Familiares y amigos de Mercedes Delgado realizaron un acampe y vigilia frente a los Tribunales Provinciales, con el objetivo de insistir en el reclamo de justicia por el asesinato de la militante social y a la espera de una sentencia ejemplar. «La unión, la organización, el respeto y la lealtad han sido parte de este camino, y con él la posibilidad de creer en nosotros y nosotras y en un mundo mejor que sea posible para todos y todas», señalaron.
Por María Cruz Ciarniello
La carpa del aguante, la misma estructura que cobijo a los familiares de Jere, Mono y Patom, volvió a plantarse frente a los Tribunales Provinciales. Esta vez, el pedido era por Mercedes Delgado, una reconocida militante social que trabajaba en el comedor San Cayetano de Barrio Ludueña. Allí cocinaba para niños y adultos. Amasaba esperanzas. Calentaba en grandes ollas, el alimento diario para abrigar en los días más fríos y renovar energías bajo el sol ardiente durante los largo días del verano.
Mercedes fue asesinada el 9 de enero de 2013. Quedo encerrada en un fuego cruzado entre bandas narcos que se disputaban el territorio. Ese día, el barrio sucumbió en el más profundo dolor frente a un escenario incierto, de desconsuelo y desolación. De Ludueña también era el Pocho, Claudio Lepratti asesinado bajo las balas de la policía en diciembre de 2001. Por ello, las marcas de los crímenes de sus militantes sociales lleva esa estampa de lucha que decide no apagar el fuego, a pesar de tanto.
Seis hijos tenía Mercedes y una enorme sonrisa que en las fotos, se refleja en sus ojos. Juan Ponce, uno de los seis, se puso al hombro el reclamo por justicia. Pero Juan no está solo. Decenas de organizaciones sociales lo acompañan en este sinuoso camino que toda la familia comenzó a transitar. Por un lado, los pasillos herméticos de los Tribunales Provinciales, allí donde los vericuetos legales, los sordos oídos del poder judicial y las presiones de los abogados defensores sumaron innumerables obstáculos en este doloroso recorrido que también incluyó amenazas en el barrio. Por el otro, las calles, las plazas y las marchas. Los acampes y los encuentros militantes.
Héctor Riquelme, señalado como autor material del crimen, está preso después de haber estado veinte meses prófugo y se espera una inminente condena para fines de diciembre o comienzos del mes de febrero. A su vez se procesó a otras personas que participaron de la balacera. Como parte de una causa paralela, a fines de octubre fueron condenados tres jóvenes por el propio juez Mascali. David Ferriol recibió la condena de seis años de prisión por tentativa de homicidio agravada por el uso de arma de fuego. Matías Riquelme, hijo de Héctor, fue condenado a siete años por el mismo delito pero con la atenuante de la participación de un hermano menor de edad. Ramón Piedrabuena, por su parte, fue sentenciado a cinco años y cuatro meses, también por tentativa de homicidio.
Con el objetivo de alcanzar una sentencia ejemplar y de demostrarle al Tribunal la enorme capacidad de movilización, las organizaciones de Ludueña y la familia de Mercedes decidieron instalar durante dos días una carpa frente a los Tribunales.
En la tarde del martes 8 de diciembre, en esas solitarias calles céntricas debido al feriado nacional, se llevaron a cabo diversas actividades durante el acampe. Ni siquiera la lluvia, ni siquiera el viento, pudo apagar la inmensa llamarada que encendió la Mecha.
En uno de los documentos leídos, comenzaron a resonar los nombres. Todos ellos, víctimas de un mismo sistema que golpea de la peor manera, la más impune, sobre quienes alzan sus voces y se rebelan: mujeres, jóvenes pobres, niños y niñas. Militantes sociales y activistas. Los crímenes no distinguen geografías. América Latina está signada por esas muertes que se cometen en el anonimato; cientos de vidas que luchan por un mundo más justo. Guatemala, México, Paraguay, Brasil, Perú, Argentina. Honduras, Colombia, Chile. Reconocernos en terreno lastimado, castigado, depredado, herido y violado por la fuerza colonizadora nos permite entender por qué la vida puede ser tan volátil para quienes nos invaden con tanquetas, con pistolas, con droga, con taladoras, con explosivos, con agroquímicos, con redes de trata, con medios de comunicación vendidos, con hambre, con indiferencia, con desapariciones, con olvido, señalaba el documento.
La justicia es como el amanecer, anunciaban desde el acampe. Y allí estuvieron, esperándolo, despertándolo. Que el olvido no se robe la alegría ni la esperanza de hacer justicia. No solo por Mercedes sino también por lo que ella significó para toda la barriada de Ludueña. Hoy más que nunca queremos cruzar la noche para construir un nuevo amanecer, el de la justicia social para todos y todas, en el que el único ruido que suene, sea el que exhalan nuestras gargantas jubilosas de alegría, tan alegres, tan tiernas, tan fuertes como la risa de Mercedes.
Por el crimen, la fiscalía solicitó una pena de 20 años de prisión para Héctor Román Riquelme que desde la querella también acompañan. “Nos merecemos una condena ejemplar, queremos descansar nosotros como hijos y que reciba la cantidad de años que corresponde. Desde hace 3 años estamos buscando esto. Muy posiblemente a fines de diciembre va a ser condenado, o en febrero, cuando se finalice la feria”, decia hoy Juan Ponce, luego de una vigilia que tuvo diversos momentos de profunda emotividad, como por ejemplo, cuando se proyectó un video sobre la militancia de su mamá. “Se mostro el tiempo de mi madre de militancia, en donde me retiré porque me hacía mal, pero le hizo bien a mucha gente que no la conocía. Y terminamos la noche donde se hizo una comida a la canasta y una guitarreada hasta la madrugada con todos los compañeros. Y eso para nosotros significa mucho, el encuentro y construir desde la calle justicia, donde a la hora de decidir el juez, queremos que evalúe todas estas cosas que venimos haciendo y también, como fue el trabajo militante de mi mamá. Junto con su asesinato, se mataron muchas esperanzas en el barrio”.
Una poesía acompañó la vigilia. Porque la poética, porque el arte y la metáfora tambien revelan la construcción de una justicia popular.
Mecha, si te apagas ahora
todavía no tendremos la posibilidad de alumbrar el camino,
desplegar nuestras alas
y aprestarnos a caminar esta noche extensa,
que busca un amanecer llamado justicia.
Mecha, si te apagas ahora
nuestro furibundo corazón no encontrará
esa dulce y esa noble rebeldía que eliminará los sueños fatuos
para así cocinar el gran guiso
de la libertad.
Mecha, si te apagas ahora
seguirán tiñéndose las calles del Ludueña
del tono rojo de la sangre.
Y es que la pregunta no es
cómo actuamos con tu muerte,
sino qué hacemos con tu vida para seguir construyendo más vida.
Mecha, gracias por vivir,
por morir para vivir,
y porque a través de la lucha, tu lucha, nuestra lucha,
podemos sentir más que nunca que estamos juntos estamos vivos y vivas.