«Vivas nos queremos» fue la consigna de esta segunda movilización bajo el grito Ni Una Menos que se realizó en todo el país. Pero no fue la única. Defender la autonomía de nuestros cuerpos y el pleno goce de vivir una vida libre y sin violencia también se expresó en las calles. En Rosario, la marcha fue multitudinaria.
Por María Cruz Ciarniello
Foto: Tomás Viu
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A Fabiana Poggiani le pegaron dos tiros en el barrio en el que vivía, Las Flores. El femicida, Lázaro Olguín, se quitó la vida minutos después. La crónica policial dio cuenta del horror. Uno más en la larga lista de los femicidios ocurridos en nuestra provincia. Fabiana murió asesinada en marzo de este año pero meses antes, ella y su sonrisa celebraran la aparición del primer número de la revista de la que participó junto a sus compañeros/as del Taller de periodismo del Centro de Convivencia Barrial de Las Flores. “De Calletano, el grito estalla”, es el nombre de aquella publicación en la que Fabiana participó tanto de la escritura como de su producción.
Esa tarde, ella nos contó de sus sueños. De ese deseo que probablemente compartía con los demás: quería que salga un segundo número. Y quizá, por que no, volver a escribir o hacer algún reportaje que la tuviera a ella como protagonista de una palabra colectiva, de un proyecto periodístico que rescata las voces de pibes y pibas de los barrios más olvidados de la periferia rosarina.
El grito de Fabiana no se escuchó. Porque el suyo es el mismo que el de Guadalupe. Y el de Marlen. O el de Micaela. Hace un año, nuestras bocas hablaban también por Melina. Que es Paula, Daniela, Lola, Wanda, Graciela, Dayana, Rosa, Silvia, Marita, Gisela, Nelly. Que son todas las jóvenes, mujeres y niñas, violentadas hasta el hartazgo. Hasta la extrema forma que adquiere la violencia machista: el femicidio.
Gustavo, un amigo de Fabiana, le dedicó unas palabras que en forma de rap, dibujan la tristeza: “Una mañana como todas/ una noticia llega a mis oídos/ dicie que en el barrio ya se ha armado otro lio/ siempre me salgo de los comentarios malos/ pero lo raro era que daba vueltas en mi mente/ y la gente, que mucho corre la voz, comenta/ que la noticia es mala/ y que hay dos personas muertas. La tristeza de saber que unos de los cuerpos era mi amiga:/ la rubia que luchaba por sus niñas/ mis lagrimas caían/ diciendo este no es un buen día/ le quitaron la vida.”
Fabiana era la mamá de dos pequeñas niñas que ahora integran esa cifra abismal de hijos e hijas que también son víctimas de los femicidios. Su mamá Adriana portaba en esta fría mañana del 3 de junio, un cartel que recordaba, entre tantos, el nombre de su hija. Estaba junta a otros familiares en las escalinatas de los Tribunales Provinciales y aunque el femicida esté muerto y la causa archivada,, ella exige justicia. “Este hombre la molestaba y ella no quería saber nada con el. Ella fue a llevar a sus hijas a la escuela, y este hombre con un revolver 38, a punta de pistola la subió a la moto. Ahí estaba un hijo de él. Fabiana tenia un golpe en la cara porque se resistía. Le tiró un tiro en el corazón y otro en la cabeza y después se quitó la vida. Estuvo 20 años preso y 5 con salidas transitorias y no se presentó nunca más. La causa está cerrada, pero el hijo es cómplice. Yo me tuve que mudar del barrio”, dice, intentando buscar alguna respuesta. Encontró acompañamiento en la organización Ampliando Derechos y esta es su primera marcha bajo el grito “Ni Una Menos”. “Jamás pensamos que esto nos iba a pasar. Hemos vivido la violencia de género con gente muy cercana a nosotros, pero nunca pensamos que iba a pasar en nuestra familia. Estamos destruidos.”
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Mientras una inmensa movilización del 3 de junio volvía apropiarse de las calles en todo el país, a pocos kilómetros de Rosario y a la vera de un camino rural, la policía hallaba los restos del cuerpo de una mujer. Hasta allí fue Alberto, el papá de Paula Perassi quien todavía continúa desaparecida, creyendo tal vez encontrar –como él mismo sostiene- “los huesos de su hija”. “Mientras la buscamos a Paula vamos encontrando identidades de otros cuerpos mutilados”, escribió en su muro de Facebook, la militante y Secretaria de Género de la CTA provincial, Liliana Leyes.
El caso de Guadalupe Medina, con tan solo 12 años, estremeció, dolió, causo bronca e impotencia. Porque en su femicidio se hacen carne las múltiples violencias que sufrió Guadalupe, tan solo por ser pobre, por ser “villera”. Sonia Tessa, periodista de la ciudad, escribió en una de sus notas para Rosario 12: “Los de Guadalupe y A.V. ¿son cuerpos intercambiables, descartables? Niñas de 12 años sin protección de adultos, ni del Estado que debe ser el garante de sus derechos. Niñas que pueden ser violadas, y sus cuerpos tirados. Y cuyas muertes indignarán menos, porque un ¿amplio? sector de la sociedad las encajona en el adjetivo «villeras» y así les deniega, también en lo simbólico, sus derechos a una vida digna y sin violencia.Guadalupe está muerta, y sufrió lo indecible.”.
El grito Justicia para Guadalupe se escribió en banderas, sobretodo en aquellas que sostenían las manos de las organizaciones que intentan construir sueños en Villa Banana, allí donde la desesperanza y el desamparo obligan a buscar estrategias para sobrevivir.
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Otro grito de la marcha Ni Una Menos fue el de Libertad para Belén. Que es más, muchísimo más que una simple consigna, o un hashtag de Twitter. En ese reclamo está contenida la fuerza de toda una Campaña Nacional integrada por miles de mujeres en todo el país. Belen está presa desde hace dos años y fue condenada a 8 por haber tenido, tal como indica la historia clínica, un aborto espontáneo. La acusación que pesa sobre ella es la de homicidio agravado por el vínculo, ya que el día en que Belén concurrió al hospital por un fuerte dolor abdominal, los médicos encontraron en el baño, a un feto de 32 semanas. Jamás se realizaron los análisis de ADN para establecer un vínculo filial con la joven.
Lo de Belén tiene un mensaje claro, y ese mensaje es la cárcel. Un disciplinamiento feroz sobre todas las mujeres que deciden interrumpir un embarazo. En Argentina el aborto sigue siendo clandestino y cientos de mujeres, en su mayoría pobres, acceden a una práctica bajo las peores condiciones.
Por eso, las colectivas feministas integradas en la red de Socorristas, también marcharon el 3 de junio. Su grito es clave: “Ni una menos significa ni una presa más por abortar, ni una muerte más por abortos clandestinos”.
“Somos de las Pepas y acompañamos a mujeres que deciden abortar. Hacemos encuentros cara a cara en lugares públicos para sacar al aborto de la clandestinidad y brindarles información segura sobre el misoprostol. El año pasado, las Socorristas en Red acompañamos a 2894 mujeres y en base a eso, podemos dar seguridad del uso del medicamento, sino también, saber que abortar acompañada es la mejor forma de hacerlo. Quienes abortamos somos todas. Para nosotras ni una menos es todas las deudas que tiene la democracia para con las mujeres en su salud y su vida diaria”, dice Bárbara quien junto a su compañera, viste de un fuccia furioso, tanto como el de su peluca. El color que las identifica.
Este año, la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito volverá a presentar por quinta vez, el proyecto para lograr su legalización y despenalización. Se renueva la lucha en las calles donde el debate ya encuentra un amplio consenso. Solo resta que el Congreso de la Nación se digne a tratar el proyecto que lleva la firma de más de 60 diputados y diputadas de la Nación. “En la conversación con las mujeres se ve que hay una despenalización social del aborto. Todas conocemos a alguien que abortó y podemos dar cuenta que hay formas seguras de hacer y que todos los traumas tienen que ver con la clandestinidad, con no poder decirlo”.
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No solo nos queremos vivas, también nos queremos libres, revueltas, hermanadas y capaces de defender nuestro derecho al goce “Cuando nos dice cómo vestirnos y cómo actuar, mata nuestra libertad. Cuando nos insulta o nos juzga por el modo en que disfrutamos nuestros cuerpos, mata nuestro derecho a poner en acto su inmensa potencia. Cuando nos niega la palabra en el espacio público, la silencia o la minimiza, mata nuestro derecho a cambiar el mundo para todos y todas”, podía leerse en el Documento central y consensuado por todas las organizaciones en la marcha del día viernes 3.
El patriarcado sabe bien cómo disciplinar nuestros cuerpos: lo hace mediante múltiples dispositivos: el mediático, el judicial, el cultural. Lo hace a través de la violencia institucional de la que cientos de mujeres son víctimas cada vez que intentan radicar una denuncia por violencia machista.
Por ello, la primera actividad que se realizó en Rosario tuvo lugar frente a los Tribunales Provinciales donde se montó una intervención artística denominada alfombra roja: “Basta de pisotear nuestros derechos” fue la consigna, y allí, además de referentes del Movimiento de Mujeres, estaban los familiares y mujeres sobrevivientes como es Rosalía. Su cuerpo habla. Recibió 8 balazos de su ex pareja y hoy dá testimonio para intentar que otras mujeres no pasen por lo mismo. No se trato solo de una violencia extrema por parte de quien fuera su compañero, Cacho Toledo. Rosalía debió padecer el abandono estatal y la falta de respuestas antes sus reiterados reclamos y denuncias previas.
Eva Dominguez, incansable luchadora, es también otro emblema de una historia signada por la falta de perspectiva de género que tiene el poder judicial, patriarcal en todos sus sentidos. Todavía la causa judicial por el femicidio de su cuñada Vanesa Celma, lleva la infame carátula de Incendio, escondiendo una violencia de género de la que Vanesa fue víctima durante mucho tiempo.
La misma violencia repetida en otros casos pero bajo otras formas. La situación de la joven niña wichi en Salta expresa la impunidad con la que el patriarcado actúa. Impunidad revestida en discriminación por ser una niña indígena y pobre. “Esa chica es un muestrario del abandono del Estado hacia toda la comunidad wichi. Son múltiples las carencias que tienen. Es una chica discapacitada a la que se le negó un aborto legal, cuando reúne tres causales de aborto legal, y el Ministro de Salud de Salta, sigue diciendo que eso no es un aborto no punible y que se lo van a interrumpir porque es un feto anencefálico. Se nos ríen en la cara. Mientras nos nieguen la autonomía reproductiva, se está cometiendo un acto de violencia contra las mujeres. El caso de Belén, por ejemplo, los estamos denunciando ante el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en Ginebra, que el 20 de junio va a recibir el reporte de Argentina. Hemos enviado un reporte alternativo que muestra como el caso de Belén prácticamente se le han negado una serie de derechos”, señala con contundencia y claridad, la experta en violencia de la OEA, abogada y referente del Instituto de Género, Susana Chiarotti. “Si de cada 100 denuncias 97 se archivan y 3 llegan a sentencias, una se tiene que preguntar qué hace el Estado con esas mujeres”.
La pregunta de Chiarotti va al hueso. ¿Cuáles son o han sido las respuestas del Estado durante todo este año?. El cambio de gobierno ha sido un cimbronazo fuerte para las organizaciones de mujeres. Por un lado, la actual presidenta del Consejo Nacional de la Mujer prometió anunciar en el mes de julio el tan esperado Plan Nacional para la Erradicación de la Violencia de Género que establece la Ley de Protección Integral.
Pero por el otro, el vaciamiento de áreas fundamentales en el Estado implican un claro retroceso en derechos para las mujeres y uno de ellos, fue el desfinanciamiento del Programa de Salud Sexual y Reproductiva o, incluso, el cierre de los Centros de Acceso a la Justicia donde muchas denuncian eran realizadas por mujeres y respondían a casos de violencia machista. A esto se suman las brutales políticas de ajuste que lleva adelante el gobierno de Mauricio Macri. “Toda política de ajuste, de precarización laboral, a la primera que golpe es a las mujeres. Se han cerrado contratos con cooperativas textiles donde trabajaban mayormente mujeres. Son las que siempre terminan saliendo a las calles, y multiplicando sus tareas en los comedores. Y por otro lado, desarticularon programas. Por ejemplo, el patrocinio jurídico gratuito el Ministro anunció que no hay recursos para eso”, destaca Viviana Della Siega, presente junto a Susana, en la marcha Ni Una Menos.
“No hay que perder de vista la creciente feminización de la pobreza que están teniendo las medidas”, dijo Majo Gerez, otra de las militantes feministas que encabezó la movilización. “Cuando hay ajuste, despidos masivos, tarizafos, se imposibilita aún más esa autonomía económica que entendemos son necesarias para que las mujeres rompan la relación con los violentos y además cuando muchas de esas políticas nosotras somos beneficiarias. También la ley de educación sexual integral que creemos que es fundamental hoy está siendo modificada para satisfacer a los sectores conservadores que están en el gobierno”.
“En acciones concretas que tiene que ver con la eliminación de esta cultura machista, no hemos visto ningún avance. Los números son muy duros, no hay informes oficiales, los números que conocemos son a través de los medios. Para nosotros es alarmante. Compañeras vestidas de rojo visibilizan las mujeres asesinadas a la fecha y con una edad generacional que nos alarma muchísimo, son niñas de 12 años”, destaca Majo Poncino, militante del Movimiento de Mujeres el Evita. «El gobierno nacional actual vació muchos programas sociales, la herramienta del registro que había anunciado la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación quedo en suspenso, no hay ninguna información, no sabemos si hay personal destinado a ese registro. Las medidas de ajuste repercuten sobre las mujeres».
«Si la sociedad no cambia la mirada, el Estado no va hacer nada. Nosotras seguimos siendo un juguete para estos tipos, es muy difícil salir de la violencia, pero no imposible. La justicia no actúa, todos los femicidas tenían un pedido de captura. En la justicia te vuelven a violentar cuando una mujer decide salir de la violencia. No hay ninguna pena cuando se violan las restricciones de acercamiento. Yo tengo botón antipánico, y me rastrean todo el tiempo a mí. Cuando lo toco accidentalmente me hacen un operativo cerrojo. Hay una ausencia total del Estado», remarca Fernanda Serna quien también fue víctima de reiteradas situaciones de violencia por parte de su ex pareja. Hoy Fernanda integra una organización de mujeres que acompaña a muchas otras, entre ellas, a Aurora Arias. «A nosotras nos cuestionan y es a nosotras a quienes nos matan. Lamentablemente en los medios siempre se la juzga a la mujer. No es fácil salir porque dá miedo buscar ayuda sobretodo porque sabemos lo que pasa en la justicia».
Para Gerez «mientras la justicia no empiece a mirar lo que sucede fuera de los Tribunales estamos en problemas. Si el primer acceso de la mujer es la comisaría, la verdad que desalienta y atrasa. Queremos visibilizar la violencia institucional porque hace que muchas mujeres no vuelvan a hacer las denuncias. Esto nos parece grave y es uno de los ejes de reclamos más profundos. El Estado tiene que garantizar derechos».
Susana Chiarotti cree que por un lado, existe cada vez más conciencia de gente joven que se va sumando a las movilizaciones que históricamente ha impulsado el movimiento de mujeres. Pese a ello, «los oidos del gobierno siguen tapados. Los presupuestos son miserables en todo sentido y no hay tareas de prevención. Si no se modifica la cultura, vamos a seguir contando los números de mujeres que mueren». «El Estado sanciona mal, no previene e investiga con sesgo de género. No realiza tareas de prevención. La Esi debería estar en todas las escuelas, en los primeros niveles. Hay que transformar una cultura. Y a la hora de investigar y sancionar no lo hacen con perspectiva de género. Hemos tenidos pruebas de fiscales que se ríen de las víctimas, desconfían, buscan pruebas que las humillan, con ese tipo de justicia va a haber siempre impunidad y la impunidad multiplica.»
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Decir Ni Una Menos es también gritar contra la persecución y discriminación a personas trans, transgénero y travestis, una de las poblaciones que más sufre la violencia institucional y patriarcal. Es hacer visible las muertes silenciosas de trabajadoras sexuales como Gisela Bustamante o Sandra Cabrera. Las que no aparecen en la plana de los grandes medios ni provocan el repudio masivo de una gran parte de la sociedad. ¿Por qué cuándo no solo los medios, sino el mismo fiscal regional de Santa Fe, apenas unas horas del hecho, dijo que el cadáver encontrado pertenecía a una niña de once años, los dedos acusadores del periodismo, y los comentarios de quienes leen sin entrelíneas lanzaron sus plegarias caritativas y sacaron notas cada una hora, pero cuando se supo que tenía 29 años, y que además era “trabajadora sexual”, la culpa cambió de bando? ¿Qué le faltó a Gisela para que el espacio y los caracteres que los que deciden a quién y qué decir sean dignos?, se preguntaba la periodista Agustina Verano en una nota publicada en nuestro medio.
Es condenar y denunciar también los lesbicidios como el de la Pepa Gaitan y los reiterados actos de violencia homofóbica que ocurrieron en ciudades como La Plata y Mar del Plata. Es exigir la liberación de una militante detenida de forma ilegal como Milagro Sala porque su encarcelamiento, además de contener un fuerte elemento racista y misógino, es también un mensaje disciplinador contra la protesta social.
Decir Ni Una Menos es escuchar las voces de las pibas de los barrios. Las voces de mujeres con extensa militancia y las otras, las que salen a las calles por primera vez por este grito desesperado contra los 286 femicidios contados en el 2015, contra las 66 nuevas muertes de mujeres en los primeros 100 días de 2016, contra los 241 que se suman desde la movilización Ni Una Menos del año pasado al 30 de abril de este año.
Carolina, 23 años: “Ni una menos es para tratar de que la gente vea lo que esta pasando. Lamentablemente el Estado nunca hace nada, y hay que tratar de que esto se escuche. Hay que cambiarlo de alguna forma y ser parte, comprometerse. No vine el año pasado, pero por eso quise venir ahora. Yo me siento identificada, viví una situación de violencia durante 3 años y no esta bueno y hay un montón de chicas que no hablan por ese miedo, ahora creo que se puede hacer oir más, que se animen a contar y tener valor, porque también se trata de enfrentar a quienes te hacen eso y creen que tienen un poder más grande que el nuestro”.
Micalea, 24 años. “La marcha no solo significa que dejen de matarnos, sino que significa una manera de manifestarnos ante el patriarcado que nos jode a todos y todas, también a los varones. Estuve el año pasado en la marcha y lo que se esta logrando de apoco es visibilizar, pero todavía falta mucho, mucha conciencia. Nosotras ya tenemos cierta idea, pero construir a partir de lo que va a venir, tenemos que estar resistiendo pero ojalá que se pueda hacer una cierta modificación”.
Adriana de Las Locas Margaritas “Nosotras somos las locas margaritas, y lo que pretende a través de la creatividad es perturbar, mostrar lo que en realidad es invisible mediante los discursos. Metemos el cuerpo para mostrar lo que estamos viviendo. Hoy estamos mostrando a las brujas porque fueron las primeras feministas de la historia.”
Noelia, bachillerato popular de Tablada. «Marchamos para que se pueda hacer justicia por todas esas chicas que no pudieron tener ayuda, para que todas esas personas que estan pasando puedan salir de ese medio, y que sepan que hay mucha gente que las puede ayudar”
Camila: “particularmente por el hecho de ser mujer me conmuevo todos los días por todas las mujeres a diario, el extremo es el femicidio pero vemos todos los dias como nos violentan, el piropo por ejemplo, en mayor o menor medida es terrible sentir que no podés salir con esto puesto a tal hora, y en todos los aspectos. Y por eso marchamos, hay muchas consignas. Matan una mujer cada 30 horas eso es motivo suficiente para salir a reclamar al Estado y también para que la sociedad se concientice para que dejemos de criar mujeres y varones machistas”.
Maylen, 29 años: “Marchamos desde el Movimiento Sindical de Mujeres para que no haya más femicidios y contra el acoso laboral que trabajamos dentro de nuestros sindicatos”.
Lisa, 15 años: “ Venimos para defendernos a nosotras mismas. Es luchar por todas las mujeres que estan sufriendo y que no nos pase a nosotras mismas. En la escuela a veces lo charlamos, pero hoy nos ponían falta igual, pero vinimos igual”
El cierre del documento expresó este sentimiento que potencia y empodera. No estamos solas y el 3 de junio es ya una fecha emblemática contra la violencia machista. “El 3 de junio nos encuentra pidiendo justicia por las que ya no tienen voz, fortaleciendo las redes políticas de afecto y solidaridad, reafirmando los puntos centrales por los que hace un año salimos a las calles, para que se hagan efectivos. Para decir que Vivas nos queremos sea también decir nos queremos libres, autónomas, críticas y solidarias.”