Lo que motiva estas líneas, sin embargo, es que junto a las noticias cotidianas sobre la remake neoliberal y el debut a puro decretazo, conviene alertarse frente a otro piccolo detalle.
Por Héctor Cepol
Sí, no parece probable que este hombre se vuelva progresista o se meta en la historia grande de la democracia. Es más, hay quien teme que se sume a la lóbrega galería de los Uriburu, Onganía, Videla, Menem, De la Rúa. El tiempo dirá, o quién sabe, quizá ni haga falta porque otros creen (creemos) que la suerte está echada. Lo que motiva estas líneas, sin embargo, es que junto a las noticias cotidianas sobre la remake neoliberal y el debut a puro decretazo, conviene alertarse frente a otro piccolo detalle.
Digámoslo con todas las letras: el atropello brutal a la Ley de Medios y la autarquía de la Afsca, la amenaza que se cierne sobre la también autárquica Procuraduría, el desprecio por la división de poderes eligiendo supremos a dedo, la comunicación a Mendoza de que no se acepta la decisión de la Corte de esa provincia regularizando la situación de los detenidos sin prisión preventiva y plazos legales vencidos (ojo: no liberando a nadie, regularizando tan solo…), y otros varias etcéteras, hoy ya suponen lisa y llanamente una microbordaberrización.
Juan María Bordaberry fue aquel presidente uruguayo, elegido democráticamente, que en los 70 decidió cerrar el Congreso y perpetrar un autogolpe con apoyo militar.
Es cierto, acá los militares están sosegados y no se cierra el Congreso; solo no se lo llama a extraordinarias como pide la ley. Pero el resultado es ese precisamente: que se saltea a las Cámaras y el gobierno se autodesconstitucionaliza.
Surge tanto en los hechos como de las palabras de los funcionarios propias de golpistas: “el país normal tiene que funcionar así”; el DNU “es para casos como este”; la autarquía de un organismo no limita al Ejecutivo; las restricciones de las leyes “están hechas para estadistas”; “sin inversiones en telecomunicaciones el país no puede evolucionar” (del Ministro de Comunicaciones trenzado en discusión con el feroz anticristinista pero ahora sorprendido Nelson Castro: http://bit.ly/1kkqQka).
De hecho, acaba de publicarse en el Boletín Oficial la creación del Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM), que disuelve a los organismos constitucionales. ¿Qué invoca? En el mejor lenguaje bordaberriano: “una situación excepcional que hace imposible seguir los trámites ordinarios previstos por la Constitución” y “esperar la cadencia habitual del trámite legislativo irrogaría un importante retraso”. Sería fácil glosarlo pero da vergüenza…
La conclusión es que, por el bien de los más débiles y las instituciones. ojalá no se nos obligue a otro 19 y 20 que siempre entraña sufrimiento y riesgos. Pero, ojo al piojo: si la Constitución y los trámites legislativos son un retraso, ¿a cuánto estamos de que el Congreso, donde el oficialismo tiene una enorme debilidad, se vuelva técnicamente una restricción para los estadistas? ¿A cuánto de que el jefe del Fino Palacios, de las brigadas quemacolchones de los crotos en pleno invierno porteño y de las represiones de la metropolitana en el Borda y en Parque Centenario, sea consecuente y redondee definitivamente el autogolpe?
Se dirá que es imposible, que los propios EE.UU., acordes con los tiempos, impusieron en su Alianza del Pacífico el requisito de que existan solo gobiernos constitucionales y la plena vigencia del estado de derecho en sus países miembros, y que EE.UU. juega ahí todas sus fichas para afianzar sus tratados de libre comercio. Es así, pero ocurre que no estamos en la Alianza del Pacífico, y sí en el díscolo Mercosur donde rige la ley de la injerencia neogolpista, que contempla criminalizar abiertamente la protesta, militarizar la lucha contra los narcos (empoderando a los militares sin darles ahora el Ejecutivo) y rearmar legalidades a la hondureña o a la paraguaya.
O una aggiornada bordaberrización siglo XXI…