Haciendo caso a las críticas “constructivas” de amigxs y lectorxs, seré más breve en esta columna, moldeando este comentario para que su formato papel cupiere en la “cartera de la dama y el bolsillo del caballero” y así ser leída en cualquier momento de descanso en estas vacaciones. En la anterior columna comenzamos a analizar la necesaria conformación de un “Frente emancipador con vocación de Poder”, capaz de frenar –cuanto antes- el avance restaurador de orden conservador.
Por Santiago Bereciartua
Como una especie de racconto o “previusly on…” -para los apasionados de las series en habla inglesa-, les recuerdo que vengo haciendo hincapié en que el gobierno actual –la rancia derecha- situó mediáticamente en cierto ideario popular (popular de cantidad) una frontera política entre supuestos “corruptos” y “probos”, aunque dicha división resulta probadamente irreal, dejando relucir su cinismo y función estigmatizadora de un colectivo que contó entre sus filas con corruptos, pero que de ninguna manera puede ser así caracterizado, más aún cuando del lado de los supuestos “decentes” se encuentran corruptos artesanales, de oficio, y hasta de profesión, como aquellos CEOs que llegaron al Gobierno para favorecer a sus empresas a cuenta del fisco. Incluso, ¿no deberíamos incluir en el análisis moralizador a los perpetradores de las políticas que generaron millones de nuevxs pobres y desocupadxs, pibxs sin clubes sociales, ancianos sin medicamentos, presxs políticxs, reprimidxs y un largo etcétera? Es más peligrosa la firma del político que la cometa misma. El aspecto moral de lo político se refiere más que nada a los fines de las propuestas político-ideológicas que hay sobre la mesa. Pero no quiero centrarme en este punto, así que sigo porque si no me empaco cual Macri, perdón, cual burro.
Dijimos también que uno de nuestros objetivos políticos es desplazar esa frontera (ponele “grieta”) a donde se siente más a gusto, diferenciando contradicciones reales -y delimitables- entre las que nombramos: derecha vs izquierda, democracia vs autoritarismo, intervencionismo vs libre mercado, pueblo vs oligarquía, etc.
Y hacía ahí quiero ir, proponer nuevas fronteras que sean tomadas como directrices a la hora de salir a buscar aliados para el frente estratégico, como una especie de tamiz en donde la tierra sea el pueblo y sus derechos como eje aglutinador, y las piedras a quitar sean quienes gobiernan para las elites.
Citamos ya a Sader quien nos propone una clara dicotomización del campo político actual, dividido en “neoliberalismo-antineoliberalismo” y que los sectores populares deben tenerlo en cuenta para no caer en lo que llamó “ultra izquierdismo” que, según Sader, rechaza la “pluralidad en nombre de la pureza” y termina siendo “campeón de los balances de las derrotas y nunca una alternativa real de poder”.
Es en este sentido donde propongo ahora una rápida lectura del panorama político mundial, para que seamos capaces de adelantarnos a los tiempos que corren.
Según diversos analistas, la socialdemocracia (izquierda reformista) se desmorona en Europa dando paso al avance a las derechas retrógradas o las extremas derechas. (Francia, Hungría, Polonia, Holanda, Austria, Bélgica, Italia hasta la propia Alemania).
Frente a este flagelo, las izquierdas no han sabido responder, incluso comenzaron a tensionar su praxis contra su teoría de poder.
Algún distraído podría decir que Europa se dirige entonces hacia el mismo destino que nuestro país. Pues no. Estas derechas en boga por el “viejo” continente recurren a un electorado que se siente víctima de la globalización, atacados en sus puestos laborales por las fuertes oleadas migratorias, con empleos inestables, enemistados con los sistemas políticos tradicionales y viciados, que hacen retroceder a los Estados. Estas nuevas ultra derechas no solo están contra los inmigrantes, sino también contra las elites globalizadas, amigas de nuestro gobierno nacional. Plantean el poder absoluto en nombre del pueblo, devolverle su soberanía, protegerlo de las minorías “contaminantes”, similar a los partidarios del Brexit en Gran Bretaña y de Trump en Estados Unidos.
Estas fuerzas políticas emergentes se apoyan sobre las mismas columnas xenófobas, enfrentan a la globalización con mayor soberanía, desde una narrativa social muy fuerte copiada de la izquierda.
Como dijimos que para nuestro caso, en Argentina, Macri tuvo que utilizar retórica de izquierda para seducir a su electorado, lo mismo que hace Marine Le Pen en Francia, una de las favoritas para quedarse con las presidenciales en este 2017.
Precisamente aquí debemos pararnos. El mundo occidental está en plena recomposición, con una creciente derecha o extrema derecha y una socialdemocracia en retroceso, con una izquierda “más radical” expectante con buenos pisos electorales en varios puntos geográficos pero con poco llegada al poder salvo los bastiones latinoamericanos.
En Europa, la izquierda reformista perdió su esencia intentando adaptarse a la realidad de las economías globalizadas, al achicamiento de los Estados protectores y a la presión liberal, a diferencia del auge que tuvieron en América Latina hasta hace poco.
Como vemos, el centro de gravedad se desplazó a la derecha, pero hacia diferentes destinos si comparamos al gobierno de Cambiemos con el de Trump y los casos Europeos ya citados.
“El Brexit y la victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas apuntan hacia retrocesos en el proceso de globalización, con políticas proteccionistas y el debilitamiento de los procesos de libre comercio en dos potencias que, desde hace más de un siglo, han estado a la cabeza del bloque imperialista en el mundo.”
Hay un nuevo escenario mundial, y el Frente que debemos construir debe saber interpretarlo y aprovecharlo. Con un Frente que retome el poder, en este mar de nuevas oportunidades, América Latina podrá salir definitivamente del modelo neoliberal, buscando profundizar las alianzas que supimos construir.
Entonces, para tomar el poder –o devenir en él mejor dicho- entiendo que debemos saber generar una propuesta que aglutine a lxs mismxs que está sabiendo aglutinar la derecha europea y en algunos países de América, que al final de cuentas son aquellxs que quieren ser protegidos en la economía y en lo social. “Cambiemos” en la práctica no los protege, más allá de que en su retórica pretendió contenerlxs generando una gran estafa.
El gobierno de Cambiemos que salió a buscar créditos internacionales de forma desaforada, buscando desesperadamente atraer las inversiones que no llegan, ató el destino del país a una globalización neoliberal en retroceso. Producto de ello, los nuevos tiempos traerán más excluidxs en todo sentido, a ellxs debemos seducir, a ese gran porcentaje que busca algo de seguridad entre tantas inseguridades ontológicas, a quienes las instituciones no son capaces de contener por no poder responder a sus demandas. Pensemos que ser parte de un proyecto colectivo es la mejor defensa contra la represión, contra el miedo, contra el aislamiento, contra el ajuste.
Así pues debemos dar representación política a ese descontento, con un programa lo suficientemente abierto para captarlxs y para que emerja una voluntad colectiva, sin dividir al electorado, sin regalarle a los opositores ciertos sectores que nadie mejor que nosotros sabemos comprender y gobernar para ellos. Un arte de la política es lograr que tus opositores no se junten con sectores que podrían estar de tu lado. Como ya nos pasó y vivimos una sangría de compañerxs durante la década pasada. Gramsci decía que hay que conceder lo no esencial para preservar lo esencial, así que algo tenés que conceder para que te den las cuentas.
¿Por qué insisto con un Frente? ¿Por qué es difícil constituirlo?
Ya lo he dicho, no existe en nuestro país ninguna fuerza política capaz, por sí sola, de articular el heterogéneo espacio social que sufre las consecuencias de este avance de la derecha en el plano económico, social y cultural (Grimson). Y por lo que venimos viendo de cara a las próximas elecciones, no lo habrá.
La mezquindad política atenta contra cierto deseo popular de que se genere un Frente capaz de aglutinar a todxs aquellxs que se enfrentan a las medidas económicas, el ajuste de lo social y cultural, en una articulación contra el modelo neoliberal, en una amplia confluencia política.
No vemos un conjunto de dirigentes que previamente encabecen las diferentes luchas que se están gestando y que a la vez puedan sentarse a acordar el Frente. No al menos con la dimensión necesaria. Las reyertas del pasado pesan más que las necesidades actuales.
Pero entonces, ¿qué hacemos? ¿Seguimos esperando la generosidad política que nunca llega?
Si no se brindan al pueblo esos dirigentes, deberemos hacer emerger a nuevos protagonistas. Coincido aquí nuevamente con Grimson, entre otrxs, que quizás sea el tiempo de nuevos actores sociales y culturales, que provengan de las luchas abiertas, de la academia, y que hayan demostrado el compromiso y valor que estos tiempos requieren. Dirigentes sociales y culturales, personalidades de la ciencia y la cultura, articulando movimientos sociales, sindicatos, dirigentes y militantes políticos.
Si queremos ofrecer respuestas a los problemas concretos de los trabajadores, los sectores medios, las Pyme, los barrios, los clubes sociales, los centros culturales, los vecinos, ¿por qué no transformar a sus referentes en dirigentes? (dejaremos para otro momento el análisis de los huecos que se generaran en esos espacios)
Esto nos ayudará a sanar la fragmentación del campo popular y la crisis de dirigencia. No podemos negarlo. Siguiendo a Galasso (para que no maten al cartero) hay una falta y debilidad de cuadros medios, “hay mucho piberío con ganas de cambiar el país y resolver los problemas, pero que entran a la política sin la experiencia que le podrían dar los hombres de edad mediana, muchos de ellos que desaparecieron en la dictadura, y otros que se desalentaron”.
No debemos entrar en la falsa dicotomía entre los intelectuales y los trabajadores manuales, los de la academia y los de la “calle” (como si no habría académicos pisando el territorio), todxs cabemos en el Frente, mejor dicho, todxs somos necesarixs.
Miremos si no el caso de Podemos en España. Iglesias, Errejón y Monedero (entre otrxs), provienen de la Academia, pasaron por el 11 M y hoy son los líderes de un partido que supo romper con el bipartidismo español.
O el caso vasco también, quien necesitó de personalidades sociales, de la cultura y la academia para ocupar sus principales lugares en las listas electorales que pudieron filtrar durante casi una década de proscripción.
A fin de cuentas, Latinoamérica necesita de liderazgos colectivos que permitan la continuidad de los procesos y que tengan mayores posibilidades en el ámbito democrático (García Linera).
De una vez por todas vayamos hacía allí, mediante mecanismos participativos y democráticos, sin tanta verticalidad, debemos construir ya un proyecto político alternativo, para disputar poder en cada proceso electoral que se abra. Incluso el Frente Nacional podrá ser conformado por diversos frentes que en esta misma lógica puedan armarse en cada localidad, un “mar de fueguitos”, con todxs aquellxs que alcen las banderas de la igualdad, la democracia con mayor participación popular, la equidad y la justicia social.
Es el momento del nuevo bloque popular de izquierda, progresista, para seguir disputando la hegemonía cultural y política en el país. El trascurso del tiempo atenta contra la base política y cultural que supimos construir. Atomizados nos debilitamos.
Sin dudas estamos en la fase de aunar voces y rearmar un campo popular que deberá ser más amplio, más fuerte, más inclusivo y más democrático. Vos, ¿de qué lado estas?
3 comentario
Buenisima columna! La cuarta es la mejor! Felicitaciones. Me gusto mucho el análisis del escenario mundial. Abrazooo
Yo estoy de »ese lado» (el que vos [planteas), es más, creo que sos un candidato para integrar ese frente.
Muy bueno, comparto.
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