La lucha por los derechos y la igualdad de condiciones en el ámbito laboral, la salud y la educación son los pilares que formaron Comunidad Trans Rosario. enREDando charló con integrantes del colectivo para conocer cuál es la situación actual del cupo laboral que se comenzó a implementar desde la Municipalidad, cuáles son los derechos que vulneran las obras sociales y las dificultades que conlleva la falta de aplicación real de la Educación Sexual Integral en todas las escuelas.
Por Carina Toso – Foto de portada: Celina Romani
[dropcap]“[/dropcap]Es muy importante que hoy podamos estar acá, charlando con ustedes. Es necesario que haya inclusión y respeto por el otrx. Ser travesti no es algo malo, sino que es una elección de vida y una construcción de una identidad. Mi vida es exactamente igual que la de cualquier otra persona. Yo vengo a contarles mi experiencia”. Así Michelle Vargas Lobo dio inicio a una charla que junto a otras compañeras fue invitada a dar en la Escuela de Educación Técnica Nº 342 Luis Pasteur de Rosario hace unas semanas. Esta actividad, que se va repitiendo en otros espacios educativos de la ciudad y de la región, es parte de la movida que Comunidad Trans Rosario lleva adelante en pos de la deconstrucción de lo binario hombre/mujer. Con un trabajo hecho a pulmón y entrando por esas puertas que se abren para escucharlas, van contando sus historias y experiencias sobre la realidad de la población trans y trava, sobre la ausencia de políticas públicas para el colectivo y una gran deuda en este sentido: la demora de la aplicación de la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas. Y esta es una de las tantas actividades que llevan adelante como organización. Los tiempos siguen siendo difíciles a pesar de los avances y logros.
Michelle, a quien sus amigas le dicen Misha, decidió hace unos cinco años que era necesario luchar por sus derechos. “Cuando logré empoderarme me di cuenta de que había algo más para mi vida, no había nacido solamente para ser puta y morir. Yo trabajaba en la calle, me prostituía, consumía cocaína, había tocado fondo. Venía de una relación de cinco años en donde sufría violencia de género y hace cinco años, cuando Michelle Mendoza me invitó a una reunión para armar un grupo de chicas trans me sumé. Si todas estuviéramos empoderadas sería diferente, actuaríamos desde otro lugar ante la discriminación, la violencia de género, la violencia institucional. A mí el grupo me salvó, me cambió la vida”. A los 14 años comenzó como trabajadora sexual y desde hace cinco se pudo insertar en el circuito laboral “formal”, por decirlo de alguna manera. Por un programa del Estado nacional (que ya no existe) ingresó como empleada en un call center. “Era un programa que daba empleo y seguro de capacitación para personas que estaban en situación de vulnerabilidad como trans o víctimas de violencia de género. Me armaron un perfil y me llamaron para una entrevista. Desde que me anoté hasta ese momento pasaron dos años. Ahora tengo una obra social y aportes pero sé que hoy estoy trabajando pero quizás el día de mañana cambie la situación y tenga que volver al trabajo sexual, porque es algo que toda la vida me dio de comer. Trabajé en cabaret, privados, en la calle que es donde más estamos expuestas”.
En un departamento del centro rosarino el mate está listo para acompañar el encuentro. Las voces se superponen en comentarios pero se van ordenando hasta organizar una ronda de escucha en la que no falta el chiste que ayuda a pasar el mal trago del pasado, el que aparece en el relato de la experiencia vivida. Hoy están todas, o todes, como les gusta decirse, sentadas alrededor de una mesa, empoderadas y convencidas de que el camino es la lucha unificada a pesar de sus diferencias, trabajando por un objetivo en común y por un futuro para quienes comienzan a recorrer el camino de ser trans y travesti.
Junto a Misha, están Morena García, Karla Ojeda, Michelle Mendoza y Victoria Alejandra González. Todas se fueron sumando a Comunidad Trans, se fueron encontrando, organizando. Las problemáticas por las que atraviesan desde que decidieron construirse como travas saltan sobre la mesa: inclusión laboral, acceso al sistema de salud, educación, violencia institucional, hipocresía y discriminación.
“Yo soy Karla Ojeda. Milito desde que tengo 15 años. Hoy trabajo en una empresa, un hotel. Tuve suerte. Las chicas trans todavía seguimos teniendo problemas en el ámbito laboral, por más que exista una ley de identidad de género, que podamos cambiar de documento o de género. Cuando vas a buscar un trabajo, te toman los datos, el CV, todo lo que te piden para ingresar y eso termina archivado debajo de otras carpetas. Te dicen que te van a llamar pero nunca sucede”, relata Karla. Ella considera que hoy hay una discriminación “disimulada” porque antes directamente les decían que no o ni siquiera les aceptaban el CV. Hoy muchxs no se animan a eso pero tampoco las contratan. O las contratan para tareas que no son de atención al público.
Morena también trabaja en un motel. Antes trabajaba en un servicio de catering.“Existen esas convenciones sociales donde te ves atravesada por la pre discriminación. En el caso del catering estaban buscando una trans porque no era ni hombre ni mujer según la concepción de mi patrona, y por lo tanto podía tener una visión más ecuánime ante muchas situaciones, decía ella. Eso es totalmente errado porque yo pertenezco a un género”. Por otro lado, resalta un aspecto no menor en este tema: “Más allá de las aptitudes para un trabajo te terminan evaluando por lo que sos, no por tu capacidad. Por ejemplo, de las que estamos acá, tres fuimos abanderadas en la escuela. Yo fui abanderada en la primaria y en la secundaria. Mis notas eran 10”.
Alejandra trabaja desde hace 10 años en el área de limpieza de la Facultad de Bioquímica, es también trabajadora sexual porque el otro sueldo solamente no le alcanza y milita en Comunidad Trans desde hace 6 años. Junto con Karla, remarcan que el hecho de tener trabajos formales las pone en un lugar de privilegio porque no es lo más común dentro del colectivo. “Nosotras trabajamos en lugares donde tenemos aportes, beneficios, obra social, pero la mayoría de las chicas, no tienen la oportunidad de acceder a eso”, dicen.
Los sistemas están cerrados
Esto llevó a luchar por un proyecto que garantice un cupo laboral para trans y travestis en el ámbito municipal. Así, la ciudad se convirtió en mayo de 2016 en la primera de Argentina en tener este tipo de norma a través de una ordenanza que recibió el voto afirmativo de todo el Concejo Municipal, excepto la bancada PRO que se abstuvo de votar. Pero no fue mérito de concejales ni concejalas, ya que la iniciativa estuvo a punto de quedar en la nada si no fuera por la tenacidad de las organizaciones de la diversidad sexual que mantuvieron el tema en agenda dentro del Palacio Vasallo. Al año siguiente, enero y marzo, se inscribieron más de 60 trans y la preselección duró tres meses. Cada año ingresan a través de este sistema cinco personas.
Michelle Mendoza estuvo en este paso a paso y también es quien, desde hace años, viene organizando y reuniendo a sus compañeras. “Ella es la que hace el trabajo de campo”, dicen. Es, además, parte del Movimiento Evita. Es una de las trans rosarinas que se puso la lucha sobre sus espaldas y enfrentó a todxs los que intentaron dificultarle el camino: no se acobardó, por ejemplo, aquel año en que le prendieron fuego el frente de su casa por insistir en denunciar a la policía ante los maltratos y discriminación a sus compañeras. Y en esa dirección sigue avanzando.
“Sabemos que el Estado no tiene que ser el que le brinde el trabajo a las 500 travas de la provincia sino que nos tiene que brindar las políticas públicas para que las compañeras puedan acceder a eso. El cupo está pensado primero para reforzar la voluntad política del Estado, no está pensado de forma aislada. Por eso se armó un protocolo para personas trans y desde ahí se armó el proyecto de ordenanza”, explica Michelle. Y en este punto, como en muchos otros, el foco está puesto en el futuro, porque uno de los objetivos principales de Comunidad Trans es abrir un camino a las nuevas generaciones, para evitarles las complicaciones ya vividas. “Queremos que esto sea un puntapié para diferentes políticas públicas, apuntando no únicamente al sector público sino también al privado”, agrega.
En todo este proceso el colectivo pudo ser parte de la confección del proyecto y, después, de la selección de las compañeras y compañeros. Pero hay que remarcar que los tiempos institucionales y los números de empleos generados no responden inmediatamente a la urgencia laboral que hay en la comunidad trans. Tampoco resuelve la discriminación dentro del sector privado. Y por esto, en el interior del mismo colectivo hay diferentes posturas con respecto a la ordenanza. “Las cinco que ingresaron este año fueron seleccionadas el año pasado y faltan las cinco de 2017 porque aún no se realizó ese ingreso. Imaginate que las anotadas éramos 70. No debería haber tanta tardanza ni burocracia. Otras de las cosas que no me gustan es que te dan cursos y cursos de capacitación, pero la población trans está siempre en un estado de vulnerabilidad, porque se tiene que prostituir, porque es eyectada de la casa la mayoría de las veces y se tiene que alquilar algo pero no tenés garantía propietaria porque tu familia quizás es de clase baja o te echó de tu casa. En medio de todo esto, de qué te sirve un curso. Necesitás un trabajo para empezar a ganar dinero”, expresa Morena. Y Karla señala: “De todas formas, el cupo laboral trans es una lucha ganada dentro del colectivo. Pero la verdad es que es tanta la necesidad de acceder a un trabajo que ese cupo no alcanza. Hay que tener en cuenta que de 70 que se anotaron, hay que sumar muchas otras que no llegaron a reunir los requisitos para presentarse y que también quieren laburar”.
Quizás lo ideal sería que nadie tenga que pasar por un proceso de selección laboral diferente al del resto por ser trans. Quizás también la sociedad rosarina y argentina está muy lejos de entender algo tan simple como esto. Pero el grupo asegura que el cupo fue pensado como un primer paso hacia eso. “Hay que decir que no deja de ser discriminatorio. Yo debería poder entrar a una planta municipal porque mi curriculum dice que soy apta para ese laburo. Entonces, por qué como ser humano, más allá de que pertenezca a otro género, no están dadas las condiciones para mi derechos, por qué tengo que apelar a un cupo trans. Estamos ante las condiciones heteronormales que atraviesan en este caso las situaciones laborales”, afirma Morena.
Las diferentes problemáticas que van enfrentando están entrelazadas y una lleva a la otra. Hubo avances pero no alcanzaron para cambiar el promedio de vida de las personas trans y travestis: 35 años. Y desde esta realidad es donde deciden pararse para pensar políticas públicas a mediano plazo primero y a largo plazo después, que las ayude a sobrevivir para poder con el tiempo proyectarse y construir una realidad diferente.
El sistema de salud es otro gran hito en esta lucha que a pesar de lo que dice la ley de identidad de género, muchas veces las obras sociales, sobre todo las privadas, hacen oídos sordos y rodean una operación, cirugía o cambio de implantes mamarios, de trámites y papeleo innecesario que solo genera demoras y la resignación por cansancio. “Si bien hubo avances en los hospitales con respecto a la comunidad trans, hay lugares donde todavía sigue existiendo el destrato, la burla, la discriminación. Eso de dejarte tirada en una sala y que vengan 20 médicos, te vean y se te rían, todavía se ve tanto en hospitales públicos y privados. Tiene que ver con algo cultural, eso de reírte de lo que se sale de lo normal, eso de ser objeto de burla”, dice Misha. “Aun teniendo obra social, muchas veces hay que ir a un proceso judicial para que se cumpla por ejemplo con una operación que está nomenclada en la ley de identidad de género”, dice Morena.
Mientras algunas operaciones se hacen en hospitales públicos, otras veces las demoras hacen que muchas decidan optar por prácticas ilegales y totalmente insalubres como inyectarse aceite de barco en los glúteos. Saben lo perjudicial que es pero no tienen otra opción. Y Alejandra explica por qué se llega a esto: “Hay una necesidad de ser físicamente de una forma determinada. La sociedad marca cómo tiene que ser una mujer y cuál es el lugar del trava, cómo nos tenemos que parar ante la vida y hay que responder a eso”. Misha aporta: “Si se cumpliera el artículo de la ley que habla de salud integral y el Estado se hiciera cargo de las cirugías como corresponde, a lo mejor una chica que necesita trabajar y necesita encajar en los cánones de belleza no acude al aceite”. Karla aporta una conclusión más que triste: “Así, la muerte es consecuencia de la exclusión social”. Y Morena va un poco más allá: “El apodo mariposa está tan bien puesto. La mariposa es efímera y nuestra vida es efímera”.
Por un futuro diverso
Una pregunta que ronda en el aire es qué pasaría si desde el ámbito educativo se aportara a las cuestiones de género. Si la Educación Sexual Integral (ESI) se aplicara en todas las escuelas del país desde que se aprobó la ley. “Creo que habría una generación que hubiese aprendido a ver la diversidad desde otro ángulo. A lo mejor una criatura que hoy por la calle te mira y se ríe, si se lo hubiesen explicado como corresponde reaccionaría de otra forma. Estoy a favor de la ESI pero creo que es necesario modificar algunas cosas. Por ejemplo el cuerpo de las personas trans, las diferentes identidades, debería ser un poco más amplio”, opina Misha.
De a poco y con mucho esfuerzo, el lugarcito en el ámbito educativo se va generando: un gran salto están dando algunas escuelas al recibirlas para que charlen con lxs chicxs, quienes pueden preguntar y aprender sobre la realidad de la comunidad trans. También algunas familias hoy están más abiertas a ver en sus hijxs pequeñas señales de que su género no es el que muestra su cuerpo. Y en la charla surge el nombre de Gabriela Mansilla, la mamá de Luana, la primera niña trans de Argentina. Gabriela y su familia ya venían percibiendo la situación y un día, cuando Manuel tenía cuatro años, le dijo: «Yo no soy un nene, soy una nena y me llamo Luana y si no me decís Luana, no te voy a contestar». Gabriela escribió un libro para que su hija pueda recorrer su propia historia más adelante. También realiza charlas en escuelas y armó una red de padres y madres que viven su misma experiencia. “Es muy linda toda la historia, yo me imagino cómo hubiese sido mi vida si mis viejos hubieran hecho lo mismo porque yo trans me considero desde siempre”, dice Misha. Igual que Morena que se percibe femenina desde toda la vida. “Cuando era chica era muy raro, porque yo me sentía diferente porque no encajaba con las nenas pero tampoco con los varones y no sabía cómo expresarlo”, recuerda, por su parte, Alejandra.
En cuanto a la forma de construirse como trans o travesti, todas coinciden en que el estereotipo está siempre ligado a lo femenino, a la mujer, y en realidad existe una construcción propia de lo travesti o trans. En el recorrido de sus vidas, a pesar de las diferencias, todas pasaron por un camino difícil y a la par transitaron logros que hoy las hacen estar orgullosas al mirar para atrás. Morena lo resume así: “Es un nacer de nuevo cuando tenés 12 años y quedás huérfana automáticamente porque nadie te acepta. Generalmente terminamos viviendo con otra trans o trava en su casa hasta que te podés independizar. Ahí vas aprendiendo de qué se trata, muchas terminan en la prostitución, que a la vez está ligada a la noche y todo lo que eso implica. Por supuesto que la mayoría va a tener problemas por el consumo de drogas y al final las que zafan de todo eso son pocas. Para entonces tenés un lío en la cabeza porque tenés que superar el trastorno que te produce que tu cuna te eyecte, a eso sumale un nuevo estilo de vida en el que tenés que salir a comprarte ropa para adecuarte, para prostituirte para generar plata para pagar el alquiler, la comida o el transporte. Salís de cero a generarte de nuevo y al no haber una inclusión laboral, educativa y de salud, el circuito es siempre el de la pobreza”.
La calle y la noche esconden los peligros más grandes para el colectivo. Sobre todo, cuando se habla de violencia institucional. Sienten que la muerte de una travesti no vale lo mismo que otras muertes, que no tiene la misma importancia. “Lo trans es desechable, porque TRANSgredió la heteronorma, sienten que es una falta de respeto a eso”, explica Morena. “En los últimos años hubo un avance. La población trava de los ‘90, cuando fuimos señaladas, salimos desde ahí a construirnos únicamente como sujeto de consumo, nos fuimos construyendo así como población porque era el único lugar que se nos daba. Con la ampliación de derechos también vino la norma, el cómo tenías que ser para encajar. Ahí es cuando se empieza a organizar un sector de la diversidad disidente y empezamos a reconocernos como travas, el trava que escapa a la norma”, explica Michelle. Y en esta parte de la charla se hace presente Pamela Tabarez necesariamente. La recuerdan golpeando puertas. “Puerta que había, puerta que golpeaba”, aseguran. Nunca tuvo respuestas. Estaba en una situación económica muy difícil, era trabajadora sexual y era víctima del consumo de drogas. La encontraron muerta en julio de este año en un camino rural de Pérez. Tenía cinco balazos y 36 años, la edad que marca el promedio de vida de una travesti.
“Las que ya tenemos más de 30 estamos rayando esa expectativa de vida y no es justo estar pendientes de la burocracia de un Estado ausente cuando tu reloj te está marcando que, primero se te termina tu vida comercial si te prostituís, y después, tenés ese reloj que te marca un punto final. Pamela respondió a eso, como muchas”, agrega Michelle. “Para muchas provincias u otro países, Santa Fe es un ejemplo a seguir, pero para nosotras que vivimos acá no es tan así, hay un gran nivel de hipocresía aún”, continúa Misha. “También sigue habiendo muertes por violencia institucional. La policía coimea, golpea, abusa”, completa Karla.
Y en este sentido, con el nuevo gobierno nacional muchos aspectos de la lucha se tuvieron que reforzar porque los retrocesos van llegando de la mano de resoluciones como el nuevo protocolo aprobado por el Ministerio de Seguridad para la detención de personas pertenecientes al colectivo LGBT que utilizarán las fuerzas policiales y de seguridad federales.
Desde Comunidad Trans Rosario, como desde otras organizaciones, se manifestaron en contra de esta resolución: “¿Cuál es el impacto de un protocolo que identifica a la comunidad LGBT nuevamente como un sujeto peligroso y criminal? Este tipo de herramientas sin dudas forman parte de la batalla cultural. En este caso, se trata de un dispositivo que apunta directamente a contrarrestar los efectos simbólicos, culturales, materiales, el imaginario social construido a partir de la sanción de las leyes de matrimonio igualitario, identidad de género, y la reforma del Código Civil y Comercial de la Nación”, expresaron en un comunicado.
El camino no es fácil, la vida no es color de rosa, y aunque este grupo de trans y travas sabe más que nadie que las hadas no existen, el final del libro que Gabriela le escribió a su hija Luana se puede sentir como una caricia que acompaña la lucha: “¿Le puedo pedir un deseo a las hadas? Deseo que seas feliz, que lo sigas intentando, que nunca te rindas, que jamás des un paso atrás, que logres ser fuerte, que te sientas libre, que te quieras mucho y que sigas siendo un ser tan lleno de luz porque el camino es oscuro y sos vos quien lo va a iluminar”.