Pasaron dieciséis años y aquel 19 y 20 de diciembre sigue ardiendo en la espalda, en la memoria y en la garganta. Treinta y nueve muertos en todo el país. Nueve en Santa Fe, asesinados por la policía de Carlos Reutemann. Claudio Pocho Lepratti fue asesinado en su lugar de trabajo, en el techo de la Escuela Nº 756 de Las Flores. Este año la escuela cumplió medio siglo de historia y realizó diferentes actividades para ejercitar la memoria, alimentar la alegría y multiplicar las luchas. La mesa vacía de navidad, la marca de la gorra y la justicia que hacemos entre todos.
Por Tomás Viú
[dropcap]E[/dropcap]l ruido de las cacerolas dieciséis años después. La bronca organizada y la espontánea. El boca a boca. CACEROLAZO! TODOS AL MONUMENTO! #JuntosParamosLaReforma! Rosario se tiene que hacer escuchar!! El mensaje de whatsapp llegaba desde distintos grupos. Y llegaban los videos de las concentraciones espontáneas y de las marchas improvisadas. Calles que se llenaban de gente, una vez más.Y así en distintas ciudades del país. Y barrios que se llenaban de fuerzas de seguridad como un gif o un loop histórico. Y la memoria que arde y grita dieciséis años después. La garganta roja. La común unión de maestros, obreros, estudiantes, gente de a pie, profesionales, desocupados, jubilados. Adentro del Congreso de la Nación, querían tapar el sol con las manos. Afuera, el pueblo se movilizaba, alzaba su voz. Y el teatro antidisturbio también se alzaba contra el pueblo movilizado. Igual que aquel 19 y 20. La orden sistemática es acallar las voces disonantes del discurso oficial. Porque molestan, porque incomodan, porque ponen palos en la rueda de la fortuna. Y los palos otra vez cayendo sobre las espaldas que aguantan y quedan marcadas. Una de las recomendaciones era llevar dos mudas de ropa a las movilizaciones porque se sabe que te marcan para después darte. La marca de la gorra.
La Asamblea del 19 y 20 organizó el martes pasado una intervención que se llamó “Mesa vacía de navidad”. La intención fue poner sobre la mesa quiénes faltan en la mesa de cada navidad desde hace dieciséis años: Graciela, Ricardo, Juan, Yanina, Walter, Rubén, Marcelo, Claudio, Graciela. Nueve historias interrumpidas a la fuerza. Por la Fuerza. Nueve familias que también a la fuerza se volvieron militantes de las causas de sus hijos, hijas, hermanos, primos, nietas. Nueve familias que no están solas. Nueve historias con fuerza; nueve historias a la fuerza, sólo en la provincia de Santa Fe.
En la mesa de navidad tampoco se sentarán el resto de las víctimas de gatillo fácil, de la violencia institucional, del narcotráfico, de la violencia machista. Por eso quienes sí estuvieron visibilizando estas ausencias fueron los familiares, amigos y organizaciones que insisten en que la justicia la hacemos entre todos.
Sara Campos es hermana de Walter, una de las víctimas del gatillo político-policial de diciembre de 2001. Dice que con el momento que está pasando el país con tanta hambre y represión, la única manera de recordar a Walter es con la alegría que él tenía. “Es un hermano incomparable. Siempre lo tenemos presente en nuestra familia”. Walter Campos nació en el impenetrable chaqueño y es el quinto de diez hermanos. Son cinco mujeres y cinco varones, todos provenientes de la provincia del Chaco. Sara cuenta como era un día en la vida de Walter: se levantaba, le daba de comer a sus gallinas. Cuidaba mucho a sus gallos de riña. Después se iba a la Avenida Alberdi a cuidar autos y muchas veces salía a cirujear con el carro. “Nosotros éramos chicas pero íbamos con él. Siempre se preocupaba para que tuviéramos algo para comer”.
Lili Mansilla es la mamá de Yanina García, otra de las jóvenes asesinadas aquel diciembre ardiente. Dice que la sigue recordando como era y que para ella hizo un viaje largo. “Ella estaba parada en la puerta de la casa y le llegó una bala perdida. La llevaron y a las pocas horas me dijeron que había muerto. Yo no lo podía creer”. Ninguna madre puede creer que le maten a una hija. La muerte de los cientos de jóvenes asesinados por año es tan real como inverosímil. Lili, que tiene seis hijos varones y que aquel día perdió a su única hija mujer, en el momento pensó (quiso creer) que era una bala de goma. Pero no, fue plomo. Hoy Lili está agradecida por la fuerza que le dan quienes la acompañan. Dice que si no estaría postrada en la casa.“Tengo que salir a la calle y seguir hasta que Dios diga basta”.
Máxima Catalina eshermana de Juan Delgado, otra víctima del 2001. A su hermano lo recuerda en presente. “Está presente en todas las cosas que yo hago. Él era mi compañero, mi amigo, mi hermano, mi hijo. Eso era Juan”. De los nueve hermanos, Juan era uno de los más chicos y Catalina una de las más grandes. Ella lo vio crecer y compartió malas y buenas. Ese día Juan estaba con el torso descubierto, en ojotas, con un pantalón de gimnasia corto, una remera en el hombro y una colita en el pelo. Esa fue la última vez que Catalina lo vio. “Se hablaba de los negritos que salieron a la calle, como pasó el lunes pasado. Mi hermano salió a ver pero no fue a saquear nada. Recibió la golpiza más terrible que podría haber recibido”. Juan recibió un escopetazo en el torso que le provocó explosión masiva de tórax, un tiro de una pistola nueve milímetros en la pierna, y cuando estaba tirado en el piso ya baleado, le rompieron el cráneo a culatazos. “De la única manera que puedo recordarlo es como él era. Como un pibe alegre, siempre con una sonrisa. Desde que era bebé quería una ovejita, le gustaban mucho los animales. Tuvo una ovejita que se llamaba Marta Amor. Como yo lo recuerdo, mi hermano está conmigo”.
El invierno eterno no existe
Claudio Lepratti trabajaba en la Escuela Nº 756 “José Mariano Serrano”, del barrio Las Flores. Este año la escuela cumplió cincuenta años y como parte de los festejos pensaron y armaron el “Rincón de Pocho”. “Es un aula a cielo abierto donde los chicos pueden estar con plantas, leer, merendar, hacer reuniones con padres, ponerle color, hablar de la libertad y del renacer”, explica Laura Airaldi, Directora de la escuela desde hace doce años. Laura era vicedirectora titular pero tomó la dirección desde que se enfermó Carlos Dellatore, el director anterior. “La escuela es el lugar donde podés estar. El año que viene queremos mejorar el espacio, ponerle un toldito porque el sol pega. Los chicos estuvieron trabajando sobre cerámica y queremos hacer un jardín con todas las flores de cerámicas que ellos hicieron”. Laura cuenta que están poniéndole árboles y enredaderas para que sea un lugar cálido y colorido.
Rodolfo “Mono” Saavedra, artista del colectivo Arte por Libertad, armó el “Rincón de Pocho” junto a jóvenes del barrio Emaús, que participan en un taller de letristas y murales que él coordina, y a alumnos y docentes de la Escuela Serrano. “Es como una galería al aire libre y tiene tres mesitas que pintamos y que están para que jueguen al ajedrez y a otros juegos de mesa. Es fundamental que se vinculen distintas cosas como la música, el arte y los juegos”, dice el Mono, sobre este espacio de recreación que ahora tienen los chicos adentro de la escuela.
A Claudio Pocho Lepratti lo mataron en su lugar de trabajo.
“Siempre venia con su mochilita y su agenda, pero el día de la tragedia él no había traído nada porque ya había saqueos y la policía estaba por todos lados. Vino solo con la bicicleta”. Graciela Capellano trabaja como ayudante de cocina en el comedor de la escuela Nº 756 desde hace treinta y un años. Trabaja en el turno noche y durante más de cuatro años compartió el turno con Claudio y con dos personas más. Aquel día, cuando ella llegó a la escuela Claudio ya estaba.
– Andá a buscarlo a Claudio que está arriba del techo- le dijo Lidia, la cocinera.
– ¿Dónde está?- preguntó Graciela.
– Arriba del techo, se fue a mirar porque viste que allá en La Granada hay lío- le respondió Lidia.
Graciela subió con su hermana Claudia, también trabajadora del comedor, al techo de la escuela. Ahí estaba parado Claudio, intentando mirar lo que pasaba. En el puente peatonal de calle España la gente cruzaba. Se escuchaban tiros. “Nosotros mirábamos pero no se veía nada”, diría Graciela dieciséis años después. Diego, otro profesor que también fue testigo, se acercó y estaba con ellos. “Cuando estábamos por bajar sentimos un patrullero que frena desaforado detrás del colegio y empiezan a tirarnos tiros. Mi hermana, Diego y yo nos tiramos al piso del techo”, dice hoy Graciela.
– No tiren que acá hay chicos comiendo- alcanzó a decir Pocho ese 19 de diciembre.
El patrullero freno y empezó a tirar a mansalva en un lugar donde no pasaba nada. Hasta el día de hoy Graciela no sabe de dónde salió el patrullero. Y hasta el día de hoy no se puedeolvidar del ruido de esa frenada. Tampoco se va a olvidar nunca cómo bajaron desaforados. “Y tiraban y tiraban”.
– Me dieron- les dijo Claudio cuando ellosestabanacostados en el techo. Fueron gateando desesperados hasta donde estaba Claudio, que se agarraba el cuello, y cuando lo vieron se dieron cuenta que tenía un agujero. “Al rato empezó a largar sangre, sangre, sangre”. Graciela bajo corriendo a buscar trapos para taparle la herida. Su hermana y Diego lo asistieron a Claudio. Algunos vecinos se acercaron. Lidia llamó al marido para que les ayudara a bajar a Claudio.
– Me dieron y no fue una bala de goma- dijo Pocho que todavía estaba lúcido. El cuerpo ya estaba pesado. Tuvieron que sumarse algunos vecinos más. Lo llevaron al hospital Roque Sáenz Peña y después al HECA. En el auto Claudio ya estaba pálido y no largaba tanta sangre. Graciela pensó que era una hemorragia interna. Claudio perdió el conocimiento.
El Mono habla de la carga simbólica que tiene el lugar donde Pocho trabajaba y donde lo mataron. Pero dice que el objetivo del “Rincón de Pocho” era proyectar su figura dándole vida. “Él decía que no existe el invierno eterno y que si luchamos se va. Por eso quisimos recrear la primavera a través de la imagen de lo que él hacía”. Además del lugar destinado al juego y al descanso, también pintaron un mural y lo usaron como una herramientapara darle color al dolor. “Hoy se cumplen dieciséis años y hay causas que nunca tuvieron justicia. Se trata de acompañar toda esa lucha imprimiéndole una herramienta como es el arte para seguir manteniendo el fuego prendido”.
Valentina viene a la escuela desde cuarto grado y ahora está terminando quinto.“Es más tranquilo cuando la seño nos da un recreo y vamos a jugar y a leer ahí”, dice en relación al “Rincón de Pocho”. “Antes había un patio pero cuando hicieron todo eso ya quedó más lindo”.
Brisa es compañera de Valentina y viene a la escuela desde tercer grado. “El rincón de Pocho lo usamos para leer ya veces vamos a regar las plantas o a jugar a las cartas. Siempre nos sentamos ahí”.
Laura, que no tuvo una relación personal con Pocho pero sí una gran amistad con Carlos Dellatore, quien sí fue compañero de él, dice que a Pocho lo conoció desde las marchas y las asambleas porque ella era militante de derechos humanos. Cuenta que por mucho tiempo a la escuela se la conoció como la escuela de Pocho. Queel centro de salud, que ahora se mudó pero que estaba al lado de la escuela, también tenía su nombre. “La cuadra era Pocho”, resume Laura. “Quedó muy impregnado todo lo sucedido. Hay un mural en la entrada, el comedor sigue teniendo su imagen presente. Es imposible olvidarlo. Es inevitable tener en cuenta semejante historia y semejantes ideales con los cuales coincidimos”.
Para Laura, la continuidad de esa tarea de hormiga es trabajar con los más vulnerables y tratar de que la escuela viva con todos los niños que puedan asistir. La escuela Serrano está abierta los 365 días del año. Entre los dos turnos, el comedor alimenta a mil cien chicos. El ocho de enero empiezala colonia de vacaciones en la escuela, algo que se organiza desde hace veinte años. Antes se llamaba Tiempo Libre y desde 2001 se llama Colonia de vacaciones Pocho Lepratti. “Los chicos van a venir todos los días en el verano de 9 a 12, a desayunar, a jugar, tenemos pileta, el tanque australiano está en uno de los patios. Después almuerzan y se van a la casa. Tenemos actividades pensadas para reyes, para carnaval y campamento para el cierre de la colonia en Máximo Paz”.
El Monoconoció a Pocho en un encuentro de organizaciones sociales que se hizo en la escuela Serrano en el año 2000. “Cuando todo era un hervidero”. Recuerda que se estaba organizando una red de organizaciones sociales a nivel nacional y que Pocho estaba encargado de la organización de la comida. “Nos sentamos a compartir el mate cocido. Él era como cualquier loco que milita. Era un par. Era puro gesto. Cuando decía cosas era muy contundente, pero no era de hablar mucho. Para mí Pocho es el hombre nuevo del que habla el Che”, dice el Mono.
Una parte del trabajo de la memoria es pensar y discutir de qué manera representar la figura de Pocho.El Mono dice que la imagen cristalizada, en las nubes, de la bicicleta alada de Pocho, por momentos hace que endiosemos su figura. “Si bien toma una figura mítica y mística, se trata de traerlo a tierra. Por eso buscamos las hormigas, por el trabajo colectivo, comunitario, silencioso, por abajo”. Aclara que si bien no desechan la figura del Pocho alado lo que sí hacen es trasladarlo al terreno para que esté con vida, en la tierra, para que sea una hormiga. “Si lo alejamos parece que hay que ser un superhéroe y no es así. Tenemos que ser buenas personas”.
Graciela conoció a Claudio cuando lo trasladaron desde otra escuela y entró a la Serrano como titular en el turno noche. “Ahí nos hicimos amigos”, dice, y lo recuerda como“un chico excelente, amable y muy compañero”. Dice que defendía a los compañeros y principalmente a los chicos. Que llegaba con la bicicleta, la ropa de trabajo y la mochila colgada,y que como llegaba todo transpirado,una compañera lo retaba y lo mandaba a lavarse la cara. Que tenía sus momentos de aislamiento en los cualesse alejaba un rato porque necesitaba la tranquilidad de estar solo. Que se sentaba en un rincón con una de esas pavas gigantes, como las de campo, y tomaba mate amargo horas y horas. Graciela suponía que Pocho meditaba. Sabía que él también estudiaba. Ella recuerda que no la dejaba hacer fuerza, y quetenía mucho carisma con los adolescentes a quienes aconsejaba para que no se metieran en cosas feas. Pero también recuerda que Claudio decía sólo las palabras justas. “Como era muy reservado, muchas de las cosas que hacía no las sabíamos pero después nos fuimos enterando. Dejaba el sueldo para los chicos, les compraba comida, los capacitaba intelectualmente para el colegio. Cuando fuimos al velatorio nos enteramos de todas las cosas que hacía en Ludueña. Era un pibe admirable”.
Graciela cuenta que algunos alumnos que son adultos y van a la escuela lo recuerdan bien. Y que los otros lo van conociendo a través de los relatos de sus compañeros y de los maestros. Brisa, que está en quinto grado, sabe que Pocho trabajaba en la escuela y que ayudaba a la gente de la calle a darle trabajo. Que iba en bicicleta, que iba a talleres en galpones y queabría comedores para darle de comer a la gente de la calle.
El árbol de la vida y las mil grullas por la paz
El puente de calle España y Circunvalación se toma como referencia geográfica para ubicar el límite entre Las Flores Este y Las Flores Sur. A pesar de que se transita continuamente, está marcado como el lugar de la emboscada donde te asaltan, donde se inunda y no podés cruzar.Es el estigma espacial del barrio. “Ahí hemos puesto color y luz”, dice Laura en relación con un mural que pintaron las niñas y niños de quinto y sexto grado de la escuela. “Pintamos un árbol con todas las flores, el árbol de la vida”, cuenta Valentina, de quinto. Laura dice que para pintar el mural se juntaron personas que viven a cada lado del puente.“A través de la palabra, y de estas cosas que parecen tan sencillas, nosotros aportamos desde el lugar que sabemos para que la pertenencia a un lugar se engrandezca”.
Como parte de los festejos por los cincuenta años de la escuela, también trabajaron en la decoración del lugar. Primero leyeron el cuento “Las mil grullas”. Brisa resume el cuento: “Cuenta la historia de un niño y una niña. No había paz, había guerras. Entonces la nena quería armar grullas por la paz.Pero ella se estaba por morir. Entonces el amigo la ayudó a llegar a las mil grullas”. En la escuela también llegaron a hacer mil grullas y las terminaron el viernes pasado.
Cuando hicieron el festejo, las mil grullas estuvieron colgadas en el patio y después las llevaron al comedor. Laura cuenta que en la escuela también hay una murga que se llama “Chimichurri sin chisme” y que el año pasado, cuando se cumplieron los quince años de Pocho, la murga salió por el barrio y terminaron tocando en el centro de salud. “Eso nos llevó a hablar de Pocho con todos los chicos que no lo conocieron. El centro de salud llevaba su nombre, entonces nos preguntamos quién era Pocho,por qué está su foto en la escuela y por qué ahora tenemos su Rincón”.Dice Laura que pasaron videos, leyeron biografías y que Celeste Lepratti vino a la escuela. “Este año además vino la madre de Pocho. ATE le regaló un cuadro hermoso. La mamá y Celeste estaban muy emocionadas”.
Por el aniversario de la escuela, armaron un panel que se llamó “¿Qué tenés para contar en estos cincuenta años?” Marcaron distintos hitos importantes para la escuela. Hablaron sobre cómo se formó el barrio con trabajadores, pescadores y obreros que venían del Swift. Sobre la persona que le da nombre a la escuela, José Mariano Serrano, que fue Secretario de Actas de la Independencia el 9 de julio de 1916, además de haber sido diputado de Charcas yPresidente de Bolivia.
En los puntos históricos de la escuela también marcaron dictadura y democracia en relación con el barrio. En 1978, en plena dictadura y con el mundial, se formó el barrio Las Flores Sur como un anexo de Las Flores Este, y armaron un paredón para que nadie los viera. También hicieron una representación en el Rincón de Pocho. Uno de los alumnos que es sobrino de Rubén Pereyra, otra de las víctimas del 2001, andaba con su bicicleta por la escuela representando a Pocho. En los festejos cerraron con la murga porque, dice Laura, “la alegría no se negocia”.
El Mono Saavedra vuelve a resaltar la intención que tuvieron de darles una herramienta a los pibes para que se expresen. “Del dolor y de la muerte rescatamos vida. Luchamos por la vida.La lucha sigue”. Dice que en los barrios se sigue usando la acción psicológica para reprimir. “La represión que hay te da mucha tristeza. Es todo cíclico, parece que todo vuelve. Los mecanismos son los mismos. El aparato represivo sigue intacto, es más, han modernizado su arsenal y su forma de represión”. El Mono dice que hay un hilo conductor: la miseria y la desigualdad.
Laura destaca que todos los días se recuerda a Pocho en el trabajo y en el hacer. “Creo que hay personas que marcan. A lo mejor despiertan en vos algo que ya estaba y a partir de ahí uno dice ´esto es posible´. Hay figuras como la de Pocho que han marcado un hacer entre los pobres. Ese hacer es para continuar, seguir y recrear. Y para reinventarnos siempre”.