De jugador, poeta, militante y loco
“Mi viejo me enseñó a cambiar de frente. ‘¡¡… pegale seco a la pelota apoyando todo el empeine, acomodá el cuerpo, respirá hondo…!!’ – decía (…) Mi viejo, él, me enseñó a tirar paredes – ‘¡¡… tocá y andá a buscar…!!’”, narraba en voz fuerte, Kurt Lutman, el relato: “La guinda bajo la suela”, que eligió para abrir la presentación de su libro “El agua y el pez. Crónicas de un fútbol fantástico” y en dedicación a su padre, allí presente.
Por Malena Montenegro
Fue el pasado jueves 19 de marzo, mientras el viento daba paso al otoño y cerca de las siete de la tarde, cuando amigos, compañeros, familias, pibes, viejos, hinchas, ex jugadores de distintas rutas se arrimaban al parque Independencia. Más precisamente a las canchas auxiliares de Ñubels Old Boys. Ahí, con el cielo abierto y un poco de música en vivo (entre guitarras y cajón), Kurt Lutman convidó su experiencia, su memoria y su laburo de ahora y siempre. Esta vuelta lo hizo a través de sus crónicas compiladas en un libro.
En la mesa, frente a la popular que se reunió esa tarde, estaban de invitados sus compañeros de pelota: Sebastián “Cucurichito” Santamaría, “Pitu” Melgajero y José “Pepucho” Miazga. “Yo quería contarles algo para describir un poco quién es el Kurt como persona: íbamos juntos a la escuela San Francisco; el siempre pasaba, me agarraba y me llevaba; después nos dejamos de ver, porque él hizo carrera de futbolista, hasta que un día llegó a primera. Pero un 8 de marzo se hizo una fiesta en el club Ben-Hur; yo había ido como hincha, él como jugador invitado. O sea: él era LA estrella, y yo pensaba: este qué se va a acordar de mí. De repente, en un momento se me acerca, me da un abrazo y me dice: ‘¡¡cómo no me voy a acordar de vos!!’. Nos pusimos a hablar un rato y me dijo: ‘¡¿bueno, vamos a comer un asado?!’. Ok, listo, el jueves: asado en el Club el Luchador. Yo preparé todo: invité a los pibes del club y cayó a comer el asado.”– relató con muchísima emoción Cucuruchito y continuó – “¡¡El Kurt estaba allá arriba y no se había comido ninguna!!… ¡Entonces eso para mí lo describe como persona: gracias por la amistad Kurt!”, concluyó Cucuruchito con algunas felices lágrimas aguantadoras, para nuevamente tirarle el pase a Lutman en la ronda de micrófono abierto.
“‘Como hacer una barco’/ Arranque sus costillas, / y esternón, / construya las cuadernas, / ponga su alma / de mascarón de proa, / extienda sus ganas, /como velas, /gane el viento / que le deben / y llore, luche, ame, / mate, llore, luche, / hasta hacer el mar…”, dicen las palabras de Julio Leite que acompañan la contratapa de “El agua y el pez”.
Y del otro lado (en la tapa) en la foto superior se puede ver una hinchada desbordándose por el alambrado hacia dentro de una cancha. Es en blanco y negro, como de hace unos cuánto años y la mismísima policía debajo de la gente. En la parte inferior se lo ve a Mauro Javier Amato con su camiseta levantada, como quien extiende los abrazos de gol, y una remera debajo que grita: “Aguanten las Madres”. Dentro del libro hay aproximadamente veinte relatos de pasión, música y fútbol, de anécdotas de barrios embarrados, de nuestro país y los derechos humanos; de los pibes que remontan barriletes y que necesitan jugar cuando son niños.
“Llegar es transitar, transcurrir, pasar por”
El Kurt aterrizó en el mundo un 11 de septiembre de 1976; de barrio Azcuénaga. Tal como narra la solapa con su biografía: “como jugador pasó por todas las divisiones inferiores en el club de sus amores, Ñubels, donde debutó y jugó en primera división; también visitó los colores de Huracán de Corrientes, Godoy Cruz de Mendoza, Campaña de Carcarañá y Unión Villa Eloísa”. Entonces dijo el Kurt: “tiene que ver con esto el encuentro de hoy, con que en realidad ¡llegamos!; sí, aunque el periodismo no lo crea, llegamos. Acá están los pibes de la pensión (de NOB), ellos también llegaron: están en bandada, son amigos, construyen futbol, son parte de Ñuls; están llegando a un montón de lados (que seguramente no se lo reconocen) – explica con garra de narrador y cual genio de la pelota capitán, Lutman en su presentación del libro, y agrega – por lo tanto tenemos que estar convencido de que, ¡para nosotros es verdad: llegamos!”.
Kurt Lutman–quien también la mueve en el oficio terrestre del semanario “El Eslabón”- aprovechó el encuentro del jueves para contarle a la gente los pasos por el Club Malvinas, y al respecto decía: “cuando nosotros pisamos el club ninguno era profesor. No teníamos idea, ni habíamos estudiado, pero sí habíamos jugado mucho al futbol y teníamos mucho cariño. No hizo falta nada más que eso: nos pudimos volver a encontrar y le pudimos dar fútbol a los más pibitos solamente con sentido común: sabiendo que a esa edad no hay titulares y ni suplentes; sabiendo que cada pibito tiene que jugar en su tiempo, porque tiene un proceso muy lento. Necesita eso, tiempo – y continuaba – cuando pasa algo así:que hay algún compañero que presenta algo o necesita algo, estos muchachos – que jugaron en todos lados y en los lugares más exquisitos – están, y siempre estuvieron. Esto es lo que se ve, y están también las cosas que no se ven, que son muchísimas, por eso hay un respeto tan grande que no hace falta tampoco que salga en los medios.”
Más tarde, entre esas risas serias y contagiadas en aplausos, la ovación al cántico de: “Kurt-Kurt-Kurt-Kurt…” se enlazaba con un candombe rojinegro que sonaba en vivo. Y luego, desde el Departamento de Cultura de Ñuls -que también pasó por el micrófono para agradecer y acompañar – convocaron, tanto para la donación de libros para la biblioteca del club, como para el pedido de fotos, revistas, materiales y camisetas a los jugadores para el museo de club del Parque Independencia.
Por último y tras sonar “Rítmo y blues de armónica” en vivo, el Kurt agregó: “todos los chicos que pasamos por este club sentimos que llegamos, que fuimos parte de esa construcción. No necesitamos que nadie venga y nos cuelgue una medalla en el cuello. Nosotros llegamos. Todos esos pibes hoy vuelven y alientan a esos dos mostros que hoy están ahí. Uno colgado en el parabalancha, otro desde la platea, otro desde la radio porque labura de tachero. Entonces ese tejido que no se ve, que es invisible, nosotros sí lo vemos. Hoy vinimos a dar testimonio de eso. Nosotros seguimos estando y no necesitamos esa medalla”.
* Podés conseguir el libro por Facebook a Kurt Lutman o en Indira Diseños, Mendoza 2333.