Se presentó el libro que cuenta la historia de los militantes montoneros asesinados durante la dictadura militar, Miriam Moro y Roberto De Vicenzo. Una publicación que, con fotos y palabras de familiares y amigos, relata la lucha de la pareja por sus ideales.
Por Carina Toso
“El domingo 26 de septiembre del ’76 Roberto y Miriam se vuelven a mudar a Rosario por seguridad. Éramos pocos los que ayudamos en la mudanza y a mí me hicieron ingresar en la casa con los ojos vendados porque pasaban a vivir en la clandestinidad y no querían que nadie conociese el lugar. Vivieron allí sólo un día. Ese día Miriam me contó que estaba embarazada y no sé por qué nos pusimos a hablar de la muerte. Será porque la teníamos tan cerca. Fue el último día que estuvimos juntas. Al otro día, Miriam salió en una moto con Antonio López a repartir volantes denunciando a la dictadura militar. Roberto la esperaba con el mate y las facturas, que quedaron intactas sobre la mesa. Fue secuestrada por la Patota de Feced, llevada a una casa, torturada y asesinada dos días después en un camino rural de Casilda y enterrada como NN en el cementerio de esa misma ciudad”.
Entre las páginas de “Miriam y Roberto, una historia de amor en tiempos de lucha. Por siempre Jóvenes”, libro que fue publicado por la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia, se puede leer este párrafo entre tantos otros recuerdos y palabras repletas de amor que familiares y amigos de Miriam Moro y Roberto De Vicenzo plasmaron al papel para rendirles un homenaje. Las palabras de este extracto son de Ana Moro, la hermana gemela de Miriam. Con su mirada transparente repasa las fotos que acompañan en el libro los testimonios. “Son fotos que guardé durante mucho tiempo, a algunas eran de la familia y otras nos las mandaron amigos de ellos”.
La pareja militaba en los ’70 en Montoneros. Fueron secuestrados y asesinados en septiembre de 1976. Sus cuerpos fueron encontrados en un camino rural de Casilda y desde el aparato represivo aseguraron que las muertes se habían dado en un enfrentamiento. Muchos años después la familia de Miriam supo que la habían enterrado como NN en el cementerio de Casilda y después trasladada al osario, de donde todavía no se pudieron recuperar sus restos. Mientras que los restos de Roberto fueron identificados por el Equipo de Antropología Forense en 2010 en el cementerio de Barrancas donde había sido enterrado como NN. Según testimonios de compañeros, había estado detenido en el Servicio de Informaciones de la Jefatura de Policía de Rosario.
“Para mi llegar a este libro significa un momento de celebración. Fue muy difícil escribir sobre personas que uno quiere tanto y ya no están. No sé si ya pudimos todos elaborar este duelo. Nosotros tomamos la decisión de nunca mentir en nada, a los chicos siempre le dijimos toda la verdad, supieron que habían muerto, que sus padres eran Montoneros. Y seguimos llevando todo adelante con la militancia, junto con la gente que le pasaba lo mismo que a nosotros. Eso nos sostuvo”, afirmó Ana Moro, quien también estuvo detenida en el Servicio de Informaciones, junto a su marido Juan Cheroni.
Cuando asesinaron a Miriam y Roberto, sus hijos Darío y Gustavo tenían un año y once meses el primero y siete meses el segundo. “Fueron momentos duros. Cuando a mí me secuestran yo estaba embarazada de mi hijo Sergio y cuando salí de ahí hubo que confirmar a mi familia y a la de Roberto que estaban muertos. Los chicos eran muy chiquitos, mi mamá que estaba devastada”, recuerda Ana. La navidad del ’77 encontró a esta familia con un dolor enquistado que los acompañaría el resto de sus vidas. “Yo estaba con mis dos sobrinos y mi hijo que recién había nacido. Miriam y Roberto ya no estaban. El hermano de mi marido estaba preso en Coronda, su mujer, que también había sido madre, estaba sola y tenía otra hijita. Era una familia aniquilada. Me encerré en un pasillo a llorar y me dije ‘esta va a ser mi vida, que tristeza’. Pero tuve la fortaleza para ayudar a criar a los chicos, porque ellos vivían con mi mamá y mi papá”, relató Ana.
Aprender a amar a pesar de la ausencia
Página a página, este libro demuestra como dos familias lograron transmitir a las generaciones más jóvenes la historia de Miriam y Roberto con la verdad y los sentimientos más sinceros. Y cada uno de ellos puso su granito de amor en palabras.
“Como tantos otros jóvenes de su tiempo, Miriam y Roberto eligieron priorizar un proyecto colectivo por sobre su interés particular. Decidieron que nadie puede realizarse individualmente en una sociedad con excluidos, y que la lucha no era por su propio futuro sino por el de todos, no por sus propios hijos, sino por los hijos de todos. Pagaron por ese compromiso el precio más alto, el de sus propias vidas. Este libro cuenta una historia de amor y de lucha, y es también un homenaje a todos esos jóvenes que fueron capaces de darlo todo por un sueño colectivo”, escribió Juan Cheroni, cuñado de Miriam y además, fue quien diagramó el libro.
“Mamá: en algún lugar de la memoria, en lo más profundo del alma, ambos guardamos aquellos siete meses que convivimos juntos. Seguramente para ambos fue una experiencia hermosa, cosas como mi nacimiento, estar a tu lado los primeros meses de vida, pero también fueron momento difíciles”, expresó Gustavo De Vicenzo, hijo menor de Miriam y Roberto.
Por su parte Darío escribió: “Tenía muchas dudas y pocas certezas. Pasaron los años y fui comprendiendo que a pesar de todas las dudas que tenía, también me habían legado cosas muy importantes como el ejemplo de la lucha por un mundo mejor, libre de injusticias, desigualdades y prejuicios, la noción de lo importante que es compartir un ideal, preservarlo y transmitirlo, de dar la vida por el bien común, por el bien de todos y todas, tal como lo hicieron ellos”.
Para esta publicación, Ana Moro tuvo una charla con Claudio de Vicenzo, hermano de Roberto. Y uno de sus recuerdos imborrables que destacó fue del día en que fueron con su mamá a preguntar al Servicio de Informaciones por Roberto. “Nos dijeron que estaba ahí detenido, que fuera al otro día a llevar algunas cosas. Fue una alegría muy grande para toda la familia. Le preparamos todo, ropa limpia, jabón, dosodorante y fuimos. Y nos dijeron que Roberto jamás había estado ahí. Para mi madre fue demoledor”, recordó Claudio.
“De chica pensaba mucho que no los tenía y me hubiese gustado tenerlos, pero después lo fui aceptando y comprendí la lucha de ellos y los que fueron como ellos. Que sin mis abuelos no habría terminado la dictadura, porque nadie se hubiese opuesto”, dice en el libro Miriam Victoria De Vicenzo, nieta de Miriam y Roberto, quien a pocos días de nacer ya estaba en brazo de sus padres haciendo las rondas Madres en la plaza.
El 26 de marzo de 2012 se leyó la condena para los responsables de la muerte de la pareja asesinada. Díaz Bessone, el principal imputado por este caso, entre otros, fue condenado a prisión perpetua. En octubre de 2014, se leyó la condena del segundo juicio, con penas de 22 años y hasta una prisión perpetua a otros integrantes de la Patota de Feced.
“Aunque las heridas empiezan a cerrarse con el castigo a los asesinos, seguiremos nuestra lucha hasta que todos los genocidas paguen sus culpas”, concluyó Ana Moro.