El grito es global: aborto legal ya. También es personal y político. El 28 de septiembre, día por la despenalización y legalización del aborto, hubo actividades en todo el país. Esta nota es un registro que suma voces de socorristas, reclamos al Estado e historias de violencia institucional hacia mujeres a quienes se les niega un derecho fundamental: acceder a una interrupción legal del embarazo.
Por Agustina Verano, desde Santa Fe
[dropcap]E[/dropcap]sta nota podría empezar con una fecha específica, un horario puntual, una descripción detallada y poética sobre lo que significó, en Santa Fe, el 28 de septiembre, “Día por la despenalización y legalización del aborto en América Latina y el Caribe”. La frase que el movimiento de mujeres decidió para nombrar este día fue “Un grito global por el aborto legal”. La frase es poética: porque la palabra grito significa mucho para las mujeres. Gritamos desde que nacemos, gritamos para exigir decidir, gritamos por nuestras compañeras presas, gritamos por nuestros cuerpos censurados, gritamos porque nos queremos vivas.
Gritamos por las que no están hoy.
Las mujeres gritamos organizadas desde una construcción imposible de demostrar sin afecto.
Ahí está la poesía, ahí nuestra arma.
Están los testimonios de quienes ponen el cuerpo, sus voces hablan fuerte, gritan desde la rabia. El grabador los tiene, la cámara captó sus rostros, pero la duda de quien escribe es si empezar la crónica hablando de este grito global, poético, cuando hay una piba, en este momento, siendo violentada por el sistema público de salud. Es decir, mientras hay una mujer que grita y no la escuchan.
Entonces, lo que iba a empezar con una poesía enmarcada en la historia del grito global comienza con el grito real de una mujer que simboliza lo que gritamos el 28, lo que gritó Belén cuando estuvo presa, lo que gritó una médica de Chubut cuando lxs que tienen el poder real quisieron (y quieren) meterla presa por garantizar derechos, lo que gritó el movimiento de mujeres en Santa Fe cuando una psicóloga de una ONG llamada “Pro vida” abusó de su poder para violentar los derechos de una niña.
La lista es larga, los gritos están.
El grito más fuerte, que todavía hace temblar gargantas: Ana María Acevedo hoy está acá.
Y también grita.
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Se acerca el 28 de septiembre y en el grupo de Ni Una Menos Santa Fe se escribe un mensaje: es la comisión de salud sexual, reproductiva y no reproductiva que llama a convocar al movimiento de mujeres para pensar y organizar qué se va a hacer para la fecha.
Las mujeres, y en particular este movimiento que hace tres años se organiza ante cada femicidio, en una hora ya están en asamblea.
“No podemos seguir así, acá las pibas están siendo violentadas por el tercer nivel de salud, y en esta fecha particular donde pedimos por la legalización no podemos como movimiento de mujeres hacer oído sordo a lo que están contando las socorristas”.
La fecha del 28 de septiembre se hace carne. El lugar elegido para concentrar deja de ser el Hospital Iturraspe, esa institución de salud pública que tiene en su espalda la muerte de Ana María Acevedo, y se elije el Ministerio de Salud.
La decisión es estratégicamente pensada y consensuada, y una de las socorristas lo justifica: “Las violencias que sufrimos las mujeres en los hospitales y centros de salud de Santa Fe cuando no nos garantizan nuestro derecho a una Interrupción Legal de Embarazo, no es responsabilidad de un efector, es del Ministerio de Salud provincial”.
El edificio del Ministerio de Salud ubicado en pleno centro santafesino se tiñe de verde: los pañuelos de la campaña dejan de ser decorado y pasan a ser reclamo. En todas las paredes, en las ventanas, en la puerta se leen carteles:
“Negarla ILE es violencia institucional”.
“Mandar a abortar al privado no es política pública”.
“Tu discurso pseudo progresista es cómplice de abortos inseguros”.
Hay uno que llama la atención y es fotografiado por quienes habitan el espacio. Es el que da pie al primer testimonio:
“Están lxs amigables y lxs cansados, entonces, ¿Quiénes son lxs responsables?”
Las socorristas son quienes levantan los reclamos más fuertes, quienes no tienen miedo de denunciar lo que el estado provincial silencia.
“Desde Las Anamaria, venimos articulando con el Estado en la ciudad de Santa Fe, desde hace más de un año, y el contexto actual se siente como un retroceso, porque sabemos que en el Hospital Iturraspe, que es el hospital donde atienden tercer nivel, están asistiendo a las chicas que van decididas a hacerse una interrupción legal de embarazo bajo un marco que puede calificar de violencia institucional, porque estas chicas a pesar de que pueden llegar con diferentes estadíos de embarazo, desde las quince semanas en adelante, están siendo derivadas a lugares privados, desde el mismo sistema público, teniendo que afrontar los costos y riesgos que eso conlleva y considerando que es un sitio público, la sanidad no estaría siendo la parte que le corresponde, más allá de todas las cuestiones que tiene que ver con el trato la poca privacidad, violan los derechos de la intimidad. Nosotras como socorristas, estamos cansadas de que nos pongan en un lugar de parche y de responsabilidad a la vez, nos encontramos que en lo cotidiano el sector médico nos verbaliza “que están cansadxs” , y que en nuestra percepción no quieren afrontar las circunstancias por el contexto político en el que estamos viviendo , deciden no garantizar esto que viene a ser un derecho en la salud sexual y reproductiva, básicamente a decidir, lxs profesionales están cansadxs, pero son trabajadorxs del estado, acá el estado es responsable, el estado provincial”.
Quién escribe encuentra otro testimonio que interpela: otra socorrista que pone el cuerpo y la voz, entendiendo que poner el cuerpo, en quienes militan cotidianamente para que las mujeres puedan acceder a sus derechos en el sistema de salud, significa atravesarse por completo, por eso la necesidad de hacer hincapié en una frase que no es metáfora.
“Como socorrista de la Línea de acompañamiento de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, en relación a cómo las socorristas vemos el contexto local, opino que veníamos con un avance interesante en relación a lo que eran los efectores públicos y el cumplimiento del protocolo ILE y las instancias de interacción dentro de los grupos de socorrismo y la salud pública que asumía de alguna forma un rol de intermediaria de diálogo, que se está desgranando de alguna forma cada vez más y que sin el urgente tratamiento del apoyo a la ley de IVE y sin una política pública que acompañe me parece que estamos retrocediendo en un montón de derechos que ya veníamos adquiriendo, ahora está como estancado y cada vez se va más desgranando eso porque no tiene un sustento político y práctico que lo respalde”.
El grabador reproduce las voces de estas mujeres que parecen sonar más fuerte de lo que el reproductor permite. Ahí se encuentra la poesía: en pensar que esas voces dejan de ser una simple reproducción para ser interpelación pura, por eso el timbre de la voz siempre será más fuerte, porque las mujeres, cuando gritamos lo hacemos desde una rabia organizada que exige desde el encuentro, desde la pregunta, desde el cuerpo. Entonces, al pensar en esta poesía, surgen preguntas:¿Quién, quiénes la definen?.
“Empuñé un arma porque busco la palabra justa”, escribió alguna vez el poeta Paco Urondo. Ahí está la respuesta para seguir escribiendo testimonios que gritan: empuñamos nuestra mejor arma para buscar la palabra justa, la palabra justa que hacemos grito global.
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“La mesa NUM tiene como consigna clara “ni una muerta, ni una presa más”, y las mujeres mueren por aborto clandestino o las mujeres son encarceladas por decidir sobre sus propios cuerpos cuando hay una práctica concreta de aborto. Entonces, esas son las razones por las cuales la Mesa Ni Una Menos está en esta movilización y en todo el país reclamando como en toda américa latina por la despenalización y legalización del aborto”.
Lucila habla desde el color violeta. La vincha que lleva a todas las marchas no pasa desapercibida, como tampoco la bandera de HIJOS que la identifica. Su voz es más fuerte que el megáfono, y ahí también está Mabel, quien no puede dejar de hablar del movimiento de mujeres desde la poesía que la atraviesa, que nos atraviesa.
“A mí me parece que Ni una menos es la expresión máxima del movimiento de mujeres. Siempre me gustó comparar al movimiento de mujeres como las olas del mar, que a veces está manso, y por ahí irrumpe con una oleada, que puede llegar a ser un tsunami. Y me parece que el tsunami del Ni Una Menos ha sido precisamente ésto: el poder convocar en un grito común, desde el femicidio, pero que es abarcativo de todas las demandas, es decir sin ponernos de acuerdo en todas las provincias, ya tenemos un documento que abarca absolutamente todo, hoy estamos todas aquí. Así como cuando hablamos de la ESI y decimos que hay que atender a todo el sistema educativo, desde el jardín, inicial hasta los institutos de formación, acá también pasa igual, no podemos tener más ginecologxs, tocoginecologxs, que sean objetores de conciencia, antes de optar por esto, que lo piensen dos veces, porque hay protocolos, derechos ganados y ellxs tienen la obligación de cumplirlos, y la universidad la obligación de incorporarlos”.
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Los gritos reales están. Mientras se organizaban las intervenciones del 28 de septiembre en el Ministerio de Salud, una mujer estaba, desde hacía tres semanas, siendo violentada por parte de profesionales del Hospital Iturraspe de la ciudad de Santa Fe.
Violentada: revictimizada, objetivizada, manipulada, no acompañada.
Entrar en detalles de un una situación que puede pensarse “testigo” puede ayudar a entender de qué se habla cuando las mujeres no pueden acceder a su derecho de Interrumpir legalmente su embarazo cuando sus gestaciones van más allá de las 12 semanas (que es cuando tiene que intervenir el tercer nivel de salud).
En breves palabras: las pibas llegan al hospital, se las demoran semanas sin darles respuesta, llegan a más de 18 semanas, les niegan la práctica, les mienten, les hacen derivaciones no profesionales, las hacen la práctica sin anestesia, etc, etc, etc.
Pero ¿qué pasa cuando el Estado, entonces, está presente desde la ausencia?
¿Quiénes se hacen presentes?
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S tenía 12 años cuando ingresa a la sala de maternidad del Hospital JB Iturraspe de la ciudad de Santa Fe, derivada de un centro de salud, acompañada de su madre, en mayo del 2015.
Desde aquel Centro de Salud la derivan por un diagnóstico de embarazo, con la idea de que la niña pueda hacerse controles más profundos mediante una contención permanente, sin saber que luego ésta manifestaría que aquel embarazo fue producto de un abuso sexual perpetrado por su padrastro.
Al tomar conocimiento de la situación, se realizan las denuncias correspondientes, y así mismo se conforma un equipo interdisciplinario en el Hospital para abordar e intervenir en la complejidad de la situación.
A S se le ofrecen todas las posibilidades de continuar con el embarazo si es que ella lo decidía, o bien continuar con el embarazo y una futura adopción o la Interrupción Legal de Embarazo.
Luego de varias intervenciones interdisciplinarias en el hospital, S manifiesta que no desea tenerlo, por lo que lxs profesionales que estaban abordando la situación deciden acompañar a S en su decisión.
Una profesional de una ONG denominada “Pro vida” interviene sin permiso ni derivación del equipo del hospital, se presenta en la habitación de la niña sin consentimiento, se hace pasar por personal de Subsecretaria de Niñez y utiliza sus herramientas profesionales para manipular la decisión de S, que luego de la intervención no consensuada, no asistió más al hospital y continuó con el embarazo producto de un abuso sexual.
Entonces: el Estado se hace presente habilitando el ingreso ilegal al Hospital a organizaciones “Pro vida”. Y no es un dato menor que el referente de una de ellas, quien según fuentes consultadas “tiene la puerta abierta en el hospital”, sea el hijo de un represor condenado por delitos de lesa humanidad en la ciudad de Santa Fe, como tampoco es menor que una de las condenas en la causa de dicho represor sea el aborto forzoso perpetrado a Silvia Suppo.
De aquí, también, el grito: porque el Estado tiene que estar presente con políticas públicas que nos garanticen, como mujeres ciudadanas, el pleno acceso a nuestros derechos en el sistema de salud. Porque Ana María Acevedo sigue presente en nuestras gargantas.
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Culmina el 28 de septiembre, el slogan del grito global deja de estar en las portadas y fotos de perfil de facebook, los pañuelos dejan de estar colgados en las paredes del Ministerio de Salud y vuelven a los cuellos de las mujeres que los portamos en nuestra cotidianidad para reclamar desde las calles, que nuestros cuerpos no son objetos de decisiones ajenas.
Que son nuestros.
Los carteles pasan a ser fotos reproducidas en las redes sociales con distintas consignas de reclamo.
Hay una fotografía que después de una semana, vuelve a circular en las redes sociales. En ella, se ve un cartel hecho por las socorristas en el reclamo al Ministerio de Salud. “Están lxs amigables y lxs cansadxs, entonces, ¿quiénes son lxs responsables?
Esa foto deja de ser cartel y se transforma en grito. Y remata, acompañado de una frase que interpela y por eso es poesía: “Nosotras hoy fuimos Estado”.
En ese grito, entonces, se resume todo: que las mujeres nos organizamos para exigir poder decidir. Las políticas públicas no tienen que ver con “gauchadas” ni favores, como nos manifiestan quienes tienen que garantizar nuestros derechos y no lo hacen.
“Nosotras hoy fuimos Estado”. Eso es poesía. Las mujeres organizadas que somos Estado cuando a una piba la violentan de todas las formas posibles y en todos los ámbitos de la salud, y mediante nuestras redes tejidas desde la urgencia y la experiencia, no lo permitimos.
Cuando una piba también decide abortar a quienes quieren quitarle sus derechos.
Ahí, entonces, la poesía: un Estado que queremos construir partiendo desde todo lo que no queremos, pensando en los derechos conquistados y a conquistar, pensando/nos desde nuestra lógica afectiva como política principal.