Está tan al sur Chubut. Que hace falta frivolidad o muerte para que ascienda a primeras planas. Mientras tanto, los docentes que no cobran sus salarios, la precariedad al palo, el hambre en medio del frío, la ruta cortada, el grupo GEOP de la Federal para reprimir y las patotas encapuchadas para culpabilizar a los trabajadores petroleros incendian la provincia.
Por Silvana Melo (APe)
Está tan al sur Chubut. Que hace falta frivolidad o muerte para que ascienda a primeras planas. Mientras tanto, los docentes que no cobran sus salarios, la precariedad al palo, el hambre en medio del frío, la ruta cortada, el grupo GEOP de la Federal para reprimir y las patotas encapuchadas para culpabilizar a los trabajadores petroleros incendian la provincia. Pero sólo fue Chubut nombre en la oficina de dios en el sur del mundo cuando Luli Salazar sonó como eventual novia del gobernador Arcioni. Y ayer, cuando la muerte absurda atrapó a dos docentes en la ruta. Viajaban desde Rawson después de participar en una marcha de resistencia a un modelo devastador. Jorgelina Ruiz Díaz y María Cristina Aguilar colocaron el sur en el ombligo del mundo.
Tan al sur está Chubut. Pero le duele tanto como duele acá. El hambre, el ajuste, el castigo de la nación a la provincia, la corrupción y el vaciamiento de las cajas públicas, denunciados por la Asamblea Popular y Multisectorial de Esquel, en un hilo que no comienza a desovillarse hoy. Mariano Arcioni asumió en 2017, luego de la muerte de Mario Das Neves. Fue reelecto el año pasado. Es inolvidable la foto de Massa con Arcioni y Alberto Fernández, desde un estudio televisivo, pidiéndole un café.
El gobernador arrancó una gestión compleja con el anuncio de que no podría pagar los sueldos. Y escalonó el cronograma de pagos. La obra social tambaleó, en la escalera fatal que envolvía la vida de gran parte de los chubutenses. El sistema previsional de los estatales parece ser la caja chica del gobierno provincial. Y mientras el hambre serpenteaba por las panzas fuera de las escuelas cerradas, mientras no había cómo afrontar la vida con el salario que no llega y si llega no alcanza, el gobernador aparecía en boca de los panelistas del chisme organizado del brazo de Luli Salazar. Chubut en llamas, pero Arcioni accionaba la palanca del conquistador y saltaba al estrellato.
Los docentes cortaron las rutas y un día apareció el grupo GEOP de la Federal para amedrentar y por la madrugada, los 200 encapuchados con palos que bajaron de una camioneta y les quemaron los resguardos construidos para no morir de frío. No eran los petroleros, dicen.
Tan al sur queda Chubut. Jorgelina y María Cristina morían en una ruta a la edad en que muchas y muchos se jubilan. Ellas volvían de la lucha, volvían de Rawson, volvían de resistir al modelo que les retacea la vida, que descuenta tanta tiza de estos pizarrones, que cesantea tantas canciones de estos patios. Se murieron en la ruta, a la misma hora que el gobernador se duplicaba el sueldo, convencido de su propia pobreza a la hora de compararse con jueces y legisladores. Mientras trabajadores de toda la provincia insisten, en sus acampes, en querer cobrar su salario. Simplemente cobrarlo.
Anoche encendían la Legislatura en Rawson. Al mediodía, Camila salía a la ruta, para volver al corte. Y dijo a APe lo que dicen sus compañeras de Chubut: “Tenías derecho a dar clases, a recibir tu sueldo en tiempo y forma, a tener obra social. Tenías derecho y ganas de poner la cuerpa en la lucha. De organizarte y viajar hasta Rawson al encuentro con miles de docentes de toda la provincia. Tenías derecho de salir de la escuela y matear con tu familia, con tu manada. Pero no. El gobierno ausente, sordo e insensible nos obliga a estar en la calle, pensando cómo sigue la lucha. ¿Cuántas muertes más necesitamos para explotar de dolor?”
Quién sabe cuántas muertes. Sí hay que contar cuántas vidas habrá que aportar para dar vuelta la tierra patas arriba.
Y que Chubut ya no quede tan al sur.