“Mamá no nos mudemos de Tablada, quiero seguir viniendo a la orquesta; tenemos que pensar, tenemos que hacer proyectos porque queremos presentarnos con el ensamble de la orquesta”, dice Ciro. El conflicto que atraviesa el Programa Nacional de Orquestas y Coros por el Bicentenario, afecta a niños, jóvenes y trabajadores que forman parte de este consolidado proyecto colectivo que por estos días corre riesgo.
Por Malena Montenegro
– “Mamá no nos mudemos de Tablada, quiero seguir viniendo a la orquesta; tenemos que pensar, tenemos que hacer proyectos porque queremos presentarnos con el ensamble de la orquesta”. Ciro, flauta traversa de la Escuela Orquesta Infantojuvenil de Tablada.
– “Esto a mi hijo lo hizo crecer, desenvolverse, elegir su orientación vocacional, aprender a tomarse un colectivo, a andar en el barrio”. Vilma, mamá de Ciro, vecina de barrio Tablada de Rosario.
– “Estoy enojado porque siento que todo esto es una falta de respeto a los chicos, a las familias. Porque el Estado se llena la boca hablando de inclusión, de situaciones de riesgo y no tienen en cuenta que este trabajo en las orquestas barriales viene dando un resultado terriblemente positivo. No nos están dando la importancia que merecemos”. Javier Díaz, profesor de trompeta de la Orquesta Sinfónica Infantojuvenil de Granadero Baigorria.
– “Llevamos un cartel (‘No al cierre de las orquestas infantojuveniles’) al acto en conmemoración por la Batalla de San Lorenzo el pasado 11 de febrero, ¡y muchos empezaron a agredirnos: nos insultaron, nos empujaron, nos pegaron y nos quitarnos los carteles. Particularmente me costó dormir, la sensación que quedó ese día es de tristeza e incomprensión”. Darío Serpi, profesor de flauta traversa de la Escuela Orquesta Infantojuvenil de barrio Tablada.
Estas voces que soplan con fuerza sostenida le contaron a enREDando la situación que amenaza con la desaparición del Programa Nacional de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles para el Bicentenario, que depende del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación y que fue creado en el 2008. El proyecto nuclea a miles de familias, niños, niñas, jóvenes de toda la barriada rosarina y de la provincia santafesina. Además cuenta con profesores que desde comienzos del 2015, y organizados como Colectivo de Trabajadores de Orquestas y Coros Infantojuveniles de Santa Fe, se mueven permanentemente para reclamar por condiciones dignas de trabajo. Es decir: estabilidad laboral, creación de cargos y horas cátedras para garantizar la inclusión y mejor calidad de educación, pago de los haberes adeudados, pero sobre todo para exigir la continuidad del Programa que labura profundamente con tantos pibes.
“Esto es a lo más grave que podríamos haber llegado, trabajamos por contratos y con monotributo para poder facturar, con la incertidumbre que eso conlleva”, denuncia Javier, el profe de Baigorria y agrega: “Al analizar la situación laboral y contractual vemos que todo es muy inestable”. En esa sintonía, y con la misma firmeza, tal vez con lógico cansancio pero nunca vencidos, Darío expresa: “No tenemos una normativa que nos regule a todos por igual. Algunas orquestas, por ejemplo, se manejan con licencias por maternidad o enfermedad, y otros a la hora de faltar (porque también debemos trabajar tocando en grupos, bandas y/o dando clases en todos lados), tenemos que buscar nuestro propio reemplazante y pagarlo de nuestro bolsillo”. Además de este primer panorama, los sueldos también son desiguales, incluso para trabajadores que tienen la misma tarea y la misma cantidad de horas.
Ñoquis
“Nos meten en esa bola donde dicen que ahora son o somos todos ñoquis. Eso es terrible porque en este caso todos tenemos una formación y para trabajar donde estamos, pasamos por un concurso, nadie fue acomodado como un ñoqui”, aclara Javier. Sobre lo mismo, Darío reafirma: “Absolutamente todos pasamos por entrevistas y exámenes. Las orquestas, además de los profes de instrumento, de lenguaje musical y de directores, cuenta con asistentes para que trabajen individualmente en el seguimiento personal de cada chico”.
Estar
Vilma sostiene la mirada en el horizonte del parque de Tablada… allá, dónde a lo lejos se ve el Che. Si mueve su punto de vista es para observar y escuchar con atención lo que la rodea. Muestra pasión, profesional y de corazón, para fomentar los diversos espacios culturales, y muestra, también, la responsabilidad de acompañar la lucha de los niños, jóvenes y familiares junto al Colectivo de Trabajadores de las Orquestas y Coros del Bicentenario. Sobre el contexto que viven explica: “Este recorte es como quitar las canchitas de fútbol y poner edificios. Los políticos al tomar estas decisiones recortan cabezas y proyectos. Desde nación dicen que se hagan cargo las provincias, quisiera saber en un pantallazo si pueden explicar el criterio para esto si realmente pudieran prescindir de las orquestas barriales”. Vilma entiende que esta maniobra significa lo mismo que hacer desaparecer a las orquestas. “Lo que están haciendo es minimizarlas, las patean y esto en realidad actualmente no es un proyecto: esto ya está hecho, ya existe, funciona y está muy vivo”.
Entre los trabajadores del Programa, las familias, los vecinos y los chicos de Tablada, Triángulo, Granadero Baigorria, Las Parejas, Santa Fe, Santo Tomé, Reconquista y Tostado, esta otra nefasta definición política del gobierno de Macri, empapada de complicidad del socialismo santafesino, se percibe tal como lo trasmite Vilma, la mamá de Ciro, con esa claridad de aire docente y con sus armónicos gestos de profesora de teatro. Los vientitos de Tablada acompañan suavemente la voz de esta mujer, que además tiene otra hija y día a día se mantiene informada por Ciro y por todas las reuniones a las que intenta asistir. Pero además hay un grupo de madres y padres que se encarga de preparar la merienda para los ensayos generales de los sábados, coordinar actividades para los viajes, encuentros e intercambios de las orquestas y coros, y que ahora también se organiza para sumarse al reclamo.
Javier dice: “Al principio pensábamos que el silencio sería por el cambio de autoridades, post ballotage, y que nos convocarían más tarde para firmar el contrato. Pero hasta el momento en diciembre de 2014 firmamos el contrato de 2015, y en lo que va de 2016 todavía no hay respuestas, ni de provincia ni de nación”. Esto hace referencia al estado de ninguneo por el que viven los laburantes del Programa. Luego de la conferencia de prensa que brindaron el pasado viernes 19 de febrero, y tras la paritaria correspondiente a los docentes nucleados en Amsafe Provincial, la única perecedera respuesta oficial que recibieron fue la de renovar el contrato por enero y febrero de este año. Irónico queda corto. “Todo lo que tenemos son rumores sobre cómo lo están resolviendo en otras orquestas provinciales; pero hasta ahora nadie se acercó a decirnos cómo sigue esto”, cuenta Darío por su parte.
En las orquestas
“A aceitar los lazos, a valorar lo que se construye, y a tener paciencia, a hablar, aprender el lenguaje musical, a compartir. Todo esto aprenden los chicos en las orquestas y es un espacio donde no hay berrinches porque es un proceso y una enseñanza colectiva que nadie te lo saca”, enumera Vilma sobre lo que las orquestas barriales le brinda a los chicos que asisten. En esta línea agrega: “Veo las muestras fabulosas, o cuando tocaron el año pasado frente a la Casa Rosada. Esto no se tiene que recortar, se tiene que multiplicar y no podemos estar a esta altura de la historia explicando lo importante que es que haya una orquesta en el barrio. Otra vez debemos ponerle palabras a las cosas, desde la declaración de Lopérfido (Darío, ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires) en relación a los derechos humanos”. En cuanto a esto, los profesores también se manifiestan con certera síntesis. “Más allá de lo instrumental y musical está todo lo que es trabajar en grupo, valorar las producciones propias, a sus pares y conocer otras realidades”, suelta el profe de Tablada. Javier lo acompaña: “Tenemos mucho apoyo de las familias, los chicos están muy preocupados y muy tristes porque ellos tienen sus clases de instrumento, de lenguaje musical, se levantan los sábados a la mañana para encontrarse con sus compañeros, para ir a los ensayos de las orquestas. Muchas familias hacen sacrificios, no sólo para llevar a sus hijos sino para comprarles el propio instrumento”. En este sentido agrega que esto sirve para que los chicos “no estén vagando en la esquina o delinquiendo por ahí, para que estén y se sientan contenidos dentro de la escuela”.
El espacio que construye el Programa de Coros y Orquestas desde hace 8 años busca permanentemente incluir a chicos en edad escolar, primaria y secundaria. Algunos se acercan con el deseo firme de empezar algún instrumento que hasta ese día les parecía inaccesible. Otros van probando, descubriéndose, hasta que se familiarizan con uno. “Algunos arrancan desde la secundaria pero al terminar la escuela por supuesto se aceptan a aquellos que quieren seguir participando. Muchos continúan colaborando con los profes para ayudar con las clases”, cuenta Darío con una sonrisa grande, y sintetiza: “Es un espacio muy importante, donde los chicos encuentran un lugar de pertenencia”.
Vilma, dejando en claro su apego al proyecto, dice: “Es como una familia el hecho de integrar una orquesta, a mi hijo lo pone bien. Ciro va a ser músico, lo tiene claro. Es un grupo heterogéneo, pero a su vez la manera en cómo transmiten las técnicas, tanto los chicos como los profes, logran sostener lo emocional. Además los profes no faltan, nadie se aburre: el impulso siempre estuvo y está vivo”.
Para adelante
“La lucha va más allá de nuestro trabajo, es para que el Programa de las orquestas no se caiga. Nosotros tal vez dentro de cinco años estemos trabajando en otro lugar, pueden pasar mil cosas, pero la intensión es que las orquestas sigan”, dice Darío, dejando en claro la postura colectiva de los trabajadores de las orquestas y coros.
De esta manera y en esa armonía que minuciosamente intentan lograr todos juntos es que las clases continúan a pesar de las condiciones en la que están los profesores. Se hacen oír porque no los van callar, y así se los pudo ver y escuchar en la reciente marcha contra el ajuste que se desplegó por Rosario junto a gremios y organizaciones sociales y políticas. Anduvieron exactamente ahí, componiendo pasos junto a las murgas, que también son golpeadas, pero siguen sonando.
“Soy Tablada”
“Soy de pueblo, peleo mucho con lo careta, entonces pateo el barrio. Acá viven Miguel Franchi, Celeste Campo (hija de Norberto Campo, actor emblemático de Rosario), hay mucho de lo doméstico, de la vereda limpia, del verdulero siempre en la misma esquina, del club y de los partidos de fútbol. De lo cultural, del cuchillo de los que trabajaban con animales y de lo sangriento que es ahora por la violencia. Pero seguimos”. Vilma describe a Tablada como dando a entender que el barrio es una varieté en sí misma. “Hay memoria, hay que volver a empezar, de la misma crisis sale la resistencia. ‘Soy Tablada’, dicen los pibes. Entonces hay que darles fuerzas a los maestros, poniendo nuestras palabras, ayudando a hablar y a que nos escuchen… ¡ayudar a gritar!”, asegura Vilma y concluye: “Uno cree que está acompañado, pero a veces seguimos mascullando solos. Hay que gritar con una boca conjunta de muchas voces”.