En Empalme Norte hay una Biblioteca Popular que es al mismo tiempo centro cultural, educativo, espacio de deportes, pista de baile, desarrollo artístico y humano. Es un lugar donde se comparten saberes, proyectos, deseos y discusiones. Una historia sobre cómo sacar los tablones a la vereda, cortar la calle y encontrarse con los vecinos.
Por Tomás Viú. Fotos: Biblioteca Empalme Norte
[dropcap]J[/dropcap]orge Garrido es vecino de Empalme. Fue compañero de militancia de Liliana Angelozzi. En ese momento, cuando terminaba la década del ochenta y peleaban juntos por el acceso al agua en la zona de Génova hacia Sorrento, nadie podía saber que veinte años después Jorge fundaría una biblioteca en el barrio y que en recuerdo a Liliana llevaría su nombre: Biblioteca Liliana Angelozzi, hoy conocida como Biblioteca Popular Empalme Norte.
“Soy las dos cosas”, dice Jorge cuando se presenta. “Soy vecino y Presidente de la biblio”. Dice que hay que ir por dónde está la necesidad y la inquietud de la gente. Por eso, uno de los objetivos iniciales fue achicar la brecha tecnológica: muchos vecinos iban a la biblioteca para usar internet.
Julia Irigoitia vive en La Sexta, es traductora de inglés y está estudiando antropología. Participa en la Biblioteca Empalme Norte desde hace siete años. Estuvo en distintos espacios, al principio dando apoyo escolar. Los padres de Julia militaron durante su juventud. Desde chica, la atravesaron los relatos de la militancia en el peronismo y la participación durante la dictadura. La madre integraba un taller de género en el centro comunitario La Rigoberta y Julia la acompañaba.
En 2010 abrieron el espacio en Génova 6113, evaluando que el contexto político y económico ameritaba un lugar donde intercambiar saberes. El objetivo era generar un espacio cultural y educativo. Los hijos de los militantes de la JP de los ochenta fueron convocados por Jorge para integrar el plantel titular. Julia, que había tenido una experiencia en la Biblioteca Popular Pocho Lepratti entre 2008 y 2009, fue una de las convocadas. Ella nunca estuvo al frente de un taller. “Desde el principio estuve más involucrada con la parte organizativa”. Dice que se trataba de tomar decisiones cotidianas. Funcionaba como una comisión directiva sin tener los cargos en los papeles. Justamente el próximo sábado será la Asamblea General Ordinaria donde se conformará la Comisión Directiva y las personas legitimarán sus cargos que ya tienen en la práctica.
Ana Acevedo vive en Fisherton y es madre de cuatro hijos, tres varones y una mujer. Se presenta como la mamá del profe de Kung Fu y habla en plural. “Nosotros vinimos acá de casualidad en 2011 para reemplazar a otro profesor”. Dice que dadas las circunstancias, su hijo, Sebastián Gómez, quedó a cargo de la sede central de una escuela de Kung Fu que hace dos semana empezó a funcionar en la Biblio. Sebastián tenía problemas de horarios en otra escuela donde practicaba y entonces decidió abrir su escuela propia. “Pasó de ser profesor de una filial a ser director de una escuela”, dice orgullosa la madre y secretaria del profe. El nombre de la escuela, la ropa y el escudo lo eligieron los chicos junto al profesor. Se llamará Zhanshi, que significa guerrero. “El apoyo de las madres y de los chicos te da más fuerza”.
“Yo tengo el honor y el orgullo de decir que me convocaron para la Comisión Directiva de la Biblioteca”, dice Ana. Si la asamblea lo aprueba, pasará a ser la tesorera. Dice que le encanta organizar eventos y que siendo vocal va a formar parte de la subcomisión organizadora.
Este año Julia está coordinando un espacio que se llama “Pensar la Biblioteca” y que apunta a generar un proceso de reflexión sobre la experiencia que se viene dando en estos años. “Estamos tratando de construir colectivamente para qué estamos acá, por qué se acercó cada uno y de qué se siente parte”. En los distintos ejes reflexivos que menciona Julia está presente también el con quién y el contra quién. Dice que hubo una transformación entre la idea que tenían cuando abrieron la biblioteca y lo que se empezó a generar en el territorio. “Hay una cuestión muy arraigada y tiene que ver con que el vecino de Empalme pueda acceder a lo mismo que cualquiera. Que lo pueda hacer en su propio barrio, que no se tenga que ir al centro a hacer tela sino que tenga las mejores telas acá”. Dice que si bien cada uno lo fue respondiendo con sus palabras todos coinciden en el para qué de la biblioteca. “Para que esto funcione es necesario que todos seamos un gran nosotros”, explica Julia. “Es necesario el tallerista, el tesorero, el que abre la biblioteca y el que va a hablar en la inspección general de personería jurídica”.
“El con quién es ese nosotros muy amplio, reconociéndonos en las diferencias. Y es con el vecino de Empalme”. Si bien a la biblioteca vienen personas de todas las edades, la mayoría son niños. En kung fu hay chicos desde los 4 o 5 años. “También vienen los hermanitos de 1 o 2 años, y al ver lo que hacen sus hermanos se ponen contra la pared y empiezan a patear”, cuenta Ana.
Inicialmente, además de la recolección de libros, la Biblioteca empezó con el espacio de apoyo escolar. Pero con el tiempo se fueron sumando otros talleres. Hoy hay aerobox, acrobacia de piso, tela, boxeo, cumbia cruzada, asesoramiento jurídico, curso de electricidad, kung fu, brasilero, manualidades, taller de género, ritmos y calistenia. Entre todos los talleres son alrededor de 200 chicos.
El año pasado, por primera vez, se presentaron a un proyecto de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia. Entre los requisitos del proyecto tenían que hacer reuniones de talleristas, algo que no habían hecho hasta entonces. Al principio era Julia quien organizaba esas reuniones, pero en un momento se planteó la necesidad de que alguien del barrio tomara esa tarea para hacerlo más expeditivo. Jésica vive enfrente de la biblio. A partir de ahí, ella es la coordinadora de talleristas.
“Yo soy Jésica, la maestra de manualidades, coordino los talleres y soy futura vocal de la comisión directiva”. Jésica dice que pasó un día por la puerta y acá se quedó. Como coordinadora de los talleres se encarga de organizar los horarios, las reuniones, la limpieza del lugar y los distintos eventos. Lo primero que Jésica le explica a cada nuevo tallerista es el funcionamiento de la Biblioteca Popular: que es una organización sin fines de lucro y que se hace política desde el momento en que el pibe va al taller y no está en la calle. Cualquier vecino que quiera dar un taller lo puede hacer, con la única excepción de que no se repita dos veces la misma actividad en la grilla. Los talleristas no pagan nada por el espacio. Lo único que se les pide es que el precio de la clase sea accesible para todo el barrio.
La Biblioteca viene generando articulaciones con la Vecinal, el Club San Martín de La Florida, La Poderosa, el Centro de Salud del barrio y las escuelas Nº 660 y Nº 456. En el taller de género participan vecinos y vecinas del barrio junto a uno de los profesores de la escuela Nº 660 y al psicólogo del Centro de Salud.
Para juntar plata han hecho peñas, comidas, torneos de truco y bingos. Todos los años organizan el festejo del Día del Niño y una exposición de los talleres en el parque Alem. Además, a fin de año organizan la muestra de los talleres. Cortan la calle y los vecinos sacan las mesas afuera. Juan, que es hermano de Julia y también forma parte la Biblioteca, dice que al principio, cuando hacían la fiesta de fin de año eran veinte personas en un tablón donde la mayoría eran universitarios que ´venían del centro´ o ´viejos compañeros´. “Cuando aprendimos que los verdaderos protagonistas son los vecinos, explotó la Biblioteca. Ellos son los que saben cómo se construye acá. Ahora no alcanzan los tablones”, dice Juan.
Jorge cuenta que “un chico que pasó alguna vez por la Biblioteca tuvo problemas con la Justicia”. Ahora tiene que hacer una probation y la hará en la biblio: va a dar clases de guitarra. “En cualquier otro lado tal vez lo expulsan pero nosotros queremos la inclusión. Al principio había chicos que nos robaban o cuando veníamos encontrábamos cosas rotas. Hoy esos chicos están acá cuidando el espacio que les pertenece”.
Para Juan, lo único que se comunica de Empalme es “el afano y la carencia”. Pero dice que en el barrio hay saberes, cultura y tradiciones, y que muchas veces eso se invisibiliza. “Nosotros laburamos desde la dignidad, no lo hacemos desde la sobra. A pesar de nuestras limitaciones damos lo mejor que tenemos”. También dice que aquellos pibes que son ´negados´ en realidad están en las mejores competencias. Que los chicos de brasilero, vayan a donde vayan, ganan torneos. Y que los de kung fu también. “Tenemos una boxeadora que gana todo”, dice Jésica, y plantea la pregunta: “¿Por qué los pibes de Empalme no pueden? Sí pueden. Hoy pueden, por la Biblio”.
1 comentario
Juan , José y Julia son tres jóvenes admirables. Futuro de la Patria asegurado!!!!
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