Los residuos electrónicos y eléctricos (RAEE) están entre los principales desechos dentro de la actual era tecnológica. Por la toxicidad de algunos de sus componentes necesitan de un tratamiento adecuado, que no se le está dando, lo cual aumenta los riesgos para la salud y el ambiente.¿Cómo lograr que los Estados tomen y jerarquicen la problemática en sus agendas?;¿Es posible frenar la irracionalidad extractivista y la desquiciada cultura del descarte?Desde la ONG Taller Ecologista ayudan a pensar en torno a esta compleja problemática que pone sobre la mesa a la responsabilidad como un valor social.
Por Vivi Benito (nota publicada en www.raee.tau.org.ar, de Nodo Tau)
[dropcap]D[/dropcap]entro de la presente era tecnológica y digital, los residuos electrónicos y eléctricos (RAEE) son los residuos “estrella”, no precisamente por su éxito en términos de políticas de disposición final y reciclaje, sino por el volumen y la vertiginosidad de su crecimiento en el marco de una sociedad alienada en la lógica consumista.
Los RAEE están compuestos por un 25% de componentes reutlizables, un 72% de materiales reciclables (plásticos, metales ferrosos, aluminio, cobre, oro, níquel, etc) y un 3% de componentes tóxicos -plomo, mercurio, berilio, selenio, cadmio, cromo y amianto, entre otros- que necesitan de adecuados y complejos tratamientos para evitar los impactos sobre la salud y el ambiente.
A nivel nacional -según datos de la ONG Greenpeace- se generan 120 mil toneladas de basura electrónica por año, alrededor de la mitad de estos residuos están apilados en oficinas, casas de familia, oficinas o depósitos, y el 40% se entierra o se descarta en basurales y rellenos sanitarios. Sólo cerca del 10% ingresa en circuitos de gestión de residuos.
A escala local el panorama tampoco es alentador, en Rosario se generan alrededor de 8000 toneladas de RAEE por año, por medio de la campaña municipal de recolección sólo se recuperan 32 toneladas.
O sea, la mayor parte de los residuos se tira a la basura. La tierra, el agua y el aire terminan absorbiendo las sustancias peligrosas contenidas en dichos aparatos. Sin embargo, estas montañas de basura electrónica parecen no desvelar a sus fabricantes, tampoco a los Estados responsables de las políticas públicas, ni a los consumidores, generalmente cautivos de la desinformación y de las lógicas consumistas.
¿Cómo salimos de este pantano?
“Creemos que hace falta una mayor visibilización sobre los impactos que tienen hoy en día este tipo de residuos y de la lógica irracional que hay detrás de la producción y del consumo en cuanto al recambio continuo de un aparato por otro. Es necesario empezar a tomar más conciencia en cuanto a los impactos que genera el consumo y agotamiento de recursos no renovables y al impacto que genera el descarte de estos residuos en basurales o en rellenos sanitarios”, observa Mirko Moskat, coordinador del área Residuos del Taller Ecologista.
En cuanto a las sustancias tóxicas contenidas en los aparatos electrónicos y eléctricos, Cecilia Bianco, también referente de la ONG y coordinadora del área Tóxicos explica: “La sustancias son variadas. Los aparatos más modernos contienen nanotecnología, que no es algo menor. Es ínfima la información que se tiene al respecto sobre los impactos en la salud, lo poco que se conoce es a partir de los trabajadores que usan estas nuevas tecnologías y que contrajeron determinadas enfermedades asociadas, tales como cánceres”.
La ONG Taller Ecologista lleva transitados 31 años de incansable trabajo socioambiental en Rosario y alrededores, los referentes no dudan en afirmar que se ha complejizado el problema en torno a la gestión de residuos en general y de los RAEE en particular.
“Estamos hablando de una problemática que tiene que resolverse a nivel de los Estados nacionales, si bien los municipios pueden tener iniciativas, les queda muy grande. Debe resolverse a nivel de los Estados nacionales porque son los que pueden legislar obligando a las empresas a realizar cambios, además son cambios que en otros países del mundo los están realizando. De alguna manera estas legislaciones tienen que ir armonizándose entre sí ya que en definitiva son las empresas transnacionales las que producen y deciden sobre los diseños de los aparatos”, observa Mirko.
“Además, hace falta inversión en tecnología para tratar este tipo de residuos para poder reciclar todo lo que sea posible. La única manera es obligar a las empresas productoras a invertir en esto, para poder financiar un sistema de manejo de estos residuos”, agrega Mirko coincidiendo con los planteos de la ONG Nodo Tau sobre la necesidad de crear un Sistema Integrado de Reciclaje de RAEE. (Ver nota: RAEE: De la cultura del descarte a la reutilización responsable)
Cuando las transnacionales mandan
Taller Ecologista formó parte del conjunto de organizaciones que durante años trabajaron en el proceso de discusión de un proyecto de Ley nacional de Responsabilidad Extendida del Productor, cuya discusión se extendió desde 2008 a 2012. El proyecto logró aprobación en el Senado y en diputados pasó 2 de las 3 comisiones, perdiendo estado parlamentario. Ganaron las transnacionales.
“Hubo una bajada de línea del ministerio de Industria de la Nación para frenar el tratamiento del proyecto. Sabemos que hubo presión de determinadas cámaras empresariales. Débora Giorgi fue quien le bajó el pulgar, la Cámara de Comercio de EEUU hizo lobby contra la ley. Desde entonces, el escenario político a nivel nacional se tornó muy desfavorable para avanzar con discusiones de este tipo. Si políticamente no hay interés de resolverlo a nivel nacional, sabemos que otro tipo de abordajes para darles solución, son incompletos e insuficientes”, detallan los referentes de Taller Ecologista con preocupación. (Ver nota: Argentina todavía espera una ley de gestión de residuos electrónicos)
Otro dato superlativo que Cecilia trae a la conversación refiere al “Apagón tecnológico”, está previsto que a partir de 2019 el sistema de transmisión de televisión sea completamente digital, por lo que cesarán las transmisiones analógicas. ¿Qué pasará con todos los aparatos que queden en desuso?
“El apagón tecnológico creo que es una gran oportunidad para decidir qué se va a hacer. Para el 2019 habrá que tener otro tipo de aparatos para la recepción de la tv digital. Está escrito y legislado, por lo tanto, ya se sabe que gran cantidad de aparatos van a convertirse en residuos. Entonces, el apagón es una oportunidad para planificar qué hacer con estos residuos, es una advertencia también que tenemos que dar desde Taller Ecologista para que estos desechos no queden circulando por el ambiente. Los funcionarios tienen que saber todo esto”, sostiene la coordinadora de Tóxicos.
Pasivos ambientales
La falta de soberanía de los Estados respecto de los intereses de las corporaciones es un común denominador en países como el nuestro, que sigue exportando materias primas extraídas del corazón de la Madre Tierra. Como hace más de 500 años, sigue pie la misma matriz de saqueo y colonización cultural pero globalizada, profundizándose la concentración de riquezas, la desigualdad social y los pasivos ambientales.
“Me genera mucha preocupación que cuando hablamos de todos estos pasivos ambientales, rellenos sanitarios, basurales, napas contaminadas, realmente nadie en el mundo (a nivel global) sabe qué hacer con eso, no hay prospectos, no hay recetas, no hay claridad de cómo abordar a futuro estos miles, millones de sitios que ya están contaminados y que vamos a dejar contaminados en los próximos años con sustancias muy complejas, y que son pasivos ambientales que nadie sabe cómo hacer para remediarlo a futuro. Estamos condenando a las próximas generaciones a convivir con todo esto”, analiza Mirko, quien lleva años de investigación y articulación de experiencias a nivel mundial sobre gestión de residuos.
La falta de responsabilidades y de información sobre este tema es general, lo cual hace más amplios los riesgos de contaminación: “los fabricantes no dan a conocer las sustancias que tienen los aparatos, ni siquiera los trabajadores que están en las líneas de producción saben qué es lo que están utilizando. Recién luego de tener graves enfermedades pueden obtener alguna información. Lo mismo pasa en el momento de desarmar estos equipos para su reutilización. Hay que saber que hay sustancias desconocidas, de ahí la importancia de una responsabilidad extendida del productor, y de una legislación que dé a conocer qué está pasando con todas las sustancias”, explica Cecilia Bianco.
Mientras tanto
Más allá del panorama poco alentador, en este mientras tanto, encontramos acciones posibles de realizar en la vida cotidiana y desde las organizaciones. “Creo que es válido intentar aproximaciones a través de las experiencias de reciclaje de RAEE a escala local sin perder de vista que no es la solución definitiva y no dejar de pelear por soluciones de fondo, que serán a partir de una nueva legislación las empresas se hagan cargo. También es interesante empezar a apropiarse de estas nuevas tecnologías, desarrollar nuevas capacidades (como pasó con el movimiento de software libre) y no dejar todo en manos de los grandes monstruos que son las empresas, y poder tener otra incidencia. Otro punto clave es el rol crítico que tenemos como ciudadanos y ver que si no podemos darle hoy una solución a nivel nacional a las pilas, celulares, computadoras, bueno paremos un poco con la locura del consumo sin pensar lo que compramos”, sostiene Mirko, pensando en voz alta salidas posibles desde la organización social.
Poner en práctica la responsabilidad individual y colectiva, así como considerar al “cuidado” como un valor integral, quizás pueda reconectarnos con la indispensable cosmovisión holística y relacional de la vida. “Necesitamos definir un nuevo orden ético, que debe ser un nuevo paradigma de civilización para el Estado, la empresa y las comunidades sociales en todas sus formas (desde la familia a las grandes confederaciones internacionales). Estando en riesgo la supervivencia humana, debe ser un paradigma de especie el que fundamente una nueva forma de ver el mundo”, sostenía el sociólogo Bernardo Toro.
Posiblemente sea desde esta perspectiva que la humanidad construya verdaderos horizontes: vitales, sustentables y resilientes.