México duele. El ataque a la libertad de expresión y los constantes femicidios que ocurren en este país alarman al mundo entero. El 1 de agosto, la noticia comenzó a correr por los medios: asesinaron a cinco personas, 4 eran mujeres, una de ellas activista y autoexiliada por motivos políticos, y un foto periodista visiblemente comprometido con las luchas sociales. Nadia, Ruben, Yesenia, Mile y Alejandra fueron las víctimas de una masacre que atraviesa todas las vulnerabilidades: un cuádruple femicidio -con especial saña contra el cuerpo de las chicas- que fue invisibilizado por los principales medios de comunicación y un tremendo golpe contra la libertad de prensa en uno de los países más peligrosos para ejercer el oficio. enREDando estuvo en el DF por aquellos días y comparte este informe con algunas impresiones de lo ocurrido y voces de activistas.
Por Maria Cruz Ciarniello
La noticia
Sábado 1 de agosto. Nos encontramos a pocas cuadras de la Colonia Narvartes, barrio de clase media. En el ingreso del lugar donde desarrollamos el Intercambio, una bandera extensa lleva la leyenda “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Esto es México.
El encuentro es intenso. Somos 35 mujeres de 12 países de América Latina y el Caribe debatiendo sobre ciber acoso, activismo y feminismo, violencia de género relacionada a las tecnologías y la vigilancia electrónica contra feministas y militantes. ¿Cómo hacemos visible este tipo específico de violencia contra las mujeres?, nos preguntamos. La realidad nos dice que los femicidios en México son alarmantes. Que la impunidad es estructural y que ser mujer es pertenecer a uno de los grupos más vulnerables de la sociedad.
Es la hora del corte y del café caliente. Los rostros de algunas compañeras se ven visiblemente preocupados. La noticia comienza a correr entre murmullos, como si al decirla en voz alta confirmáramos ese miedo interno que hiela la sangre: cinco personas fueron brutalmente ejecutadas a pocas cuadras de distancia del lugar dónde estamos. En un departamento ubicado en la Narvartes, como le llaman a esta colonia, encontraron el cuerpo de un foto periodista, Rubén Espinosa, y de cuatro mujeres cuyas identidades aún no habían sido reveladas, y eso ya resultaba extraño ¿Por qué el anonimato?.
La muerte estaba cerca, ahí nomás. Pude observar el dolor en las compañeras mexicanas quienes habitan cotidianamente con esa sensación de impunidad que gobierna en México. Pude entender, más allá de los conceptos, que ser activista en esta tierra te puede costar la vida y todavía más, que no existe un lugar seguro en el país. Rubén se había autoexiliado en el DF pensando que allí encontraría un refugio. El mito terminó por acabar y con él, la vida de un reportero gráfico comprometido con las causas sociales.
El ojo comprometido de Rubén Espinosa
Es domingo y a la tarde se espera una masiva concentración de repudio en el Angel de la Independencia, ubicado sobre una de avenidas más suntuosas del DF, el Paseo de la Reforma.
México está consternado y el estupor vence fronteras. En Argentina, muchos militantes y medios comunitarios difunden la noticia y comparten su indignación en redes sociales. #MéxicoDuele, definitivamente. Siento de cerca ese dolor y hasta ese miedo injusto de ser turista en una tierra donde el Estado garantiza la muerte y desaparición de su propia gente.
Las versiones –una vez más- tergirversan los hechos. Las principales cadenas de medios de México se hacen eco de la infamia: hablan de robo y de una posible fiesta sexual. Lo que se intenta ocultar es un evidente ataque a la libertad de expresión, uno más que se registra en este país, uno de los más peligroso para ejercer el periodismo. Desde el año 2000 a la fecha han sido asesinados 88 periodistas. Un extenso informe publicado por la organización Artículo 19 «Más violencia, más silencio» reporta la violenta situación en la que está inmerso una buena parte del periodismo activista de este país.
Rubén colaboraba con la Revista Proceso y Cuarto Oscuro. Era oriundo de Xalapa, capital del Estado de Veracruz. Desde el año 2010, este Estado es gobernado por Javier Duarte del PRI,y desde el 2012 hasta la fecha registra 14 homicidios de periodistas, 4 durante el primer semestre de 2015: Moisés Sanchez Cerezo, Juan Mendoza, Armando Saldaña Morales y Salvador Sanchez. El trágico registro tiene en su haber el crimen de la periodista Regina Martinez, en el año 2012, corresponsal de la Revista Proceso en Veracruz.
Rubén Espinosa tenía un alto compromiso con su cámara y a través de ella, con registrar todo aquello que le parecía injusto. Así lo hizo con innumerables causas sociales. En el año 2013 fue parte del grupo de reporteros reprimidos durante un violento desalojo de los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación que ocupaban la plaza Lerdo, en Xalapa.
En noviembre de 2012 cubrió y registró la represión al Movimiento #YoSoy132. “Estudiantes desplegaron una bandera, desde una habitación del Hotel México. Decía “Duarte te tenemos en la mira”. Cuando logré llegar, civiles golpeaban a manifestantes. Eran policías, hombres y mujeres, detuvieron a varios. Yo empecé a disparar mi cámara y llegó un elemento de ayudantía (del gobernado), me dio un golpe y me dijo: “Bajale de güevos si no quieres terminar como Regina”, declaró Espinosa a un medio francés.
El fotógrafo ya no se sentía seguro en Xalapa. Su ojo y su cámara molestaban al gobierno de Duarte. “Estamos en una total indefensión. En las marchas hay orejas, policias que toman registro de la manifestación pero también de los reporteros”, había confesado.
El 5 de junio de este año registró la golpiza que recibieron ocho estudiantes por parte de un grupo de policías encapuchados y al día siguiente detectó que lo perseguían. Tres días después decidió recluirse en el DF. En esta ciudad, el 15 de junio ofreció una charla en el taller de Fotoperiodismo organizado por la Revista Proceso. “No hay que retirarse de este país para hacer fotoperiodismo de violencia que te pueda traer consecuencias. Aquí lo tienes todo, aquí la muerte vive con nosotros. Son ya 12 asesinado y cuatro desaparecidos”, le contestó Rubén a una joven estudiante que había expresado su deseo de ser corresponsal de guerra. Y continuó: “En Veracruz la fotografía es lo primero que se está atacando porque registra el horror”.
El 31 de julio, Rubén Espinosa es ejecutado con un tiro de gracia. Junto a él, asesinaron a 4 mujeres pero el cuádruple feminicidio fue invisibilizado por los medios masivos de comunicación.
Mientras tanto, seguimos intercambiando miradas sobre la violencia de género. El aire nos duele, cerramos los ojos y respiramos profundo. Muchas de las compañeras son periodistas y feministas. Trabajan en redes defensoras de mujeres, en radios comunitarias y en comunidades rurales, empoderando a muchas otras mujeres en el uso de las tecnologías como autodefensa y para ejercer el activismo. “El 76% de los países no hace nada para frenar la violencia en línea”, dicen. Tampoco hace nada para evitar que los crímenes de mujeres activistas se sigan sucediendo en América Latina y el Caribe.
«Nos contaste que te sentías amenazada, que te vigilaban»
“Es totalmente responsabilidad del Estado nuestra seguridad, porque son directamente los que están mandando a reprimirnos”. Esta fue la frase contundente que Nadia Vera declaró ante una televisora comunitaria de Ciudad de México. Ella fue una de las cuatro mujeres asesinadas y sobre las cuales también se perpetró una especial saña de violencia machista y sexual.
Nadia, al igual que Rubén, decidió autoexiliarse en el DF. Era activista, gestora cultural y fue parte del Movimiento #YoSoy132 y de la Asamblea Estudiantil de Xalapa. Denunció una y otra vez la corrupción enquistada en el gobierno de Javier Duarte. En el 2012 participó de la movilización del Movimiento #YoSoy132 que sufrió una feroz represión policial, y en la que mujeres policías la golpearon salvajemente. Ahí estaba presente su amigo, Rubén Espinosa.
El 10 de agosto, los familiares de Nadia Vera hicieron pública una carta en la que las preguntas dirigidas a la Procuraduría de Justicia del DF, son muchas y contundentes: ¿Por qué se afirma que los hechos fueron a una hora (tres de la tarde) y en el parte forense se afirma que el deceso fue a las 21 horas? ¿Qué declaraciones relevantes han hecho los testigos clave sobre el caso? ¿Por qué la actividad de Nadia como activista no es contemplada como un hecho que la colocó en una situación de vulnerabilidad? ¿Por qué no se ha tomado en cuenta el contexto de violencia e inseguridad, además de la agresión directa por parte del Estado de Veracruz a grupos estudiantiles y activistas a los que Nadia perteneció? ¿Cuál es la explicación de tanta saña hacia las víctimas?.
El Comité Universitario de Lucha también emitió una carta a las pocas horas de conocerse el hecho. Esto decían: “Quizá en unos días algún político farsante nos va a presentar una de sus famosas “verdades históricas”. Nos va decir que el móvil fue el robo, o un crimen pasional. O que se equivocaron de casa o que todos eran miembros del crimen organizado. Quizá incluso encuentren un chivo expiatorio que “confesará” bajo tortura. Quizá termine en la cárcel por muchos años. Y entonces van a cerrar el caso y pretenderán que lo olvidemos. Y nos van a amenazar con reprimirnos si seguimos exigiendo justicia en un caso supuestamente resuelto. Esas son las promesas que el gobierno sí cumple.”
Allí también destacan el activismo de Nadia y las amenazas de las que era objeto: “nos contaste que te sentías amenazada. Que te estaban siguiendo constantemente, que te vigilaban…Aún así nos acompañaste por las calles de la ciudad mientras expresábamos nuestro repudio a las reformas estructurales. En 2013 te vimos marchando al lado de miles de maestros que rechazaban la reforma educativa… Como Rubén, viviste en carne propia la brutal represión de aquel 14 de septiembre, cuando fuimos desalojados con violencia de la ahora llamada Plaza Regina por las fuerzas policiacas del estado, esas que no dejaban de golpearnos con sus bastones eléctricos a estudiantes, maestros, periodistas…El año pasado, en 2014, participaste activamente en las marchas para exigir la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa, pero de nuevo sentiste el acoso de la gente del gobierno y decidiste por fin alejarte de Xalapa, autoexiliarte al DF, y trabajar en lo que te hacía sentir feliz: la Gestión, Producción y Promoción Cultural. Desde allà apoyaste nuestros pasos, las denuncias, la difusión, el monitoreo, la acción solidaria ante el aumento de la violencia que creció más y más hasta llegar a ese 5 de junio, hace apenas dos meses, en el que 8 de nuestros compañeros de lucha fueron brutalmente atacados por un grupo parapolicial, con machetes, palos, bates y armas de fuego. La agresión más brutal y más directa que vivimos… hasta entonces.”
La carta finaliza con el dolor en carne viva pero también, con la certeza de saber qué el responsable es uno solo: el Estado y hay un nombre y un apellido: “Javier Duarte, fuiste tú”.
Por su parte, el gobernador de Veracruz, un mes antes de la masacre, le advirtió a los periodistas en un claro mensaje intimidatorio: «(…) lamentablemente la delincuencia tiene puentes, nexos, con notarios públicos, empresarios, funcionarios públicos… Lamentablemente, algunos de los colaboradores, trabajadores de los medios de comunicación, tienen vínculos con estos grupos. Y también están expuestos ante esta situación […] Se los digo por ustedes, por sus familias, pero también por mí y por mi familia, porque si algo les pasa a ustedes al que crucifican es a mí. Pórtense bien…todos sabemos quiénes andan en malos pasos (…) Vamos a sacudir el árbol y se van a caer muchas manzanas podridas” (…)
«Los mataron porque pudieron»
A Catalina Ruiz Navarro la conocí durante el Intercambio de Género y Gobernanza de Internet organizado por APC. Allí compartió su experiencia de acoso virtual de la que todos los días es víctima, como periodista, feminista, bloggera, artista, filósofa, migrante colombiana y mujer.
Podría pensarse que en ella se inscriben todas las marcas que en México, se cobra la vida de cientos de mujeres cuyos cuerpos son violentados y desaparecidos. Su situación, de todas formas, es muy diferente a la de muchas otras mujeres que debieron emigrar forzosamente de su tierra de origen.
Catalina eligió vivir en el DF. Tiene su pareja, su casa, su trabajo y también su activismo como integrante de una Red de Defensoras de Mujeres.
– Yo soy una de las migrantes más privilegiadas que puede existir porque no fui migrante desplazada. Tuve algunas dificultades, sobretodo opinar cuando una es extranjera, la primera reacción es de resistencia. Personalmente creo que mis problemas por ser migrantes son mínimos porque tengo una red de apoyo en México. Pero si pienso todo el tiempo lo que deben estar viviendo muchas compatriotas colombianas, porque las mujeres de Colombia estamos en todo el mundo por la violencia que se vive en Colombia y que realmente tuvieron que venir a México huyendo. Ellas no podrían estar dándote esta entrevista y no podrían ser una persona pública, se están escondiendo, trabajando de manera ilegal en las peores condiciones y en una vulnerabilidad que es muy difícil de enfrentar. Acá en México hay un 95% de impunidad en caso de violencia contra las mujeres.
En su rol de periodista, y como corresponsal de diversos medios mexicanos y colombianos, sigue de cerca la investigación del multihomicidio. Nadia y Rubén fueron asesinados. Pero con ellos había 3 mujeres más: Yesenia Quiroz de apenas 18 años, Alejandra Negrete, trabajadora doméstica, y Mile Martin a quien los medios se referían como “la colombiana”. Sobre ella pesaron los estigmas y el manto de sospecha que la prensa se encargo de promover. Fue identificada, recién, a los seis días del hecho.
En su columna de opinión en el periódico el Espectador, Catalina expresa: “A juzgar por la información pública, todo indica que la colombiana será el chivo expiatorio de este crimen horrendo. Ya se oye decir que fue “por drogas”. Si las principales víctimas resultan ser Espinosa y Vera, esto se convierte en un ataque a la libertad de expresión y tendrá un costo político altísimo; uno que no tiene el asesinato de una colombiana “por puta y narcotraficante”. De hecho, la palabra “colombiana” está usándose como eufemismo de prostituta. ¿Recuerdan cuando todo el país se ofendió porque una comediante chilena nos dijo putas? A diferencia de ese sketch, este asesinato no es una broma: tenemos una compatriota brutalmente asesinada, estigmatizada por colombiana, desechable por migrante. ¿Por esto no hay escándalo?”.
La organización Me muevo por Colombia fue una de las voces que se levantaron para repudiar la estigmatización que hicieron sobre Mile. Las mujeres exigieron a Rodolfo Ríos Garza, titular de la PGJDF, así como a José Gabriel Ortiz, embajador de Colombia en México, a Jacqueline Espirita Arias, cónsul de Colombia en México, y a María Ángela Holguín, canciller del país sudamericano, que se indaguen todas las líneas de investigación sobre el caso, y “se preserve el debido proceso y deje de sustentarse un conjunto de prejuicios sobre la nacionalidad, el sexo o los oficios de cada una de las víctimas”.
Según detalla la agencia Cimac al menos 15 mil personas colombianas residen en México, la mitad mujeres. En el 2010 la prensa nacional hizo pasar como “suicidio” la muerte de otra mujer del país sudamericano, que supuestamente cayó de un balcón de Polanco, mientras “hacía un baile sexi y estaba borracha”, según informaron en su momento medios de comunicación.
Las representantes del Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar también se pronunciaron para que la familia de Olivia Alejandra Negrete Avilés, quien se desempeñaba como trabajadora del hogar en el departamento donde ocurrió el crimen, sea indemnizada. Alejandra era una mujer de más de 40 años de edad, vivía en el Estado de México y era madre jefa de familia, al igual que cientos de mujeres trabajadoras que a diario se trasladan hasta esta capital en busca de oportunidades de empleo. En México, 2.2 millones de personas, de las cuales 95 de cada 100 son mujeres, se dedican al trabajo del hogar y en pésimas condiciones laborales. Las integrantes de la organización también recordaron que el Estado mexicano sigue sin ratificar el Convenio 189 de la OIT sobre empleo decente para las trabajadoras del hogar, por lo que muchas de ellas vivan en condiciones de precariedad.
-Este crimen atraviesa un sinnúmero de vulnerabilidades que hay,- explica Catalina. – Es un crimen altamente costoso y es muy extraño que nadie sepa nada, es un nivel intimidante muy fuerte. Es un mensaje para todos los que viven en México: no hay nadie seguro en el DF y es un mensaje para mujeres periodistas, activistas, migrantes. Hay una violencia de género clarísima. Los feminicidios en México ya no les genera costos a los funcionarios,- me decía Catalina luego de que ambas asistiéramos a una charla sobre CiberAcoso y en la que una joven artista visual oriunda de Yucatán, Irene Armesto, daba cuenta de estas innumerables vulnerabilidades que en línea y fuera de ella, estamos expuestas quienes somos mujeres.
Con respecto a la masacre, Catalina se pregunta ¿Por qué los mataron?. Y su respuesta es certera: “los mataron porque pudieron”, dice. Así lo explica en su artículo publicado en el periódico mexicano Sin Embargo:
“Porque ninguna actividad, ilegal o no, ningún oficio, ninguna nacionalidad o gentilicio es justificación o explicación de un crimen como este. Los mataron porque en la Ciudad de México se puede cometer un crimen tan atroz a plena luz del día y en una colonia de clase media, y esto puede ocurrir con la tranquilidad de que lo más probable es que quede en la impunidad. Las cinco personas asesinadas en la Narvarte presentaban, todas, formas de vulnerabilidad que los hacían invisibles ante el Estado y esto los dejaba desprotegidos: eran casi todos migrantes, realizaban oficios irregulares o mal pagados, eran ilegales, mujeres, desplazados de la violencia, parte de una clase trabajadora invisible. Hoy muchos medios de comunicación se indignan ante este ataque a la libertad de prensa, pero siguen regateando los sueldos de los periodistas, pagándoles tarde y explotando su trabajo, y este es el momento de admitir que esas prácticas laborales inventadas en tiempos de La Plantación dejan a casi todos los periodistas de México (y de América Latina) muy vulnerables. Todas estas condiciones de vida precaria que experimentaban Olivia Alejandra, Nadia, Mile, Yesenia y Rubén, -sin cuya trágica presencia este caso no habría llegado a la prensa y serían simplemente otras cuatro mujeres asesinadas- facilitaron los asesinatos.”
enREDando también dialogó con dos periodistas de otros países. Juliana Soto integra la organización Karisma de Colombia y con respecto al ejercicio periodístico en su país, señala: «el periodismo es una profesión de alto riesgo, aunque existan garantías en la ley. Ser periodista en Colombia es una situación muy difícil. La gente que trabaja en medios comunitarios en zonas rurales es víctima de violencia y de censura. El conflicto sigue estando vivo a pesar de esta narrativa de posconflicto que hay, que tiene cosas interesantes pero debe leerse con mucho cuidado».
«Cuando me enteré del asesinato a lo primero que me remonta es a lo que sucedió en Paraguay, en la zona de frontera con el asesinato del compañero Pablo Medina, donde está manejado por el narcotráfico. Muchos colegas corren peligro. Hay colegas que están con medidas de seguridad extra, en esa zona principalmente. Esperemos que todo esto sirva también para mirar hacia nuestros países lo que se está haciendo con el ejercicio de la libertad de expresión y el ejercicio del periodismo», remarca Miriam Candia, quien integra la Radio cooperativa Trinidad de Paraguay. Medina, asesinado en el 2014, era uno de los periodistas que denunciaba el negocio del narcotráfico y la supuesta complicidad del poder político y judicial, además de hacer visible a través de sus artículos, la represión a campesinos paraguayos por parte de las fuerzas policiales.
La estigmatización de las víctimas
Las movilizaciones de repudio continúan en los diferentes Estados de México, en el Distrito Federal y también en otros países de Latinoamérica, como Argentina. Del mismo modo en que lo hace la lucha por encontrar vivos a los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. A pocos días de ocurrido este terrible hecho, otra de las noticias volvía a estremecer: Miguel Angel Jimenez Blanco era un activista destacado que luchaba contra el crimen organizado en el Estado de Guerrero y quien, además, organizó la búsqueda de los estudiantes. Su cuerpo apareció con dos tiros dentro del taxi que manejaba.
Con respecto a la investigación que lleva adelante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal con respecto al cuádruple feminicidio y el crimen del fotoreportero, organizaciones de derechos humanos pronunciaron su indignación frente a la estigmatización que se hace de las víctimas. La investigación “propicia un inadecuado manejo de la información, además de que desacredita, discrimina y estigmatiza a las víctimas por su nacionalidad, sexo, ocupación o hábitos.”
Karla Micheel Salas Ramírez, dirigente de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos (ANAD) y abogada coadyuvante del caso de la activista Nadia Vera denunció que la PGJDF ha filtrado información “sensible” con el objetivo de estigmatizar a las víctimas, “y crear en la opinión pública una supuesta historia de lo ocurrido, la cual se centra en que cinco personas fueron cruelmente torturadas y asesinadas, para robarles o bien por un problema de drogas”. Hasta el momento, hay un único detenido, Daniel Pacheco. “No ha confesado ni haber robado, ni tampoco haber participado de alguna forma en la comisión de este crimen”, e incluso ha denunciado tortura por parte de policías de investigación de la PGJDF. La abogada también señaló que el arma utilizada es de uso exclusivo del Ejército (pistola 9 milímetros) con silenciador, y cuestionó las inconsistencias de la investigación que lleva adelante la Procuraduría.
«Necesitamos que el mundo entero hable de esto»
La comunidad artística de todo México, periodistas reconocidos y hasta el propio ex relator de la Naciones Unidas se pronunciaron para repudiar lo sucedido y exigir una profunda investigación. «Necesitamos que el mundo entero hable de ello porque esto no puede seguir sucediendo. Vivimos en un México en el que más del 90% de los delitos quedan impunes, en el que la violencia de estado se ejerce cada vez con mayor cinismo, en el que la noción misma de justicia parece ser inaccesible. La presión internacional es uno de los pocos mecanismos de protección efectivos. Les pedimos que se pronuncien con nosotros, y dado que muchos de ustedes se presentan en público, hablan, escriben, proyectan, exponen”, remarcaron en un comunicado artistas que trabajaban junto a Nadia Vera.
– Creo que los medios grandes no son confiables. No son casos aislados ni distintos. Los mataron a todos juntos y esa es la única manera en que este caso tenga una fuerza real y contundente”.- me dice Catalina quien además integra una Red de Defensoras de Mujeres: -Cuando las mujeres salen a defender reciben el triple de ataque que los hombres. A las mujeres defensoras lo primero que se les trata de hacer es desprestigio sexual. Hay una serie de ataques que hacen que muchas mujeres no hagan las denuncias. Es una red de solidaridad porque lo que hace es juntar las vulnerabilidades de todas para hacernos más fuertes.-
México sigue doliendo. Mientras camino por el Paseo de la Reforma, frente al edificio de la PGR, observo una carpa con las fotos de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. En el Zócalo, mujeres activistas se movilizan para repudiar los feminicidios en su país. En las calles y también en las redes sociales, el activismo grita por lxs desaparecidxs y asesinadxs en México, por todxs. Durante dos días, intercambiamos miradas y experiencias de organizaciones que intentan hacer visible la violencia contra las mujeres vinculadas a Internet. Allí también el acoso es sistemático, aunque mucho menos visible para la justicia y la sociedad toda.
El repudio internacional debe ser contundente. La cercanía del gobierno de México con los Estados Unidos no es en vano. Mientras tanto, las organizaciones y activistas del país no cesan en su lucha: «Sabemos quién fue», dicen: «Fue el Estado».
Fuentes consultadas: Sin Embargo / El Espectador / Revista Proceso / Cimac Noticias