Niños, niñas y adolescentes fueron durante años objeto de discusión de las autoridades de la Universidad Nacional de Rosario por su circulación en los edificios de distintas facultades. En el caso de Psicología, desde 2013 hasta principios de este año hubo un equipo, conformado por dos militantes sociales, que se encargaba de la Seguridad Comunitaria. En estos días protagonizan un conflicto en el que denuncian que fueron despedidos.
Por Martín Stoianovich
Un pibe del barrio no puede estar donde hay personas preparándose para convertirse en profesionales. Las personas que se preparan para convertirse en profesionales sí pueden estar en las casas de los pibes del barrio. Y en su barrio. Esa pareciera ser la lógica que se da en el Centro Universitario Rosario, más conocido como La Siberia, en el barrio República La Sexta. Porque los pibes siempre entraron a los distintos edificios del complejo, y eso siempre fue objeto de reproches, análisis y búsquedas de estrategias para regular aquello que parece ajeno. Los pibes no son de la Universidad: no tienen número de legajo, no cursan materias, no se reciben. Pero el CUR está en el barrio y el barrio es de los pibes.
Niños, niñas, jóvenes, y madres jóvenes con niños en brazos. Hace años entran a los distintos edificios del CUR. Reparten estampitas, venden biromes, piden monedas, juegan con los estudiantes. Pasan el tiempo. Es un escenario más en sus vidas, a las que les faltan muchas veces una escuela, un trabajo, un club al cual ir.
En este caso, el foco se pone sobre la Facultad de Psicología, que integra el CUR junto a otras facultades. Allí los pibes siempre estuvieron en el medio del conflicto. Para las autoridades los chicos no pueden estar en la Facultad porque no son ni docentes, ni no docentes, ni estudiantes y no cumplen ninguna función establecida. Por eso hasta mediados del año 2013 un servicio de seguridad privada se encargaba de evitar el ingreso de los chicos al edificio. Pero el paso del tiempo se encargó de dejarlo en claro: los pibes seguían yendo a la Facultad. El porqué es incierto, pero puede estar relacionado a que allí encontraban lo que en el barrio no. Esto llevó a repensar esta relación. Entonces, a través del pedido de directivos de Psicología al Rectorado de la Universidad Nacional de Rosario, se creó un equipo que llamaron “Seguridad Comunitaria”.
Para esto contrataron a Varón Fernández y Martín Ríos, ambos militantes sociales. El primero en Ludueña, el segundo en Villa Banana. Barrios que, por sus características geográficas y de infraestructura, por su agenda cultural, política y social más ausente que activa, son similares al barrio La Sexta. También sus pibes. Por eso los convocaron, para construir un proyecto que buscaba “trabajar en la promoción de los derechos de las niñas, niños y adolescentes que transitaron o transitan el predio de la Facultad”.
El trabajo comenzó en junio de 2013. Al principio la jornada comprendía una carga horaria desde las siete de la mañana a las once de la noche, prácticamente todo el día en que la Facultad permanece abierta. Con el paso del tiempo, se decidió acordar otro horario. Así, los chicos comenzaron a ingresar al edificio desde las tres hasta las seis de la tarde, bajo el acompañamiento de Seguridad Comunitaria. Por fuera de ese horario, los chicos no podían entrar y ese control quedaba en manos del personal de Resguardo Patrimonial, un área dependiente de la UNR conformado por agentes de seguridad.
Pero el trabajo de Seguridad Comunitaria no terminaba en esas tres horas, sino que se extendía tres horas más pero fuera de la Facultad. El objetivo era poder realizar distintas actividades con los chicos en el barrio, por fuera del ámbito universitario. Así fue que la relación de los pibes con la Facultad pegó un giro considerable. Habían dejado de ser simplemente sujetos de disputa por una Facultad con o sin ellos. Iban a pescar, al cine, a la plaza, a conocer las organizaciones sociales e instituciones estatales que trabajan en el barrio. Volvieron a acercarse a la escuela y sus familias encontraron un espacio en el cual compartir experiencias, y un grupo al cual acudir en caso de ser necesario.
Pero en la Facultad de Psicología continuaron sucediendo cosas, y los responsables siempre fueron los pibes del barrio. “Todo el tiempo tenemos que demostrar la inocencia de los pibes”. No lo dijo un abogado, sino Martín Ríos, y lo dijo haciendo referencia a que cualquier episodio de conflicto en la Facultad ponía como victimarios a los chicos del barrio. Esta declaración sale de un artículo periodístico del año 2014 que apuntaba a este conflicto: muchos estudiantes consideraban un peligro la presencia de los chicos. Fue a partir de entonces que se instaló nuevamente el debate.
“Intentamos hablar con los estudiantes, que sepan que La Sexta y los niños no están siendo alojados por la Facultad, sino que ellos están alojando a quienes vienen a su barrio”, comentaba en aquel entonces Varón Fernández. El CUR, como espacio público, no se puede desprender de una realidad social fuertemente marcada en La Sexta. En este sentido los trabajadores cuestionaban el concepto de “Seguridad Comunitaria”. Hablar de “seguridad”, en estos tiempos es relacionar el peligro a los pibes del barrio, es criminalizar una condición social que por naturaleza existe por la misma lógica de desigualdad social que permite, por ejemplo, que cierto sector de la sociedad sea universitario, y otro gran sector sea espectador excluido. “Se habla de seguridad en términos de la propiedad privada. El que pone en peligro a la propiedad privada es el niño que pertenece a una determinada clase social”, consideraba Varón por el 2014.
El debate se había profundizado. Ya no se trataba de los pibes sí o los pibes no. Sino de los pibes qué, los pibes cómo, y también sus familias. La Facultad le dio al equipo de Seguridad Comunitaria un espacio, que antes era una sala de fotocopias, para poder instalarse allí. Se convirtió así en un lugar físico para los pibes. Hubo identidad. Ahí guardaban juguetes, disfraces, ropa, documentación de los chicos, y todo lo que utilizaran para las distintas actividades. Colgaron una bandera que decía “Aliados de La Sexta” e incluso pintaron un mural en el frente de la sala. Hasta fines de 2015 participaron del proyecto aproximadamente 32 chicos.
El nudo
El conflicto actual comenzó con sus vaivenes en mayo de 2015, al asumir la nueva gestión en la Facultad de Psicología. “La primer propuesta que nos hacen es que nos vayamos, que no nos iban a renovar el contrato”, cuenta hoy Martín Ríos y agrega que en aquel entonces distintas organizaciones estudiantiles de la Facultad se juntaron y se pronunciaron a favor de la continuidad del proyecto. El apoyo de los estudiantes, que también puede ser crucial por estos días, sirvió para que la entonces nueva gestión retrocediera en la intención de dar por finalizado el proyecto. Pero, a pesar de esto, la realidad estaba puesta sobre la mesa: la inestabilidad del equipo de Seguridad Comunitaria se había consolidado.
La nueva oferta de la flamante gestión en mayo de 2015 estuvo atravesada por lo económico, siendo que le ofrecían a los trabajadores un pago menor al que venían recibiendo. “El asunto se resolvió sin conflicto, pero empezaron a cambiar las cuestiones contractuales”, dice Ríos. Hasta el momento, facturaban como monotributistas un trabajo de seis horas diarias durante cinco días a la semana, con contratos que se renovaban de septiembre a marzo, y viceversa. El sueldo partía de la partida presupuestaria que Rectorado distribuye a cada facultad de la UNR para que manejen por su cuenta los distintos dispositivos de seguridad. La nueva gestión ofreció contratos de un mes y cambiar la figura contractual para pasar a cobrar como becados. Así se mantuvo la relación hasta noviembre de 2015, último mes en que el equipo vio un sueldo. Incluso en septiembre no recibieron aumento. “Lo peleamos pero no hubo, del 15 % recibimos el 5”, recuerda Ríos.
En estos meses, al proyecto de Seguridad Comunitaria se sumó la figura del coordinador, que fue ocupado por distintos profesionales. Primero una docente de la Facultad de Humanidades, luego una trabajadora de la Secretaría de Extensión Universitaria. Y finalmente en septiembre el último coordinador, un psicólogo social. En todo este tiempo, además del conflicto contractual, siguió el debate por la situación de los pibes. A veces podían entrar, a veces no, pero siempre más afuera que adentro. Con el último coordinador tuvieron que acordar en que los chicos no podrían entrar más al edificio, lo que implicó una señal de lo que vendría.
El 18 de diciembre hubo otro capítulo. “Nos convocan a una reunión, nos elogian un montón y nos terminan diciendo que nuestro laburo había llegado hasta ahí, que este año íbamos a seguir trabajando pero en un programa ya armado para el que nos iban a convocar en marzo”, repasa Ríos. Les dijeron que en enero y febrero, meses en los que durante 2014 y 2015 el equipo continuó haciendo actividades con los chicos por fuera de la Facultad, no iba a haber pago. Esta situación se sumó a los meses de deuda que venían padeciendo ambos trabajadores desde noviembre. El rechazo del equipo ante esta medida, y el planteo de una alternativa, permitió que pudieran mantenerse las actividades durante el verano.
El 2016 comenzó para atrás. “La nueva propuesta de trabajo consiste en una baja de sueldo de entre 25 y 65 %, se reduce la cantidad de horas de seis a cuatro y se incorporan dos estudiantes”, cuenta Ríos. La medida llegó con una propuesta-impuesta: cuando se acercaron a la salita de los pibes, la encontraron vacía y sin respuesta de dónde habían depositado las pertenencias del proyecto. Incluso habían tapado el mural que los chicos pintaron. El disgusto crece porque además el nuevo proyecto contemplaría una franja horaria complicada, en horas de la siesta, donde por ejemplo se dificulta la relación con las otras instituciones del barrio.
En los últimos días el panorama se oscureció, como así también el horizonte de estos dos trabajadores y los pibes de La Sexta. “El viernes a la mañana tuvimos una reunión con autoridades en la cual nos dijeron que no estaban contentos porque habíamos hablado con la prensa”, cuenta Ríos. Y agrega: “Nos dijeron que habíamos sido trabajadores hasta diciembre, que por voluntad política lo habían extendido hasta febrero”. Además le indicaron que el trabajo con los chicos iba a seguir, pero con estudiantes becados. “Fuimos a discutir las condiciones del proyecto y nos dijeron que estábamos discutiendo como si fuéramos trabajadores, pero que ya no éramos”, dice Ríos. “Hubo un silencio incómodo y nos dimos por despedidos”, finaliza.
Por su parte el equipo de Decanato de la Facultad de Psicología difundió un comunicado en el cual hablaron de “campaña de difamación”. Allí mencionan un “Nuevo plan de abordaje comunitario en el barrio República de La Sexta” en el que buscarán promover “el respeto a las normas internacionales y nacionales de protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes (prohibición del trabajo infantil, derecho a la educación, etc.)”. Explican que el nuevo plan se iniciará en marzo y dependerá del Área de Abordajes Comunitarios de la Secretaría de Extensión Universitaria. Sobre el proyecto mencionan muchas de las cosas que venía realizando el equipo de Seguridad Comunitaria.
Pero sobre Martín Ríos y Varón Fernández desligan la responsabilidad de su situación a “la gestión anterior” ya que fueron ellos quienes los convocaron para “prestar servicios mediante un contrato de locación de servicios que finalizó el 30/6/15”. “No entendemos las exigencias y denuncias de los señores Ríos y Fernández a la Facultad de Psicología, que cuenta con un magro presupuesto para hacer frente a sus necesidades y que encabeza los reclamos de aumento presupuestario, cuando en realidad es la Universidad quien debe dar respuesta a esta problemática”, describe el comunicado, que también apunta al Rectorado. Sobre el nuevo plan, indican que están “trabajando organizadamente para saldar demandas históricas entre los vecinos el barrio y la población del CUR”. Incluso menciona que los dos trabajadores actuales fueron invitados a participar.
Asamblea. Y lo que hay detrás
Este martes 15 de marzo se realizó una asamblea abierta frente a la Facultad de Psicología, de la cual participaron organizaciones sociales y estudiantiles. Allí destacaron la preocupación por la situación laboral, pero fundamentalmente el disgusto de volver a la misma sensación: los pibes del barrio quedaron en segundo plano. Las estrategias que tomó la Facultad de Psicología con el nuevo plan se fue tejiendo sin el conocimiento de los trabajadores a quienes el flamante proyecto se les plantó como una imposición. Lo toman o lo dejan. Y los pibes afuera.
Queda la sensación de que la situación contractual de los trabajadores de Seguridad Comunitaria fue utilizada como una excusa para organizar un nuevo plan en donde las perspectivas de trabajo de las organizaciones sociales, que hasta el momento aparecían como protagonistas, quedan en segundo plano. Ahora la Facultad dice que se ocupará completamente del nuevo plan. Pero también queda la duda: ¿hubiera sido posible sin el aporte de dos militantes sociales en estos últimos tres años? La Facultad de Psicología trabajará sobre los cimientos consolidados en esta última etapa, en la que los pibes del barrio dieron un profundo giro en su relación con la Facultad. Y en ese giro fue fundamental la participación de quienes hoy quedan afuera. Y en el barrio, como en cualquier lugar, la relación con los pibes no se afianza porque sí, sino que es parte de un proceso en el cual se atraviesan momentos buenos y malos que incluso exceden los “horarios de trabajo”. El desmantelamiento del proyecto implica desgaste, y el desgaste implica ruptura. El panorama vuelve a ser complicado.
“Se retrocede tres años”, dice Ríos. El análisis de la situación apunta ahora a una faceta de esta realidad que choca principalmente con el contexto en el que viven los pibes del barrio. Cuando se habla de seguridad es porque hay referencia a la policía o al sector privado, es decir a la lógica represiva de prohibir, vigilar y castigar. “Nuestro trabajo fue una apuesta a un cambio de paradigma”, agrega en este sentido. “La nueva gestión se encontró, en palabras de ellos, con un trabajo bien hecho: ya no había pibes adentro. No es porque a nosotros nos molestan, sino que los pibes están donde tienen que estar. En la escuela, la plaza, el club, los espacios culturales del barrio”, sintetiza Ríos.
“Se le echa la culpa a Rectorado y a nosotros, y no se hacen cargo de la situación en la que estamos. Primero está el barrio, después la Facultad”, dice Varón. Y remata: “Dejar afuera a los chicos, echarnos y no hacerse cargo de la situación es una decisión política”.
2 comentario
Es muy loable el trabajo que se ha hecho. Pero seria interesante difundur, que la partida presupuestaria dejó afuera a dicentes que hacia 15 años trabajabamos allí.. Bajo supuestos concursos no respetando el trabajo realizado ni el derecho a pertenecer a planta permanente por antigüedad.
Es terrible el mal manejo político de la anterior gestión y sus continuadores que no han defendido el derecho al trabajo de los docentes de su propia casa, argumentando falta de presupuesto y acomodando personal ideológicamente afin.
Lamento por el proyecto en si, pero no me sorprende en absoluto.
Han dejado fuera de la Facultad por medio de los supuestos concursos a docentes excelentes como personas y como educadores-maestros.
No sólo cambió el edificio, sino también cambió su corazón, su alma su esencia. Recuerdo cuando los niños pasaban pidiendo moneditas o vendido estampitas, objetos; cuando pasaban adultos pidiendo colaboración para poder comprar algún medicamento o alimento para sus hijos, no recuerdo haber escuchado de. Ningún profe negarse a dejarlos pasar al salon, todo lo contrario. Creo que esos momentos son valiosos para un futuro psicólogo se aprende a ver o poner la mirada en el otro, se aprende a ver sus necesidades y sobre todo se aprende a sentir el sufrimiento de nuestro ssemejantes elementos fundamentales para poder comprender al sujeto en su totalidad.
Comentarios no permitidos.