Por Martín Paoltroni
[dropcap]C[/dropcap]uenta la leyenda que Naty Menstrual nació a principios de los 90’ en el barrio porteño de San Telmo. Que su literatura lleva el rotulo de “travesti trash” a la que María Moreno definió como “de una lujuria esperpéntica”. Que en la actualidad vive en el entrepiso de una asamblea popular donde abajo funciona un comedor y merendero, y que a menudo recibe la visita de fotógrafos y académicos fascinados con su estética. Y es que el universo Menstrual despierta un genuino interés por la peculiaridad que expresan sus obras que va desde los más insólitos relatos sobre el mundo trans, hasta remeras pintadas a mano con leyendas como “muerte a Barbie”.
Multifacética y arrasadora, la Menstrual logró instalarse como una referencia ineludible en el mundo de las letras disidentes con dos libros que resultan vitales para descubrir su apuesta: “Continuadísimo”, publicado originalmente en 2007 y reeditado el año pasado, y “Batido de Trolo” del 2012. En el primero, su pluma magistral retrata historias de un sinfín de travestis en aventuras crudas y por momentos graciosas que reflejan el modo de vida de las chicas trans; en el segundo, da rienda suelta a los capítulos amorosos y sexuales de su vida, con marcadas notas escatológicas que se repiten con magnifica audacia en la selección de poemas incluida en la segunda parte.
Pero su escritura no es de “género”; cuando le preguntan eso, Naty frunce el ceño y responde casi ofuscada que “todos tenemos género” y que en todo caso las maricas no tenemos el monopolio de la temática, en alusión a que toda literatura expresa un planteo sobre “el género” aunque no aparezca de modo explícito. A veces, cuando habla, parece enojada; su voz gastada de pucho y el tono de eterna irreverente la hacen parecer una persona dura. Pero basta un momento para descubrir la sonrisa cómplice que delata un cosmos más profundo donde la ternura se cuela por el sitio más inesperado.
Muchos episodios la marcaron en su vida. Recuerda, por ejemplo, el olor a sopa que preparaba su abuelo todos los días, y el extenso jardín repleto de flores donde correteaba cuando niña. Será por eso que se enamoró de los versos de Marosa Di Giorgio, que ahora interpreta en un recital poético donde los combina con fragmentos de la obra de José Sbarra. También recuerda que de pequeña solía esconderse en un cuartito del fondo de su casa para recortar figuras de revistas y armar collages de imágenes que escondía temerosa en el fondo de un cajón para que no la descubrieran. Muchos años después, su padre la encontró con un chongo en la cocina de su casa, pero el miedo hacía tiempo que había quedado atrás.
Hoy Naty se sube a los escenarios con sus tetas de globos que presiden con estridencia el comienzo del show; una música de café concert, la luz cenital, y los relatos que sonrojan a un público ávido de historias atrevidas. Desde el bigote de Charles Chaplin, pasando por el “cocacolero” hasta el poema a la “paja”, Naty Menstrual desanda el universo de lo “abyecto”, donde resulta posible y hasta necesario chapotear por aquellos lugares aparentemente prohibidos por la literatura tradicional. “Para mí la poesía tiene que ser otra cosa”, dispara Naty mientras conversa con el público. “¿Y vos no sabes lo que es el beso negro?”, le pregunta a una jovencita que se sonroja en la primera fila.
Porque casi todas sus historias terminan o empiezan con el culo del macho en la cara que se excita con los besos de la travesti guardiana de la noche; diva de los suburbios porteños, señora de los antros y bajofondos donde transcurre la acción. Pero no todo queda ahí; las letras y el arte de la Menstrual derriba mitos sobre la “normalidad” rectora de nuestros cuerpos, donde también hay lugar para el amor y los besos apasionados. Cada cita con Naty Menstrual es una invitación al abismo del deseo, un encuentro con la carne y sus flujos en el estado más puro, un viaje hacia el universo Menstrual donde los planetas mutan despreocupados hacia forma inimaginables.