Zapateá Lechuza lleva 11 años de baile, escenarios y caminos. Con una impronta propia hacen de la música un grito colectivo y de cada show una invitación al movimiento y al disfrute como modos de resistencia. El arte de decir cantando. De bailar con narrativas propias. Una invitación a vibrar cuerpo a cuerpo para romper la inercia de un mundo anestesiado. Dale Play a su segundo disco.
Lub Dup
Lub Dup
Lub Dup
El corazón se agita con cada canción que suena en los auriculares. Voy caminando e imagino unos pasitos de baile. ¡Qué lindo! Los ritmos de la América profunda me mueven los pies, mientras voy llegando al encuentro con Zapateá Lechuza, una banda local con once años de escenarios, caminos e historias devenidas en canciones.
El disco lleva una potencia contagiosa, anima, abre, juega.
Lleva un puñado de canciones que suenan viscerales, con ritmos que van desde el caporal chileno a la chacarera, la cumbia, el festejo peruano y el funk. Lo íntimo y lo colectivo. Los cuerpos rompiendo esquemas, la vitalidad que se construye en el encuentro con otrxs.
“Lub Dup es la dualidad del corazón, dos cosas que están quietas y que tienen vida a través del movimiento, desde ahí empezamos a desarrollar todo un concepto y la gráfica del disco. Cosas duales en puntos opuestos, y en el medio también pasan cosas”, me cuenta Elías Coronati, la voz cantante de la banda que suma siete músicxs sobre el escenario, pero muchos más haciendo posible una propuesta artística vibrante.
“Buscamos romper esas dualidades. Que a través del arte aparezca el movimiento de la vida. Manifestar las contradicciones. Si observamos un poco, todo lo vemos en dualidades, si sos tal cosa no sos tal otra, lo cual es una gran mentira. En la acción sucede mucho más que los blancos y negros. Queremos provocar desde el movimiento, la transpiración y el baile, a través de canciones que vayan riéndose de esos dos estados duales”, se suma Matías Frediani (guitarras y voz), pensando en la integración de las dicotomías a través del arte. Poniendo en cuestión las estructuras de la mirada occidental estanca y cerrada, buscando acercarse como banda a una mirada integradora, quizás más cercana a la cosmovisión de las comunidades originarias.
El arte de tapa –desarrollado por Ariel Antinori- también está pensado integralmente, la ilustración de dos corazones -uno cian y otro magenta- superpuestos forman el violeta. Y en movimiento -con lentes 3D que acompañan el CD- se vislumbra el Lub Dup, los latidos, el pulso de vida que traspasa la serigrafía. “El disco es así, va con el corazón. Algunas canciones, como Las avispas salieron solas, como un movimiento involuntario; el corazón es el único órgano con movimiento involuntario”, dicen, mostrando esa satisfacción indisimulable de aquello que se hace con pasión.
Cantar y decir-nos
Pasaron seis años de su primer trabajo discográfico, “Hasta mañana Mabel”, pero la sensación compartida es que pasó un siglo de aquellas canciones que narraban a una Latinoamérica viva y de pie, de un sujeto colectivo protagonista de la historia, de las fábricas recuperadas en manos de sus trabajadores. “¿Qué sería de nosotrxs sin las canciones, sin el arte?”, se preguntan los Zapateá.
“En estos años el arte ha sido una forma de mantenernos sanos y mantenernos bien. Además de lo que está sucediendo en el país y en el continente, nos han pasado cosas fuertes en lo personal. Siempre decimos que si no fuera por Zapateá, no hubiéramos tenido esta posibilidad de darle forma a lo que nos pasa. Por suerte tenemos la música, las canciones, los shows. El arte tiene esa cualidad de ser un canal potente para poder gritar y decir”, sostienen.
Quizás la sorpresiva aparición del funk en el proceso creativo (canción Las Avispas), tenga que ver con esta poderosa necesidad de aprehender el tiempo histórico que nos toca. “El funk nos buscó, apareció el tema y nos rompió la cabeza. Salió esto y nos sorprendió. En nuestros comienzos queríamos dar un mensaje, antes de la canción estaba el mensaje. En cambio ahora salieron las canciones y buscamos lo que había ahí adentro”, dicen, viéndose más consolidados y relajados como grupo, con la confianza recogida en estos once años de trabajo.
Por suerte tenemos la música, las canciones, los shows. El arte tiene esa cualidad de ser un canal potente para poder gritar y decir
Cuando se mueven los cimientos
Conversando en torno a este tiempo, imposible no preguntarles cómo los interpela en lo personal y musical el protagonismo histórico e irreversible del movimiento de mujeres. “Pienso que es el momento de acompañar a las mujeres”, desliza Elías. “En esta parte tendríamos que dejar un silencio, y escuchar”, agrega Matías. “Es el momento también de esperar. En lo simbólico están pasando muchas cosas. Estamos parados en el sismo, el movimiento está sucediendo y está buenísimo”, coinciden, haciendo alusión a este presente fabuloso y también desconcertante, donde los cimientos del patriarcado literalmente se resquebrajan no sin el recrudecimiento de la violencia hacia las mujeres.
“Hay cuestiones objetivas y culturales que empiezan a cambiar y veremos la transformación en unos años. Esperamos realmente que sea parejo, como el fútbol femenino está pasando a ser profesional, ojalá lo mismo pase con la paridad, desde la misma formación musical”, piensa en voz alta Matías. Sin ir más lejos, en nuestra ciudad viene sonando fuerte el Colectivo de Mujeres Músicas, integrado por 580 mujeres, conformado hace un año a partir de los encuentros “martes verdes” convocados por la Campaña Nacional por el aborto legal, seguro y gratuito. Acaban de presentar en el Concejo Municipal un proyecto de Ordenanza para la equidad de género en eventos culturales (paridad en los escenarios).
Lub Dup late al ritmo de estos tiempos. Sacude telarañas mentales. Agita las frecuencias del corazón. ¡Allá vamos!
Escuchá el disco completo aquí