El pueblo está en las calles contra el ajuste despiadado que realiza el gobierno de Cambiemos. El grito de repudio contra la ya aprobada reforma previsional se sigue escuchando a pesar de la única respuesta que tiene el gobierno: palos, gases y balas de goma.
Texto: María Cruz Ciarniello
[dropcap]D[/dropcap]uele el país; este país, el nuestro.
Duele la mentira organizada, el crimen organizado, la represión organizada, el saqueo organizado.
Duele el voto de esos 128 diputadxs que aprobaron un proyecto de ley vergonzoso: la reforma previsional que recorta jubilaciones, planes sociales y pensiones. El mismo que antes aprobaron esos 43 senadorxs.
Duele el el cinismo de un presidente de la Nación que se llama Macri y que asegura que en este país que tanto nos duele, se vive en un clima de paz. Duelen sus palabras cuando vemos cómo la Gendarmería y la Federal y la Metropolitana y la Prefectura reprime con furia; dispara proyectiles de gases contra jubilados y le pega balazos de goma a medio metro de distancia a fotógrafxs, militantes y periodistas.
Es que duelen tanto esos gases, esos ojos irritados de mujeres que son, que serán siempre las más perjudicadas en tiempos de ajuste.
Duele el país de los despidos masivos. Que salir a las calles a repudiar la quita de un derecho ya sea costumbre y que costumbre se haga saber que en esas calles te van a reprimir.
Duelen las vallas que impiden llegar hasta el Congreso, el lugar que nos pertenece porque somos pueblo. Duelen las gomas y los gases. El limón aferrado a los dientes y el trapo mojado para poder respirar.
Duele correr sin saber adónde. El miedo duele, ese que se te mete en el cuerpo cuando escuchás decir que viene la motorizada, con sus pistolas afiladas para apuntar y disparar. Duele el ahogo de una mujer que no puede respirar, el ojo reventado por un tiro que recibió un militante social. Duele el dolor de un pibe adolescente siendo atropellado por la policía y que una periodista sea atropellada por otro policía y que un jubilado sea acorralado por esa misma policía que antes le pegó 21 tiros de goma a un fotógrafo.
Duele el país donde te marcan para después detenerte porque sí, porque les encanta agarrarte del cuello y levantarte con bronca en las calles, desoladas, envueltas en humo.
Duele el grito que grita basta. El manoseo de los gendarmes duele y las causas inventadas duele. El saqueo a lxs jubiladxs, eso duele. Otra vez, como aquel 13% que la actual Ministra de Seguridad, esa a la que le pedimos la renuncia, le quitó cuando era Ministra de Trabajo en el gobierno de la antigua Alianza. En esta nueva Alianza, la de Cambiemos, Patricia Bullrich es la responsable del crimen de Rafael Nahuel y de Santiago Maldonado. Y sus ausencias duelen. Cada una de las mentiras que inventaron duele.
Duele la criminalización de la protesta social; que siempre justifiquen la violencia estatal. No se trata de abusos para ellos: es la regla y el protocolo de actuación que diseñaron para que las calles y las plazas estén vacías. Porque odian, porque repelen las movilizaciones sociales, el reclamo por justicia, las banderas de las organizaciones y los cantos populares. Porque duele que un presidente felicite el accionar de una fuerza policial que con palos y gases desaloja una plaza donde miles de personas se expresan para repudiar una ley que en realidad, es un saqueo.
Y duele esa plaza vallada a metros del Congreso. Las cifras que dicen cuánto menos ganaran lxs jubiladxs, lxs pensionadxs y las familias que cobran asignaciones familiares. Todo eso duele. El hambre de los pibitos a los que se les está recortando un derecho mientras otros ganan fortuna con la timba financiera de las Lebacs. Duele que le regalen nuestra vida a las mineras que nos minan la salud. Y que el campo engorde sus bolsillos con voracidad y que las eléctricas te aumenten un servicio esencial mientras dejan de pagar su multimillonaria deuda estatal.
Duele que hablen de “sacrificio” para no hablar de transferencias de recursos, es que en realidad duele que lxs sacrificadxs de este sistema siempre sean lxs mismxs. Duelen las cacerolas otra vez, y este diciembre fuego que nos quema como hace 16 años.
Duelen los Pochos asesinados. Y que la historia, como tragedia, vuelva a repetirse aunque la historia sea otra pero la calle sea la misma. Ahí duele la miseria, el ajuste, los despidos, siempre recayendo sobre los mismos nadies que somos todxs.
Pero algo no nos duele. No duele esa misma plaza reprimida llena de gente, aunque la televisión nunca te muestra la foto. No duele la esperanza de esa unidad de trabajadorxs que se canta y se grita.
No dolió ese abrazo infinito cuando la lágrima nos movió el cuerpo explotado en emoción, ese día en que se levantó la sesión. No duelen las manos aferradas y los cordones humanos cuidándose unos a otros. No duele la sororidad de las mujeres ni el abrigo de la vecina cuando te corren detrás las balas de goma de la policía. No duele la solidaridad de lxs abogadxs militantes que no duermen porque sin ellxs no habría libertad ni justicia ni nada. No duele mirarnos a los ojos para preguntarnos si hubo o no quorum y con solo hacerlo, saber de qué hablamos.
No duele salir a la calle, salir juntxs o solxs, salir, aunque nos quieran así, llenos de miedo y dolidxs.