Empezamos a darnos cuenta que estamos juntas y la adrenalina comienza a recorrer nuestro cuerpo. A medida que caminamos, las cuadras empiezan a verse colmadas de mujeres, lesbianas, travestis, originarias. La diversidad se hace eco en una resistencia que late desde el asfalto chaqueño. La palabra Resistencia deja de ser la capital de Chaco, para ser el nombre de lo que nos significa: empezamos la resistencia feminista, disidente y popular. Empezamos a caminar, otra vez juntas, el feminismo.
Por Agustina Verano
[dropcap]E[/dropcap]mpiezo a escribir en tercera persona. En mi mente se hacen cortocircuitos de tiempos verbales hasta que la primera persona se posiciona. Entiendo: es imposible escribir lo que me produjo este Encuentro Nacional de Mujeres sin escribirlo desde mi yo más personal, más político.
Mi computadora, entonces, se transforma en un taller del año pasado en Paraná, donde Marta Dillon nos proponía preguntarnos sobre lo que significa escribir desde el yo:
“¿Por qué escribir en primera persona? ¿Cuándo importa la experiencia de quién escribe? ¿Qué convierte a una historia personal en un asunto colectivo? ¿Cómo encontrar esos puntos de contacto que hacen del “yo” un punto de vista re- apropiable por quienes leen?”
Inmediatamente encuentro la respuesta y decido. Decido tomar mi yo como interpelación constante, continua, primero hacia mí, desafiándome en la dificultad que significa transmitir lo propio y hacerlo colectivo, desde lo más personal como memoria que se hace cicatriz y contada, se hace historia colectiva, política, presente que construye un futuro ideal y posible.
Desde la decisión de hacerlo a partir de encuentros en Resistencia.
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La noche previa a viajar se me vienen a la mente fotos anteriores. A muchas nos pasó que la vuelta de Rosario el año pasado nos dejó contradicciones y preguntas, muchas. La lluvia del cierre, la tensión, la represión latente, las paredes que escupían impotencia.
La duda: cómo re – pensarnos, cómo no caer en lo que no queremos, en lo que queremos deconstruir.
Nos volvimos y el canto de “para Milagro la libertad, para Morales el repudio popular” resonaba en nuestras gargantas.
Los pañuelos verdes, en lo personal, se hicieron más fuertes, como forma de protegernos del humo que quiere apagar nuestro fuego y las paredes escritas las llevamos en el cuerpo, con cada consigna que las balas nos dejaron. La que más me interpeló: Defender la alegría, organizar la rabia.
Con cada compañera que hablaba antes de viajar compartíamos esa sensación del nudo en la panza, el no saber cómo será este encuentro, cómo cuidarnos entre nosotras.
Surgen estrategias de cuidado, reuniones para organizarnos al marchar, cartillas de seguridad, recomendaciones, videos que nos decían qué hacer ante cualquier situación de represión, que llevemos agua, limones, que off, que la gendarmería nos iba a seguir los pies.
La consigna era clara: Juntas y en Resistencia.
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“Se la llevaron a las 7 de la mañana en pijamas y descalza. Con fuerzas especiales de seguridad y en automóviles sin patentes”
«Salió un comunicado, la llevan a Milagro a Alto Comedero otra vez»
Empieza el viaje de ida, y una de mis compañeras lee un comunicado desde el cual nos enteramos el atropello ilegal, nuevamente, contra Milagro.
“Para las mujeres: pedagogía de la crueldad. Esta medida “judicial” se enmarca en el 32 ENM donde miles de mujeres organizadas como Milagro se encuentran anualmente para defender y construir redes”
El silencio del viaje, entonces, se hace grito: es un ataque a las mujeres que nos organizamos, un mensaje disciplinador, cuando miles de mujeres nos vamos a encontrar en Chaco, con lo que significa que nos encontremos ahí.
“Es un intento de disciplinarnos desde la crueldad”
Mi compañera termina de leer, y la respuesta la tenemos todas, la decimos todas: contra la crueldad, más feminismo.
Empezamos, entonces, el viaje en resistencia.
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“Bienvenidas”
El cartel que nos recibe al entrar a Resistencia nos hace dudar.
«¿Un cartel? Nunca vimos esto”
Los pañuelos verdes empiezan a asomarse en el sol resistente y las pibas empiezan a aparecer: en las esquinas, en los kioscos, en los colectivos.
Las risas son las protagonistas, ya estamos en Resistencia, estamos juntas y nos amontonamos en las calles angostas, miramos los mapas, los números de las escuelas.
Nos paramos y preguntamos talleres, nos cuesta decidir con cuál empezar.
Pienso: eso es el encuentro, caminar y preguntarnos. Reírnos, caminar y reírnos.
Empezamos a darnos cuenta que estamos juntas y la adrenalina comienza a recorrer nuestro cuerpo. A medida que caminamos, las cuadras empiezan a verse colmadas de mujeres, lesbianas, travestis, originarias. La diversidad se hace eco en una resistencia que late desde el asfalto chaqueño. Los colores de las flores que se ven en los puestos de cada esquina se asemejan a la bandera de la diversidad que se ve en cada mochila, cada pin, cada rostro diferenciándose de lo establecido.
La palabra Resistencia deja de ser la capital de Chaco, para ser el nombre de lo que significa esto, de lo que nos significa: empezamos la resistencia feminista, disidente y popular.
Empezamos a caminar, otra vez juntas, el feminismo.
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¿Qué estrategia de poder nos damos?
La pregunta se hace eco en un taller que siempre está lleno: de coincidencias y de disidencias, que a veces, discrepan de la idea de construcción propuesta, y ahí también el desafío.
El aula para debatir sobre estrategias para la legalización del aborto deja algunas frases que me quedan dando vueltas y que siempre tienen que ver con lo mismo, con lo que nos encuentra: elegir, exigir, decidir.
Y la palabra que envuelve éstas: interpelar.
“Todo aborto es político” le contesta una compañera a otra, mientras las demás nos pasamos de mano en mano los artículos que conforman el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo presentado por la Campaña.
“En Argentina lo que no está despenalizado es la decisión de las mujeres, eso se penaliza, cuando una mujer decide por sí misma, ahí está la cuestión”
En mi cabeza siguen las preguntas: ¿Qué significación le da a nuestra decisión que nos pongan límites de semanas? ¿Quiénes ponen esos límites? ¿Cómo los nombran, los disfrazan? ¿No hace que deje de ser una decisión?
Como pasa en los talleres/encuentros, siempre la duda que en tu cabeza da vueltas, alguna compañera la hace explícita, y ahí está lo que nos caracteriza en esta pedagogía que se hace organización pensada pero construida constantemente: en los talleres se genera una sintonía que hace que podamos entendernos desde la mirada, y que esas miradas hablen por nosotras.
“Abortar con misoprostol en nuestras casas es un método de supervivencias, preguntémonos para pensar estrategias, ¿Qué es la violencia, hacia quienes va esa violencia? Negarnos decidir por nuestros cuerpos es violencia contra nosotras”
El acceso a la información es la estrategia más pensada, más repetida, más exigida.
“El acceso a la información, comunicar que se puede y que no tiene que ver con una cuestión de conciencia, como nos hacen creer los objetores de la moral social, es fundamental, porque tiene que ver con tu cuerpo, con sentirlo cuando te pasa. Esta decisión es política”
Esa palabra que se repite es la que centra el taller: nuestra decisión es lo que molesta, por eso hay que pensarla desde la acción concreta.
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El yo se va convirtiendo en nosotrxs. La x se va transformando en e, mientras entre todes vamos copiando ese lenguaje que todavía está en construcción. Sabemos que cómo nombramos hace a lo que queremos, y a lo que no. Lo tenemos claro mientras caminamos la resistencia. Nos escuchamos desde una paciencia que también se va construyendo, dejando de lado el apuro que nos tiene la urgencia en lo cotidiano, y empezamos a relajarnos, dejamos de correr y caminamos. El tiempo se va adaptando al ritmo del sol de resistencia, y los cuerpos disidentes desafían las calles desde la alegría.
Empiezan los colores a colmar Resistencia. Las calles se hacen queer.
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Los seis colores se empiezan a notar desde los objetos más pequeños hasta las estatuas que se encuentran en la plaza y el centro: los redoblantes, las mochilas, las remeras, las banderas. La marcha torta, que por primera vez está dentro de la agenda oficial, inunda las calles y en ningún momento da lugar al silencio.
Sabemos que el silencio no es más una opción, por eso el grito.
“El encuentro somos torta”
Los carteles se pasan entre quienes habitan las calles coloridas, y se van pasando fibrones y delineadores que pintan partes de los cuerpos que bailan al ritmo del pogo disidente.
“Macri Paki” le escribe una compañera a otra, mientras se pasan una lata de cerveza, y una le advierte a la otra que la lata quedó pintada con su pintura de labio.
Los colores se mezclan, como también el pogo que se va a haciendo marcha que grita y ríe, baila y desafía, abundan los besos y los micro círculos dentro de la marcha que inventan y repasan canciones para transmitir al resto.
“Macri no es puto, es liberal, hacete cargo él es heterosexual”
“Arriba los orgasmos que dan placer que dan placer, arriba el feminsimo que va a vencer”
El ritmo se hace baile consensuado por toda la marcha. El grito de “Tooorta” acompaña mientras los cuerpos se hacen bandera, se hacen colores, se pintan y se ponen brillo. La disidencia se muestra protagonista fuera de un closet que se quema mientras caminamos.
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La ciudad que nos vendieron con miedo se va transformando en lo que deseamos. El discurso policial se reemplaza por el discurso acordando entre nosotres. Lo que queremos lo vamos viendo, y tocando, mientras las calles, si, son nuestras.
La cámara no puede retratar lo que la realidad muestra: ¿Cómo retrato esos abrazos, si solo nuestros cuerpos pueden sentir esa magnitud energética? ¿Cómo muestro nuestras sonrisas? si las carcajadas van de la mano de miradas cómplices que se reproducen más rápido de lo que el lente de mi cámara puede captar.
¿Cómo, mostrar, las manos agarradas para avanzar en resistencia?
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“Yo no sé qué es el amor blanco”
Una piba de unos veinticinco años se anima a romper con el silencio que reinaba en el décimo taller que se desdobla y re arma sobre “Mujeres y relaciones de pareja”, haciendo alusión al temario.
Al desdoblarse, no hay ni coordinadora, ni quien registre. Nadie se anima a empezar. El temario se lee y lo que sigue son silencios y miradas.
¿Cómo empezar a hablar, si de lo que se habla es desde lo más personal?
¿Cómo hacer que esa historia personal gane voz y se comparta con tantas mujeres desconocidas?
“¿Hay una sola manera de amar?”
Quien tira esa pregunta se propone luego como coordinadora. Las palabras que más se dicen aquí son: acuerdo, límites, privacidad, individualidad, decisión, libertad.
El taller va tomando forma de encuentro, y ese encuentro que se hizo ronda en el patio de una de las escuelas se torna charla.
De repente, esa charla es una transmisión pura de experiencias personales, que se van pasando como postas entre pibas de 17 años y mujeres de sesenta.
Las hijas y nietas de aquellas mujeres miran desde el medio de la ronda, mientras juegan.
“No entiendo todavía el amor libre, no puedo pensarlo desde mi generación”
“Yo no siento que decir amor libre sea sí o sí estar con otrx persona, sino de tener libertad. Todo amor tendría que decirse libre, o no tener que decir que es libre, para mí el amor libre tiene que ver con poder construir nuestra propia individualidad y privacidad”
Ahí la diferencia generacional que se hace encuentro, transmisión pura: una piba de 17 años respondiendo lo que significa para ella el amor a una mujer que se define como “de otra generación»
¿Qué son las generaciones sino pasajes distintos que pueden conjugarse? ¿Qué son los encuentros sino espacios para conjugar esos pasajes?
“Hay que desterrar el mito de que la mujer siempre es maestra que tiene que enseñarle a la otra persona, yo quiero darle centralidad, hoy, a lo que mi cuerpo siente, ahí me construyo y desde ahí me paro”
Después de decir eso, otra de las mujeres que se presentó como originaria de Chaco es aplaudida por todas. Porque, como a todas las que participamos, su voz empezó siendo tímida cuando tomó la palabra, y terminó en un tono fuerte y posicionado.
“Si bien es cierto que la palabra dependencia no está buena, no hay que obviarla porque existe, y hay que interpelarla, por eso primero hay que pensarla. Nos dicen que la valoración hacia las mujeres tiene que ver con encontrar una pareja, y que el amor discursivamente, es para siempre, eso nos mata”
La charla se hace discurso político. Lo personal desde lo más profundo se hace político desde lo más público, desde el compartir lo que nunca nos animamos, y transformarlo en redes de repensares, de interpelaciones, de sororidad. Ahí estamos, nos escuchamos, y cuando las lágrimas aparecen respetamos los silencios, los tiempos.
Ahí estamos desandando lo que nos quisieron hacer creer que era privado, y exponiéndolo desde un discurso sensible y contenedor, mientras estamos posicionadas en resistencia.
La ronda se hace más chica, y de repente, una mujer que no había hablado se anima y dice:
- Escuchándolas a ustedes, es la primera vez que escucho todo esto, y me di cuenta que estoy en una relación violenta
La ronda, entonces, se hace abrazos, se hace construcción de lo que queremos decir con la palabra amor. Se hace discurso político. Deja de ser personal, y pasa a ser de todas nosotras.
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Los brillos y pinturas se pasan de mano en mano antes de arrancar a caminar la resistencia. Las ropas se van saliendo de nuestros cuerpos, y nos envuelven las banderas. Practicamos las canciones y nos buscamos para arrancar. La avenida que atraviesa Resistencia está teñida de violeta y no hay esquinas que no estemos concentradas.
La ciudad es nuestra, la empezamos a caminar.
Las columnas pensadas desde antes para cuidarnos comienzan a caminarse con la sensación de lo que puede llegar a pasar, por lo que pasó.
Las compañeras de los cordones nos guían, nos cuidan, y el pacto que hacemos entre todas lo tenemos claro: la calle es nuestra, por eso nos agarramos de la mano y no nos soltamos. Queremos avanzar.
Los cantos aparecen y decontracturan: “Hay un machista suelto en la rosada, que nos quiere a las mujeres todas calladas, no queremos más femicidios, ni trata ni explotación, queremos en las farmacias misoprostol”
De repente, estamos bailando. Los brillos se desparraman por nuestros cuerpos y la ciudad es feminista.
Caminamos juntas, en resistencia, las mujeres, lesbianas, putas, travas, trans, originarias, encontrándonos en nuestros pasos que no se cansan.
¿Cuántas cuadras vamos?
Es la pregunta que sale. Imposible responderla, lo único que se ve es el color violeta de los tambores, los colores diversos de las bengalas.
El miedo deja de atravesarnos, y aparece la adrenalina. No hay fuerzas que puedan doblegar la euforia de lo que significa escribir nuestra historia caminando.
Llegamos al parque de la democracia y se arma el pogo más grande del mundo. Transpiramos mientras nos amontonamos cantando las canciones que escribimos, entre el barro, pasándonos los brillos, agarrándonos de las manos para no caernos.
Estamos juntas, en resistencia. La ciudad, la hicimos feminista. La hicimos y la llevamos al sur, mediante los aplausos que escuchamos también bailando, en un consenso que reproduce nuestra pedagogía: las elecciones las hacemos mediante un método que no deja lugar a la mentira. Nosotras elegimos dónde ir todas juntas, mirándonos, escuchándonos.
Elegimos estar donde tenemos y queremos estar, por eso Chubut, porque mientras nuestras compañeras nos dicen que solo 44 mujeres pudieron asistir, mientras en el escenario gritaban fuerte dónde está Santiago Maldonado, las tierras del sur ya se empiezan a sentir en nuestros cuerpos, con la consigna que una de ellas gritó mientras su garganta se hacía un nudo: ni la tierra ni la mujer somos territorio de conquista. Porque en nuestros cuerpos llevamos sus cicatrices, sus historias que hacemos presente desde la elección de lo que queremos: una resistencia feminista.
1 comentario
Gracias x construir este maravilloso relato. Así sentí Resistencia, así siento la resistencia feminista, popular y federal!
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