En diálogo con Enredando, Gustavo Pecoraro, periodista y compañero de militancia de Carlos Jauregui repasó los aspectos más importantes de la vida política del activista que cavó los cimientos del colectivo LGTB durante las décadas del 80’ y 90’ en Argentina.
Por Martín Paoltroni
El 20 de agosto se cumplieron 20 años de la muerte de Carlos Jauregui, el militante gay con mayúsculas que cultivó el germen del activismo LGTB durante casi dos décadas en nuestro país. Cuando la palabra “homosexual” era sinónimo de enfermedad, o las lesbianas eran inexistentes para el imaginario social de principios de los 80’, Carlos fue pionero en salir a reclamar igualdad de oportunidades y derechos en un país que no se había recuperado aún de los horrores de la dictadura. Más aún, su visión política del “colectivo”, lo llevó a impulsar la organización de los primeros grupos de travestis, y propiciar la visibilidad a través de la primera marcha del orgullo o la participación en programas de televisión.
A través de los años, su figura se agiganta y en la Argentina del matrimonio igualitario y la identidad de género, la semilla primera de su construcción política cobra valor para un movimiento creciente y en permanente tensión. Mientras la legislatura porteña analiza un proyecto para nombrar a una estación de subte con su nombre, Gustavo Pecoraro, periodista, compañero de activismo y amigo personal de Jauregui, repasó en diálogo con Enredando los aspectos más importantes de la vida política del hombre que marcó el rumbo de la militancia diversa, en la previa de su llegada a Rosario para el evento “Puto el que lee” organizado por el Ateneo John William Cooke.
E: ¿Qué lugar ocupa el nombre de Carlos Jauregui en la historia del movimiento LGTBI?
G.P: Carlos ocupa -sin buscarlo- el lugar del inicio de la visibilidad y de la primera vez que un homosexual se planta y pone sobre la mesa la existencia de un colectivo. Un “acá estamos”, venimos a reclamar nuestros derechos, reivindicar nuestro amor, nuestras formas de relacionarnos, y a ocupar el lugar que cualquier persona debe ocupar en la sociedad.
Podría decir -sin temor a equivocarme- que fue el primero que pensó políticamente a los homosexuales (primero) y al colectivo LGTBI (después) como sujetos de derechos sociales. El FLH nunca alcanzó esa masividad que Jáuregui pensó porque su expresión fue más intelectual y su funcionamiento se dio en una situación diferente: los procesos de la vanguardia política de los 70 no planteaban derechos, sino la revolución. Algo que no ocurrió, como la historia lo demuestra.
Entonces, con el retorno a la democracia en 1983 y después de la dictadura que había vulnerado todos los derechos humanos y sociales de un país, el salir a reclamar un derecho para un colectivo específico era un acto revolucionario por lo que confrontaba a la sociedad. Jauregui interpeló a los sectores conservadores, porque de ninguna manera nos pensaban como personas, a lo sumo éramos unos enfermos. Y a la izquierda y los movimientos sociales porque nos creían un producto de la decadencia burguesa del sistema.
Carlos fue ejemplificador con su vida y con su militancia y supo crear agenda y marchar con el resto de las identidades. Su gran pensamiento de que este colectivo tenía cuatro patas: «gay, lesbianas, travestis y transexuales», es el ejemplo más claro de su visión de construcción colectiva entre todas y todos.
E: ¿Cómo era la construcción política en los primeros años de activismo con la vuelta de la democracia?
G.P: Durísima. Militábamos bajo las leyes represivas heredadas de la dictadura pero que venía de antes, de los gobiernos democráticos desde 1940.
La Ley de averiguación de antecedentes y los edictos policiales eran herramientas del Estado y las policías para detener a nuestro colectivo. Detener, golpear, chantajear y en muchos casos matar. Detenciones arbitrarias que la CHA salió a condenar en la primera solicitada pública de 1984 con la que se presenta a la sociedad, y que decía «Con represión y discriminación no hay democracia». Y es que para los putos, las tortas y las travas no había llegado la democracia y eso había que denunciarlo.
El gran mérito de la CHA fue su contundente y constante denuncia a esta represión anticonstitucional. Era un tiempo donde no teníamos apoyo de casi nadie: expresiones menores de la política como la Democracia Cristiana de Conte McDonalds, o el MAS de Luis Zamora eran los pocos aliados.
Pero había una clara intención de llegar a los grandes partidos y fundamentalmente a los organismos de DDHH.
Tanto la UCR como el PJ nos daban con la puerta en la cara. Algo que se repitió hasta entrado la década del 2000. Por eso es tan importante entender los marcos políticos de la militancia LGTBI de los 80 y 90, porque parecería que después del 2001 todo tuviera que ser borrado.
Hay que decir claro, la casi totalidad de los partidos políticos nos dio la espalda durante muchísimos años. Y con los partidos que teníamos diálogo, era un ida y vuelta. Por otro lado, pesaba mucho la homolesbotransfobia en los partidos.
El otro factor era que a los putos (digo los putos porque eran el espacio donde militábamos en los 80) tampoco les resultábamos simpáticos los militantes. Íbamos a los discos y los bares a volantear y discutir política y nos miraban mal, en alguna oportunidad hasta nos negaban la entrada, en otra tal vez el poner un poco de dinero en alguna colecta que hacíamos era su sacarse las culpas por no hacer nada.
Era entendible: veníamos del terror de la dictadura y quería respirar libertad.
Lo que no podían ver -y eso es lo que nosotros insistíamos- es que el colectivo LGTBI seguía estando discriminado y criminalizado. Nos detenían, y nos mataban. Fue muy difícil y muy frustrante muchas discusiones con los pares.
E: ¿Que motivó la salida de Jauregui de la CHA? ¿En que se diferenció la militancia a partir de los años 90′?
G.P: Después de 1986 Carlos dejó de ser presidente de la CHA cumpliendo su compromiso de renovación de autoridades y una disciplina democrática que se ve poco en las organizaciones LGTBI. Él sabía que eso dejaría la CHA en manos de Alejandro Salazar que era un militante más conservador y bastante mediocre.
Carlos pasa a ser secretario de derechos humanos y desde allí profundiza su tan añorada cercanía con los organismos de DDHH a los que les costaba aceptarnos. Hebe fue muy brava con eso. No quería «a los putos». Algo que habla más allá de ella: los movimientos sociales y la izquierda (siempre con honrosas excepciones) no nos querían.
La CHA se empieza a posicionar más como una organización que respondía a temas relacionados con el Sida que por cierto estaba haciendo estragos en nuestro colectivo, y Carlos se iba pegando cada vez más a la agenda de los derechos humanos.
En eso llega el levantamiento carapintada de 1987 con Aldo Rico y Seineldin, algo que produjo una polarización social. Nadie quería otro golpe, el tema era si se negociaba o no. Alfonsín , el PJ y otros partidos menores negociaron las leyes de punto final y obediencia debida. La presidencia de la CHA con Salazar y Teresa de Rito, también aceptaron esa idea.
Carlos y otros compañeros nos posicionamos con los planteos de Madres, Abuelas, Familiares y el resto de los organismos de DDHH.
Y se produjo una ruptura inevitable. Además Carlos ya no venía la CHA como el espacio en donde generar política para luchar por los derechos del colectivo. El año posterior a eso, la pareja de Carlos -Pablo Azcona- enferma gravemente por causas relacionados al VIH-Sida y Carlos se aboca a cuidarlo en sus últimos días. Muerto Pablo, Carlos es echado de la casa que compartían por los padres de Azcona, y empieza un peregrinar personal que desemboca en una convivencia impensada con Marcelo Ferreyra y Cesar Cigliutti (que eran pareja en esos momentos y que habían comprado un departamento en la calle Paraná). Allí va a vivir Carlos y recupera la mística militante luego de su duelo por Pablo.
El 1991 junto a Cesar, Marcelo, Alejandro Modarelli, Ricardo Gonzales, Luis Biglie y yo, fundamos Gays por los Derechos Civiles la organización que cambió la forma de activismo del colectivo LGTBI para siempre.
Dejábamos atrás la CHA y nos posicionábamos como una organización más mediática de reclamos políticos y acciones en la calle. Con una figura pública como Carlos que empezaba a despuntar como el gran dirigente visible y orgulloso que fue.
GAYS DC llevó adelante acciones y planteos políticos que nadie había levantado: la convocatoria de la primera marcha del orgullo, el primer juicio contra el estado por discriminación por VIH, la querella contra el Cardenal Quarraccino, un desembarco en los medios para pelear por la agenda de los derechos LGTBI, la unidad de las diferentes organizaciones del colectivo LGTBI, los debates que comienzan en la bar Tazmania y que se corporizan en el primer encuentro de activismo LGTBI en 1986 en Rosario, la lucha por la cláusula antidiscriminatoria en la constitución de la ciudad de buenos aires que sentó el precedente jurídico para las leyes que después conquistamos en los años recientes, y que fue vanguardia en todo el continente.
Por nombrar algunas cosas.
E: ¿Cómo describirías el vínculo de Carlos con el resto de las organizaciones sociales vinculadas a derechos humanos?
G.P: Él amaba a las Madres, en especial a Hebe. Ese amor no fue recíproco, lamentablemente.
Pero Carlos sabía que ahí también había que militarla, sabía que había que combatir la homofobia de los organismos de DDHH porque eran nuestros aliados naturales. Fue una relación extraña porque no había marcha más emocionante que las marchas de los organismos, y sin embargo costó mucho que nos entendieran. Mucho más de lo que nosotros hubiéramos deseado.
E: ¿Cómo era en relación al movimiento feminista?
G.P: Conocí mucho a Carlos. Militamos juntos desde 1984 hasta su muerte en 1996. Conozco lo que pensaba.
Carlos estaba a favor del aborto pero su relación con el feminismo era poca. Él confiaba en las lesbianas y sabía que la discusión dentro del feminismo la darían las lesbianas.
Su relación con el movimiento feminista no fue abundante, esa es la verdad. Todo el resto es suposición de alguna persona que apenas lo conoció.
E: La organización de los primeros grupos de travestis ocurrió en aquellos años ¿qué papel jugó Carlos?
G.P: Él las estimuló para que se organizaran porque sabía perfectamente el valor político que tenían. Es más, las travestis y transexuales eran fundamentales en las marchas porque las llenaban, eran bien militantes, con buenas banderas y con presencia política.
Carlos no se inmiscuía en tutelar las agendas, las escuchaba y les proponía acciones en común. Jamás se metió a opinar sobre cómo o con quién debían organizarse. Sí, les aconsejaba que se organizaran que armaran sus orgas, que debatieran.
Las travestis y transexuales trajeron otra agenda que los putos no conocíamos o que si conocíamos y no le dábamos importancia. Ellas fueron la gran revolución en los 90. Además de ser políticamente la vanguardia, eran maravillosas desde el lugar personal: María Belén Correa, Karina Urbina, Patricia Gauna y Lohana (Berkins) nos han «educado» a los putos como compañeras de ruta. No necesitaron teoría ni mala onda. Hablando, compartiendo, caminando juntas fue como nos hicimos inseparables.
Carlos sabía que el gran desafío del colectivo era que las travestis y las transexuales (junto con las lesbianas) empezaran a ocupar los medios y las discusiones políticas, y los putos fuéramos pares. Veo con demasiada cotidianeidad en el presente que muchos homosexuales universitarios de clase media se arrojan el derecho de opinar sobre las travestis, a veces con buena voluntad, a veces desde el más profundo descaro, a veces desde la subestimación. Pero son ellas y nada más que ellas quienes mejor saben cuál es su agenda. Aunque sea una agenda que los putos y las lesbianas creemos «menor», es su agenda y nosotros debemos callarnos la boca y apoyar.
El colectivo trans aún hoy sigue siendo el talón de Aquiles de nuestros derechos. Lamentablemente el asesinato de Diana (Sacayán) y la muerte de Lohana ha debilitado enormemente al colectivo.
No hay recambio por el momento, y eso es grave y se nota.
E: Carlos fue pionero en muchos aspectos, uno de ellos en ser el primer homosexual visible en integrar una lista política para las elecciones ¿cómo calificás esa experiencia?
G.P: Carlos se sumó a las listas de la Unidad Socialista y de Alianza Sur siempre en lugares testimoniales.
No creo que haya sido una buena experiencia ya que siempre los putos a la cola, menores que otros, detrás del sindicalismo, o los estudiantes, o no sé quién.
Cuando en este país decidamos pelear políticamente con una candidatura LGTBI como corresponde, ahí podremos valorar. Las experiencias de Freyre y de Rachid nacieron truncadas por los escándalos que las rodearon, y la candidatura de Lohana nunca se pudo plasmar, pero la siento como la mejor para encabezar una lista en algún puesto expectante.
E: ¿Qué ocurrió tras la desaparición física de CJ?
Creo que hubo un golpe fuertísimo en el colectivo y una explosión que llevó a la disgregación y la poca claridad de objetivos y recién después del 2001 se reorganizó. Personalmente creo que la muerte de Carlos fue una bisagra entre un pasado de acumulación militante y lucha, y un presente que hereda ese pasado con nuevos actores y con una parte del camino bien allanado.
Hace poco un amigo escribió «la cuesta arriba alguien tiene que allanarla».
Eso es Carlos. Él allanó la cuesta arriba y dejo el testigo que luego recogieron otros y otras. Algunas siguen ese camino, otros lo combinan, otrxs no tienen nada que ver con Carlos. ¿Sirve todo para la construcción del colectivo? Bueno, ese es el debate.
Si pudiéramos analizar sin tanto odio, sin tanta verdad absoluta, sin tanta etiqueta que divide, sin tantos egos, nos ayudaría a construir un camino mejor.
Hay demasiada pasión, poca autocrítica, y nada de análisis.
Las nuevas generaciones no estudian, ni leen, ni analizan. Repiten, repiten, repiten.
El tema es que no estamos para repetir como loras. Estamos para pensar como sabias.
#Gustavo Pecoraro estará en Rosario el sábado 27 de agosto a las 19.00 en el marco del evento “Puto el que lee” organizado por el Ateneo John William Cooke (Bv. 27 de febrero 1090)