.