«El libro de Marta es una pieza bellísima, exacta, de escritura de esa historia como homenaje y reposición de una mujer en particular, Marta Taboada, su mamá». El sábado 17 de octubre Marta Dillon estuvo en Rosario para presentar su libro Aparecida.
Por Sonia Tessa
Aparecida, de Marta Dillon, es una novela con altísimas dosis de poesía, pero también es investigación, ficción, periodismo. Es un texto inclasificable, en el mejor sentido de la palabra y sobre todo, es un libro que ilumina sobre la época, sobre el devenir de la memoria que, mientras transcurren los juicios por delitos de lesa humanidad, al tiempo que se hacen las identificaciones de los restos de decenas de personas desaparecidas, empieza a habilitar un duelo en su dimensión colectiva, y también en lo personal. Es un libro que muestra cómo las heridas que estaban absolutamente abiertas comienzan a cicatrizar con palabras, con imágenes, con todo aquello que a los seres humanos nos permite simbolizar las pérdidas. Y quedarnos con algo de lo perdido.
La maestría de Marta para hacer un texto que imbrique su experiencia personalísima con la historia colectiva ya tuvo una primera muestra en Convivir con Virus, ese grito de vida que primero fue columna en el suplemento No de Página 12 y después, libro. Si aquél alarido decía: “estamos vivos y vamos a vivirnos. No me resigno a morir, no nos resignamos. Queremos vivir bien, deseamos, nos jugamos por ese deseo”, en plenos años 90; este libro encuentra otro tono: el de contar la muerte ajena (y propia a la vez) para resignificar la vida propia, la vida que elegimos vivir a partir de lo que recibimos, y con lo construido en todos estos años, la vida en nombre propio. En una línea del libro, Marta se pregunta ¿quién puede decir yo? Marta puede decirlo, desde la intrepidez de jugarse por el deseo.
Y Marta puede escribir en esa clave tan íntima y colectiva a la vez, justamente, porque es una feminista consecuente, una activista convencida de aquel axioma ya muy gastado –pero todavía vigente- que dice que lo personal es político, tanto como de otra verdad irrefutable: somos el cuerpo que habitamos, no somos sin él. Por eso, recuperar esos pocos huesos a los que Marta inscribe en su subjetividad como “su mamá” es también restituir la materialidad de la vida de una mujer que dejó alta huella en hijos e hija, en compañeros y compañeras, en la chica que la ayudaba con las tareas de la casa, en los que supieron de su irresistible caída de ojos, en quienes se acercaron al latir de su corazón generoso.
Si algo dejaron en Marta esos pocos años –apenas diez- compartidos con su madre, fue la certeza de que la lucha no debía excluir la diversión, el amor, la coquetería, la posibilidad de jugarse el pellejo no sólo por la revolución, también por el deseo de su hija de cantar en el coro de la escuela con polleras. Y como dice Marta “la maternidad es una demencia si una no conserva algo de egoísmo”, Marta Taboada fue también una mujer que se jugó por su propio deseo, no por la muerte, sino por una vida que mereciera ser vivida.
Hay muchas escenas en el libro que dan cuenta de la madre viva. Y también del recorrido de una hija ya adulta que ha pasado la vida preguntándose por la madre, hasta entonces pura ausencia. Pero eso no es acaso lo que hacemos todas las personas: preguntarnos por la madre, tratar de develarla, buscar en su historia lo que dejó en nosotrxs, es siempre una tarea inconclusa, constante aún para quienes no tuvimos a nuestra madre desaparecida.
La brutalidad de la historia argentina, la forma en que los cuerpos fueron retaceados por la maquinaria burocrática del terrorismo de estado para impedir también el duelo, para impedir la inscripción de esas vidas en una genealogía, es justamente lo que viene a burlar no sólo el Equipo de Antropología Forense sino también las narrativas que restituyen la vida de las personas desaparecidas en la trama social. Restarlos del lugar exclusivo de la víctima, sacarlos del sarcófago de la solemnidad para darles carnadura como personas que fueron parte de una historia colectiva, es una de las tareas de la época. Y el libro de Marta es una pieza bellísima, exacta, de escritura de esa historia como homenaje y reposición de una mujer en particular, Marta Taboada, su mamá. Una mujer extraordinaria en su singularidad, un corazón generoso, una mujer aguerrida, enamorada, amante, esposa, y también militante. Una mujer distinta a otras, que hizo historia como otras.