Un año y dos meses después de la desaparición de Rosalía Jara, en Fortín Olmos, norte profundo de Santa Fe, todo es dolor. El 26 de agosto un grupo de cazadores encontró pertenencias que fueron reconocidas por la mamá de la joven y restos óseos que esperan los resultados de un ADN. La familia marcha en su pueblo, exige justicia y celeridad en los estudios. Complicidades policiales, demoras en la investigación y el grito Ni Una Menos de cientos de mujeres que se movilizan para denunciar el machismo estructural y el abuso de poder sobre niñas, jóvenes y adolescentes en el norte silenciado de la provincia.
Por María Cruz Ciarniello
Un primero de julio de 2017 Rosalía Jara, con 18 años de edad y una hija de dos años, desaparecía en la pequeña localidad de Fortín Olmos, dos mil quinientos habitantes, norte profundo de la provincia de Santa Fe. Un pueblo de casas bajas, calles de tierra, una plaza central, un silencio abrumador, un dolor enorme y un montón de kilómetros que lo distancia de las grandes urbes. Enclavado en el corazón de la cuña boscosa santafesina, Fortín Olmos se ubica en el noroeste de una provincia con fuertes contrastes entre un extremo y el otro y con las huellas marcadas por el saqueo y la explotación que por esa zona dejó La Forestal.
El grito por la desaparición de Rosalía comenzó a cobrar fuerza en las localidades más cercanas a Olmos, en Vera y Reconquista. Allí, organizaciones sociales y mujeres organizadas empezaron a alertar sobre la ausencia de esta joven que había sido vista por última vez en una garita de colectivos sobre la ruta 83 que une Fortín Olmos con Vera, a metros del bar donde había llegado un rato antes para jugar a las cartas con unas amigas.
“¿Donde esta Rosalía?”. Esa fue la pregunta dolorosa que se instaló en las redes sociales acompañada de una imagen con su rostro. Rosalía: tez trigeña, pelo oscuro, ojos marrón claro, una leve sonrisa. Su foto se viralizaba porque a Rosalía había que encontrarla viva, a ella como a todas las pibas que a diario desaparecen.
Pero sabemos que no es la tierra la que se traga a las mujeres. Que no desaparecen porque sí. Que hay todo un entramado patriarcal que secuestra a las jóvenes que en su mayoría están atravesadas por la pobreza. Que muchas veces lo hace con fines de explotación sexual. Que lo hace porque el machismo opera para adueñarse de sus cuerpos, sus sueños y sus vidas.
La historia de Rosalía no es aislada, aunque aislado aparezca el territorio donde ella vivía, crecía y criaba a su pequeña hija. Aislado y ajeno a las políticas sociales de un Estado que poco hace para transformar realidades profundamente desiguales y con fuertes poderes patriarcales y feudales que naturalizan el turismo sexual, el sometimiento y el abuso de niñas, jóvenes y adolescentes. Que callan y silencian bajo pactos cómplices que perpetúan la impunidad.
Rosalía vivía junto a su pequeña beba Alma. A la mañana siguiente, Liliana, su mamá, radicó la denuncia por su desaparición. 19 días después había un detenido en la causa, hasta ahora el único imputado, el padre de la hija de Rosalía, el profesor de educación física Juan Valdez quien manifestó haber tenido una “relación sentimental” con la joven cuando ella era menor de edad, lo que evidencia siempre un delito que se esconde bajo una supuesta relación consentida.
Catorce llamadas de Valdez se registraron en el celular de Rosalía durante el día de su desaparición. Después, ya no hubo contacto del imputado a su teléfono, y de acuerdo a pericias y testigos, esa noche fue su camioneta la que la recogió por la garita, cerca de las 22.30 del viernes 1 de julio. Valdez, que se encuentra detenido con prisión preventiva por el delito de “retención y ocultamiento de persona para coaccionar” y que además es investigado por otros casos de “corrupción de menores”, no declaró en la causa. Su silencio, ese que se siente en el aire perturbado de Fortín Olmos, es el que impidió, hasta ahora, saber qué le hicieron y dónde estaba Rosalía Jara.
Hubo rastrillajes en zonas rurales, campos y arroyos. Durante un año y dos meses, su familia marchó por las calles de tierra de un pueblo consternado. Esa marcha termina siempre en un mismo lugar: la garita donde por última vez fue vista Rosalía. Hoy, a un año y dos meses, lo sigue haciendo, aunque el cuerpo esté lleno de dolor e indignación.
La Comisión de Derechos y Garantías de la Cámara de Diputados de la provincia, presidida por la diputada provincial Alicia Gutierrez, se puso a disposición de la familia desde el inicio para impulsar la investigación, exigir su celeridad y denunciar las complicidades policiales. También lo hizo la diputada Mercedes Meier y el diputado provincial Carlos Del Frade, además de la concejala que viajó en varias oportunidades a Fortín Olmos, Celeste Lepratti, organizaciones de derechos humanos de Santa Fe, el gremio de Ate Rosario y colectivos de mujeres de la provincia que acompañan en cada marcha.
“El caso de Rosalía, que es de condición humilde y de una pequeña localidad del norte santafesino, casi desconocida por los habitantes de las grandes ciudades, nos debe movilizar y comprometer aún más como sociedad para que ella y su familia no sean violentadas nuevamente a través del silencio y la falta de respuestas por parte de los diferentes poderes estatales involucrados”, decía la legisladora por el Partido SI, Alicia Gutierrez, cuando recién se cumplía un mes de la desaparición de Rosalía.
En ese mismo mes, agosto de 2017, el diputado Carlos Del Frade presentó en la Legislatura santafesina un pedido de informes al Ministerio de Seguridad para conocer las acciones que se estaban llevando a cabo en la búsqueda por Rosalía. “Con vida desapareció, con vida la queremos. La consigna, cuarenta años después del terrorismo de estado de las desapariciones, estremece. El pueblo de Fortín Olmos, corazón de la cuña boscosa, se organiza y moviliza porque no quiere naturalizar la desaparición de Rosalía Jara, de solamente dieciocho años y mamá de Alma, de dos. Entre las todavía perceptibles huellas del saqueo de La Forestal, Fortín Olmos muestra que la dignidad goza de buena salud”, decía Del Frade.
El primero de julio se cumplió un año desde la última vez en que Rosalía salió de su casa rumbo al bar “El Fortín”. Nunca más regresó. “Hemos recibido amenazas y provocaciones; nos dijeron que nos iban a hacer juicio, aprietan testigos. Siempre nos quieren asustar pero yo no tengo miedo porque estoy segura de que no quiero que vuelva a pasar esto en mi pueblo. Por eso gritamos, con nudos en la garganta: tenemos muy claro que si nos quedamos callados nos van a seguir desapareciendo pibas. Lo que pedimos es que se esclarezca el caso, necesitamos saber dónde está Rosalía Jara. Exigimos que la encuentren, y que dejen de decir que faltan fondos. A mí me falta mi sobrina”, escribía ese mismo día, su tía Mónica, en las páginas de la Garganta Poderosa.
Las legisladoras provinciales Mercedes Meier y Alicia Gutierrez, también se manifestaron. La pregunta de la diputada del Frente Social y Popular le apuntaba directamente al Estado. “¿Qué está haciendo para encontrar a Rosalía?. Gracias a las movilizaciones masivas en la localidad y la región que, con mucho esfuerzo y sorteando amenazas, imposiciones de silencio y complicidades, el grito de Fortin Olmos llegó a toda la provincia y el caso de Rosalía se volvió una de las banderas para todo el movimiento de mujeres como se plasmó en el último Encuentro Nacional de Mujeres realizados en Resistencia, Chaco, donde muchas llevamos la denuncia y la desesperación por encontrarla. Sin embargo, desde aquel momento hasta ahora las investigaciones han sido infructuosas como atestiguan los mismos funcionarios del Ministerio de Seguridad de la provincia como Rolando Galfrascoli (subsecretario de Investigación Criminal y Policías Especiales de la provincia), que en declaraciones a LT10 indicó que “lo cierto y lo más grave es que no pudimos dar con ella. Hasta ahora no pudimos hacerlo”.
La diputada Alicia Gutierrez señalaba: “No podemos resignarnos a la idea de que una mujer desaparezca sin dejar rastro, como si se la tragara la tierra. Hay una persona que sabe lo que pasó y se niega a declarar. La investigación, a pesar de algunos avances, no ha podido dar respuestas concretas de lo sucedido con Rosalía. Su caso exhibe lo lejos aún que estamos de lograr que el Estado cumpla efectivamente con su obligación de asistir y proteger a las mujeres que sufren violencia machista. En especial, a aquellas mujeres que deben soportar los estigmas de pertenecer a los sectores sociales más vulnerables, con toda la carga de prejuicios y discriminación asociada. Esto hace que, muchas veces, se ponga más el foco en indagar a las víctimas, a las que se revictimiza, y a su entorno, que en recabar las pruebas necesarias para explicar cómo fueron los hechos”. También ponía el foco en el contexto social del norte santafesino: “la desprotección en el norte de la provincia se agrava en el caso de las niñas y adolescentes, ya que pervive un marco cultural que ha naturalizado las violaciones, el maltrato y la violencia de género por parte de los varones adultos, como si no fueron delitos gravísimos penados por la ley”.
En el caso de Rosalía, investigar el encubrimiento policial es fundamental para desentrañar las complicidades y responsabilidades. Es que al menos hay dos policías sospechados por haber obstaculizado la investigación durante los primeros días, claves, después de la denuncia de Liliana Jara. Se sospecha que fueron quienes alertaron a Valdez antes de ser detenido. Más de cuatros día demoró la policía en notificar a la fiscalía la desaparición de Rosalía. Por eso, la movilización que se realiza en Fortín Olmos tiene una primera parada frente a la comisaría 3era del pueblo. “Yo sabía que a los femicidas los cuida la policía” es lo que se escucha, con dolor, en la voz de vecinos y organizaciones que, frente a la dependencia policial, se detienen para repudiar el accionar policial.
Fortín Olmos queda a más de 500 kilómetros de Rosario pero la complicidad no es muy diferente a la de los grandes centros urbanos. Los pactos de silencio y encubrimiento comparten patrones comunes en las causas por femicidios y desapariciones. Una de ellas, emblemática en Rosario, es la causa por el femicidio de Vanesa Celma donde la policía también está implicada por encubrimiento. Y no es casual que Eva Dominguez, la cuñada de Vanesa, integrante de Mujeres de Negro y de familiares atravesados por el femicidio, viaje cada vez que pueda a Fortín Olmos. “Estamos para acompañarlas”, les dijo a Mónica y Aidé, la tía y la prima de Rosalía, durante la marcha que se realizó el último 1 de septiembre. Un abrazo profundo las une en el dolor y en el largo camino por encontrar justicia.
El grito Ni Una Menos
Cada 25 de noviembre el movimiento de mujeres de todo el país se moviliza para gritar Ni Una Menos, en el día internacional contra la violencia hacia las mujeres. El año pasado, Mónica y Adié viajaron hasta Rosario para participar de la marcha y, además, mantener una reunión con concejales y legisladorxs provinciales. Quienes acompañaron a la familia y motorizaron el encuentro fueron integrantes de Ate Rosario y la Multisectorial de Mujeres de la ciudad.
Semanas antes, la familia y sus abogados habían mantenido una reunión con el gobernador Miguel Liftchitz para exigirle el avance en la causa y la realización de estudios fundamentales en materiales encontrados durante los últimos rastrillajes.
El Concejo Municipal expresaba a su vez, su preocupación por la demora en la producción de pruebas a través de un proyecto presentado por la edila Celeste Lepratti. “Los últimos hechos revelan más preocupaciones que certezas. Buzos que deben ponerse de rodillas en uno de los arroyos porque la profundidad no da para semejante despliegue; territorios donde fue vista Rosalía y que nunca fueron rastrillados por baqueanos; huesos de perros que son presentados como supuestamente parecidos a restos óseos humanos; análisis de teléfonos celulares que todavía no fueron completados; pedido de copia del expediente y que hasta el momento no fue entregada a los abogados de la familia; e integrantes de la policía provincial más preocupados por la impunidad que por la justicia”.
La indignación de la familia crecía frente a la falta de respuestas concretas relacionadas al resguardo de prueba recolectada, estudios de ADN demorados y la tan esperada pericia de geolocalización que nunca se realizó. “Esto puede decir quiénes estuvieron alrededor del teléfono de Rosalía con un margen de error de cinco metros. Todavía no se hizo porque el Estado Provincial se excusa con que falta dinero”, decía Mónica. “Queremos saber que pasó con Rosalía Jara. Queremos saber quién o quiénes son los culpables. Queremos que se tomen medidas respecto al mal accionar de ciertos funcionarios policiales (esto dicho por los fiscales y los abogados de ambas partes). ¿Dónde está? ¿Qué le paso? ¿Quién o quienes fueron?. Ni la Policía. Ni la justicia nos responden estas preguntas todavía”.
En este largo tiempo, hubo muraleadas realizadas por el colectivo rosarino Arte x Libertad, en la escuela a la que iba Rosalía, el EEMPA Gastón Gori. Frente a la comisaría, sospechada de encubrimiento, la frase pintada en un muro amanece cada día para punzar en la memoria: “Rosalía viva te queremos”.
Un año y dos meses después
Llueve. El barro deja huellas de dolor. Son las cuatro de la tarde de un sábado tapado de nubes. Es primero de septiembre y en Fortín Olmos, no deja de caer agua sobre la tierra mojada. Reina el silencio y un murmullo desolador.
Después de largas horas de viaje, hasta allí llegan mujeres de Vera, San Javier, San Justo, Santa Fe, Avellaneda, Reconquista, Rosario. En silencio, con los ojos cargados en lágrimas. Una nueva marcha tendrá lugar para exigir justicia. La bandera la lleva su tía y su prima: “Basta de femicidios, Justicia por Rosalía” dice. La marcha a un año y dos meses está marcada por la noticia más dolorosa. Es que hace siete días, un cuerpo fue encontrado en una zona lejana a Fortín Olmos, en el Arroyo Golondrina, bajo el puente conocido como “El bonete”. Un grupo de cazadores avisó del hallazgo. Nunca hubo rastrillajes en esa zona, en la ruta 98 que une Vera con Tostado. Junto al cuerpo había elementos personales que pertenecen a Rosalía Jara, según pudo reconocer Liliana, su mamá, y sus tíos. Aún falta determinar el estudio de ADN pero Mónica, sumida en dolor, dice que están un 90% seguros que los huesos encontrados son de su sobrina.
El acto se realiza en el salón parroquial del pueblo. Muchos vecinos se acercan, en silencio, con la mirada perdida. El abrazo a la familia de Rosalía es reparador. No abundan las palabras porque todo es desconsuelo en el aire pesado de Fortín Olmos. Dolor e indignación. Eso es lo que siente su tía política, sus tíos, su prima, su mamá. Es que la bronca se agiganta al escuchar que el resultado de ADN podría demorar unos seis meses. “Es una falta de respeto”, dicen. Por eso, el documento que se escucha en la voz quebrada de Aidé Jara, es contundente: ”No hay adjetivo que pueda calificar y encerrar toda la bronca que genera este desenlace, cuando hace apenas unos días atrás desde la defensa del imputado acrecentaban la esperanza de hallarla con vida, presentando testigos falsos asegurando haberla visto con vida en Reconquista, al igual que decían que la mamá de Rosalía estaba al tanto de esto y esperaba cobrar dinero y por ello seguía con la farsa de la desaparición de su hija, que alguien nos diga cómo no sentir impotencia ante toda esta situación, como no salir a buscar responsables, y de hecho que los hay y muchos, de manera directa e indirecta, quienes tuvieron que ocuparse de la investigación para que todo se haga en tiempo y forma no lo han hecho”.
“Tenemos dolor, indignación y bronca pero no tenemos odio. Nosotros nunca acusamos a nadie. Eso lo hizo la justicia. Sí, viendo que hubo falencia en la búsqueda, si habrá que denunciar a quien se tenga que denunciar, obviamente lo vamos a hacer. Estamos con mucha bronca”, dice Mónica luego de la marcha, en una entrevista con enREDando.
Uno de los reclamos que hoy la familia le hace al estado provincial es la pericia de geolocalización sobre el celular de Rosalía y Valdez que todavía no se realizó. “Es un dato de suma importancia porque nos va a decir si el único imputado estuvo en ese lugar o estuvo cerca. Si la geolocalización se hubiese hecho antes, y ahí reclamamos que el Estado estuvo ausente porque no hicieron lo que tenían que hacer, alomejor en ese lugar ya hubiésemos ido y tal vez la encontrábamos antes en otro estado y no como está ahora. Nosotros aseguramos que en un 90% es ella. Queremos saber dónde está el teléfono de Rosalía, como tampoco apareció el pantalón. Queremos saber dónde está, si desapareció, si se quemó”.
Un buzo rosado, una remera, un corpiño, una de las zapatillas de Rosalía y las llaves de su casa fueron reconocidas por su familia. En el lugar, además de los restos óseos también se encontraron troncos de quebracho quemados y cenizas que estaban junto al cuerpo.
Lo que se espera ahora es el resultado de ADN. Mónica explica: “hay tres lugares para hacerlo. Uno es Rosario que lleva de 3 a 6 meses, el otro lugar es Chaco que lleva de 30 días a tres meses, y Córdoba que tiene solo una demora de 30 días. Nos tienen que dar una respuesta para saber adonde lo van a trasladar para hacer el estudio y saber el ADN y darle sana sepultura como se merece Rosalía, en caso que sea ella. Hay un 5% de probabilidades mínimas que no sea”.
¿Qué pasó con Rosalía?
“Ella estaba enamorada y confiaba en esa persona. Nosotros nos enteramos después de que desapareció, la relación que tenía. A Rosalía la llevó alguien que ella conocía, y lo que hicieron, lo hicieron a conciencia”. Su familia no sabe que pudo haber pasado, no acusa, solo espera que haya justicia y que sea la justicia la que investigue. “Siempre fuimos respetuosos para que la justicia trabaje tranquila, pero sí queremos que sea con responsabilidad y que los tiempos se acorten. No podemos esperar seis meses para saber si es o no Rosalía”, vuelve a decir Mónica quién además, apunta a la policía: “sabemos que hay dos policías que están siendo investigados y sabemos también que la causa está estancada y que tienen que actuar los fiscales de Reconquista. El poder judicial no actúa en esta causa que investiga las responsabilidades de la policía”.
Ate Rosario es una de las organizaciones que acompaña a la familia en cada paso que viene dando en esta lucha dolorosa por encontrar a Rosalía. Junto a la Multisectorial de Mujeres, emitió un comunicado para exigir justicia. “Rosalía, mujer, joven, pobre; desnudó con su historia la terrible situación de opresión que viven las mujeres del norte santafesino, que sin dudas es réplica de lo que ocurre en muchos lugares del país. Con una vida de múltiples carencias y privaciones, frente a las cuales el Estado hace oídos sordos; a la hora de buscarla estuvo presente de la peor manera. Porque durante un año y dos meses esa trama de complicidades mafiosas entre las autoridades políticas, policiales y Juan Valdez (único imputado por la desaparición de Rosalía) se mantuvo sin fisuras demorando, retrasando, complicando medidas que hubieran resuelto el caso con más celeridad. Varias hipótesis expresaban los Fortineros: que podría haber sido tomada por una red de trata; que podría ser víctima de un femicidio; que podría ser un ajuste por temas de narcotráfico. Las hipótesis responden a lo que realmente ocurre en ese Norte santafesino y de lo cual toda la comunidad está harta.” También, presentes en la marcha, señalaron: “Hemos acompañado la desaparición primero, y hoy estamos denunciando que el Estado no la encontró, la encontró al comunidad que acá esta presente. Denunciamos que es un estupro, que es un secuestro, que es una desaparición y es un femicidio”.
Jorge Castro, militante por los derechos humanos de Santa Fe y querellante en la causa por las inundaciones, participó de la movilización. No es la primera vez que lo hace y su voz es una referencia. “La situación de estos pequeños pueblos y las ciudades del norte no es diferente a lo que ocurre en las grandes ciudades. Lo que difiere es la magnitud. El caso de Rosalía es un símbolo social y en ese sentido, hay muchas gurisas santafesinas que pasan por lo mismo. Lo emblemático es que acá salió todo el pueblo y también se ha metido miedo en este pueblo, y en ese sentido ni el poder político ni la policía es ajena. La edad que tenía Rosalía a los 13 años que comenzó con una relación con su profesión, ya desde ese mismo momento, el delito ya estaba instalado. Y a los 16, cuando tuvo la hija, la situación se profundizó. Pasaron 14 meses y si no hubiese sido por un hecho fortuito, el Estado no la iba a encontrar porque Rosalía es pobre. La responsabilidad del Estado es social”, señala Castro y amplía: “no investigaron, no sancionaron a los policías que avisaron a Valdez que iba a ser detenido. Eso no ha sido motivo de ningún tipo de investigación. Pese a las inclemencias del tiempo, hay una enorme cantidad de gente en la marcha. La geolocalización de los celulares y el resultado de ADN debe resolverse de forma inmediata. Si se hubiese hecho la geolocalización, la ubicación hubiese sido inmediata”.
Mónica habla bajo. Cansada, después de la marcha en un día inhóspito, remarca la gran cantidad de vecinos que se sumaron a la movilización. “En Olmos siempre acompañan, pero hoy ví mucha gente que no había participado en las marchas hasta ahora, había gente que creía que Rosalía se había ido sola, o el abogado del imputado dijo en una audiencia que la mama de Rosalía sabía que estaba viva y cosas así. Nos daba bronca escuchar tantas barbaridades que se han dicho en las audiencias con el dolor que pasamos”. Fueron cazadores los que dieron aviso del cuerpo hallado en las peores condiciones, un año después. Ahora solo piden celeridad en los resultados que finalmente confirmen si esos restos pertenecen o no a Rosalía Jara y saber qué fue lo que pasó, y quien o quienes son los responsables. “No podemos seguir esperando después de todo lo que nos tocó pasar”, dice Aydé. Rubén, tío de Rosalía, asegura que no van a bajar los brazos. Mónica exige que no haya otra piba más asesinada en Fortín Olmos. “No tenemos miedo. Hablamos con la verdad. Yo participé de las audiencias, de los rastrillajes, sabemos cómo está la causa y sabemos que si cae la familia, cae esta lucha. Si nos hubiéramos quedados callados quizás hoy no hubiésemos sabido nada de Rosalía. Liliana está resignada, no tenemos muchas esperanzas de que ella no sea, es solo un 10%. Vamos a seguir exigiendo justicia y que se investigue todas las líneas que hay que investigarse”.
La justicia la construimos entre todos
“Que los pequeños y los grandes sueños de Rosalía se puedan convertir en Alma, que tenga una vida más feliz y otro destino y que le podamos garantizar que pueda llevar adelante lo que a su madre se le truncó”, decía Jorge Castro en el acto de Fortín Olmos. Le hablaba a la comunidad fortinera. “Si tenemos que marchar mil veces, marcharemos mil veces”. Rosalía Jara tenía sueños, como todas las pibas de su edad, como todas las pibas que crecen en lugares donde se hace difícil desnaturalizar el machismo estructural que violenta sus vidas, sus derechos, sus libertades.
El grito de justicia será por Rosalía, por todas las Rosalías que desaparecen. Porque mientras su familia reconocía sus pertenencias, otra joven era encontrada en Coronda, en este norte santafesino que tanto duele. Magalí tenía 16 años y los primeros indicios indican que fue violada y asesinada en forma violenta. Fue encontrada junto a un desagüe en la costa corondida. El cuerpo “estaba boca abajo, embarrado y con los pantalones bajos. A su lado, un morral y 250 pesos. Por las primeras evidencias en el cuerpo, la víctima sufrió un golpe en la cabeza, rasguños en la cara y estrangulamiento, además de indicios que suponen un ataque de índole sexual”, detalla la nota publicada en Página 12. Coronda se moviliza. Otra marcha, otro grito, otros cuerpos cargados de dolor e indignación. “El femicidio es la conclusión brutal de una cadena de violencias que recaen sobre las mujeres y las disidencias. Pero aquel grito que surgió con fuerza en las primeras movilizaciones del 2015 bajo el lema «Ni una menos, vivas nos queremos» sigue vigente y con más potencia que nunca”, señala el Colectivo Ni Una Menos de Coronda que este lunes 3 de septiembre marchó en la ciudad santafesina.
“Ella siempre venía al kiosko a comprar tutucas, pañales, jugo baggio y si alcanzaba, un cigarrillo”, dice Mónica sobre su sobrina, Rosalía. Hoy, a pesar de todo el dolor que siente, va a seguir de pie, por su ahijada, la pequeña Alma. “Para que sea un niña feliz”, para que crezca libre y recién ahí, cuando ella sea grande, “vamos a tener tiempo de deprimirnos y entregarnos”, dice Mónica. Y suma, con un hilo de voz: “pero ahora no, ahora vamos a seguir luchando”.