Los pueblos originarios de Rosario tienen una Dirección, este 12 de octubre habrá actos y ceremonias. Se hablará de respeto, de compromiso, de diversidad. ¿Qué pasa con las comunidades más allá del calendario ?
Por Martín Stoianovich
[dropcap]E[/dropcap]s 12 de octubre y hay algo que hace ruido. Será la abundancia de las palabras respeto, diversidad, compromiso. El problema no son las palabras. El problema es que las palabras son tan insulsas cuando solo quedan ahí. O cuando los hechos no alcanzan. O cuando las historias aisladas tapan las problemáticas generales de los pueblos originarios.
Para difundir las actividades del 12 de octubre, la Municipalidad dice que “renueva su compromiso con los pueblos originarios”, como si se tratara de un contrato. “Día del respeto a la diversidad cultural”, dice acoplándose a ese buen intento por desterrar el “Día de la raza” impuesto durante décadas. “Último día de libertad de los pueblos indígenas”, dicen, por ejemplo, desde la Comunidad Qadhuoqte para invitar a una actividad que se hará el sábado 13 en Los Pumitas.
Quedará muy linda la Wiphala en la Sala de Honor de las Banderas de América a partir de este aniversario. Suena muy interesante la Dirección de Pueblos Originarios de la Municipalidad. Y será simpática la foto del funcionario con el integrante de alguna de las comunidades ciudadanas de Rosario. Pero hay aspectos que no pueden pasar desapercibidos.
La Dirección de Pueblos Originarios surge de una ordenanza municipal sancionada en noviembre de 2013, pero que recién se materializó a mediados de noviembre de 2016. No casualmente días después de que los pueblos originarios de Rosario decidieran tomar medidas concretas que tenían como fin un objetivo: que las autoridades hicieran en la práctica lo que decían en el discurso. Fue la mañana del miércoles 26 de octubre que referentes de las distintas comunidades indígenas se encontraron para reunirse con representantes del Ejecutivo municipal, incluso con la intendenta Mónica Fein. Pero no fueron recibidos. Los referentes supusieron que se debía a una nota publicada en el diario La Capital en la que se mencionaban muchas de las demandas y urgencias que aquejaban a las distintas comunidades. Ante la negativa a ser recibidos, decidieron tomar por la fuerza la oficina de la Dirección de Derechos Humanos de la Municipalidad.
“De acá no nos vamos hasta que venga un representante del Ejecutivo municipal y diga que van a empezar a responder, porque hay muchas reuniones pero no hay acción concreta en los barrios”, le dijeron a enREDando, reunidos alrededor de una mesa en la que se desplegaba una Wiphala. Finalmente el entonces secretario General de la Municipalidad, Pablo Javkin, los recibió y se comprometió a avanzar sobre las demandas de las comunidades. Cerca de las cuatro de la mañana de aquel jueves, la toma se dio por finalizada. Semanas después, a mediados de noviembre, el mismo Javkin anunciaba en los medios de comunicación acciones que apuntaban a poner en práctica aquella ordenanza del año 2013.
Los pueblos originarios tuvieron que tomar una oficina pública para ser escuchados: esa es la certeza. Todos los discursos que siguieron después no fueron nada más que eso. Discursos. Sí vale reconocer que la gestión socialista ha mejorado el vínculo con las comunidades. Pasaron de las declaraciones en septiembre de 2013 de Hermes Binner, entonces presidente del partido socialista y ex gobernador de la provincia (cuando dijo que la pobreza de la provincia se debía a la llegada de inmigrantes, entre los que nombró a las comunidades) a incluir referentes de los pueblos originarios a la Dirección. Pero hay tantas cosas por hacer antes de la simbólica inclusión de la Wiphala en la Galería de Honor.
Una vuelta por el barrio toba de zona sudoeste. Desde la intersección de Rouillón y Aborígenes Argentinos hacia el lado de la Avenida Circunvalación. Basura en las calles, plazas abandonadas, arreglos que duran tan poco, viviendas muy precarias y alguna que ya se devoró el fuego descontrolado de una calefacción improvisada. Los maestros de las escuelas -algunos referentes de las comunidades- pidiendo que se tome en serio eso del “respeto a la diversidad cultural” que traducido en la práctica implicaría que en los planes de estudio se apueste la misma carga horaria a la enseñanza de las lenguas originarias como del español, o que las artes plásticas incluyan la enseñanza de las artesanías, el aprendizaje de los mitos, de la medicina ancestral. Los médicos del centro de salud estallados: sin medicamentos, con poco personal y muchos pacientes esperando durante semanas, a veces meses, por ser atendidos. Y los pibes que jalan el pegamento, que se ven en este barrio mucho más que en otros. Que alguien los vea caminando lento, mirada perdida, cara manchada de amarillo, y después hable de compromiso.
Ayem Oiquiaxalc es integrante del pueblo nación qom. En contacto con enREDando hace un paréntesis necesario antes de ahondar en las problemáticas diarias de las comunidades de la ciudad. Dice que la esencia de comunidad se ha perdido dentro de la forma de vivir de la ciudad, que las antiguas referentes lograron hechos importantes como la creación de escuelas bilingües, pero que hablar de inclusión es difícil “porque no se puede incluir una cosmovisión a otra manera de vida”. Partiendo desde ahí, y del hecho de que al menos 6.500 rosarinos pertenecen a comunidades originarias, hay puntos específicos que dan cuenta de la exclusión en términos sociales y materiales.
“Estás incluido pero tenés que convivir con la droga, bancarte a la policía, el 2 de abril del año pasado tuvimos una terrible represión. La palabra inclusión no estaría teniendo éxito. El día a día te demuestra que tal inclusión no puede ser o es un fracaso. Hay una deserción total dentro de las escuelas de los chicos de primaria y secundaria. Los centros de salud abordan problemas sin resultados favorables, hay chicos que mueren en manos de la tuberculosis, una enfermedad totalmente tratable. Hay muchos hermanos que tienen (en la zona de Rouillón) hace más de diez años conflicto con el agua potable. O la electricidad en malas condiciones, hay cableríos por todos lados y es inseguro para los que viven ahí”, explica Ayem en un pantallazo sobre las problemáticas diarias de las comunidades.
Hay un punto en su reflexión que grafica a la presencia de las comunidades en Rosario: la naturalización de la forma de vivir. “Se naturaliza que cerca del barrio haya una montaña de basura, que el agua que corre por la corriente está salada y no se puede tomar, que haya que vivir en una casa de chapa, que el transero venda droga y pase la policía a cobrar su día”.
Ayem integra el Consejo de Coordinación y Participación de Políticas Públicas Indígenas de Rosario, que entre otros logro incluye a la creación, y tardía puesta en marcha, de la Dirección de Pueblos Originarios. Sobre la misma, dice, sin vueltas, que no la ve como “una institución que sirva para resolver muchas cuestiones, sino como un lugar para despertar a más hermanos”. “Esas instituciones como todas las otras a nivel nacional y provincial creadas para la protección y desarrollo de las comunidades son solo un pantallazo que demuestra cada gobierno de turno”.