Lxs indígenas, afrolatinas, lxs lesbianas, bisexuales, travestis y trans han sido parte de los encuentros históricamente, la mesa del Abya Yala en las radios abiertas sube el volumen y pone al frente a mujeres que integran los movimientos campesinos e indígenas de Latinoamérica. La palabra que circula en estos encuentros dentro del Encuentro define los feminismos que habitamos como anticapitalistas, anticolonialistas, antiracistas, antipatriarcales, no binaries.
Por Bárbara Corneli Colombatto / Fotos: Juliana Faggi
[dropcap]D[/dropcap]espués de los Encuentros de Chaco y Trelew los últimos dos años, autoproclamados plurinacionales, la Comisión Organizadora del 34º Encuentro “de Mujeres” optó por no modificar el nombre oficial del encuentro y dejar la discusión librada al debate en los talleres y conversatorios, así como en el acto de cierre donde integrantes de la Campaña Plurinacional, denuncian en un comunicado lo que sucedió en el Estadio Único de la Plata. Finalmente se resolvió, por mayoría y aclamación popular, que de ahora en más el Encuentro sea llamado “Plurinacional, de mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales y no binaries”.
El Encuentro sucede cada año el fin de semana del 12 de octubre, aniversario del inicio de uno de los genocidios de los pueblos indígenas de Latinoamérica, silenciado y celebrado como conquista. En la ciudad de La Plata, territorio Querandí, el encuentro número 34 comenzó con una tormenta de lluvias tan abundantes, que el reflejo de la última inundación en la ciudad en abril de 2013 fue inevitable. Así como la marcha del movimiento “somos plurinacional” no se detuvo por la lluvia al comenzar el Encuentro, los cuerpos de lxs mujeres y disidencias sexuales son también territorios que guardan memoria, que se presentan e insisten hasta alcanzar a la palabra que se demora.
Para encontrarse hace falta la materialidad del cuerpo. Pero que haya cuerpo no garantiza ser vistx, oídx o reconocidx. Poner el cuerpo y que el cuerpo suene, vibre o impacte en las retinas a su vez necesita de la empatía, de la insistencia y del tiempo. Nombrar los cuerpos y sus diferencias, poner palabra a las violencias que sostienen los privilegios y las opresiones, es parte de lo que resuena en el encuentro. Pero no hay un sólo encuentro, éste es tanto el abrazo de dos que se reconocen en la marea, la lágrima que siente el dolor ajeno como propio y dice “no estas sola”, como también la marcha de pasos acuerpados que desborda las calles y las plazas y se bifurca y desordena la rigidez y el orden de las ciudades. También, a veces -¿o siempre?-, el encuentro nos desencuentra y nos da la oportunidad de detenernos en marcha, para reflexionar cómo queremos tejer la lucha y el deseo de transformarlo todo.
“Que se acabe el silencio (¡Qué se acabe!)” (* Sandra Moran poeta feminista lesbiana de Guatemala)
¿Qué silencio, si somos tantas? ¿sobre qué voces, de qué cuerpos? ¿Hablan más bajo las mujeres que los hombres, las lesbianas que las heterosexuales, las travestis y trans que las mujeres cis, las indígenas que las blancas, las afrodescendientes que todxs ellxs? No se trata de una cuestión de volumen, pero sí de escucha. El silencio también retumba entre nosotrxs y encarna el ruido del desencuentro cuando lo que es cuerpo y grito, dolor o experiencia no se nombra.
El taller número 25 sobre mujeres indígenas y la recuperación de la identidad indígena originaria inició con la presencia de Neli Curia, del Movimiento de Mujeres por el buen vivir integrado por las comunidades mapuche, tehuelche y quom pidiendo a lxs presentes “que nos acuerpen. Estamos ocupando de forma pacífica el Ministerio del Interior porque es crítica la situación de la contaminación agua, de la desnutrición y estamos sufriendo la violencia policial y la desaparición y muerte de compañerxs por balas del Estado. Necesitamos que nos acompañen en esa ocupación porque vamos a seguir, porque no nos han dado soluciones convincentes y porque si no nos quedamos, vamos a ser invisibles siempre”. El mismo taller, que el año pasado había contado con tan sólo algunas decenas de participantes desbordaba de círculos concéntricos en el piso del aula y se desdobló en una segunda comisión el segundo día del Encuentro.
¿Cuánto tiempo lleva a un país orgulloso de su descendencia europea y ciego de la violencia de las conquistas que se han trazado en su tierra, reconocer la sangre originaria ancestral? Esta y otras preguntas resonaron y ya no fueron susurro ni ruido. Anahí, de Córdoba dijo: “no me siento una diluida por no tener comunidad” e insistió en reconocer la tensión que implica no asumir lo plurinacional cuando “entre los pueblos originarios de Argentina tenemos 39 pueblos naciones”. Fernanda, docente de Neuquén retomó las palabras y las preguntas de otra compañera y señaló que “por esto también hay que reivindicar la lucha docente de Chubut, porque en la Patagonia muchxs docentes hacen el trabajo de dar una educación integral, intercultural y que ese territorio sea llamado desierto es una decisión política para instalar la megaminería”.
En el taller también circuló entre encuentreras primerizas y otras experimentadas el intercambio donde se encontr;o lo que en la educación colonialista y patriarcal no nos fue dado. “Mi apellido es Bettendorf, es alemán”, dice una chica, desde el piso del aula, “mírenme”, incita, señalando su piel morena, su pelo negro, rasgos que no pueden ocultar su emparentamiento con estas tierras. Y dice, cuenta, que su propia sangre fue un hallazgo y que las palabras vinieron después a nombrar su identidad chana y charrúa: “por eso propongo desapellidizarnos para permitirnos esa búsqueda y porque es importante poner en palabras lo que somos”.
¿Lo que no se nombra, se ve?
Cuando cantamos por las calles “ahora que sí nos ven”, ¿quiénes son nosotrxs? ¿y de quién es la mirada? La masividad del movimiento feminista en las calles argentinas, de Latinoamérica y el mundo conforma unx sujetx políticx poderosx. Los Encuentros, al margen de la coyuntura, son desde 1986 una iniciativa autogestiva que cada año revela más sentidos, más colores y más cuerpo a lo que implica decir “nosotras/es/xs” o “mujeres”. Lxs indígenas, afrolatinas, lxs lesbianas, bisexuales, travestis y trans han sido parte de los encuentros históricamente, la mesa del Abya Yala en las radios abiertas sube el volumen y pone al frente a mujeres que integran los movimientos campesinos e indígenas de Latinoamérica. La palabra que circula en estos encuentros dentro del Encuentro define los feminismos que habitamos como anticapitalistas, anticolonialistas, antiracistas, antipatriarcales, no binaries. El pronunciamiento contra las políticas de ajuste neoliberales como parte de la violencia patriarcal exige narrativas que nombren de qué se compone la feminización de la pobreza y qué implica sostener la vida en contextos de crisis, pero que también haga visible y reencuentre la resistencia de quienes habitan y trabajan la tierra desde tiempos ancestrales.
Laura, integrante del movimiento estudiantil de Perú se preguntaba en el taller “¿por qué no puede ser simple aquí, como lo es en Perú, o en otras partes de América Latina, que nos sintamos pueblo, que somos hijas de la tierra, que conformamos un nosotrxs completo?”. Y tanto en el taller sobre identidad indígena, como en la plaza, como en los cuerpos, no es la palabra mujer la que se quiebra, porque no es la mujer nada que se asemeje a lo homogéneo. “Tenemos que apuntar a reconocernos plurinacional en este encuentro porque nuestro Estado ya se dice pluriétnico en su constitución”, dice Marina, de Rosario. “Es el Estado nación el que proviene de un régimen de dominación, de la conquista y la colonización, el que consolida una mirada racista, donde el sujeto de derecho es varón, blanco, tiene educación, es heterosexual y todo eso se opone a un proyecto común por el buen vivir”.
“Es el Estado nación el que proviene de un régimen de dominación, de la conquista y la colonización, el que consolida una mirada racista, donde el sujeto de derecho es varón, blanco, tiene educación, es heterosexual y todo eso se opone a un proyecto común por el buen vivir”.
El ritual y la palabra hacen sentipensar
“Cuando escuché a la mujer de Perú en la mesa del Abya Yala -Magalí está por primera vez en un Encuentro y se refiere a Ketty Marcela López, de la Organización de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas ONAMIAP de Perú- sentí que lo que yo pensaba y sentía por seguro y que en otras quizá estaba en duda, o lo pensaban de forma fragmentaria, se me presentó como una revelación. Al escucharla a ella pensé “esto es más grande de lo que yo me imaginaba” y a su vez escucharnos, poder hacer desde ahí, desde un estar tan bien juntas, es revolucionario”.
Cada cuerpo tiene marcas de su experiencia o descubre su historia por sus marcas. En las discusiones que hoy definen ampliar el nombre del Encuentro, nos encontramos también con lo que compartía Mara en el taller 25: la necesidad de “generar autoidentificación. Preguntémonos día a día qué hacemos para reivindicar nuestras raíces, la lengua, la danza. Enseñemos a bailar a lxs niñxs hasta que sientan el baile suyo y después lo defiendan y defiendan así su identidad”.
Cuando nos vamos del Encuentro no son sólo nuestros cuerpos los que se llevan palabras, emoción y devaneos de tejes y manejes sobre cómo cuidarnos, parar la olla, estar vivas y juntas y no olvidar. Este ritual que repetimos cada año, además de las enseñanzas de nuestrxs ancestrxs, nos sigue haciendo pensar y sentir cómo poner el cuerpo. Queda también una ciudad agitada, por más rígido que parezca el cuadrado, con restos de gliter pero también de flores y fuegos, pisadas múltiples, manos tomadas, besos y pezones manifiestos, huellas de un andar ruidoso y cómplice, difícil de acallar.