El segundo número de la revista que produce la Cooperativa de Comunicación La Brújula, la UNR y La Casita del MEDH ya está en la calle, circula por las veredas de Fisherton Pobre y se transforma en un vínculo de diálogo entre vecinos y vecinas. Una revista que se piensa para y desde el barrio, por los pibes y junto a ellos.
Por María Cruz Ciarniello
La revista para el barrio, dice el título de la colorida portada de Pintó Casita. Y esta frase lo sintetiza todo: el segundo número de la revista barrial de Fisherton Pobre nace con esta impronta; la posibilidad de dar un sentido diferente a lo que se hace en el barrio, a lo que producen las organizaciones sociales y a lo que sienten y viven los jóvenes más castigados por las políticas de criminalización de la pobreza.
En esta oportunidad, comunicadores de la Cooperativa de prensa La Brújula junto a integrantes de la Cátedra de Redacción de la carrera de Comunicación Social –y a partir de un proyecto presentado a la Secretaría de Extensión Universitaria de la UNR- comenzaron a delinear trazos y pinceles para darle forma a una segunda entrega de Pintó Casita.
El primer número se presentó en diciembre de 2013. En ella, el principal objetivo estaba centrado en mostrar hacia el barrio, lo que hace y genera la organización La Casita del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, ubicada en José Ingenieros 7908 y la cual es coordinada por Oscar Lupori. Las voces de los profes que están a cargo de los diversos talleres, los tambores y redoblantes del taller de percusión y la mirada del barrio a partir de lo que dice la pibada son algunos retazos sensibles y necesarios para profundizar en aquello que parece invisible a otros ojos. “Yo quiero que mi barrio sea seguro y divertido”, “La Casita es algo que te saca de la calle”, “Mi barrio es lindo pero de noche es feo”, son algunas de las frases que sueltan los chicos.
Si damos vuelta la página nos encontramos con la voz de Milton, actual coordinador del Taller de Serigrafía. De chico, Milton fue uno de los tantos niños que encontró abrigo en La Casita y con sus 18 años sueña con poder terminar el secundario y que todos los chicos terminen porque todos vamos a tener trabajo, por lo menos, dice en una hermosa nota de esta revista.
Los viernes por la tarde el espacio que convoca a juntarse es el fútbol. El picadito que los pibes ansían tener en la placita. Son jóvenes de entre 12 y 15 años y también, a veces, se suman las chicas. Ellas, además, concurren a otro espacio donde se hablan las cosas de mujeres. Un grupo que nació de la propia inquietud de las niñas que necesitaban compartir sus charlas sin que los varones las molesten, como ellas dicen. La idea de este espacio es poder charlar y analizar la cuestión de género desde la niñez, mediante el debate, la escucha, la contención y reflexión.
Flashear con tu sonrisa
El segundo número de Pintó Casita se terminó de imprimir en diciembre de 2014. En esta edición, el contenido de la revista se pensó en relación a las problemáticas que afectan al barrio, en las cosas que allí suceden desde la voz y mirada de quienes forman parte de La Casita. Las largas e intensas charlas y el estar presente en las actividades barriales, como un guiso popular y la pintada del mural que identifica a la organización, fueron eje centrales para luego volcar las experiencias en los relatos y las notas que presenta este número. Una realidad contada desde el adentro, desde las anchas calles del barrio, desde la vivencia no siempre feliz de sus pibes.
“En la Casita del MEDH los pibes y pibas pintan las paredes con sus sueños sencillos, y de tantos colores, porque esa es la forma de demostrar que sí se puede vivir de otra manera. Allí, el trabajo de hormiga es costumbre y se va contagiando en el día a día con esas cositas simples, pequeñas, que a veces pasan desapercibidas”.
Son esos sueños y esas formas de hacer la que nos permite conocer cómo se mueve por dentro la Casita: el taller de peluquería es, por ejemplo, uno de los espacios donde las chicas comienzan a apropiarse de diversas técnicas y trucos del oficio. Pero también el arte y la plástica dibujan otra forma de expresarse, donde los pibes imaginan , crean, y aprenden colectivamente.
El vínculo que la organización traza con la escuela pública Jose María Puig es fundamental. Buscamos entender qué cosas pasan fuera de la escuela, qué ocurre en el barrio, en el entorno de los chicos. La Casita es un lugar de referencia al que se acude siempre, cuenta, entre otras cosas, la docente de Educación Física, Araceli Vergara.
El grupo de adolescentes se encuentra los días miércoles. Además de los juegos, siempre hay un momento para que el mate cocido suelte las inquietudes de los pibes. El tema de la llegada de la Gendarmería a los barrios fue una de ellas. Nathaly Belardinelli y Natacha Gatarello –dos de las coordinadoras de la revista- reconocen la importancia de trabajar puntualmente sobre los abusos de autoridad que han sido frecuentes a partir del arribo de los gendarmes. En el grupo, se dispararon algunas preguntas para soltar la reflexión y posibilitar el debate.
“La revista es una herramienta para el barrio”, señalan las coordinadoras acerca de éste fundamental medio de comunicación barrial. Reflexionan en la importancia de establecer vínculos para generar diálogos con los jóvenes, para conocer qué piensan, qué sienten. De lo difícil que muchas veces es hablar de la muerte de uno de ellos, cuando la injusticia y la realidad azota a las familias. La mejor manera que encontraron para hacerle frente es escuchar a sus mamás.
Así nace el relato sobre Nico, Franco Nicolás Burgos, un pibe de 13 años que fue asesinado en cercanías de la esquina de Sánchez de Loria y José Ingenieros. Tenía apenas 19 año, y es su mamá, Delicia, quien comparte una rosa y el recuerdo de su hijo en la revista Pintó Casita. Allí encontró un espacio para hablar de Nico, de cómo era y qué cosas les gustaba hacer.
“Hay que meterse para entrar en la comunicación del barrio”, dice el reconocido militante y docente Oscar Lupori. Para él, fue y es fundamental hacer una revista para que los propios vecinos de la zona conocida como Fisherton Pobre conozca lo que sucede en su barrio. Porque no siempre los medios masivos de comunicación narran la lucha cotidiana que batalla día a día para que la realidad de adolescentes y jóvenes sea diferente a aquella que propone el consumismo y el derrotero fatídico del narcotráfico. Aunque saben la cercanía que tienen los búnkers, en sus calles se dirime otro futuro. Allí, en la Casita, se tejen otros sueños. Que un vecino conozca la realidad de su comunidad es una estrategia vital para construir otros vínculos. Lupori también valora el diseño de la revista: colorido, con dibujos y gráficos que posibilitan una lectura de fácil acceso para los más chicos ya que «hay 50 niños y adolescentes que concurren al taller de apoyo escolar”, sostiene.
Para Natacha Gatarello “muchas veces los medios muestran un lado oscuro del barrio, porque hay conflictos en los barrios, pero tambien existe la otra cara, la gente que trabaja porque cree que hay otra forma de vivir. Y es importante poder contar estas cosas y que son y tiene que ver con el trabajo de hormiga, sosteniendo el día a día, para que todo funcione un poco mejor.”
En ese viaje constante transita Pintó Casita. Las revista se edita una vez al año pero cada vez que sale al ruedo, un futuro digno empieza a ser posible. Flashear con la sonrisa de un pibe, con la rebeldía que intenta burlar un destino de plomo, droga y tristeza, ponerle palabras a toda la vida que hay al cruzar una vía, son algunas de las pinceladas que nos ofrece la revista. Y que además, establece un vínculo con las aulas de la Universidad, allí donde es imprescindible entender que otra comunicación es posible.
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Para quienes deseen conocer mejor el proyecto o conseguir revistas, se pueden poner en contacto a labrujulacooperativa@gmail.com, o acercarse a La Casita del MEDH, ubicada en José Ingenieros y Sánchez se Loria, de Rosario.