Primero fue el silencio de la sección a la que escribimos y luego que los tiempos electorales no nos dejaron mucho espacio en el Correo de Lectores. Es una pena, siempre es bueno reflexionar sobre asuntos tal vez menos urgentes pero no menos candentes. Así que, bueno, nos llegamos por acá, por enREDando…
No soy psicoanalista pero asistí con interés al debate de estas últimas semanas en la sección Psicología de Rosario12 sobre la dimensión humana del trabajo. Leímos que para uno de los analistas el hombre solo es hombre cuando no trabaja (sic), para otro el trabajo crea al hombre y para un tercero este crea el trabajo. Y para los tres que Marx habló del trabajo y sostuvo las tres visiones. Curioso.
Bien ¿hay lugar para un cuarto Marx? En mi opinión, al margen del juicio que se tenga sobre el marxismo y sus seguidores, la ontología que traza Marx del laburo es simplemente inobjetable. ¿Qué (me) dijo? (Aunque por suerte leo que también se los dijo a otros).
Que laburar, laburamos todos los seres vivos; que en todo caso la diferencia entre animal y hombre es que el primero despliega tareas predeterminadas y el otro es creativo (sobredeterminadamente creativo), y que si la explotación aliena al hombre no es tanto ni solo por el salario o las condiciones de trabajo como por forzarlo a una cierta tarea. En otras palabras: que el laburo desnaturaliza aun bajo un buen sueldo si no desplegamos en él una vocación.
De ahí lo grosero de empujar, sugerir o dejar que los hijos busquen por inercia carreras rentables en lugar de alentarlos, permitirles o ayudarlos a descubrir sus verdaderas inclinaciones, de transmitirles confianza en cuanto a que aquello que hagan con pasión no va a negarles el pan y les proporcionará, en cambio, otra clase de confort.
Cuestión aparte, y más que interesante aunque no para ahora es si el violinista decentemente retribuido de la sinfónica y el CEO son disímiles o ambos son tipos realizados. O si uno es un goce auténtico y el otro alienado por la internalización del poder y la dominación. Pero hay poco espacio.
Lo pertinente es que, junto a la brecha social, esto y no otra cosa es lo primordial de la explotación para Marx, no porque lo esencial no sea la plusvalía sino porque esos son sus ingredientes y sus efectos (y sin que resulte contradictorio que sea ambas cosas a la vez, porque el laburo queda subsumido en el capital, ergo, en el “afán de enriquecimiento”, bah, en la pulsión de apoderamiento…).
En otras palabras, desde el riguroso ángulo del lego, no de la ciencia, digamos que quien se quemó las pestañas en el Museo Británico tomografiando la codicia, implícitamente nos dice que el trabajo crea al hombre y el hombre crea al trabajo. Dos aspectos complementarios que liquidan cualquier paradoja. Al menos si el trabajo (a gusto) dignifica y si todos nos realizamos en trabajos distintos. Pero, sobre todo, si ambos, trabajo y hombre, hombre y trabajo no nacen tal para cual sino que se van construyendo (o intentan y podrían hacerlo mucho mejor en un sistema más justo).
Freud y Lacan quizá no nos bajarían el pulgar. En cierto sentido, ellos tampoco fueron más que sus laburos, y sus laburos qué duda cabe que fueron ellos.
Los artículos en cuestión:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-47744-2015-01-29.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-47745-2015-01-29.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-47845-2015-02-05.html