Las pibas hablan. A días de lo que fue el histórico segundo Paro Internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans, desde Santa Fe, cuentan su experiencia, comparten sus miradas, vibran y resignifican todo. ¿Cómo sienten el feminisimo? ¿Qué significa para ellas?» “Con las pibas hablando así ya se está haciendo la revolución”.
Por Agustina Verano, desde Santa Fe – Fotos: Registro colaborativo de la Mesa Ni Una menos Santa Fe
[dropcap]“[/dropcap]Nosotras queremos un feminismo para la revolución, para nosotras el feminismo es liberación, cambiarlo todo. Que ahí no nos va a alcanzar solo con legalizar y despenalizar el aborto, no: queremos ir más allá. Queremos transformar las estructuras jerárquicas, cambiar las desigualdades de poder”
Sentadas en ronda, en la oscuridad del parque federal de la ciudad de Santa Fe, Mili, una de las pibas del Evita que tiene voz fuerte en el movimiento de mujeres, remata la charla.
Son días previos a lo que se titula y se siente desde la piel: el paro internacional de las mujeres, lesbianas, travestis y trans.
Eva, compañera, militante del Frente de Estudiantes de Trabajo Social, la mira y asiente. Y agrega: el feminismo es expresión colectiva. Es una lucha donde conquistamos derechos desde lo personal, sí, pero también pensando siempre mas allá, pensando siempre en tu compañera aunque no la conozcas, viendo la lucha cotidiana que vivimos desde la violencia doméstica en los hogares, hasta ir caminando y te acosen y hasta en nuestro caso estar en las aulas de la universidad y un profesor nos desautorice la palabra por ser mujeres y cuando hable un varón se calle totalmente.
Cuando la pregunta se direcciona hacia cómo ven hoy las pibas el feminismo, Eva, entre risas que evidencian emoción -la misma que tengo mientras la escucho- cuenta: “creo que lo que vemos es algo zarpado, es entender que estamos acá, haciendo, yo la veo a mi hermanita 14 años diciéndole a todo el mundo que está a favor del aborto, a mi mamá, a todxs, y me emociona, y yo que solo le llevo 7 años no podía decirlo”.
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Son las últimas asambleas, el color verde copa los espacios. El verde, que también fue semilla, hoy es el acuerdo para la revolución, esa que está en marcha.
Las rondas se hacen cada vez más grandes, y las pibas copan los espacios de mil formas: sentadas en el piso, paradas, coordinando, y en estas rondas la historia se hace memoria presente, pero también, la historia se hace ahí, mientras las que tienen el pañuelo verde atado a la muñeca resignifican la lucha de quienes tanto tiempo lo llevaron al cuello.
Entonces el pañuelo-acuerdo; el pañuelo-rebeldía; el pañuelo que abraza; ese pañuelo es también memoria: por las que se animaron a armar un círculo infinito mientras el silencio era la palabra, mientras las desapariciones forzadas les seguían los pasos.
Desde esos pañuelos, desde esas madres y abuelas que nos enseñaron a luchar desde la ternura, es que también nos paramos y nos apropiamos de su lema: la única lucha que se pierde, es la que se abandona.
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“Con las pibas hablando así ya se está haciendo la revolución”, escucho mientras una chica de la comisión estudiantil toma la palabra. Mientras, pienso lo que significa la palabra revolución y la extraigo de un diccionario que a veces la significa utópica.
Que revolución también es hermanarse, acuerparse y amontonarse en una asamblea, agarrarse fuerte de las manos o aplaudir con la piel de gallina cuando las que seguimos el camino de las que lo empezaron, resignificamos y construimos desde un feminismo que son muchos feminismos, que ya no puede ser callado, feminismos que empujan, que le suben el volumen de voz a las pibas desde la adolescencia, la facultad, la militancia.
Belu, Carme y Tea, son tres pibas, militantes socorristas y estudiantes, que integran también las actividades previas al 8M, y mientras salen de una reunión para cubrir colectivamente la marcha se apropian de los espacios dando batalla con sus relatos.
La pregunta es una sola pero la respuesta evidencia muchas respuestas. ¿Qué significa para vos el feminismo?
Tea: yo, con 16 años, estudiante de la escuela Mantovani, es entender que entrás en la adolescencia y te empezás a preguntar porque te importan o duelen determinadas cosas, porque yo tengo que tener determinados cuidados y mis compañeros varones no. Es cuestionarse todo.
Carmela: Yo tengo también 16 años, y hace un año no me animaba ni a hablar en mi centro de estudiantes y ahora gracias a todo esto, a participar en el movimiento de mujeres, en un espacio feminista, sé que es un espacio en que nadie me va a juzgar y puedo ir y hablar, es muy importante luchar, yo me siento privilegiada, que estoy en una situación en donde muchas pibas no pueden estar, jamás pase por cosas que otras pibas sí, entonces, me parece que parar ese día es para que se den cuenta que estamos organizadas y somos más fuertes que antes, y que nunca.
Belu: Siendo hoy socorrista, integrante de Las Ana María, teniendo 21 años, me pregunto Qué es lo que provoco en mí el feminismo. Me permitió darle nombre a muchas cosas que a mí me pasaban, a entender distintas situaciones que yo sabía que me hacían sentir mal, por ejemplo en la secundaria, y con el feminismo o que pude lograr es darle nombre y un porqué, porqué mis profesores o compañeros actuaban de cierta forma y porqué me pasaban cosas a mi como una identidad, una femeneidad como una mujer, eso es eso es muy liberador cunado te das cuenta, y también me gusta observar el cambio que hay en el propio feminismo, en como ver la corporalidad de una, como entender y encontrarse otra vez con su cuerpo, poder entender que mujer puede ser una mujer con pene, o hermafrodita, es entender la femeneidad de variadas formas y no encasillarnos desde una mirada biologiscista y entender la corporalidad fuera de los estándares actuales, y eso cuando una dufre ciertas opresiones se libera mucho.
El relato no puede seguir, porque la emoción le corta la garganta. Las cuatro sentadas en círculo entendemos a lo que se refiere Belu, porque su respuesta también es la nuestra. Carmela la abraza y le dice: “acá estamos con vos, no vas a estar nunca más sola”
Belu, entonces, sigue y ya empieza a parar :”Marchamos también porque todavía sufrimos desigualdades, no tenemos soberanía sobre nuestros propios cuerpos, seguimos siendo acosadas, violadas y matadas cuando salimos a la calle por el simple hecho de ser femineidades y estamos a favor de que sea solo una marcha de mujeres, lesbianas, travestis y trans, porque entendemos que la otra opresión además de clase es la de género y eso tiene que ser visibilizado y entendido.
Y bueno: por cada mujer que sigue faltando hoy en día y que siguen desapareciendo y que las seguimos buscando”
Las respuestas, entonces, son flores.
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“Nuestros faroles son las madres y las abuelas quienes desde el dolor más grande, salieron a cuestionar a la sociedad y a las fuerzas represivas del estado, con amor y con discursividad, interpelando siempre desde la ternura. Fueron las mujeres las que se ataron el pañuelo al cuello y salieron mientras nos desaparecían. Yo creo que construyeron feminismo, por eso para mí, el feminismo es justicia social”
Nadi, militante de H.I.J.O.S, agarra el grabador y mira a Rocío y Emi, sus otras compañeras que la acompañan mientras la última asamblea sucede.
Rocío continúa lo que dice su compañera, y la palabra revolución que se hace acto:
Rocío: “Yo paro por nuestras compañeras que dieron la vida por un país más justo e igualitario y que seguramente buscaban la importancia y el lugar que las mujeres tenemos que tener en la lucha y en la sociedad, al igual que nuestras abuelas. Como militante de hijxs, yo considero que nuestras compañeras que sufrieron violaciones, torturas, desapariciones y muertes, creo que es el claro ejemplo de violencia de género, que se las ha utilizado como un objeto en vez de persona, por eso yo considero que el feminismo tiene esta nueva ola, que viene a tratar de poder deconsturir ese mundo que vivimos de desigualdad, el patriarcado a todos los días nos oprime.
Emi la completa, y ahí la resignificación, la materialización de esas semillas.
“Desde lo personal creo que la juventud viene a romper con algunas barreras dentro del feminismo y a sumar a la lucha colectiva de muchas mujeres que están hace años, y que venimos a traer un condimento extra, más fuerza al movimiento, por ahí nos tildan de llevar el movimiento de mujeres al extremo, creo que no es así, creo que cada vez se magnifica más, creo que la juventud es fundamental, porque trae esa lucha, creo que la sociedad fue mutando mucho y por eso somos importantes las jóvenes feministas.
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Re leo la nota que escribí el año pasado y su título me interpela: ¿Qué pasa si un día parás?
Esa pregunta nos recorrió el cuerpo a todas: a las que empezaron la lucha, a las vecinas, a las trabajadoras, a las pibas, a las madres, a las hijas, a las militantes.
Durante todo febrero del año pasado, en las asambleas, en las discusiones, en los barrios, nos hacíamos esa pregunta. Nos costaba responderla: la contradicción, a veces, quemaba.
La releo, entonces, y no me quema, escucho a las compañeras y veo que no les quema, que la duda que a veces esconde esa culpa que siempre aparece en nuestras decisiones, se transforma en acción concreta.
Ya no hay signos de pregunta, hay afirmación: Las mujeres, lesbianas, travestis y trans ya no nos preguntamos qué significa parar, porque ya lo estamos haciendo.
En la última asamblea, la afirmación se escuchó fuerte desde la voz de las que fueron semilla, de las pibas que hoy tienen en su voz, las voces de las compañeras que empezaron el camino:
“Compañeras, las mujeres paramos, no hay vuelta atrás, los varones, que se busquen su lugar, este día es nuestro”
La imagen que le siguió a esa última declaración son las flores que salieron de las tantas semillas sembradas: la ronda de mujeres se hace aplauso, se hace decisión firme, se hace paro, se hace interpelación, se hace marea violeta y diversa, se hace cuadras y cuadras en distintas partes del mundo, se hace abrazo colectivo, se hace “acá estamos juntas”, se hace los pogos más grandes en donde transpiramos abrazadas y nos necesitamos, se hace rabia organizada en canciones que escribimos para nunca más dejar de estar juntas, se hace puente-abrazo entre quienes empezaron el camino y las pibas que lo seguimos.
Se hace grito colectivo, un grito que cambia el verbo de una frase: la revolución no será feminista, la revolución lo está siendo.