Dice que la combinación historiadora-feminista es la que la define entre sus tantos títulos académicos. Dora Barrancos es una de las referentes feministas más convocada del país en seminarios y congresos. Pasó por Rosario para ser parte del Congreso Internacional Las Humanidades por Venir y dedicó un rato para charlar con enREDando sobre la lucha por los derechos de las mujeres, los embates de los poderes del Estado en este camino y la posición del varón en medio del debate. En su relato elige cuidadosamente las palabras hasta lograr combinaciones explosivas de conceptos. “Como fui construida por el lenguaje me encanta desafiarlo con neologismos”, asegura.
Foto: rinacional.com.ar
—Mi madre solía contar que yo tenía menos de dos años y que tomaba los libros y que me sentaba en el dintel de una puerta y aparentemente comenzaba a leer como si estuviera completamente autorizada en la lectoescritura. Yo repetía palabras con una pasión que me imagino que es la que no me ha abandonado nunca respecto del conocimiento —contó en una entrevista televisiva Dora Barrancos. Es socióloga, historiadora, investigadora y feminista. Con sus 79 años, que los esconde en una actitud juvenil y fresca, recorre todo el país y cruza las fronteras, para levantar las banderas del feminismo, la lucha de las mujeres y dar batalla al patriarcado. Toda su formación académica se encauzó en esa temática que abrazó a la historia y las hizo caminar de la mano.
A lo largo de su carrera sus referentes fueron mujeres como Simone de Beauvoir, la historiadora Mary Nash, Martha Vicinus, Michelle Perrot, Gisela Bock y Karen Offen, entre muchas otras. Llegó a la dirección del área de rea de Ciencias Sociales y Humanidades del Conicet, cargo que ocupó desde 2014 y al que acaba de renunciar para dar lugar a su sucesor. Mientras por un lado deja escapar un dejo de tristeza por la situación actual de los investigadores en estos espacios tan golpeados por las políticas de este gobierno, por el otro le brota el entusiasmo por las pibas que salen a las calles para defender sus derechos, su lugar como mujeres emponderadas. Está segura de que ellas son las que, dentro de unas décadas, logren que las cosas sean diferentes.
—¿Qué siente cuando mira la foto de la última marcha de 8M y se ve en la cabecera bailando con sus compañeras?
—Dora Barrancos: Las ancianas feministas bailando…Me conmocionó mucho cuando me encontré con mis compañeras ahí. La conmoción es más estrepitosa que la emoción. Yo estaba buscando la columna de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto pero creía que había llegado tarde y que la cabecera había pasado. Fue muy lindo verlas, a Nelly Minyerski, Martha Rosenberg y Nina Brugo. Luego se originó esa danza frenética, poco habitual ya para una, fue muy hermoso. Una no se da cuenta de que están tomando registro fotográfico, para nada, para nada… Mientras participás de estas cosas hay una suerte de ajenidad. Después vernos fue muy gratificante.
—¿Cómo ve el auge de seminarios y charlas relacionados al feminismo?
—D.B.: Con enorme entusiasmo, es algo que no estaba en nuestras previsiones. Si alguien dice que estaba en el cálculo que el cauce feminista iba a desbordar de esta manera, puede ser que haya tenido una especie de intuición profética muy notable. Y el imprevisto es lo deslumbrante, sobre todo lo que suscita mi mayor admiración por lo que está ocurriendo es todo el desborde que hay hacia mujeres de sectores populares, porque eso si es inesperado. Históricamente, las feministas nos reclutábamos desde ciertos grupos sociales, no quiere decir que era exclusivo pero era hegemónico, clase media, profesionales, empleadas con alta calificación. Esto es una vuelta enorme hacia otra captación. También es notable la capacidad de movilización que están teniendo las más jóvenes, las sub 20. Sigo haciendo una apuesta vibrante a esto porque sé que ahí hay motores que no van a parar.
—¿Y cómo ve a estas pibas dentro de unas décadas?
—D.B.: Estas chicas, cuando lleguen a los 30, es evidente que van a dejar un camino atrás con una saga de realizaciones que conmueven ciertas bases culturales. Hay una desestabilización muy fuerte hoy día de las prerrogativas patriarcales. No quiere decir que vaya a haber un éxito rotundo en apenas diez años, pero cuando estas chicas tengan la edad que una tiene, yo creo que habrán cambiado muchísimo las cosas.
— ¿Cómo analiza en esta contexto la gran lucha de las empleadas domésticas en Tigre?
—D.B.: Ahí hay una doble gestión: de clase y de género. Fue muy notable, fue un empinamiento que ha ocurrido muchas veces en la historia pero lo notable es que ahí tenemos representadas las posibilidades que se dan las mujeres cuando se ganan las insurgencias. Las insurgencias humanas en general se miden por sus posibilidades de éxito y fracaso, pero como soy una optimista digo que a la larga hay una gestión muy eficaz. Pensemos nosotras hoy en términos de nuestros derechos en relación a la generación de mi madre o de mi abuela. Cómo son los motivos del feminismo hoy en relación a los de mi madre. Son completamente diferentes. Muchas veces hay enormes oportunidades, algunas no conocidas, no registradas, pero siempre hubo oportunidades para las insurgencias. Esto fue una insurgencia de un grupo de mujeres que procuraba un colectivo para ingresar a la zona y que se le reconociera algo así es también un dato feroz de la segregación sobre la que hay capacidad todavía en esta sociedad. He ahí lo conmovedor, esas mujeres consiguieron finalmente que se habilitaran líneas de colectivo que puedan entrar a Nordelta.
—Usted siempre dice que una mujer no nace feminista, ¿Cuál fue el momento en el que usted comenzó a construirse como feminista?
—D.B.: Fue en el exilio en Brasil, a raíz de una circunstancia que me impactó muchísimo que fueron los dichos del abogado defensor de un femicida, dijo que era muy sencillo defender al homicida porque actuó en legítima defensa del honor. Eso plasmó de un antes y un después en mi vida. Fue encontrarme con algo que yo no había reconocido, que era nada menos la obviedad de los códigos penales en general. En Argentina el código se había modificado en el 21 pero todavía había, y claramente hay, circunstancias que remontan al propósito este de reivindicar el honor.
—Antes de ese momento, ¿Cómo venía preparándose para este momento desde su carrera?
—D.B.: Desde que yo comencé la investigación histórica que fue a inicios de la década del 90, había hecho un camino hacia el feminismo desde mediados de la década del 70. Volví del exilio en el 84, muy dispuesta a entregarme plenamente a una disciplina que me encantaba y que estaba suspendida: la historia. Cuando hice mi primera investigación sobre anarquismo hubo varios motivos que tenían que ver claramente con relaciones de género y que están en ese libro. Algunos que tienen que ver con concepciones del amor libre dentro del anarquismo y otros que tienen que ver claramente con los intereses de la condición de las mujeres y es el texto que llamé contrafeminismo del feminismo anarquista. Eso fue explorado después de diversas maneras hasta que a mediados de la década del 90 me entregué completamente a la historia de las mujeres con enorme entusiasmo porque pude formar muchísimas discípulas y algunos discípulos.
—En muchas páginas de internet la definen como investigadora, socióloga, historiadora y feminista. ¿Cuál de todas la define más?
—D.B.: Creo que lo que más me define es la relación historiadora-feminista. Siento que hice modestas contribuciones para la historia en cuanto a las relaciones de género y mujeres en Argentina. Creo que la bandera del feminismo, ondea más alto y condiciona a las otras.
—¿Qué cree que va a pasar con todo este contenido académico en unos años, y sobre todo lo que hoy pasa en el campo popular en relación a la lucha de las mujeres?
—D.B.: El año pasado yo tenía contabilizado en el Conicet, y no creo que se haya modificado mucho, alrededor de 200 proyectos de investigación en las diferentes ciencias sociales y en las humanidades sobre mujeres, relaciones de género, condición masculina y estudios Queer en general. Hubo un crecimiento importante sobre el análisis de la situación de las personas trans y sobre las construcciones de parentalidad lésbisca y homosexual. Esto es una novedad, este incremento se da desde la ley de identidad de género y de matrimonio igualitario. Hay un crecimiento exponencial de estos temas, que se encuadran, por un lado, en los grandes cambios culturales y sociales, y por el otro los grandes cambios políticos, en la ley y sobre todo en las interpelaciones que hay que hacer para conseguir todavía un incremento decisivo del Estado de ciudadanía sobre todo de las personas trans.
—¿Cree que las clasificaciones en relación al género son necesarias?
—D.B.: No, yo no estoy de acuerdo con las clasificaciones, las estamos teniendo por el respeto a las luchas de estas personas. Hay personas travestis que cuestionan el inclusivo le cuando lucharon tanto para ser la. Hay que entender todas estas zonas de reclamo y de debate. Estamos debatiendo. Llegará el momento en el que no será necesario que en nuestras identidades coloquen sexo masculino o femenino. Desde luego que para el registro político de nuestra identidad como mujeres es muy importante, pero la asignación de un género en el documento de identidad ya no le encuentro sentido.
—Con respecto al lenguaje, ¿Qué importancia tiene hoy en todo este contexto?
—D.B.: Yo soy de las que apoya el lenguaje inclusivo, hago mucho esfuerzo en la oralidad por manifestar un lenguaje inclusivo. Esa inclusividad lingüística tiene a veces algunos estropicios incluso desde el propio síntoma que se quiere erradicar, del síntoma del lenguaje no inclusivo, que es la palabra sujeta. A mí me encanta jugar con las nuevas formas del lenguaje, yo soy un aparato de neolenguaje, me encanta inventar. Como fui construida por el lenguaje me encanta desafiarlo con neologismos. Me encuentro muy cómoda desarticulando este orden masculino de la lengua y en el idioma.
—¿Cómo lo ve al varón en el tránsito de este momento de la lucha?
—D.B.: Está azorado. Está a mitad de camino, está mirando y está desorientado. Puede ser que haya un mayor fermento de violencia en algunos, pero no puedo suscribir la idea que dice que la lucha de las mujeres incita a más violencia porque si así hubiera sido no habríamos salido de las cavernas. Eso escamotea para que no se vea el orden del Estado uraño.
—¿Hay que incluirlo al varón en las marchas?
—D.B.: Completamente. Me parece realmente una maniobra sin sentido no hacerlo. ¿A qué varones no incluimos? ¿Cuál es el parámetro con los varones que tenemos? Es absurdo. Tenemos muchísimas mujeres en un orden de recomposición femme, muchas personas transgénero que han derivado en varones. Imaginemos una puerta de entrada a la manifestación que diga quién entra y quién no. Es un dislate. Es una trampa mortal en el orden de nuestras marchas y luchas por los derechos.
«… el patriarcado es indigno de la condición humanus, un régimen de sujetamiento, de subordinación, de exclusión».
—Si miramos la historia de la lucha de las mujeres, desde el primer hito hasta hoy, ¿Cómo la definiría?
—D.B.: Al feminismo no se lo puede tratar como a otros fenómenos en una línea recta. Hay saltos. En esos saltos lo principal fue siempre la procura de igualdad, la emancipación humana en su forma femenina. Una piensa en el cometido general de la dignidad humana y el patriarcado es indigno de la condición humanus, un régimen de sujetamiento, de subordinación, de exclusión. Una piensa también cuán menos escabrosa va a ser la condición de posibilidad masculina. No hay una línea recta porque en el trayecto se encuentran muchas formas de feminismos, siempre tenemos que caracterizar cada colectivo feminista porque no son idénticos aunque el propósito mayor tenga una alta semejanza.
—En cuanto a los poderes del Estado, que están haciendo para apoyar la lucha de las mujeres por sus derechos? ¿Cómo ve el accionar de la Justicia?
—D.B.: La Justicia es uno de los poderes del Estado que está más atrás. Una vez escribí sobre esto y no se modificó. Había dicho que de los tres poderes del Estado el que había avanzado mucho más en términos de formalidad normativa es el Legislativo. Ahora hay que pensar a ese poder en sintonía con el Poder Ejecutivo. Yo no dejo de pensar que en los años kirchneristas hubo un avance notable en cuestión de derechos personalísimos. La Ley 24685 de Protección Integral de las Muejres es nuestra máxima ley contra todas las formas de violencia, la de matrimonio igualitario y la de identidad de género. Todas están en un carril de conquista de derechos personalísimos, para aumentar la dignidad de las personas sexuadas. Ahí hubo una gran apoyatura del Poder Ejecutivo. Sin embargo, el Poder Judicial, donde van a parar todas las leyes, tiene todavía una interpretación morosa. Yo participo de formación de magistrados en Tucumán, de los que van a ingresar al Poder Judicial, una plaza difícil, pero hace poco hubo un fallo ejemplar de una jueza que determinó el exilio de un tipo que vivía en el mismo lugar que la mujer, que la hostigaba constantemente, quebraba la perimetral y ella no se podía ir a otro lado. La jueza dictaminó que no podía vivir más en la provincia de Tucumán. Es un fallo muy duro, pero es un fallo que demuestra que se había llegado a un punto grave y de peligro para la mujer.
—¿Y cómo analiza el gobierno de Macri en ese mismo sentido?
—D.B.: El macrismo es patriarcal. Dentro de Cambiemos, salvo el grupo de radicales, el resto votó contra el aborto. El macrismo es una condensación de cinismo vertebral y ese cinismo está en el discurso que hay que ayudar a las mujeres en el mercado laboral pero no se hizo nada. Es el orden blasfemo que tiene en relación a la verdad el régimen. Por supuesto que no hay ni una adhesión a nuestras luchas. La Ley de Aborto Legal fue la treta, pero a nosotras no nos importa, ahí tomamos el guante.
—En unos días se vuelve a presentar el proyecto de ley de Aborto Legal, Seguro y Gratuito, ¿Cree qué se va a aprobar en esta oportunidad o quizás más adelante?
—D.B.: La vamos a tener, no tengo la menor duda, estuvimos a punto de tenerla y la vamos a tener.