El 19 de febrero Brandon Cardozo hubiese festejado su cumpleaños número 19. Su sueño era jugar en la primera de Newells. Le gustaba el rap y la música electrónica y con 16 años estaba a punto de integrar la selección de la liga de fútbol casildense. Una bala policial terminó con su vida en una fiesta de año nuevo, en el 2016. A dos años se espera un juicio oral que condene al policía bajo la imputación de homicidio calificado por su condición de agente policial. En esa lucha está su familia, los abogados y sus amigos que no lo olvidan.
Por María Cruz Ciarniello
[dropcap]D[/dropcap]ieciseis años tenía Brandon cuando el disparo que salió del arma reglamentaria del sub oficial Emiliano Gomez impactó de lleno en su mentón. En total fueron seis las vainas encontradas en la fiesta de año nuevo a la que Brandon Cardozo había concurrido con amigos y primos, en la esquina de Centenario y Entre Ríos de la zona sur de Rosario.
No hubo tiempo de nada, la vida de Nano se diluyó en minutos. Cerca de las 4.30 de la madrugada de ese 1 de enero de 2016 sonó el teléfono de Laura Ávalos. “A Brandon se lo llevaron descompuesto a la guardia del Roque Saenz Peña”, le avisaron.
Hasta allí corrió su mamá. Apenas entró, un policía se ocupó de darle el parte, sin ningún reparo. A Brandon lo mataron en un supuesto enfrentamiento entre bandas de pibes que se tiraban entre sí, le dijeron. Esa versión es la que se ofreció a los medios de comunicación en las primeras horas del año nuevo. La misma que suele correr como pólvora cuando un pibe es asesinado en los barrios de Rosario.
Bastaron apenas días para desterrar la mentira del “enfrentamiento”. El día 5 de enero, a partir del testimonio de otro policía y testigos presenciales, Emiliano Martin Gomez, oficial de la Brigada Motorizada de la Unidad Regional II era arrestado, señalado como el principal sospechoso del homicidio de Brandon.
Laura ya no estaba sola. La Asamblea por los Derechos de la Niñez y la Juventud que tan arduamente viene trabajando en los casos de gatillo fácil, se había acercado para brindarle asesoramiento y un abrazo vital para avanzar en busca de justicia por el crimen de su único hijo.
Sus dos pasiones
Brandon jugaba al fútbol desde los 4 años en Sandford, el pueblo al que iba cuatro veces por semana. Su posición en la cancha era la de un defensor. Pero Brandon defendía todo, dice hoy su mamá y aclara: “no le gustaban las injusticias”. Había sido convocado para integrar la selección de la liga casildense tiempo antes de ser asesinado. Su pasión pasaba por ahí: la pelota. Su sueño: jugar en primera en el club de sus amores, Newels Old Boys.
Además de ponerse la camiseta para defender a su equipo, a Nano le gustaba la música electrónica y el rap. Gustos que compartía con dos amigos de la infancia, de la escuela, de toda la vida. “Bran” como le dice Franco, su amigo desde los 14 años, era además un pibe de fierro. De esos que están “en las malas, en las buenas y en las peores”. Era con Franco con quien se encerraba horas enteras a mezclar y producir música, sonidos. “Él me aportaba ideas a mí, y eso nos unió”, cuenta su amigo dos años después, en este 19 de febrero de 2018, día en que Brandon cumpliría 19 años.
Juntos fueron a la escuela secundaria Técnica 649 General San Martín. Esa noche fatal de año nuevo, Franco habló por última vez con Brandon. “Me dijo que iba a una joda pero yo no tenía ganas. Le dije que se cuide y el último mensaje que recibí fue “Feliz año nuevo hermano”.
Cristopher es rapero, tiene 19 años y su amistad con Brandon data desde la primera hora de su nacimiento ya que sus familias eran muy amigas.
16 años juntos, recuerda y se quiebra. Con él abrazaban el gusto por el rap, el hip hop, el freestyle. “Con Brandon había una conexión rara, nos alejábamos 6 meses y cuando nos reencontrábamos, teníamos los mismos gustos. Cuando tenía 11 años le conté que me gustaba el rap y a él también. Escuchábamos a los mismos raperos. Siempre hablábamos de escribir canciones y de grabarlas juntos”. Dos años después, Cristopher intenta recuperar una canción que quedó a medio escribir, cuando tenían 13 años. La quiere terminar para dedicársela a su amigo junto a otras dos que ya tiene grabadas.
“Empecé a grabar canciones recién 6 meses después de lo que pasó. Mi primer tema es Eterno que está dedicada a Brandon y Hasta el cielo que también es para él”, cuenta, mientras la voz se le hace finita por el llanto y los ojos se enrojecen cada vez más. La emoción de Cristopher es inocultable. Extraña a su amigo y, como él dice, “no puede creer que hayan pasado dos años. Hay un rapero que escuchábamos que dice que no se muere quien se vá sino que muere quien se olvida”. Entonces, para no olvidarlo, su amigo rapea. Con dolor, con fuerza, con una sonrisa, lleno de lágrimas. Rapea y dice: “Tu recuerdo es lo que me hace ser fuerte. Quizás existen demasiadas cosas que me queman, hoy sigo y sonrío porque sos el motivo de cada tema”.
No hay olvido para Brandon. Pasaron dos años y en la Plazoleta del Foro, frente a los Tribunales de Rosario, se prepara un festejo para recordarlo vivo y celebrar su cumpleaños. Un festejo que además incluye un picadito de fútbol. Son decenas de jóvenes del barrio los que llevan puesta la camiseta con el número 16 y el nombre de Brandon estampado en letras blancas. La pelota va y viene mientras suena la música y la murga.
Laura Ávalos perdió a su único hijo, pero no se detiene. El deseo es poder llegar al juicio oral que se realizará este año, con una imputación de homicidio agravado por su condición de agente policial lo cual conlleva a una pena de cadena perpetua. La condena ejemplar, pide Laura.
“Yo siempre decía cuando veía a las mamás en la televisión buscando justicia, que ojalá nunca me pasé. Ayuda mucho saber que hoy puedo contar con ellas”, dice cuando se refiere a las compañeras con las que se abraza en cada acto o reclamo por justicia. Los familiares de los pibes asesinados por las fuerzas policiales recorren un camino que, saben, es colectivo porque no se trata de casos aislados sino de entramados de violencia institucional que afectan siempre a los mismos chicos. Juntos, entonces, empiezan a enfrentar lo más difícil: desmentir las versiones oficiales que siempre criminalizan y estigmatizan a sus hijos: el “por algo será” que tanto duele.
Franco, su amigo, repite las mismas palabras que Cristopher. Tuvieron que pasar seis meses para que pudiera retomar la música, esa pasión que compartía con Nano. “Dejar todo era como olvidarlo”, asegura. Junto a él aprendió el significado de la palabra familia. Es que eso fue Brandon para Franco: su familia. “El siempre brindaba alegría, felicidad, te acompañaba siempre. Cuando la conocí a Laura, ya desde el primer día yo le dije mamá”. Un antes y un después dice que fue su vida junto a “Bran” y hoy Franco reclama justicia, por su amigo y por todos los pibes que “mueren asesinados por policía incapacitados”, señala y remata: “Ni un pibe menos”.
La causa
Las pericias balísticas fueron fundamentales para señalar la responsabilidad de Gómez en el hecho. Hoy es el único imputado en la causa y se encuentra detenido en prisión preventiva, tras la prórroga que el juez dictaminó durante la última audiencia del 2017.
“Es la evidencia central para llegar al juicio”, explica Salvador Vera, abogado de la Asamblea por los Derechos de la Niñez y la Juventud que representa legalmente a la familia. Esas pericias arrojaron que las seis vainas encontradas en el lugar de la fiesta salieron del arma reglamentaria del imputado. Además, los resultados del allanamiento en su domicilio también permitieron establecer que las balas secuestradas tenían las mismas características que la bala que mató a Brandon. “Una de las pericias que se hizo fue para determinar si la pintura que tenía ese plomo era el mismo que tenían las balas secuestradas en su casa. Y da que sí. La evidencia es bastante contundente en ese sentido y es por eso que hemos solicitado la acusación, estamos esperando que se nos notifique la fecha de realización de la audiencia preliminar para ir a juicio”.
La expectativa está puesta en la proximidad de un juicio que establezca la sentencia para el policía. Antes, se espera la realización de la audiencia preliminar donde se dictamine la fecha de inicio. “Esa audiencia preliminar es para formalizar la acusación, la fiscalía ha solicitado que se eleve a juicio y lo ha hecho por una figura común que es la de homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego, que es un homicidio que comete cualquier persona. Nosotros, desde la querella, hemos planteado que se tiene que acusar y elevar a juicio bajo la figura de un homicidio calificado porque quien cometió el hecho es un agente policial y el hecho lo comete en su función policial porque en su propia declaración dice que actúa para intentar reestablecer el orden en el lugar y además lo comete con su arma reglamentaria”, señala Vera. Este es el punto fundamental por el cual la querella exige que la imputación tenga en cuenta la responsabilidad policial que le compete, a pesar de haber estado de franco ese día. Dice Vera: “El estado policial no se pierde aunque esté de franco o de servicio porque tienen la obligación legal de portar su arma. Porque cuando se inviste a un agente policial cómo policía, se lo inviste de autoridad policial, esto implica que estando en servicio o fuera de servicio sus obligaciones continúan vigentes y es por eso que tienen la obligación de actuar ante un hecho infraganti y es lo que da fundamento a la obligación legal que tienen de portar su arma. En función de esto, nosotros entendemos que tiene que imputarse por una figura calificada que trae una pena de perpetua. Y ésta va a ser la discusión que vamos sostener en la audiencia preliminar y probablemente en el juicio porque creemos que la fiscal Marisol Fabro no va a cambiar su imputación”.
Entre los argumentos, la querella señala la ley provincial de la policía, número 12.251, especificando el artículo 25 que establece: “Adoptar en cualquier lugar y momento, cuando las circunstancias lo impongan, el procedimiento policial conveniente para prevenir el delito y/o contravención, o interrumpir su ejecución”. Bajo este argumento es que consideran que el imputado, entendido hasta el momento como autor del homicidio, se encuentra en estado policial permanente más allá de haber estado de franco el día del hecho.
Para Salvador Vera la evidencia es contundente. Sin embargo, el contexto social y político que hoy atraviesa el país atenta contra la posibilidad de llegar a una condena ejemplar y a este tipo de imputación que solicita la familia. El caso Chocobar resuena con fuerza para legitimar la actuación policial. El discurso presidencial que avala, sin tapujos, el gatillo fácil enmarca estos casos en un marco complejo y difícil para avanzar en el juzgamiento a estos policías.
Para el abogado de la Asamblea este discurso es muy peligroso ya que en algunos casos hasta se pone en riesgo la posibilidad de llegar a una condena, “porque lleva a los fiscales a que se posicionen en situación de legítima defensa que puede implicar una eximente de responsabilidad penal y puede derivar en un archivo. Entonces esto es lo peligroso. Hay otras causas como la de Jonatan Ojeda y la de Maxi Zamudio donde estamos discutiendo la posibilidad que se avance, pero este es el posicionamiento del fiscal y con este aval del Ejecutivo el panorama es muy complejo para litigar y generar condena”.
Otra vez Gendarmeria
A la espera del juicio por el caso de Brandon y que en este proceso oral se logre condenar al imputado bajo la figura de homicidio calificado por su autoridad policial, las organizaciones que acompañan a los familiares están alerta. El anuncio del arribo de fuerzas de seguridad que saturaran los “barrios más peligrosos” de Rosario, enciende la alarma, una vez más. La estigmatización del territorio se suma a un accionar policial que preocupa, teniendo en cuenta la orden directa que emana desde la más alta esfera del poder político.
Tirar, disparar, gatillar, fusilar, desaparecer, no pareciera ser motivo de condena ni de repudio por parte del gobierno nacional. Rosario ya cuenta con un antecedente nefasto en materia de seguridad y actuación de la Gendarmería en los barrios. “Esto genera una violencia absolutamente innecesaria, es un despliegue, un dispendio de recursos que podrían utilizarse para otras cosas, y que para la población joven que habita estos barrios es muy terrible”, apunta Salvador. La experiencia de haber escuchado y acompañado cientos de denuncias de abusos policiales de pibes en los barrios no deja lugar a la duda. “La cantidad de relatos muy complejos que recibimos, fueron muy difíciles de sobrellevar para los chicos, resulta de vital importancia las organizaciones que están en estos territorios para poder intervenir, el contexto general es un contexto de mucha penetración violenta, de mucha arbitrariedad y limitación de los derechos de los jóvenes, ya que no pueden estar solos porque están sometidos a que se los detenga ilegalmente, que no se comunique la detención, etc.”
El accionar violento de la policía que recae sobre los pibes de los sectores populares es histórico. Así lo viene denunciando, año tras año, la Correpi con cada uno de sus informes anuales. Lo que cambia, ahora, es la legitimación política con la que cuenta. Para Vera, la situación es grave, y cierra: “la afectación de los derechos de los jóvenes es directamente proporcional a la saturación de las fuerzas policiales”.
Este 19 de febrero Brandon hubiese cumplido, recién, 19 años. «No queremos calzarnos más remeras con sus rostros», dicen las familias. Es que a los pibes los quieren vivos. Así como eran, antes de que las balas policiales les quiten la vida.
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