La marea verde otra vez lo inundó todo. El nuevo proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo se presentó en el Congreso de la Nación de la mano de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Cuenta con el aval de más de 7o diputadxs y la potencia del amplio movimiento feminista. La clave para lograr la legalización y despenalización del aborto sigue siendo la misma: llenar las calles con un grito imparable: aborto legal ya.
Fotos: Mariana Terrile
-¿Qué sentís cuando estás en la calle con otras compañeras?
-Fuego. Eso siento, fuego.
Y entonces, el estallido.
***
El nuevo proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) acaba de ser ingresado por octava vez a la Cámara Baja. Cuenta con el aval de 70 diputadxs de la Nación de diferentes espacios políticos y, sobretodo, con la potencia de una inmensa marea verde que otra vez inundó las calles, haciendo visible lo que ya es un hecho: la despenalización social del aborto.
Cuesta entender cómo Argentina todavía no tiene una ley que garantice la interrupción voluntaria del embarazo hasta las 14 semanas de gestación, tal como lo estipula el proyecto elaborado de manera federal y horizontal por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. El 8 de agosto del año pasado, 38 senadores votaron por su clandestinidad.
Cuesta entenderlo o no tanto: todavía persiste un fuerte lobby antiderechos por parte de sectores, en su mayoría católicos y evangélicos que no solo se oponen al aborto, lo hacen también con la implementación de la Educación Sexual Integral en las escuelas y con todo avance que implique la ampliación de derechos para las disidencias sexuales. Y ese lobby cuenta también con plataformas electorales como el partido UNITE en Santa Fe que lleva al pastor Walter Ghione como segundo candidato a diputado provincial y a Amalia Granata encabezando la lista.
Además, la corporación médica sigue operando con fuerza en las provincias donde todavía la adhesión al Protocolo ILE del ex Ministerio de Salud de la Nación -denigrado a secretaria por la gestión de Mauricio Macri- es una deuda pendiente. No es casual que sea en estos territorios donde niñas de 11 y 12 años sean obligadas a parir embarazos fruto de una violación sexual. La maternidad forzada es una tortura y así lo ha definido una organización de carácter internacional como Cladem. El aborto por causal es un derecho estipulado en Argentina desde 1921 y ratificado por la Corte Suprema de Justicia y aún así, las estrategias dilatorias de profesionales que dicen ampararse en la objeción de conciencia, impiden la concreción de este derecho.
Las históricas jornadas del 2018, donde el anterior proyecto había logrado la media sanción en Diputados para luego ser frustrado por el voto negativo en el Senado -jornada que será recordada por el alto grado de misoginia de algunas exposiciones- no fueron en vano. Mostraron, a nivel mundial, la enorme potencia del movimiento feminista del país. La generación verde de la que hablan las portadas de los diarios de todo el mundo, incluido el New York Times. La alegría de esa “revolución de las hijas” que bien definió la periodista Luciana Péker. La rabia y el dolor que somos capaces de encarnar en nuestros cuerpos cuando una y otra vez se nos niega un derecho fundamental. Mostraron también otra manera de ejercer y de entender la política.
“Es por abajo”. La frase, más allá de su referencia futbolera, describe con contundencia la postal que este 28 de mayo, Día de Acción por la Salud de las Mujeres, volvió a replicarse. Millones en las calles: de eso hablan las imágenes aéreas que captan los drones. Y las sonrisas de las pibas y la emoción de las pioneras que tanto hicieron y hacen para que esta lucha sea tan colectiva, tan desde abajo.
***
Afuera del Congreso todo estalla. Feria, cuerpos, banderas, cantos, gritos, música, bailes, tambores, comida, humo, fuego, abrazos, rondas, acampes en la vereda.
Adentro se organiza una conferencia de prensa donde de lxs diputadxs que acompañan con su firma, dirán porqué urge legalizar el aborto. Lo dirán también las referentas de la Campaña Nacional que una vez más vuelven a presentar el proyecto de ley, con la particularidad de hacerlo en un año electoral. Su tratamiento en comisiones se vislumbra difícil porque el Congreso está prácticamente paralizado, pero eso no impide que el estallido de esta revolución verde vuelva a colmar las calles. Al contrario: la cancha y la agenda política se marca de la mejor manera, la que el feminismo conoce de memoria porque esa memoria está cargada de deseo, de rabia y dolor, en nuestros cuerpos.
Y entonces, el estallido:
Si forzaron a Lucía con apenas 12 años a ser madre luego de ser violada, negándole su derecho a un aborto terapéutico, cómo no sentir fuego.
Si condenaron a Ana María a una muerte tortuosa por un cáncer de mandíbula diagnosticado cuando estaba embarazada, y que nunca le trataron bajo la excusa de querer “salvar las dos vidas”, cómo no sentir fuego.
Si Paulina murió en Catamarca como consecuencia de una infección generalizada tras querer abortar introduciéndose una rama de perejil en la vagina, cómo no sentir fuego.
Si Liz murió de la misma manera en las profundidades del conurbano bonaerense, encontrando ese método como única respuesta ante un Estado incapaz de garantizar el acceso a su salud integral, cómo no sentir fuego.
Y entonces, el estallido:
El grito incendiado, los cuerpos pintados de glitter verde, las sonrisas brillosas, las miradas fuego. Los pañuelazos masivos. El abrazo y el canto constante. La calle habla y muestra eso. Y no sólo eso: hay también grupos autodenominados provida que con rosarios en la mano y lecturas de la biblia, imponen su visión. En este caso, lo que predomina es el color celeste y el rictus serio de los rostros. En su mayoría son varones. No todos, pero casi. Apenas unos metros más allá, la vida es otra.
Tiene 28 años y viajó desde Avellaneda hasta Capital, sola. En unas horas se encontrará con su mamá que ya tuvo dos abortos. “Por suerte salió todo bien”, dice. Laura lo sabe: su mamá sobrevivió a la clandestinidad. No todas pueden hacerlo y por eso marcha. “No puede ser que se sigan muriendo las pibas más humildes por no tener plata para poder pagar un aborto, por no tener los cuidados que todas nos merecemos”.
– ¿Por qué estás acá Macarena?
– Por todas las que no están por culpa de la clandestinidad del aborto- responde.
Y agrega: -la sociedad está preparada pero los legisladores no están a la altura.
Macarena tiene 22 años y habla del deseo. “La maternidad tiene que ser una elección, y no una imposición. Hay pibas de 12 años que mueren por culpa de la no aplicación de la ley”, dice. Vino sola, como Laura, pero no tiene miedo. ¿Y por qué tendría que tenerlo? Hay un canto potente que se escucha en cada movilización feminista que dice “luchar con la compañera le gusta a ustéd, le gusta a usted”. Eso es exactamente lo que siente Maca. “Le puedo decir a mi mamá que estoy acá sola y que no me va a pasar nada porque estoy con todas mis compañeras”.
Lucas, 19 años. “Cada vez somos más. Y cada vez estamos más fuertes”, dice. Hace tiempo que milita en la organización Marea.
-¿Y por qué te sumaste a la organización?
-Porque los varones trans también abortamos. Y porque en soledad no se puede ser feliz.
Aylén, 21 años. Dos largas trenzas de color verde la iluminan. “Es una emoción terrible estar acá, el 8 de marzo vine sola y hablé con un grupo de chicas y al toque ya éramos amigas. Me encanta venir a las marchas, hay una amistad hermosa”. Aylén habla también de la violencia obstétrica y de cómo son maltratadas muchas mujeres que llegan con complicaciones post aborto o incluso, con embarazos avanzados. Habla de las muertes por abortos clandestinos. Habla de la anticoncepción y dice que no hay información de cómo usarlos, de la dificultad en el acceso. Habla de lo que pasa en las escuelas católicas y de lo que no se habla en las escuelas católicas. Habla de la ESI y, al igual que Macarena, habla del deseo.
-¿Y por qué te sumaste a la organización?
-Porque los varones trans también abortamos. Y porque en soledad no se puede ser feliz.
A Azucena la emociona ver tantas pibas, tantas. “Vengo para que no nos maten y para tener los mismos derechos de los que se llaman “provida”. Ellos tienen derechos y nuestras chicas que mueren a diario ¿por qué no pueden tenerlos?”, pregunta.
Marisa integra el colectivo transfeminista de músiques unides. “El aborto existe y hay que pagar fortuna bajo riesgo de muerte, y es responsabilidad del Estado cuidar de todas las personas que necesiten o quieran acceder a un aborto. Acá estamos desde temprano. Es una energía enorme lo que se siente, necesitamos mirarnos cara a cara, es la única manera de hacer construcciones reales”.
Esa construcción real es la calle. Las muchas calles de todo el país en las que, a la misma hora y en distinto lugar, se realiza el Pañuelazo. En Rosario, la Facultad de Humanidades y Artes desbordó y hubo que improvisar uno sobre calle Corrientes, copando el centro rosarino. Todo vuelve como un bucle: esos cuerpos apretujados en las veredas, pegados unos a otros, haciendo acampes, inundándolo todo. La misma imagen de hace un año atrás cuando Diputados dijo sí y el Senado no.
¿Qué pasó en todos estos meses?. Nada y todo al mismo tiempo. Los pañuelos no se guardaron. Se multiplicaron en las mochilas, en las escuelas, en los puños. La Campaña continuó deliberando estrategias y diseñando un nuevo proyecto que introduce algunas modificaciones sustanciales con respecto al del 2018. En los hospitales y centros de salud, los profesionales por el derecho a decidir siguieron garantizando interrupciones legales, con las dificultades que impone el sistema. Y algunos otros, obligando a niñas violadas a ser madres mediante cesáreas forzosas.
En el medio, un escenario electoral en donde cada candidato deberá dar cuenta de su posición aunque pretendan esquivar la marea. Es que no se trata de indagar en posturas morales. Se trata de una urgencia: la de aprobar una ley en la que el Estado se haga cargo de una problemática social que muestra con cifras lo que gritan los cuerpos:
– Más de 3000 muertes por abortos clandestinos desde el regreso de la democracia hasta el 2016.
– El Misoprostol, la droga que se utiliza para realizar abortos medicamentosos de bajo riesgo, se consigue en el mercado a un precio exorbitante: entre 4000 y 5000 mil pesos la caja de 16 comprimidos. El medicamento fue retirado de la lista de Precios Cuidados. En el 2014 tenía un precio sugerido de $452. Está claro: la violencia económica es también una violencia machista y no es posible exigir aborto legal si la exigencia no acompaña, también, la necesidad de contar con políticas económicas que garanticen su acceso.
– Según datos brindados por el ex Ministro de Salud, ahora secretario Adolfo Rubistein, durante su exposición en el Congreso, un aborto clandestino cuesta alrededor de 11.900 pesos. En caso de legalizarse, la cifra descendería a $1.914.
– El aborto existe. Por año, se estima que se realizan 354 mil en Argentina. El costo para el sistema de salud, en caso de ser legal, sería apenas de 678 millones de pesos. Eso es lo que le costaría al Estado garantizar la salud integral de mujeres y personas con capacidad de gestar que son sometidas a abortar en la clandestinidad. ¿Cuántas internaciones se realizan por abortos que terminan en complicaciones? 70 mil. Legalizarlo reduciría a un 98% el riesgo de vida.
Aylin es trabajadora, despedida y recientemente reincorporada en Télam. Allí se dedica a resguardar el archivo periodístico de la agencia estatal de noticias, además de hacer cuerpo una lucha colectiva: la de los 357 despedidxs por el gobierno de Macri. “Las mujeres fuimos las más afectadas por el ajuste. Gracias a la lucha fuimos reincorporadas pero todavía la seguimos sosteniendo. Pudimos revertir los despedidos y la Sala 5ta nos dió la razón. Fue una salvajada lo que hicieron. Ahora estamos reincorporades en primera instancia, esperando el fallo en segunda instancia que están dilatando por presiones del gobierno”.
Con un ajuste que precariza aún más las vidas de las mujeres, trans, travestis e identidades no binarias, acceder a un aborto seguro se vuelve un abismo. Ailín lo dice: “solo acceden las mujeres ricas. ¿Qué pasa con los chicos y las chicas trans? Están totalmente excluídos”. Sin trabajo, la exclusión se profundiza. ¿Qué hacemos? “La única solución es seguir en las calles”, afirma.
Greta vino con amigas. “Tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo. Estamos empoderadas, todas juntas y si estamos todas juntas somos millones. La maternidad será deseada o no será”, dice y tiene tan solo 19 años. Blanca es una de las pioneras. De esas mujeres que lloran cuando escuchan a pibas como Greta. Tiene entre sus manos un pañuelo verde, uno de los primeros señala con orgullo, el mismo orgullo con el que cuenta que hace más de 30 años conoció a Safina Newbery. “Safina nos invitó a Capital a un grupo de feministas, y vinimos y eso nos abrió la cabeza, veníamos una vez por mes y eso lo llevamos a Claypole y ahí fundamos una casa de la mujer. Todo gracias a Safina”.
«Estamos empoderadas, todas juntas y si estamos todas juntas somos millones. La maternidad será deseada o no será”
Vanina tiene uno de los tantos puestos que se ubican sobre la Avenida Rivadavia. Es microemprendedora y realiza acompañamientos a mujeres que deciden abortar en el conurbano bonaerense. Allí integra Burzaco Rosa. “el aborto siempre existió. Yo conozco los abortos de mi bisabuela, de mi abuela, de mi mamá, de mi hermana. Negar la legalidad lo único que hace es poner en peligro la integridad física de las personas que lo hacen. Hacemos entre 9 y 10 acompañamientos por semana, las situaciones son muy diversas: hay desde chicas que estudian en la Universidad hasta mujeres de 40 años con seis hijos”.
Lo que dice Vanina es claro: abortar, abortamos todas y todes. De diferentes edades, de diferentes estratos sociales porque cuando el deseo y la necesidad se instala, el aborto es un hecho. Pero el acceso no es igualitario y es ahí donde la presencia del Estado resulta indispensable. Experiencias de socorrismo en todo el país dan cuenta de la importancia del acompañamiento y, fundamentalmente, de todo lo que se transforma cuando el aborto se realiza de manera segura y respetuosa. ¿Cómo lograrlo?
En la calle, dice Vanina. “Es es el lugar donde todo se conquista”.
-¿Y que sentís cuando estas ahí con otras compañeras?
Mira, piensa, ríe, y después responde:
– Fuego. Eso siento, fuego.