Por Malena Martinez
[dropcap]D[/dropcap]esde que se conoció la sentencia a los integrantes de “La Manada”, un grupo de cinco jóvenes acusados de violar a una chica de 18 años y que recibieron una condena de 9 años por abuso sexual -con una justicia que niega el contenido violento del hecho- las redes ardieron gracias a nosotras.El empoderamiento de las mujeres, guiado por movimientos feministas e iniciativas reivindicadoras, estalló. Nos encontramos hermanadas y acompañadas por mujeres de todas partes. Un simple #Cuentalo que destapó la caja de pandora de cada mujer de la tierra.
Viva o muerta, las historias de cada una de las mujeres que pisaron este mundo estaban expresadas en millones de tweets. Ninguno fue más o menos. En ningún momento acudimos al feministómetro.
El «Hermana, yo si te creo» fue un grito global. Contábamos nuestras vivencias, nuestros miedos, nuestras incomodidades, también encarnábamos en puño y letra la violencia que vivió otra compañera. Las extrañábamos, las recordábamos para que no queden en el olvido.
Ahora nosotras tenemos el poder. Ahora nosotras tenemos que poner el cuerpo y desmantelar los privilegios del macho. Ahora nosotras formamos parte de esta nueva oleada feminista que viene a hacer esa revolución que anhelamos hace años.
Todo lo que conllevan estas declaraciones virtuales está entrelazado por algo mucho mas grande: la sororidad.
La sororidad se volvió el encendedor de esta llamarada de mujeres. Nuestra arma, nuestro punto a favor, la kriptonita que debilita al patriarcado.
El hashtag fue tendencia durante todo el fin de semana y las historias viajaron a través de las redes hasta encontrarse con hechos en otros países. El mensaje está claro: en todos los lugares del mundo las mujeres sufrimos todo tipo de violencia a diario. No es menor la masividad que tomó esta medida. La visibilidad de cada relato impactó en grandes proporciones: ayuda a sanar, impulsa a otras mujeres a denunciar, detalla y pone en tensión mitos que se creían naturalizados y evidencia situaciones ignoradas durante años.
Cada historia aparece para recordar que es una problemática cotidiana que no está aislada de las construcciones socioculturales que se nos imponen desde pequeñxs. Lo importante es que los relatos no se queden en el historial de twitter sino que puedan trascender, y esa debe ser nuestra próxima meta: que los privilegios empiecen a caer.