Así como nos ven, así, andando 3 kilómetros, construyendo esa marcha infinita, ese inmenso pogo feminista, este Encuentro que ya es Plurinacional, para gritar que ahora que sí nos ven, que ahora sí. El patriarcado se va a caer.
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La plaza feminista. El lugar donde todo desborda, hasta las risas, hasta el sol, hasta la lluvía que no para. La feria, la comida, la birra. Las carpas. La música, el arte. Pines, llaveros, zapatillas, agendas, medias aborteras, calcos, bombachas, corpiños, tazas, remeras. Y mucho más, porque siempre es más. La asamblea y la radio. El abrazo. La vida, toda, transcurriendo.
En las escuelas y facultades se concentran los talleres y el alojamiento para las organizaciones y contingentes que llegan de todo el país. De una punta a la otra, viajan durante horas, a veces una noche entera, para ser parte del pogo feminista más grande del mundo. Hasta esta edición número 34, lo llamábamos Encuentros Nacionales de Mujeres. Pero ya no. Más allá del cambio oficial y las tensiones hacia el interior del movimiento feminista, el Encuentro , que tiene su inicio en el año 1986, ya es plurinacional. Así se siente, se vive, se escucha, se baila, se camina. Es de las mujeres y es también de las lesbianas, y de las trans y travestis, y de bisexuales y no binaries, y de las mujeres del Abya Yala, y de las migrantes, y de las afroamericanas. Hay que decirlo, hay que nombrarlo, hay que gritarlo. En el Encuentro suceden muchos otros, al mismo tiempo. Adentro de un taller, por ejemplo. En una asamblea, en la plaza. En una ronda de mates o birra. En la marcha, cuerpo a cuerpo, pegades unes a otres. En las escuelas, haciendo la fila para llegar al baño. En los puestos de comida, a la espera de un chori o hamburguesa vegana. En la peña torta y en el festival de cierre. El desborde es por abajo y nada ni nadie puede controlarlo: esa es la revolución.
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Clara tiene 15 años y Paula 18. Viajaron desde Capital hasta La Plata para participar por primera vez. Están felices. Se besan, se abrazan, se miran, sonríen. “Es un espacio lleno de arte, lucha, sororidad, que es lo esencial para dar todas las luchas que tenemos que dar. Creemos que es un espacio donde podemos charlar las problemáticas que nos pasan, debatirlas, cuestionarlas”, dice Paula. Clara viajó con la Coordinadora de Estudiantes de Base de las secundarias que es, para ella, su lugar de lucha. Paula reivindica su identidad como lesbiana, como pareja de Clara, como integrante de una inmensa marea feminista y plurinacional.
En la Glorieta de la plaza San Martin retumba el grito de las feministas del Abya Yala. “Ole ole ole ola, somos lesbianas, travestis, trans, y que el encuentro sea plurinacional”, cantan. Toma el micrófono la activista travesti Alma Fernandez. Con la voz cansada de tanto agite, dice “Tenemos que hacer que esas voces lleguen, solo el 1 por ciento de nuestro colectivo vive hasta los 60 años. En este momento, mientras estamos acá, acuerpándonos, vienen las niñas de 13 años por la ruta 9 para llegar a la ciudad de Buenos Aires para prostituirse. Muchas de nosotras estamos solas en la cama de un hospital, abandonadas, en el cuarto más frío y más oscuro. No queremos ser más esta humanidad. Muchas de nosotras hoy están en las cárceles. 60 compañeras trans y travestis muertas en lo que va del 2019. Si algo aprendimos de Diana Sacayan y de Lohana Berkins es que tenemos que abrazar todas las luchas, desde la pobreza, desde lo conurbano, desde lo matancero, desde lo originario, desde lo plurinacional”.
En la Facultad de Periodismo de la UNLP, Eugenia interviene en el taller de Genocidio Indígena para contar que sus compañeras originarias hace días están acampanado en el Ministerio del Interior, a pocos kilómetros, en Capital Federal. Que ella está acá, levantando su voz, pero que muchas otras hermanas de su comunidad no pueden hacerlo. Eugenia viajó desde Mendoza, es del pueblo coya y dice que para ella “ser plurinacional” es “combatir el racismo que está perpetuado en nuestro cuerpo”. Eugenia habla de recuperar la identidad; habla del avasallamiento hacia las comunidades originarias, habla de la colonialidad. Es 12 de octubre y no hay nada que festejar. Eugenia habla en el taller mientras muches la escuchan. En silencio, con los ojos en llanto. ¿Qué hacemos?, le preguntan mientras se trama en minutos una movida para viajar hasta Capital y acompañar la toma en el Ministerio. Es que esto también pasa en los encuentros plurinacionales: juntarse, escucharse, pensar estrategias. Actuar.
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Domingo. Mediodía. La lluvia aflojó. Lolita Chavez, feminista guatemalteca levanta la voz en la Asamblea del Abya Yala para iniciar el rito: el llamado a las ancestras. Las manos hacia el sol que está asomando. Lohana, Berta, Macarena, Diana, Marielle. Las niñas quemadas en Guatemala. ¿Cómo no sentirse plurinacional cuando su grito es también el nuestro? Nos duelen las niñas guatemaltecas, encerradas y calcinadas en una habitación del Hogar Seguro Virgen de la Asunción que nada, pero nada, tenía de seguro para ellas. Tanto nos duele, como los femicidios de Lucía, y Micaela, y Melina, y Araceli, y Lola, y Anahí. Sí, la lista es tan grande como la rabia que carga nuestro cuerpo.
El rap mauche llega con Urraka Negra: “Bailaremos alrededor de las hogueras. Somos las nietas de las machis que no pudieron, que no pudieron quemar”. Entonces bailamos. Y rapeamos. Y rompemos el cerco mediático. Desde Ecuador, llega el grito para denunciar la represión de Lenin Moreno. El eco punza: ¡No Están Solas!. ¡No Están Solas!. “Frente a la muerte, frente a nuestros muertos, las formas de dignificarlos es multiplicar su lucha. Somos paja de páramo, si nos arrancan volveremos a crecer. Y de pajas de páramo vamos a poblar el mundo”, dice la activista feminista de Ecuador.
A pocas cuadras, frente al edificio de los Tribunales de Casación, decenas de pibas abrazan a Marta. ¿Quién es Marta? Esa mujer que lleva colgada en su pecho la foto de Lucía Perez. Marta es su mamá, y no se cansa de luchar aunque se enfrente a un poder judicial machista y misógino. Sus pies trazan el camino: yo no espero nada, dice, porque esta “justicia clasista me enseñó qué se puede hacer otra cosa”. Entonces Marta lucha con todo el dolor que tiene. Hace memoria, y también hace justicia. Esa otra que, sabemos, solo se construye en las calles. Por Lucía, repite, y por todas las pibas que los machos violentos se llevaron.
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El grito de Lolita vuelve a retumbar: “esta revolución la hemos mamado de las tetas de nuestras ancestras. Nos faltan 56 que fueron calcinadas y por eso decimos que no las borren de su memoria porque las niñas fueron quemadas el 8 de marzo y nos quisieron dar un mensaje a las feministas territoriales que defendemos la vida. Le podemos enseñar como se teje comunidad en los territorios. La red de la vida que trasciende fronteras”.
Sandra Moran también es guatemalteca, feminista lesbiana que además, canta y cuando canta, lo dice todo: “que las vergüenzas mueran antes de nacer. Que el ruido de las voces de mujeres apague los horrores de los gritos cotidianos. Hoy hemos despertado revoltosas”. Y antes de que el corazón de la plaza explote en un grito, vuelve a decir: “El corazón que parecía que iba a estallar, acaba de hacerlo”.
Que se acabe el silencio, que se acabe.
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¡Monsanto, nos estas matando!. Empieza el verdurazo. Cecilia es una de las más de 15 mil mujeres de la tierra que integran la UTT. Carga sobre su hombro un cajón lleno de verduras. Desde el micrófono, su compañera denuncia: Detrás de “cada verdura hay mujeres que no tienen vivienda digna, que no tienen escuelas rurales, que no tienen acceso a la tierra. Hemos quedado en el olvido prácticamente”. Pero ahí están, defendiendo la soberanía alimentaria. “Queremos alimentarles a ustedes y a sus niñes con la agroecología”.
Olga es de Capital Federal, está en silla de ruedas y es una de las que fundó la Comisión de Inclusión y Accesibilidad que por primera vez funciona en un Encuentro Plurinacional. “Porque las mujeres con discapacidad física no están en los encuentros”, señala. “Esto lo armamos autogestivamente. No hay mapeo en braile, nada. Los talleres, en general, no son para nosotras, sino que están enfocados a familias o acompañantes terapéuticos. Nosotras tenemos nuestra vida, tenemos un montón de problemas que es necesario que se visibilice”.
Para Tatiana es su primer Encuentro y “está muy movilizada”. La palabra que elije para definirlo es “lealtad”. Rosa es de la FOB de Córdoba y ella, a diferencia de Tatiana, asistió a todos, desde 1986, excepto a dos. “Quiero que este encuentro sea Plurinacional, que podamos participar todas con todo el derecho del mundo. Venir acá es luchar por nosotras”, dice, mientras se dirige al taller de aborto, porque, para Rosa, la interrupción voluntaria del embarazo tiene que ser legal en Argentina.
Sábado, siete de la tarde. La marcha contra los travesticidios y transfemicidios arranca por las calles de La Plata. Se suman más de 400 personas. “Lo explícito es político. Exigimos el gesto del abrazo, que nos nombren. Queremos y necesitamos que nos agreguen a sus agendas emocionales”, dice ese mismo día, horas antes, la activista trans Marlene Wayar. En el taller de Mujeres Migrantes, la palabra circula para dar cuenta de las múltiples identidades que nos habitan. “Lo que nos pasa por el cuerpo es lo que vamos agenciando políticamente. Perdemos nuestros derechos civiles. Estamos en un contexto que alimenta la xenofobia y lo vemos con más saña en estos últimos años en Argentina. No somos solo folklore o cultura. Somos sujetas políticas. Llevamos en nuestra piel la discriminación”, se escucha en la voz de una migrante colombiana residente en Mendoza. Pankarita, mujer indígena, dice: “Necesitamos que lo plurinacional sea real. No es solo cambiar un nombre, es querer que el colonialismo se quede atrás”.
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Delfina es uruguaya, afrodescendiente y una de las impulsoras de la campaña por la ley integral para personas trans que recientemente fue aprobada en Uruguay. Es la primera vez que participa de un Encuentro en Argentina. “Todavía las travestis y trans seguimos en la marginalidad, en la clandestinidad, y por eso es necesario que se apruebe también en Argentina una ley integral”. Cuando habla del movimiento feminista de nuestro país, dice que “es muy valorado en toda Latinoamérica. Las uruguayas hemos podido aprender”. De Kurdistan también llegan voces. “La historia de las mujeres y disidencias en el mundo es la historia de la lucha por la libertad”, sentencian las mujeres kurdas. “El gobierno turco ha iniciado una guerra internacional. Las mujeres se están enfrentando al ejército invasor turco. Han bombardeos que han creado de desplazamientos por centenas de miles de personas. Turquía está haciendo un genocidio político, cultural de un pueblo. Pero nosotras, contra la proyectos de destrucción y muerte, estamos luchando en este momento por la vida y la humanidad”.
La voz, la piel, el cuerpo, la mirada. El pelo rizado, las trenzas. Nuestros rulos. “No somos iguales, las diferencias pesan, y para nosotras como mujeres negras pesan en particular. Las mujeres migrantes estamos también en la base de la opresión en Argentina, y queremos denunciarlo. Mientras estamos aquí, saliendo en las calles, otras están cuidando a nuestros niñes u hogares. Tenemos que luchar para que todas podamos salir. Necesitamos reivindicar nuestras identidades. No es lo mismo vivir en un cuerpo negro, no son lo mismo las violencias, el empobrecimiento, la marginación, viviendo en un cuerpo negro, en un cuerpo indígena, en un cuerpo racionalizado. Así como existen las trenzas de la opresión, también existen las trenzas de las resistencias. Nuestras ancestras negras nos enseñaron con nuestros peinados y trenzados a trazar caminos para la liberación. A saber que la esclavización no es una condición natural. A saber que nuestros pelos que han sido estigmatizados, que nos han dicho que son feos, que nuestros pelos también se pueden tejer tejidos de libertad, pero además se pueden llevar semillas para liberarlos”.
Siguen los talleres. Hay de todo, todo desborda. Un taller de ESI coordinado por niñas de 14 años, discutiendo sobre identidad, estereotipos, violencia machista, sexualidad. Una asamblea de trabajadoras de prensa hablando de la precarización laboral en los medios y de los protocolos contra las violencias que algunos sindicatos están empezando a impulsar y aprobar. Una asamblea de futbolistas. Un picadito. Ciberfeminismo, activismo gorde, maternidades, relaciones afectivas, cannabis. La vida toda estallada en el Encuentro. Vibrante, deseante, movilizante.
Son 3 kilómetros de marcha. 350 mil somos. Hay que bailar. Los pies caminan por impulso. El deseo lo mueve todo. Los cordones de seguridad, las manos entrelazadas, el glitter verde, el agotamiento y las miradas. Siempre, el abrazo. No estar sola, jamás. El aguante. El aplausómetro y la próxima estación: San Luis.
¿Cómo se hace para resistir tres días de pogo constante?. Así, revolucionándolo todo.